‘Là’, el bellísimo poema del cuervo Gus y sus dos humanos

La actriz Camille Decourtye con el cuervo Gus sobre su cabeza. Foto: Francois Passerini.

La actriz Camille Decourtye con el cuervo Gus sobre su cabeza. Foto: Francois Passerini.

La actriz Camille Decourtye con el cuervo Gus sobre su cabeza. Foto: Francois Passerini.

La actriz Camille Decourtye con el cuervo Gus sobre su cabeza. Foto: Francois Passerini.

La compañía franco española Baro D’evel ha presentado su trabajo en el Festival Temporada Alta de Girona. Un hermoso poema visual protagonizado por dos humanos, una mujer y un hombre, y un cuervo africano llamado Gus. Un trabajo en blanco y negro que mezcla con sorprendente maestría diversas disciplinas de expresión como la danza, el canto y la pintura contemporánea.

A medida que uno va cumpliendo años resulta más complicado que algo le sorprenda. Sobre todo si la sorpresa que espera ha de ocurrir dentro de un teatro, sobre las tablas de un escenario. Últimamente, lo único que logra desconcertarnos a diario es la realidad. ¡Ella sí que es una sorpresa continua! Y parece que tan solo utilizásemos la ficción como un mero manual de maniobras de evasión y no como auténtico alimento para el alma.

Al teatro uno suele llegar prevenido. Maleado porque, más o menos, conoce los mecanismos de las trampas emocionales que los dramaturgos suelen emplear en su empeño por tocarte la fibra sensible. ¡Qué maravilla cuando la sorpresa ocurre así sin más! Cuando llega sin esperarla. Sin invocarla. Es inigualable e indescriptible esa esquiva sensación que nace en la boca del estómago y crece imparable hasta hincharte involuntariamente el pecho en una placentera descarga de endorfina súbita, repentina e inesperada. Todo eso ocurre, y varias veces, durante la hora y cuarto que dura el espectáculo Là (Allí) de la compañía Baro D’evel. Un espectáculo subtitulado: ‘Pieza en blanco y negro para dos humanos y un cuervo’.

En el principio sólo hay blanco. Tres paredes blancas y el suelo también blanco. Todo reducido a su mínima expresión. Todo protectoramente comprensible. Lo blanco es blanco, nada más que añadir. Nada más que pensar. Fácil, sencillo y aséptico. Sin embargo, Camille Decourtye y Blaï Mateu Trias, los ideólogos, protagonistas e intérpretes de esta propuesta, son capaces de tejer un universo en el que lo blanco también es negro, en el que no existen fronteras entre una cosa y su contraria. De hecho, no existe una cosa y su contraria, sino todas las cosas y sus contrarias. Allí (Là) la noche es día y el día es noche; lo animal es humano y lo humano, animal. Allí todo está en continua deconstrucción porque, sin ella, no podría existir nada concluso, nada construido. Allí, en el ecosistema de estos dos artistas, todo es una infinita evolución del principio hacia el final y del final hacia el principio. Y viceversa. La nada y el infinito poseen el mimo nombre.

Ellos lo definen así: “Somos dos humanos y un cuervo que se envuelven los unos en los otros en una especie de ballet sensible y poético en el que cada gesto deja rastro. En el que se escriben todas las historias”.

En la redacción dramática de este bellísimo poema, sus creadores utilizan versos que consiguen emocionar desde los más insospechados niveles. Su espectáculo posee una premeditada (y meditada) voluntad multidisciplinar que, sobre el papel, podría haber jugado en su contra, pero que resulta ser todo un hallazgo. Allí se ve danza contemporánea, canto, expresión corporal, interpretación, arte efímero, pintura, humor, drama, circo…. Todo se entremezcla con osadía. Los dos actores son capaces de utilizar de la misma manera herramientas como el aria Oh quante volte ti chiedo, de la ópera Capuleti e Montecchi, de Bellini, o una convulsión de gritos monosilábicos que desemboca en ecos del universo flamenco. Emplean el lamento de Dido, que Henry Purcell escribió para su ópera Dido y Eneas, pero al pasar por su particular filtro se transforma en algo que casi podría tratarse de una composición de Gavin Bryars cantada por la monótona voz de Tom Waits. Una letanía: “Cuando yazga en la tierra, que mis errores no causen cuitas a tu pecho. Recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino”.

Camille Decourtye y Blaï Mateu Trias en un momento de 'Là'. Foto: Francois Passerini.

Camille Decourtye y Blaï Mateu Trias en un momento de ‘Là’. Foto: Francois Passerini.

El hermoso ecosistema de 'Là'. Foto: Manuel Cuéllar.

El hermoso ecosistema de ‘Là’. Foto: Manuel Cuéllar.

Acompañando a los dos humanos, Gus, el cuervo, protagoniza algunas de las imágenes más bellas del espectáculo con su vuelo certero y esa inteligencia superior que posee la especie de los córvidos. Se nota que Gus lleva desde que nació, hace 6 años, siendo parte de la familia Decourtye-Trias. Conviven y se aman y eso se traslada al escenario. No solo hay complicidad entre los dos humanos. Ellos, bajo los focos, funcionan, sin duda, como un trío.

Cómo no maravillarse cuando vemos entrar a los humanos en escena atravesando, literalmente, una de las paredes. O cuando él, derrotado, descansa la espalda sobre una de las paredes y la tela de su chaqueta deja el primer brochazo negro sobre el lienzo blanco. Al principio crees que es pintura, pero no. Las paredes son blancas y negras a la vez, de tal forma que, cuando se araña el blanco, el negro queda al descubierto. Y lo que crees que era una contaminación del ecosistema termina, al final, convirtiéndose en un magnífico paisaje de ríos, árboles, nubes y animales. Una cosa y su contraria. Todo y nada. Blanco y negro.

se estrenó este verano en el festival Montepellier Danse y más tarde se presentó en el Grec/Lliure. Ha estado en el Festival Temporada Alta de Girona del 21 al 23 de noviembre. Todavía no está claro si algún programador se animará a hacerlo llegar a otros escenarios de España. Ojalá así sea. Desde luego el espectáculo se lo merece y el público, que le lleven lo más cerca posible algo tan bello como el poema del cuervo Gus y sus dos humanos.

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