La conmovedora memoria fotográfica de seis mujeres

Piedad Isla. Boda en Verdeña, 1964 © Fundación Piedad Isla & Juan Torres

Piedad Isla. Boda en Verdeña, 1964 © Fundación Piedad Isla & Juan Torres

Piedad Isla. ‘Boda en Verdeña’ (1964)
© Fundación Piedad Isla & Juan Torres

Que levante la mano quien no haya sentido una punzada en el corazón al contemplar una fotografía antigua. Ahí, atrapado en una mirada, está el paso del tiempo, la melancolía, la memoria. Los mejores y los peores momentos de nuestra vida, lo que se fue y lo que pudo ser. La cámara lo registra todo y mantiene a raya la amenaza del olvido. ‘En el recuerdo’, una de las grandes exposiciones que nos brinda PHotoEspaña 2014 en el Jardín Botánico de Madrid, encontramos la obra de Piedad Isla (Cervera de Pisuerga, Palencia, 1926 – Madrid, 2009), arropando el trabajo de otras cinco fotógrafas españolas: Pilar Beltrán, Rosell Meseguer, Linarejos Moreno, Ana Teresa Ortega y Beatriz Ruibal, mujeres nacidas entre 1952 y 1974.

En palabras de los comisarios de esta muestra, Julio César Abad Vidal y Oliva María Rubio, todas estas mujeres «abordan a través de sus obras una reflexión sobre el papel de la memoria, tanto en el ámbito de la intimidad familiar como en el de la memoria colectiva”.

Descubrir la obra de Piedad Isla es asomarse a una España en blanco y negro, a la epopeya humana de la montaña palentina. Isla detuvo el tiempo a la manera del fotógrafo gallego Virxilio Vieitez (1930-2008), capturando rostros, fiestas, casamientos y entierros. Quiso retratar personas, lo explicó con mucho gracejo en uno de los documentales en los que participó: “Haces una foto a una persona y ella te transmite algo. Si haces un paisaje, no. Son los ojos de la gente los que te dejan ver lo que hay dentro de su alma”.

Piedad Isla, una mujer en Vespa con casco blanco, recorrió los pueblos trabajando la memoria del tiempo. Ella era quien sacaba las fotos para los carnés de familia numerosa, para el impreso de los subsidios. Ponía una sábana blanca en la plaza del pueblo y allí acudían todos a retratarse, como en una fiesta. Hizo infinidad de bodas, de comuniones. Ya mayor, sostenía que hubiera sido millonaria si hubiera cobrado al precio actual todos esos reportajes de encargo. También, como Virxilio Vietiez, no tenía reparos en retratar a difuntos de cuerpo presente para que los familiares de la diáspora supieran del fallecimiento del familiar.

Burros, mineros, ovejas. Pana, boinas y rostros socarrones con mapas de arrugas resecas por el sol y el frío. Registraba los cambios sociales que le salían al paso como su famosa imagen de las costureras aprendiendo corte y confección en los años cincuenta, o trasladaba la vida  de las mujeres del campo ganándose el jornal o participando en las labores comunitarias de adecentamiento de los bosques. Mujeres fuertes, recias, siempre con el pañuelo atado a la cabeza. Pero con lo que disfrutaba era capturando las sonrisas de los niños mirando a la cámara. Isla fue corresponsal durante una temporada de la agencia EFE, pero cuando tuvo que reproducir las fotos de los mineros atrapados en el derrumbe de una mina en 1954 se quedó tan impresionada que dimitió de su puesto.

En el caso de Beatriz Ruibal (Pontevedra, 1966), la memoria del pasado es el duelo por el ser querido. Con Madre, rastrea la huella de Carmen, su madre muerta, en la casa donde vivió, enfocando sus objetos, agarrando el aire que mueve la cortina. El joyero, las cajitas de porcelana, las medallas de primera comunión, la laca de uñas, el pintalabios… Son fotografías que te provocan un nudo en la garganta. Impresiona la melancolía que destilan las fotografías agrupadas en Colecciones, presentadas ante el espectador como un catálogo de la pena. En la exposición se proyecta también un vídeo, filmado en mayo de 2011, en el que Beatriz Ruibal recorre las estancias del hogar ya sin la presencia de su madre, mientras va narrando la huella de lo que fue.

Ana Teresa Ortega Albatera, Alicante, 1937 © Ana Teresa Ortega

Ana Teresa Ortega. ‘Albatera, Alicante’ (1937) © Ana Teresa Ortega

Ana Teresa Ortega (Alicante, 1952), regresa también al pasado, pero en su caso lo hace reflexionando en sus fotografías de formato panorámico sobre los restos de la Guerra Civil. Ella rescata la memoria de edificios que albergaron prisioneros del bando republicano y fueron escenario de la represión franquista. En su serie Cartografías silenciadas (2006-2011), un monumental trabajo, Ortega muestra monasterios, cárceles y plazas de toros; paisajes que fueron campos de concentración, de refugiados, también de asesinatos o tumbas colectivas, como la isla de San Simón o el monasterio de San Marcos de León. Cuando fotografía paisajes, su mirada no es inocente, todos están ligados a lugares que fueron escenario de fusilamientos de republicanos y por eso en esta colección no puede faltar todo un símbolo, el del barranco de Víznar, en Granada, donde asesinaron a Federico García Lorca.

Beatriz Ruibal Colecciones 10, 2011 © Beatriz Ruibal

Beatriz Ruibal. ‘Colecciones 10’ (2011) © Beatriz Ruibal

La unidad temática de la exposición En el recuerdo se completa con las series de Pilar Beltrán (Castellón, 1969) Madres e hijos, instántaneas del paso del tiempo en los rostros de los que ama. Linarejos Moreno (Madrid, 1974) indaga en el derrumbe de lugares y edificios que desaparecen y lo hace con el ojo puesto en una crítica muy perceptible ante la pasividad de lo que se pierde. Moreno es escultora y trabaja con instalaciones y quizá por eso sus fotografías escenografiadas intentan captar el paso del tiempo y la historia de los lugares, como el retrato exhaustivo de la fábrica abandonada en la que su familia elaboró piezas industriales hasta que fue expropiada y cerrada. Son miradas de resistencia, muy alejadas de las de Rosell Meseguer (Orihuela, Alicante, 1976), que rescata las ruinas de edificios que hace años albergaron instalaciones defensivas, como las Baterías de Atalayón, en Cabo Tiñoso, Cartagena, habilitadas en 1926 como baterías antiaéreas. Meseguer construye unas imágenes muy poéticas de recintos estratégicos, defensivos, militares, industriales o, en un requiebro a la imaginación, refugio de espías.

‘En el recuerdo’. Real Jardín Botánico-CSIC. Plaza de Murillo, 2 Madrid. Hasta el 27 de julio. De lunes a domingo de 10.00 a 20.30. Entrada 3 euros. Dentro del Festifal PHotoEspaña 2014. www.rjb.csic.es

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