La inteligencia de los pájaros y los árboles a menudo nos da mil vueltas

La familia de los córvidos ocupa uno de los primeros puestos en la lista de aves inteligentes. Foto: Pixabay.

La familia de los córvidos ocupa uno de los primeros puestos en la lista de aves inteligentes. Foto: Pixabay.

La familia de los córvidos ocupa uno de los primeros puestos en la lista de aves inteligentes. Foto: Pixabay.

La familia de los córvidos ocupa uno de los primeros puestos en la lista de pájaros inteligentes. Foto: Pixabay.

Dos mujeres norteamericanas especializadas en divulgación científica llegaron esta primavera a las librerías españolas convirtiendo en ‘best-seller’ dos entretenidos libros en torno a la naturaleza, dos libros que nos hacen tomar conciencia del extraordinario mundo de inteligencias y sensibilidades que nos rodea y que matiza la soberbia humana en el trato al planeta. Estamos hablando de ‘El ingenio de los pájaros’, de Jennifer Ackerman, y ‘La memoria secreta de las hojas’, de Hope Jahren. Os contamos desde ‘El Asombrario Recicla’ por qué están captando tanta atención y tantos lectores.

La geobióloga Hope Jahren (Minnesota, EE UU, 1969) ha compuesto un hermoso libro, La memoria secreta de las hojas (Paidós, 2017), en el que, con la habilidad de divulgación a la que nos tienen acostumbrados los investigadores de territorio anglosajón, mezcla su vida personal -desde su infancia y su adolescencia hasta sus amores y su embarazo y parto-, su trayectoria profesional y un acercamiento tan poético como científico al mundo vegetal, especialmente a los árboles. Lo dijo en una ocasión Vladimir Nabokov: «Todo escritor debería tener la precisión de un poeta y la imaginación de un científico». Y así Jahren urde con maestría párrafos como éste: «Hay una avispa que sólo puede reproducirse dentro de la flor de una higuera; la flor de esa misma higuera no puede ser fertilizada sino con la ayuda de esa avispa. Cuando la avispa hembra pone sus huevos dentro de la flor de la higuera, deposita también polen que se le adhirió al desovar en otra flor de higuera. Estos dos organismos -la avispa y la higuera- se vienen beneficiando de este arreglo desde hace casi 90 millones de años, y evolucionaron juntas mientras los dinosaurios se extinguían y se sucedían numerosas glaciaciones. La suya se parece a otras epopeyas de amor cuyo encanto radica, en parte, en su imposibilidad».

O enjareta recuerdos emocionales con aproximaciones empíricas: «Como tantas otras personas, albergo vívidos recuerdos de uno de los árboles de mi infancia. Era una pícea de Colorado que se mantenía desafiantemente verde en los largos meses de invierno. Recuerdo sus agujas afiladas e hirientes sobre el fondo de la nieve inmaculada y el cielo plomizo, como un perfecto ejemplo del estoicismo que me inculcaban en casa. En verano me abrazaba a su tronco, me encaramaba a sus ramas y charlaba con ella. En mi mente infantil concebí la idea de que aquel árbol me conocía, pero no podía verme cuando me quedaba bajo su follaje observando a las hormigas arrastrar agujas muertas de un sitio para otro».

Consigue que miremos a las plantas con otra curiosidad, otro mimo, otra ternura: «Un cactus no vive en el desierto por placer; vive allí porque el desierto aún no lo ha matado. Cualquier planta que se encuentre en el desierto crecerá mucho mejor si la sacamos de allí. El desierto es como muchos barrios peligrosos: el que vive allí lo hace porque no tiene posibilidad de mudarse».

Hope Jahren, que cuenta con blog y web, ha sido elegida entre las 100 mujeres más influyentes del mundo según la revista Time, que la ha calificado como «la Madame Curie de la botánica». Se doctoró en 1996 en la universidad de California en Berkeley, y en 1999 continuó su labor en la prestigiosa universidad Johns Hopkins. Fue elegida por la revista Popular Science una de las científicas más brillantes del año 2005. En la actualidad dirige su propio laboratorio de Geobiología en la Universidad de Oslo y ha alcanzado prestigio mundial por sus análisis de fósiles forestales. Hoy día se dedica a investigar en cerrados micromundos vegetales su evolución ante modelos climáticos futuros -dentro de 200 años- en los que las temperaturas y gases de efecto invernadero han experimentado notables incrementos.

Sobre La memoria secreta de las hojas (cuyo título original es Lab Girl, Chica de Laboratorio), The New York Times ha señalado que este libro ha hecho por la botánica lo que los ensayos de Oliver Sacks hicieron por la neurología. Y The Guardian ha destacado: «Hojas, suelo y semillas. Gracias a Hope Jahren y su pasión por el mundo natural, ya no volverás a sentir lo mismo al escuchar estas palabras. Las hojas se convierten en elegantes máquinas, el suelo en la interface entre la vida y la muerte, y las semillas se transforman en la más paciente y esperanzadora forma de vida».

Un delicado acercamiento, fácil de leer, al mundo vegetal, tan a menudo olvidado por todos. De ahí también que desde El Asombrario queramos resaltar la importancia de este libro. Jahren lo subraya: «Los primeros árboles surgieron en la Tierra hace unos 300 millones de años». Para luego lanzar el mensaje directo de cómo estamos esquilmando esta riqueza: «En el último decenio se han talado más de 50.000 millones de árboles. La tercera parte de la superficie terrestre estaba antes cubierta de bosques. Cada diez años cortamos el 1% de la totalidad de nuestros árboles sin volver a repoblarlos, lo cual representa el equivalente a la superficie de Francia».

En El ingenio de los pájaros (Ariel, 2017), Jennifer Ackerman (EE UU, 1959) ha reunido a lo largo de 400 páginas decenas de casos, con numerosísimas citas científicas e investigaciones, en torno a la etología de las aves, que prueban su inteligencia y nos llevan a descartar rotundamente la expresión de «cabeza de chorlito». Nos desgrana en especial comportamientos de las que, según el ranking científico, son las más espabiladas: «¿Cuáles son las aves más inteligentes, según la escala de Lefebvre? Los córvidos, cómo no, con los cuervos grandes y los americanos claramente a la cabeza, y los loros. Les siguen los zanates mexicanos, las aves de rapiña (en particular halcones y cernícalos), los pájaros carpinteros, los bucerótidos (los tropicales cálaos), las gaviotas, los alcedinos (la familia del martín pescador), correcaminos y garzas. También ocupaban posiciones destacadas aves de las familias del gorrión y los páridos (carboneros y herrerillos). Y en los escalones inferiores se hallaban las codornices, las avestruces, los otídidos (avutardas y sisones), los pavos y los chotacabras». Y es a ellos, a los más listos, a los que más atención se les presta. Desde el caso de los gorriones que aprendieron en unos pocos meses a abrir una puerta automática para acceder a las migas de una cafetería en Nueva Zelanda, a las urracas, capaces de identificarse a sí mismas en un espejo, conciencia de la propia identidad que es señal inequívoca de inteligencia, ya que hasta hace no mucho se consideraba patrimonio exclusivo de humanos, primates y delfines. «O los buitres de Zimbabue que se posaban en verjas de alambre de púas cerca de campos minados durante la guerra de liberación a la espera de que gacelas y otros animales de pasto entraran en ellos y detonaran los explosivos, lo que proporcionaba a las aves una comida preparada ya pulverizada».

El libro resulta muy entretenido, repleto de anécdotas que nos hacen pensar en la estulticia humana al poner el planeta a nuestro exclusivo servicio, midiendo la inteligencia sólo desde nuestros parámetros.

Ackerman, colaboradora de National Geographic Magazine y The New York Times, lleva cerca de tres décadas escribiendo sobre ciencia, naturaleza y biología humana; representa la otra cara de la divulgación frente a Jahren; es la escritora/periodista especializada en divulgación científica, no la científica que sabe comunicar- arranca de esta manera su libro: «En las dos últimas décadas, aproximadamente, tanto de las investigaciones sobre terreno como de laboratorios de todo el mundo han salido ejemplos a raudales de especies de aves capaces de hazañas mentales comparables a las detectadas en primates. Hay una especie que crea coloridos diseños con bayas, fragmentos de vidrio y flores para atraer a las hembras -los pájaros pergoleros de Australia y Nueva Guinea-, y otra que esconde hasta 33.000 semillas esparcidas por docenas de kilómetros cuadrados y meses más tarde todavía recuerda dónde las ocultó. Existe una especie que resuelve un rompecabezas clásico a una velocidad comparable a la de un niño de cinco años, y otra experta en abrir cerraduras. Hay pájaros capaces de contar y realizar cálculos matemáticos simples, de fabricar sus propias herramientas, de moverse al ritmo de la música, de entender principios básicos de física, de recordar el pasado y de hacer planes para el futuro».

Curiosidades como que casi el 80% de las especies de aves viven en parejas socialmente monógamas, lo que contrasta con el porcentaje de este comportamiento entre mamíferos: sólo un 3%.

Pero de todo lo contado en El ingenio de los pájaros -libro del que The Guardian ha dicho: «Hay otro mundo de inteligencia ahí fuera, y esta es una gran introducción a él»- nos quedamos con un capítulo dedicado a los córvidos que realmente causa asombro: «En 2015 salió a la luz la historia de Gabi Mann, una niña de ocho años de Seattle, que llevaba desde los cuatro años alimentando a un cuervo americano en su trayecto de ida y vuelta de la parada del autobús. Con el paso del tiempo empezó a ofrecer al cuervo cacahuetes en una bandeja en el patio trasero de su casa como parte de su ritual diario y, de vez en cuando, después de comérselos, aparecían baratijas en la bandeja: un pendiente, tornillos y tuercas, bisagras, botones, un tubito de plástico minúsculo, una pinza de cangrejo en descomposición, un trocito de metal con la palabra best escrita, y, el regalo favorito de Gabi, un corazón blanco iridiscente. Gabi ha ido coleccionando en bolsas de plástico etiquetadas con las fechas de su recepción los objetos menos desagradables. El hecho de que dejen regalos sugiere que los cuervos americanos entienden el beneficio de corresponder a actos pasados que les han beneficiado y también que anticipan una recompensa futura».

La autora no sólo se queda en la habilidad técnica de las aves, sino que destaca la impresionante habilidad social de estos animales: engañan y manipulan, escuchan a hurtadillas, hacen regalos, se besan para consolarse, chantajean a sus parejas, se alertan mutuamente del peligro, convocan a testigos para presenciar la muerte de un congénere y especular sobre qué ha pasado e incluso guardan duelo.

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Comentarios

  • Gonzalo Moure

    Por Gonzalo Moure, el 31 mayo 2017

    Dos estupendas sugerencias. Pero no hay que ir fuera. Por ejemplo, el libro «Para qué sirven las aves», del ornitólogo gallego Antonio Sandoval, hace un recorrido semejante, con la ventaja de estar escrito aquí. Es un libro magnífico, muy recomendable, y ha sido traducido al inglés.

  • Fernando

    Por Fernando, el 31 mayo 2017

    Hola, artículo tan interesante que ya me ha hecho gastar unos euros en comprar los dos libros -a pares-. Pienso leérselos a la sombra de unos setos a los mirlos, colirrojos, gorriones y otras aves que pasan a mi lado, gracias.

  • Miguel Angel

    Por Miguel Angel, el 31 mayo 2017

    Acabo de ver un cuervo remojando un cacho de comida en un charco para poder zamparaselo y justo me encuentro este artículo.
    Me encantan los bichos estos.

  • Acaido

    Por Acaido, el 31 mayo 2017

    Algún día, no muy lejano, la naturaleza se vengará de la soberbia de los humanos y pasaremos a formar parte de los seres vivos que se extinguieron al tratar de seguir un camino de dominio y no de armonía con esta.

  • losutb

    Por losutb, el 31 mayo 2017

    Malas noticias para los veganos, porque se darán cuenta de que al comer vegetales se están comiendo a seres con sentimientos, inteligencia y memoria.

  • Leonardo Reyes

    Por Leonardo Reyes, el 31 mayo 2017

    El mejor: el cuervo de Nueva Caledonia. El ave de la portada: chara californiana.
    A las palomas las defiende a capa y espada.

  • Jose luis ruiz gonzalex

    Por Jose luis ruiz gonzalex, el 31 mayo 2017

    Existen estudios mas antiguos y olvidados sobre el tema.
    El apoyo mutuo de kropotkin y despues los escritos de gerald durrel.asi tambien hay una historia muy interesante como el hombre y la tierra de eliseo reclus

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