Güímar

Hombre en la playa. Fotógrafo alemán anónimo. Tenerife, años 50.

Hombre en la playa. Fotógrafo alemán anónimo. Tenerife, años 50.

Con ‘Güímar’, una inquietante carta ambientada en los años 50, el periodista Emilio de Benito nos trae la tercera entrega de la serie TEXTOSterona que ‘El Asombrario’ ofrece durante este mes de agosto. Se trata de una recopilación de textos actuales e imágenes antiguas sobre el desnudo masculino que ha sido coordinada por el fotógrafo Alexis W.

Por EMILIO DE BENITO

Güímar, 26 de agosto de 1952

Querido Perico,

Esta es otra de las cartas que te escribo y que no te podré enviar. Es un castigo añadido, pero me ha dicho tu hermana que ni se me ocurra ponerme en contacto conmigo. Ella dice que se hará cargo de comunicarte que estoy bien. No las tengo todas conmigo, pero es lo mejor si no quiero ni comprometerte ni comprometerme.

También dice que estás bien, pero no me lo creo. La Madelón, esa travesti que hacía la carrera cerca de la carretera de La Hoya, dice que donde tú estás es un infierno. Que a ella le pegaron todos los días. Que eso que hay en Fuerteventura es un campo de concentración como los que tenían los nazis, solo que lleno de maricones. Dice que le daban los guardias, y también otros reclusos. Que había una de Valencia que le robó todo lo que llevaba. Solo no la zurraba un teniente, que le cambiaba las palizas por mamadas. O no: a veces el plan era mamada y paliza o paliza y mamada, tanto monta.

Pero no me quiero poner triste, que hoy estoy más contento. El caso es que vino Claus, El Alemán, a verme por el bar. ¿Te acuerdas de él? Es uno de esos sabios que hace fotos de los pájaros y las plantas de las islas. Yo no sé qué les ve a los matojos que crecen en la ladera del Teide. Que sí, que será muy alto, pero está más pelado que el culo de La Antracita. Bueno, tú a lo mejor no le has visto el culo a la Antracita, y te aseguro que no te pierdes nada, pero yo a veces me quedo a dormir en el almacén del bar, y él también lo hace cuando está muy cansado o le llega un soplo de que los civiles han salido de ronda y no quiere ir por el camino de cabras que lleva hasta su casa.

Total, que ha estado aquí Claus. Iba a ser una sorpresa, pero no voy a ser capaz de aguantar el secreto los dos años que te quedan encerrado. Han pasado seis meses, y ya me parecen un siglo, la verdad. Pues El Alemán me ha traído unas fotos que me hizo el otro día en unos riscos por Garachico. Él dice que son una obra artística, pero yo creo que las sacó para hacerse pajas, que tiene mucho vicio el rubio ese. Yo, la verdad, no me gusto mucho. Marco paquete, eso sí, pero se me ve muy delgado. Claro que cómo no voy a estar delgado con el hambre que paso a veces, que como mucho pillo un cuenco de puchero y, si es fiesta, algo de conejo, que es todo lo que se da por aquí. Salvo que Luiso pesque algo. El otro día picó una sama, y nos dimos un festín.

A veces pienso que me habría gustado estar contigo durante la redada. Por lo menos ahora estaríamos juntos, aunque fuera para llorar juntos. Aunque te voy a decir la verdad: otras veces me alegro de haberme escapado. No tengo madera de Agustina de Aragón, y ya sabes el mal humor que gasto cuando tengo hambre o estoy cansado. ¡No iba a ser una buena compañía! Eso ya lo sabes, y sabes que el mal café solo se me quita con mimos, con un regalito o con un helado como esos que tomábamos en el merendero del parque. Aunque ¿a ver de dónde sacábamos para regalos o helados trabajando de sol a sol como esclavos a cambio de nada? Que digo yo que más de un capitán se debe de estar haciendo una casa en el pueblo con lo que os explotan ahí.

No te había dicho nada de las fotos porque iban a ser mi regalo para tu cumpleaños. Fue muy divertido hacerlas, aunque yo estaba muy nervioso. Claus estaba muy pesado con que me despelotara, pero yo no quería. Lo que tengo ahí ya lo has visto tú mil veces, y él lo que quería era que se lo enseñara por la cara. Y él ya sabe que no. Si quiere algo, que se lo gane. Ya sé que a ti, todo un señor comerciante, no le parece bien que acepte alguna propina de según quién, pero a veces yo necesito sacar provecho de lo que la naturaleza me ha dado, que poniendo achicoria y vino peleón en el barucho de mi cuñado no saco ni para comer. Ni para ropa tengo, que el bañador de las fotos me lo tuvo que prestar el Luiso, que así me queda. Claus decía que estaba muy bien, pero era porque como tiene la goma floja se me notaba todo, que tú ya sabes que yo soy bajito, pero apañado de entrepierna.

Luego he pensado que, a lo peor, si nos hubieran pillado mientras hacíamos las fotos estaríamos los dos ahí contigo, en el penal de Tefía, que es como lo llaman para no decir agujero inmundo donde se tortura a sarasas, que es lo que dice mi cuñado. Aunque seguro que al Alemán no le habría pasado nada, que cuentan que es amigo del alcalde. A esa pocilga solo mandan a los desgraciados como nosotros. Y peor lo mío, que tenía un abuelo rojo.

He pensado que voy a guardar las fotos detrás del almanaque del almacén. Es de 1949, y no creo que lo vayamos a cambiar ya nunca. Me dijo Claus que si quería él me las guardaba, pero seguro que se ha hecho una copia y no quiero que las pierda. Ya que no puedo enviártelas, las guardaré para ti, con las otras cartas que te estoy escribiendo. Así, cuando vuelvas, podremos leerlas juntos, y será como contártelas para que veas que te he seguido queriendo. Dice tu hermana que puede ser que te destierren y no puedas volver a la isla. No me importa. Tú, cuando te suelten, avisa, que ya iré yo a donde estés. Nos podemos ir a Madrid o Barcelona, que ya verás cómo encuentro trabajo enseguida para cuidarte hasta que te repongas, que seguro que sales de Tefía muy delgado. También me ha dicho Claus que a lo mejor vendía mis fotos a unos amigos suyos. Yo le he dicho que mientras no sean españoles, no me importa, que lo que no quiero es que me entrullen por ellas. Pero que me dé una comisión.

Le pido a la Candelaria que te conserve sano. Que no pilles tuberculosis ni fiebres, que las chinches y los piojos te los quito yo con linimento. Cuídate mucho, amor. Yo pienso hacerlo para estar lo mejor posible cuando tú vuelvas. Que espero que sea muy pronto.

Te envío un beso como los que nos dábamos en la caleta no hace tanto.

Te quiero, Perico.

Tuyo,

Colacho.

***

Emilio de Benito es un prestigioso periodista del diario ‘El País’, donde trabaja como redactor desde el año 2000, especializado en temas de salud. Ha recibido diversos premios de comunicación, como los concedidos por el COGAM y, este mismo año, por la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS).

La revista TEXTOSterona, coordinada por Alexis W. , se puede adquirir en la galería Mad is Mad y la librería Berkana en Madrid, y en BIBLI en Santa Cruz de Tenerife.

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