Jazzaldia 2013: guía alternativa para melómanos

Elvis Costello

Camino del medio siglo de actividad, el Festival de Jazz de Donostia San Sebastián da inicio el próximo día 24 de julio a la trilogía anual de los grandes eventos culturales (y sociales) de la capital guipuzcoana. La Quincena Musical y el Festival de Cine tomarán después el relevo a cinco días en los que la palabra ‘jazz’ se convierte más en marca de reclamo turístico que en un fin artístico. Jazz haberlo lo hay, pero también otras muchas cosas. Días de atracón (musical… y gastronómico), de difícil conciliación entre el necesario silencio para la escucha y el jolgorio de la vida social, y de nombres que merecen una atención que la dinámica de grandes titulares no propicia. De algunos de ellos habla esta guía alérgica a las evidencias.

Texto: CARLOS PÉREZ CRUZ

Día 1: 24 de julio

Las vísperas, ese coger carrerilla. Día de ‘Jazz Band Ball’ con cuatro escenarios gratuitos, tres de ellos conviviendo de forma simultánea (Donosti apuesta por la multiplicación de los panes y los peces). Jamie Cullum se llevará los titulares (y la negrita de destacado por la propia organización) y la Shibusa Shirazu Orchestra volverá a alucinar al personal con barroca puesta en escena pero, si toca elegir, sugiero el escenario Heineken (vamos hacia un mundo en el que el callejero será un gran anuncio). Anoten: Ernst Reijseger, Mola Sylla y Harmen Fraanje (¿mande?). Si la belleza existe, su música la araña y la desgarra. Mola Sylla es una voz senegalesa descomunal y el holandés Ernst Reijseger un tipo tan asombroso en sus propuestas que ha convertido su chelo en un pasaporte de entrada a mundos tan fascinantes como el de la música vocal de Cerdeña o el de las Islas Reunión. Improvisador nato, su nombre está ligado a las bandas sonoras del cine de Werner Herzog (escúchese su partitura para La cueva de los sueños olvidados). Reijseger y Sylla han colaborado en varias ocasiones. Ahora suman al joven pianista Harmen Fraanje (también holandés) y han editado un disco que, como su propio título indica, te llega Down deep. Será noche de conexión africana. Antes del trío, subirá a ese mismo escenario la nueva encarnación del quinteto franco-español Gabacho Connection, convertido ahora en octeto Maroconnection. La música marroquí, la tradición gnawa, vuelve a seducir a jazzistas y al quinteto suman tres músicos marroquíes. África sigue excitando el jazz.

Día 2: 25 de julio

Arranca el festival en toda su dimensión. Se ponen en marcha los escenarios más ilustres y en la plaza de la Trinidad será la noche de los conciertos que cada año presenta la revista ‘Cuadernos de Jazz’. Para quien esto escribe, una noche emocionante por el recuerdo a Raúl Mao, su director (mi jefe y amigo), fallecido hace apenas unos meses. Noche de jazz sin medias tintas con el quinteto del veteranísimo Steve Swallow al que sucederá la versión XL del proyecto Huellas de Jorge Pardo (donde va, triunfa). Fuera de la Trini, dos tríos de piano, bajo y batería de excepción. En el Victoria Eugenia (sí, ahí sí se puede escuchar), el trío de Vijay Iyer desgranando las complejidades compositivas del estadounidense (si logran trascenderlas –que lo lograrán- será vibrante). Y mi sugerencia más vehemente, mi cita ineludible, la cima (lo sé, esto es cosa muy personal) de esta edición del Jazzaldia, que tendrá lugar en el Museo San Telmo: el Aurora Trío de Agustí Fernández (piano), Barry Guy (contrabajo) y Ramón López (batería). En breve editarán su tercer trabajo discográfico. El mallorquín Agustí Fernández (acaba de concedérsele el ‘Premio Nacional de Cultura’ de la Generalitat de Catalunya), el británico Barry Guy y el alicantino Ramón López son esencia de la música improvisada en Europa, clásicos de un circuito que apenas roza España. Si el trío de Iyer juega sobre complejas estructuras, el trío Aurora logra dinamitarlas. Música de extremos y pasiones, viva y hermosa hasta extremos radicales. ¡Tanta belleza!

Día 3: 26 de julio

¡Llega el hijo! Ya saben: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén. Muerto el Padre Coltrane y volatilizado el Espíritu Santo Ayler, nos queda el Hijo Sanders. ¡Sigue vivo! Pharoah Sanders, el autor de The Creator has a master plan (¡qué gran título!), llega a Donosti… por primera vez. Lástima no haberlo escuchado en los años en que tomó el relevo de John Coltrane en el sello Impulse!. A Sanders se le recuerda más por lo que fue que por lo que es ahora, pero siempre será un gusto testar cómo se encuentra uno de los trinitarios del free jazz. ¿Nunca es tarde? Antes Dave Douglas nos volverá a poner en la tesitura de darle vueltas a si su estupenda música lo es menos si la comparamos con los ingeniosos proyectos de sus primeros años. Su trompeta, vibrante. Eso en la Trini. Antes, una leyenda del saxo alto en el Auditorio del Kursaal: Lee Konitz que, si la información oficial es correcta, compartirá con Sanders al mismo pianista: Dan Tepfer. Del orden al caos. ¡Cuán gloriosos extremos nos da el jazz! Pero si quieren uno realmente extremo, no se pierdan mi sugerencia de la jornada, de nuevo en San Telmo: Beñat Achiary. El cantante vasco-francés quiebra y retuerce la voz como pocos se atreven. Originalidad y personalidad en su forma de afrontar el folclore vasco. Achiary es, además, uno de los promotores del vecino Errobiko Festibala, al otro lado de la muga. Un ejemplo de festival con personalidad, amigable y sostenible.

Día 4: 27 de julio

El día Zorn. La jornada en que uno de los más radicales creadores de nuestro tiempo montará el mercadillo de su sello Tzadik en el Auditorio del Kursaal. 12 propuestas zornianas anunciadas para unas cuatro horas de música (¿no pone eso en duda los conceptos espacio-tiempo?). Grupos que de habitual se mueven en pequeños locales casi clandestinos de Nueva York y que, de pronto, despiertan pasiones inusitadas. Así somos. La revisión del legado musical judío a través de ruidismos y preciosismos, electrónicas y acústicas, tradiciones desbocadas… todo ello bajo la hiperactiva batuta de un tipo cuya discografía requiere toda una vida (como la de quienes la dedican al estudio de la Torah en Israel). Un all star de las cloacas neoyorquinas tan abrumador que, si se pone, aniquilará a más de uno. Un maratón electrizante que tiene un contrapunto gratuito con la presentación del proyecto Quinoa del pianista Jerónimo Martín en el escenario Frigo (no lo laman). Elegancia y clasicismo para compensar la gloriosa transgresión de Zorn en el Kursaal. Pero (vale, sí, lo sé, soy un marginal), la cita de nuevo en San Telmo. Aprovechando el paso del Aurora Trío, el contrabajista Barry Guy se queda por Donosti para unirse a su mujer, la violinista Maya Homburger. Especialista en violín barroco, lo de Homburger y Guy es un secreto que, quienes se atrevan a descubrir, no olvidarán. Como terapia para el sadismo de Zorn, insuperable.

Día 5: 28 de julio

Si tienen 62€ en la cartera tienen dos opciones (hay más, lo sé, pero…): comer pintxos en el casco viejo hasta reventar o escuchar en el Kursaal a Diana Krall. En serio, los pintxos, si se elige bien el sitio, los valen. Siempre pueden purgar la mala conciencia de la inversión escuchando a las Uncommon Deities que clausuran las noches de San Telmo. Versión reducida de un proyecto audiovisual, electrónico, poético y experimental producido por el Punkt Festival noruego que comandan dos de los tres artistas que estarán en escena: Jan Bang y Erik Honoré. Junto a ellos una de las voces más hermosas que he escuchado. Acogedora como un pecho materno; aterciopelada y quebradiza a partes iguales: Sidsel Endresen. El festival les “debía” el retorno después de su accidentada actuación en 2011 a nombre de Bang (ruidos de tránsito humano y la guitarra de Scofield en el escenario vecino hicieron imposible el vuelo místico en la capilla del museo). Antes, la plaza de la Trinidad habrá clausurado su noche de ojos rasgados con el ciclón pianístico de la japonesa Hiromi precedida por la coreana Youn Sun Nah que encandilará –estoy seguro- al respetable. Del escenario gratuito el año pasado al de pago en la plaza en este. Si al indudable encanto de su música añadiera una pizca de dejarse llevar por el momento musical, hablaríamos de jazz. De momento, una buena cantante.


 

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