Günter Grass: la realidad de acero y ‘El tambor de hojalata’

Fotograma de la película ‘El Tambor de Hojalata»

Fotograma de la película 'El Tambor de Hojalata"

Fotograma de la película ‘El Tambor de Hojalata»

Nos detenemos hoy en Günter Grass, el enorme escritor alemán recientemente fallecido, a través de la película realizada en 1979 sobre su más conocida novela, ‘El tambor de hojalata’, del alemán Volker Schlöndorff. El protagonista, ante una realidad que se aproxima al paroxismo de la sinrazón, se abrazará a una supervivencia de la que no descartará cualquier tipo de perversión para preservar su vida y su libertad.

Peter Pan no quería crecer. Instalarse en el mundo de Nunca Jamás podría descargarle del peso y el sufrimiento de perder la inocencia y no participar así del absurdo mundo de los adultos, de su vacuidad, de sus miserias, de la muerte.

Hace unos días, nos abandonó uno de los grandes, uno de los referentes imprescindibles de la literatura del siglo XX, el siglo de las barbaridades. Günter Grass, el enorme creador de Oskar Matzerath, esa especie de Peter Pan y de su inseparable tambor, moría el 13 de abril en la ciudad de Lübeck, Alemania, a los 87 años.

Son innumerables las veces que el cine se ha asomado a la literatura y enorme el porcentaje que se ha servido de ella como inspiración para narrar en imágenes los pensamientos, los acontecimientos, las historias.

Hoy les recomendaremos encarecidamente el visionado homenaje de una película ineludible en el acontecer del cine y de su historia: El tambor de hojalata (Die Blechtrommel), adaptada y llevada a la pantalla en 1979 por el director alemán Volker Schlöndorff. Una adaptación magistral de la novela-metáfora del premio Nobel y Príncipe de Asturias de literatura desaparecido ya para nuestro pesar y el de las letras universales.

Fotograma de la película 'El Tambor de Hojalata"

Fotograma de la película ‘El Tambor de Hojalata»

Situada la historia en la Ciudad libre de Danzing, fruto de los acuerdos del Tratado de Versalles, ubicada entre Alemania y Polonia, patria natal de Grass y hoy ciudad polaca de Gdansk, cuenta la vida y peripecias de un personaje singular. Y éste es Oskar (David Bennent), nacido extraordinariamente precoz y fruto de lo que él llama su trinidad, pues no tiene clara su paternidad dentro del extraño triángulo amoroso que representan su madre (Angela Winkler), su tío (Daniel Olbrychski) y el esposo de aquella (Mario Adorf). El día de su tercer cumpleaños, Oskar decide, de manera abrupta, poner fin a su crecimiento. Su decisión viene tomada por el disgusto que le causa la pequeña sociedad burguesa y absurda de comienzos del nazismo. Ese día es también el día en que llega como regalo su primer tambor de hojalata, objeto al que Oskar se verá per se unido a lo largo de la historia y a través del cual confiere ritmo y expresión a todo aquello que afecte a su vida a partir de entonces. De este modo, cuando el mundo que le rodea se torna insoportable, golpea el tambor, símbolo de su malestar ante un mundo enloquecido. Poco más tarde, Oskar descubrirá su poder vocal que hace trizas el cristal, éstas serán sus dos armas para sobrevivir.

Sobre un guión adaptado junto a Jean-Claude Carrière, Franz Seitz y el propio Günter Grass, Schlöndorff traslada a la pantalla la picaresca historia de un ser tan singular que arremete frenéticamente a través de su tambor contra una sociedad que marcha impasible hacia esa extrema locura que fue la Segunda Guerra Mundial. Una metáfora perversa y testigo irónico de la historia de un pueblo pasivo, presa fácil para el surgimiento de doctrinas tan extremas como el nazismo.

Este tono sardónico que, casi como un cuento, macabro eso sí, nos relata las andanzas de Oskar, de sus parientes y vecinos, no nos evita en múltiples ocasiones hacernos revolver por dentro ante la barbarie tan dolorosa que nos muestra.

El ojo del director, a través de primeros planos, el detalle, los objetos o los gestos vistos desde la perspectiva de Oskar, realiza un juego espectacular y contradictorio entre lo que se nos revela y lo que aparentemente el adulto y su mundo dan por natural. Hecho que obliga al protagonista a abrazarse a una supervivencia de la que no descartará cualquier tipo de perversión para preservar su vida y su libertad.

Alojado por decisión propia en ese cuerpo pueril, símbolo quizás a la vez del infantilismo cerebral que dominó tan espantosa época, este niño-adulto jugará con el poder aparente de la inocencia representada por su imagen, por sus grandes ojos azules, que le confiere ante el resto una especie de inmunidad, diferente. Porque Oskar no es sólo un rebelde sino también la alegoría bajo la cual se muestra una época disfrazada de inocencia, y que, como el niño, se siente consentida para abusar, seducir, ignorar, desear, odiar y hasta autorizada para deshacerse de aquello y aquellos que le estorban.

Pues algo diabólico existe en esa inmunidad creada bajo el signo de la inocencia con la que se disfraza la inhumanidad. «Había una vez un pueblo crédulo que creyó en Santa Claus, pero lo que no supo ver es que él no era Santa Claus; él era el hombre del gas», nos dice el pequeño hombrecito en esa voz en off que recorre la narración durante toda la historia.

El tambor de hojalata está repleta de actuaciones deliciosas, sorprendentes, encarnando a personajes-caricaturas, a veces conmovedores otras tantas brutales, destacando entre tanta excelsa competencia la actuación del joven Bennent, de apenas 12 años, interpretando al niño adorable, demoniaco, inocente e inmoral a la vez. Personajes e interpretaciones que dotan de vida a este retrato despiadado de la cultura superficial y vanidosa de una clase social media alemana desguarnecida ante la cruel transcendencia del régimen diabólico que acabará por engullirlos.

Schlöndorff coloca sabiamente la cámara a la altura de los ojos del protagonista, desde donde observa los acontecimientos. La mirada ingenua que observa la vida desde una perspectiva imposible para un adulto, mostrando lo grotesco y ordinario de su mundo, enfatizando, quizá sin pretenderlo, profundamente en la teoría Arendt sobre La Banalidad del mal y la realidad sociológica de la vida cotidiana deel mundo intersubjetivo”, según Alfred Schütz.

Fotograma de la película 'El Tambor de Hojalata"

Fotograma de la película ‘El Tambor de Hojalata»

La puesta en escena, cargada de simbolismo, está arropada por una escenografía natural extraordinaria y una fotografía, obra de Igor Luther, pretendidamente ocre. El filme contiene, en ocasiones, secuencias rodadas casi como un falso documental que acentúan lo disparatado de una triste realidad que se muestra bajo el absurdo de sus ceremonias, como aquella en la que Oskar, escondido tras la tribuna de una orquesta durante una demostración nazi, consigue con el ritmo de su tambor desbaratar la académica manifestación, arrastrando a la orquesta y participantes hacia un bufonesco y multitudinario vals. Simplemente genial muestra alegórica ante la cual, como espectadores, deberemos colocarnos sin ningún objetivo preconcebido.

La música la firma otro referente, Maurice Jarre, un valor añadido a la cinta, que acompaña esta sucesión de imágenes surrealistas, oscuras, en ocasiones terribles, cargadas de erotismo, este sarcasmo metafórico, este cómico e inclemente realismo, casi fantástico, si no fuese por las consecuencias que todos conocemos.

Nada más queda, ¡o tanto!, por decir de esta brillante obra, que no sea sentirse afortunados si la ven y alentarles a que disfruten de todas y cada una de las capas que su historia les muestra. Sáquenlas en conclusión como mayormente puedan y, tras ello, háganse un regalo a sí mismos y lean la magnífica novela en la que se basa la cinta de Schlöndorff, y gocen así de una obra y un autor extraordinarios, como lo son El tambor de hojalata y Günter Grass.

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Comentarios

  • Mario Gonzalez

    Por Mario Gonzalez, el 23 abril 2015

    Enhorabuena. Estupendo artículo, se me ha puesto la piel de gallina, ahora no sé si correr a por el dvd paraa ver la película o a la estantería para releer la novela. o viceversa, Gracias!
    Mario González

  • Ignacio

    Por Ignacio, el 24 abril 2015

    Magnifica, desasosegante por momentos. Gran artículo. No he leído la novela pero es algo que ya he apuntado en mi lista de preferencias, gracias por su recomendación.

  • Pilar

    Por Pilar, el 24 abril 2015

    Extraordinaria película, magnífico Gunter y uno de los mejores artículos que he leído sobre ambos. Volveré a verla sin duda, gracias por la recomendación.

  • olga

    Por olga, el 25 abril 2015

    Hace muchos años que la vi en alemán además, porque entonces estaba estudiando y también leía «El diario de un Caracol» del mismo autor. Me ha encantado tu artículo, con lo cual , sigo tu sugerencia y vuelvo a verla, ahora desde tus pupilas cineastas ,jaja, Gracias Antonio.

  • Sandra

    Por Sandra, el 25 abril 2015

    Donde puedo encontrar la película, he tratado y esta difícil.

  • Carlos

    Por Carlos, el 26 abril 2015

    La película está muy bien hecha, porque para plasmar una obra tan estupendamente ejecutada, el libro es magnífico, el artículo como siempre nos atrae y capta lo mejor de ambos (libro y película).

  • Alejandra

    Por Alejandra, el 13 febrero 2019

    Maravillosa obra. Tuve la sensación de estarme perdiendo de algo más de su simbología. El papá polaco muere con el comienzo de la guerra, su papá alemán muere cuando termina. También la mujer deseada, utilizada, a usada y violada, no es tan sólo la muestra de un mundo alocado y transgresor. Los artistas que ven el mundo desde otra perspectiva. Excelente analisis.

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