La Kursala de Jesús Micó, energías renovables para la fotografía

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Jesús Micó. Foto: @ Roberto Villalón

Si hubiera que destacar un acontecimiento fotográfico del último lustro en España, habría que mencionar la Kursala y sus cuadernos, la sala de la Universidad de Cádiz (UCA) que dirige con espíritu irreductible Jesús Micó (Cádiz, 1962). Desde este extremo peninsular, ha puesto en el corazón de la fotografía a nombres ahora tan reconocidos como Ricardo Cases, Cristina de Middel, Marta Soul, Palíndromo Mészáros Juan Valbuena. Hablamos con él del éxito de la sala y la fotografía española. 

¿Cómo surge la Kursala?

(Antes de entrar en materia, el periodista quiere explicar que tras la charla grabada, Micó, siempre pendiente de la concisión, quiso matizar, precisar y apuntalar sus respuestas vía correo electrónico hasta el punto de alargarlas sobremanera. Este es el resultado).

Aunque llevo años viviendo en Barcelona, soy de Cádiz, por lo que tengo un gran vínculo con la ciudad y con su universidad, que es donde me licencié en Medicina (aunque mi doctorado es en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona). Ya viviendo en Barcelona, desde la UCA me ofrecieron encargarme de una sala nueva dedicada íntegramente a la fotografía. Me planteé si residiendo a mil kilómetros se podría hacer bien, pero llegué a la conclusión de que en este mundo contemporáneo en que vivimos, con sus enormes y asequibles posibilidades de comunicación física y electrónica, y con el maravilloso equipo de gente que hay en la sala, se podía hacer. Acepté, planteando con ello una serie de retos a la UCA, retos que no dudaron en encajar y estar dispuestos a resolver, lo cual me llena de orgullo y me conmueve porque habla de la gran confianza que desde siempre depositaron en mí.

Me refiero a que había que orientar la Kursala hacia un sector fotográfico que estaba completamente desatendido y que no nos daría éxitos inmediatos: el de los autores noveles, aunque al principio necesité del apoyo puntual de algún autor/a consagrado en la programación. La idea de base que me planteé para la sala fue la de promover, difundir y, sobre todo, dignificar el trabajo de los nuevos autores tanto o más que el de los autores consagrados. Establecimos una serie de condiciones: la primera pagar un mínimo de producción al autor o autora. Un mínimo que aunque no cubriera toda la exposición, al menos ayudara a hacerlo, por no hablar del valor simbólico de cierta dignificación profesional que tiene el hecho de pagar al artista por su trabajo. Y, en segundo lugar, y sobre todo, destinar una más importante cantidad, dentro de nuestras posibilidades, para la producción del libro. Para mí el fotolibro generado como catálogo es vertebral en la programación de la Kursala. Por supuesto la UCA se encarga además de los pertinentes transportes especializados, seguros y montaje.

¿Cuál es el fin de la sala?

Tiene una doble función: satisfacer la demanda de fotografía contemporánea en la ciudad de Cádiz y promocionar la fotografía novel en todo el Estado. Para conseguir romper el obstáculo de trabajar en la periferia de la fotografía española, periferia no solo geográfica sino también cultural, hacemos que el catálogo sea una pequeña joya de colección y, sobre todo, hacemos que ese catálogo llegue a las manos de varios centenares de destinatarios y destinatarias especialmente importantes en el arte y la fotografía contemporánea española: galeristas, comisarios, investigadores, artistas, gestores de arte, directores de festivales, teóricos… De esa manera, la programación de una humilde sala de exposiciones situada en una ciudad pequeña y periférica, a la vez que maravillosa, irrumpe morosa y amorosamente, cada par de meses en los circuitos centrales de poder de la fotografía española.

Yo me planteé que en un quinquenio conseguiríamos tener un cierto peso específico en ellos, y, por suerte, parece que así ha sido. Hemos comenzado incluso a tener un reconocimiento en el ámbito internacional y me atrevo a decir, perdón para quien no lo considere así, que ya tenemos presencia en la historia reciente de la fotografía española. Como decía, ahora incluso empezamos a tener eco internacional y, aparte de frecuentes nominaciones y premios que han tenido algunos de nuestros artistas y sus fotolibros, empiezan a llamarnos de festivales de fuera de España, como es el caso de la próxima feria del fotolibro en Bristol. Creo que el propio Martin Parr está muy interesado por la colección, según me han hecho llegar fuentes muy próximas a él. La verdad es que tengo que agradecer a la UCA la confianza que ha depositado en mí y haberme dejado hacer una programación libre, independiente y con mis criterios, que a veces no son nada fáciles, precisamente.

¿Con qué presupuesto contáis?

Tenemos un presupuesto modestísimo, pero muchas ganas de hacer cosas y hacerlas bien. Quisiera subrayar que la participación entregada de todos los jóvenes artistas que han expuesto en la Kursala ha sido nuclear para el éxito de la misma, así como el magnífico equipo que hay tras ella en la UCA. Sin esos dos factores la Kursala no sería nada. Absolutamente nada.

¿Quién puede exponer en la Kursala?

No hay ninguna fórmula concreta. Mi trabajo como profesional de la fotografía incluye la autoría, la docencia, que es lo que más me interesa actualmente, la investigación teórica y luego mi obra como comisario. En esta última faceta siempre me he decantado por los autores noveles o emergentes; no viene ahora el caso pero en Can Basté en Barcelona, en los 90 dirigí el Espai Fotogràfic y creé el Fórum Fotográfico que era algo muy diferente a lo que había en todos los sitios en aquel momento. Desde entonces voy ampliando mis bases de datos gracias a la investigación y la docencia, y me llegan permanentemente muchos trabajos a mi correo personal, pese a que no quiero tener Facebook ni similares: una decena de promedio cada mes, y llevo muchos años en esto. Cada cierto tiempo analizo lo que tengo acumulado y voy seleccionando. De esa manera elijo unos cuantos autores/as que me parecen especialmente buenos con los que voy programando en Cádiz, pero también en otras salas o festivales como la exposición internacional Talent Latent en el festival Scan de Tarragona. Es un festival internacional donde cada dos años becamos la producción de diez autores y autoras, y les invitamos a la exposición y publicamos un libro. Este año me toca hacer por tanto otro nuevo filtro de las bases de datos. Invito a los lectores a que estén muy atentos a SCAN-Tarragona 2014, especialmente a los autores y las autoras emergentes, noveles o como queramos llamarles: yo prefiero noveles. Pero atentos en ese festival no solo al nuevo Talent Latent sino también al evento denominado Full-Contact.

¿Pero cuáles son los criterios?

Para seleccionar busco la excelencia visual y la conceptual. Es decir, la calidad estética o formal y la relativa a la idea y los contenidos del proyecto, lo que viene a denominarse como “el concepto”, aunque esta separación entre los términos “forma” y “concepto” es artificiosa, ya que muchas veces están muy integrados e incluso pueden llegar a ser una misma cosa en más de un proyecto, pero lo digo para que me entiendan. Eso sí, busco una cierta narrativa anual a la hora de programar el curso completo en la Kursala. Si un mes pongo un autor muy expresionista, muy probablemente el siguiente es más intimista y poético. Busco una sinfonía global, llena de solos pero que han de ser armónicos y no disonantes en un conjunto. Pero en la Kursala y en todos mis proyectos cabe todo tipo de fotografía. Eso sí, tampoco hay criterios geográficos ni localistas. En Cádiz ha habido críticas hacia mi labor por parte de alguna autora de la ciudad, porque no he programado autores gaditanos. Yo no veto a ningún autor local, sería un completo absurdo, y en cuanto alguno me presente un trabajo excelente estaré encantado de programarlo. En cualquier caso, ha habido alguno. Y lo hemos expuesto. Faltaría más.

Habéis llegado a un acuerdo con el Museo Reina Sofía. ¿En qué consiste y qué supone?

El Reina me escribió en verano con un mensaje en el que me pedía la colección completa de los Cuadernos de la Kursala para tenerla en sus fondos documentales y bibliográficos con la idea de que cualquier investigador futuro pueda acceder a ellos y a las futuras actualizaciones de la colección. También están abiertos al público general, siempre y cuando se solicite. Que el Reina Sofía nos haya pedido eso a nosotros, que somos algo así como una editorial menor, es un reconocimiento que indica que parece que estamos haciendo las cosas bien.

Sois uno de los impulsores del fotolibro y del éxito internacional de los autores españoles. ¿Cuál es la situación de la fotografía española? ¿Este éxito es un espejismo?

El fotolibro y su éxito no es un espejismo, es casi un nuevo paradigma en el que nos hemos instalado dentro de la creación de fotografía de autor, paradigma nacido gracias a la democratización de las tecnologías audiovisuales y de impresión que trajo el fin del siglo XX y principios del XXI. La obtención y producción de un libro de autor es una tarea que ha dejado de ser un imposible. En mi época, un libro solo se conseguía por la vía institucional. La publicación de un libro era un paso mítico y un signo de reconocimiento oficial e institucional, un paso ascendente en la carrera de un fotógrafo. Hoy en día, cualquiera puede autoeditarse.

La democratización del libro es algo que hay que celebrar, porque va a permitir que muchos autores accedan a él. Pero tiene un inconveniente: que tú tengas tu obra en un fotolibro no es un indicador obligado de que tu trabajo vaya a ser aceptado. De hecho, yo visiono porfolios y me encuentro en más de una ocasión con jóvenes que presentan su obra en fotolibros e interiorizan, sin ser muy conscientes de ello, que, por el hecho de estar formalizada esa obra en un ejemplar físico, para ellos y ellas siempre excelente, dicha obra ya está resuelta y es correcta. En cambio, en muchas ocasiones, a mi juicio, te encuentras con que por desgracia no está ni de lejos bien acabada. Entonces comunicar esto a un joven autor o autora que te está confiando su obra, que te está mirando ilusionado con su “espléndido trabajo” en las manos, es tarea doblemente compleja y ardua. Ésta es una de las pocas cosas que no me gustan del célebre boom actual del fotolibro.

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©Roberto Villalón

¿Hay falta de autocrítica?

No. Igual que hay libros innecesarios y mal resueltos, ocurre lo contrario. Hay autores jóvenes muy brillantes en los que nadie hubiera confiado desde una institución para editar un libro, y en cambio ahora pueden hacer público su trabajo. Por ejemplo, cuando vi el trabajo de Cristina de Middel en una feria en el seno de un festival joven en Lleida (festival que llevaba Jesús Vilamajó y era excelente para autores noveles: Jesús lleva ahora el Full-Contact de SCAN) fue un flechazo a primera vista y decidí apoyar su espléndido Afronautas desde la Kursala. Pero probablemente en otra época su trabajo no hubiera visto la luz. En definitiva, bienvenido el fotolibro, aunque haya efectos colaterales como el exceso que mencionaba antes.

¿Cuál es la causa del éxito de los autores españoles?

Éramos unos profundos desconocidos y ahora empezamos a sonar un poco. Antes, nuestra fotografía exterior era mínima, nuestro brillante Fontcuberta y poco más. Ahora empieza a difundirse algo más, pero de otra manera. Me refiero a que el fotolibro español y los nuevos autores cuya obra está especialmente relacionada con dicho formato, están empezando a ser reclamados en el exterior. Pero atención, quienes están empezando a ser valorados son estos jóvenes en torno a la treintena relacionados con el fotolibro, y no las “grandes estrellas” de la fotografía contemporánea española que, sin embargo, tanto insiste en seguir promocionando aquí el sistema. Son jóvenes y destacados autores y autoras como De Middel, Cases, Plademunt, Valbuena, Soul, Meszàros, Rota, Roma, Clavarino, Guaus, Valera, Bastida, Alemán, Marquerie, Yeregui, etc. Todo esto refleja para mí una especial realidad de la fotografía española actual. Una realidad que no parece coincidir todavía con la “visión institucional” que tiene de sí misma la fotografía española.

Me refiero a que la generación de los autores en torno a los 30 años, que son los que comienzan a ser demandados fuera de España, no es el futuro, como nos hace ver la hasta la fecha inoperancia institucional ante ellos. Esta joven generación no representa el futuro de la fotografía española. Es ya nuestro espléndido presente. Están aquí ya. Estoy un poco cansado de repetir en mis intervenciones que esta generación es la que ya debe “tomar el relevo” en nuestro país. Es una generación que a mi juicio está siendo bastante ninguneada cuando resulta que es la mejor preparada. Las instituciones siguen programando e invirtiendo principalmente en los autores consagrados, que sin duda lo son y lo merecen, pero que ya empiezan a estar demasiado presentes y los conocemos más que de sobra: por no hablar de que no serán estos consagrados los que orienten a la fotografía de autor española en nuevas direcciones, no es lo que les toca ya, como es lógico.

Es decir, en la fotografía española está sucediendo un fenómeno paralelo al que se da con los jóvenes en todos los ámbitos de nuestra sociedad en esta situación de crisis actual: los mejor preparados se encuentran con las puertas cerradas no sólo del futuro, sino del presente. A mi juicio, estos jóvenes fotógrafos tienen la mejor formación y las mejores capacidades que nunca ha tenido una generación de fotografía en España y, en cambio, están siendo ninguneados por el sistema. Estoy un poco cansado de ver cómo en general en España se atiende a los grandes y no se quiere arriesgar en atender de forma inequívoca y con la misma intensidad, o más, a los autores y autoras de esta nueva generación. Autores que, por desgracia para ellos, son bastante más en número que los que pueden caber en 5 años de programa en la Kursala. ¿Por qué aceptamos que el sistema nos siga ofreciendo a los de siempre? Es indudable el inmenso y trabajado valor de las obras de los grandes clásicos contemporáneos como Cristina García Rodero, Alberto García Alix, Chema Madoz y un largo etc…, pero conocemos sus trabajos ya lo suficiente, y disfrutamos espléndidamente de ellos, como para que desde la Administración, festivales, galerías, centros de arte, etc…, tanto públicos como privados, se nos siga insistiendo especialmente en ellos. Ya es hora de que se trabaje y apueste también, y mucho más, por las nuevas generaciones. Ya está bien de ir tanto a lo seguro con la excusa de la crisis.

¿Y la crisis aumenta esta situación, se apuesta sobre seguro?

Por supuesto. La crisis está en el núcleo de la desafección general que tiene el sistema actualmente para con los jóvenes: la fotografía no iba a ser un caso aparte. Por eso nosotros en la Kursala decidimos preocuparnos por ellos. Creo que no hay otra sala pública que haga lo mismo. Yo sostengo que el momento de estos autores es aquí y ahora. Y que no hay que esperar más. Hay que dedicar los recursos oficiales en ellos porque eso sí que es una inversión para la fotografía de autor española. Apoyar solo lo consagrado no es invertir. Es dedicar las fuerzas y energías a lo que ya existe, negándonos en cierta medida la posibilidad de crecer más y hacia nuevos territorios; esto, a mi juicio, por tanto, no es invertir.

¿Cómo ves la formación en este país?

Pese a que en estas dos últimas décadas la cosa ha mejorado considerablemente, la formación adolece todavía de bastantes problemas endémicos. Especialmente la académica, reglada y oficial. La situación de la fotografía en la universidad es tristísima. El número de tesis doctorales sobre fotografía es anecdótico si lo comparamos con cualquier otro área de conocimiento. Durante años la formación que se ha impartido en facultades de Bellas Artes en su mayoría ha sido mínima y optativa, y fundamentalmente tecnológica olvidando en muchos casos la muy importante parte humanística. Teoría semiótica específica en fotografía no se explica prácticamente en ningún sitio… La formación oficial por tanto deja mucho que desear. Pero ahora todo está cambiando con las nuevas titulaciones universitarias, grados en fotografía de 4 años ya adaptados a la normativa de Bolonia. Por fin empieza a arreglarse esta situación. Aunque hay muchísimo por hacer. Pero en ello estamos. Y en lo que respecta a la formación extra oficial (festivales, escuelas privadas, seminarios en centros de arte, etc…) también hay sus problemas. Por suerte han nacido en las principales ciudades españolas grandes escuelas de fotografía que están ofreciendo una formación bastante desarrollada y másteres que ya hubiera querido yo en mis inicios.  Yo mismo trabajo en dos buenos ejemplos, una escuela de Madrid y otra de Barcelona.

Y, por suerte, todas esas escuelas no desatienden la formación humanística de la fotografía, no se centran en lo tecnológico, como pasaba en los inicios. En cada escuela hay su línea y sus estilos, como es natural, todas son necesarias y en todas habrá mejores y peores profesores y profesoras. Pero aparte de esta considerable mejora, a mi juicio hay un mal endémico difuso extendido por todos los ámbitos de la enseñanza de la fotografía en España, que se da en menor medida en otros países avanzados, donde la fotografía ha tenido una mayor tradición académica. Me refiero a que aquí muchas instituciones, públicas y privadas, demandan como profesores y profesoras a grandes nombres de la fotografía de autor que, siendo brillantes como creadores, más de uno y una no tiene una elaborada formación como docente, ni como investigador, ni como teórico, ni historiador, ni crítico… Pues bien, como todos sabemos, estos señores y señoras llenan en un instante sus cursos, no ocurriendo así con muchos otros interesantes seminarios o talleres convocados por profesores o profesoras que, sin ser creadores, o siéndolo sin la brillantez de los primeros, tienen en cambio mucha más capacidad docente para enseñar fotografía.

Y esos cursos de estrellas pueden en algunos casos llegar a ser un bluf, porque sus “docentes” puede que sean grandes creadores de imágenes, no puede que lo sean, definitivamente lo son, pero ello no implica por definición que sean también didácticos y comunicadores. Y en estos casos el estudiante lo único que recibe es el relato, a veces, incluso mal explicado, de la experiencia personal de ese autor con la fotografía, experiencia a buen seguro que valiosa, pero a todas luces insuficiente, creo yo, para formarse de una manera más completa en fotografía. Pues bien, como digo, esos cursos se llenan, que entonen el mea culpa los alumnos, ¿eh?. Y, en cambio, muchos otros cursos de docentes de la nueva generación no lo consiguen. Y así nos va. A mi juicio, éste es uno de los posibles males endémicos de la formación fotográfica en España.

¿Y qué opinas de los visionados de portfolios?

Más de lo mismo. Con los visionadores dependes de la capacidad que tengan estos de analizar tu trabajo. Ese examinador ha de tener formación, bagaje cultural, vocabulario, capacidad analítica y sintética -ambas-, sensibilidad, debe saber comunicar la información, tener capacidad didáctica…, porque se trata de orientar a autores que necesitan ese apoyo. Cuando un joven autor te muestra su trabajo, él conoce sus códigos internos y ve su obra de una manera preclara. Y cree, sin ser consciente, que todo espectador podrá hacerlo igual. Pero los demás no tienen por qué tener esos códigos del autor para interpretar su obra. Muchas veces esos códigos existen solo en la cabeza del autor y hay que hacérselo ver, porque, si no, la obra no llegará al espectador como él pretende. Como visionador es necesario tener empatía, me refiero a cierta inteligencia emocional, experiencia profesional, capacidad intelectual, sentido crítico, etc.

Tu tarea es hacer una lectura experta y renovada, además de clara y concluyente, de la obra que te están enseñando. Pero volvemos a encontrar el mismo esquema que con la formación: en más de una ocasión gente en realidad no preparada, aunque puedan ser mega cracks de la fotografía de autor, es la que debe realizar ese escrutinio experto, revelador y didáctico de la obra novel y, según me confiesan luego los afectados, la visión de alguna de estas estrellas es del todo decepcionante por su carencia de rigor y de convicción. Por no hablar de algunos visionadores que argumentan de forma despectiva, denigrante y castradora para el autor. Además, en estos casos, el tratamiento déspota suele ser inversamente proporcional al grado de formación académica y humana del visionador. Por eso insto a los jóvenes a que se piensen muy mucho dónde depositan su fe para formarse o para hacer un visionado.

¿Qué aconsejas a los autores jóvenes?

Acostumbro a decir a mis alumnos en cualquiera de mis cursos que todo creador, me daría igual que en vez de referirnos a la fotografía, lo hiciéramos al cine, literatura, danza contemporánea, artes escénicas, artes plásticas, musicales, a lo que fuera, debe potenciar al máximo su sentido crítico ante el mundo y la vida. A mi juicio ahí reside la clave fundamental de todo. No hay nada más importante. Pero no entendiendo por “sentido crítico” el hecho de empeñarnos en hacer valoraciones negativas de las cosas, lo que la gente suele entender por ser una persona crítica: alguien con una visión negativa de las cosas. No. Nada más lejos que querer decir eso. Entiendo por “sentido crítico” la capacidad de tener visiones privilegiadas de los diferentes temas que uno se plantee, para luego poder así expresarlas acertadamente con tus creaciones.

Es decir, si me preguntas qué me atrevería a recomendarles, es que aspiren a tener visiones del mundo y de la vida que sean expertas, maduras, desarrolladas, inteligentes, poéticas, sensibles, reveladoras… Ese es el único consejo, nada más y nada menos, que me permito sugerir. Eso es, a mi juicio, lo que más debe intentar cultivar y desarrollar un fotógrafo o, repito, cualquier otro creador. Sí. Definitivamente. No hay otra cosa más importante. El “sentido crítico” es el que te permite mirar y pensar el mundo de una manera inteligente y especial. Y eso es lo que más necesita un fotógrafo, mucho más que una cámara.

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