‘Libérate’ y ‘Flamenco queer’, dos libros LGTBI que dan luz y color a nuestra historia

Portadas de discos de El Titi y La Otxoa.

De La Otxoa y El Titi a La Otra Pantoja, La Negri y La Petróleo. Dos recientes libros, ‘Libérate, la cultura LGTBIQ+ que abrió camino en España’, de Valeria Vegas, e ‘Historia queer del flamenco. Desvíos, transiciones y retornos en el baile flamenco (1808-2018)’, de Fernando López Rodríguez, dan valor y visibilidad a muchos nombres, desde activistas gays a bailaoras y cantaoras gitanas lesbianas, que han hecho de España un lugar menos gris, santurrón y encorsetado.

Durante los días de confinamiento por la covid-19 un grupo de conocidos pusimos en marcha el cineclub virtual Da La Nota en El Desmoche. Durante más de tres meses realizamos sesiones de cine semanales con debates posteriores que permitieron romper el aislamiento, conocer propuestas y desarrollar herramientas en común. Una de las sesiones más destacadas, debatidas y emocionantes, correspondió con la proyección de Yo soy así, documental de la holandesa Sonia Herman Dolz, que participó en el debate desde su país. Su película retrata la vida de la Bodega Bohemia, emblemático local protagonista de algunos de los momentos más brillantes de la cultura popular de Barcelona, que cerró sus puertas con el fin de siglo. La gentrificación y la especulación no sólo acabaron con seis décadas de propuestas culturales, sino también con un punto de encuentro de artistas veteranos, condenándolos a la soledad, en ocasiones con fatales consecuencias. Gentrificación, especulación y homogenización volvían a ganar la batalla cultural y la personal. Como pasó con muchas publicaciones locales y artistas sobrevivientes al franquismo, no lograron subsistir en democracia.

La valoración de aquellos espacios no ha sido reconocida, ni su significado, relevancia y trascendencia. Permanecieron en un país donde la moralidad y el estricto catolicismo determinaban la libertad personal y colectiva, como bien relata Manuel Espín en La España resignada: “A pesar de las dificultades, una parte del país quería dejar atrás los recuerdos de la guerra y la posguerra, buscando horizontes de esperanza” conviviendo con censuras, prohibiciones, Iglesia y autoridades.

Espacios refugio para propuestas alejadas de la oficialidad, buena parte de ellas protagonizadas por una comunidad LGTBIQ+ siempre intimidada por represiones, encarcelamientos y malos tratos, amparados por leyes como la de vagos y maleantes instaurada en la República, o la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social. De ello da cuenta Valeria Vegas en Libérate, la cultura LGTBIQ+ que abrió camino en España.

La escritora y activista valenciana toma el título de uno de los primeros himnos de la comunidad LGTBIQ+ del país que dio a conocer el castellanomanchego Rafael Conde El Titi  (1938-2002), cartel también de uno de los espectáculos del transformista vasco La Otxoa que pudimos ver cantando al Athletic de Bilbao en la película La muerte de Mikel de Imanol Uribe, y en diferentes programas de televisión.

A modo de diccionario, Vegas nos acerca, en casi un centenar de entradas clasificadas por orden alfabético, a nombres propios, locales, películas… desde los años sesenta a nuestros días, en las grandes ciudades y en las periferias. Artistas nunca suficientemente reconocidos, mayormente ignorados, casi siempre olvidados, muchas veces ridiculizados, que visibiliza y reconoce, poniéndolos en valor, referenciando también a personas muy populares que apoyaron públicamente esa cultura por encima de modas temporales o mediáticas.

‘Gitaneidades, flamencuras y queerness’

Vegas repasa las últimas décadas desde un punto de vista general, y el bailaor, coreógrafo e investigador Fernando López Rodríguez se aproxima a un mundo muy concreto en el ensayo Historia queer del flamenco. Desvíos, transiciones y retornos en el baile flamenco (1808-2018) (Egales editorial) , reflejando la masculinidad del flamenco original, réplica nacional a la ilustración representada por el invasor francés de principios del siglo XIX, ”lucha contra el enemigo extranjero, burgués e ilustrado”, que daría paso a la feminización del baile y al transformismo jondo. Repasa las divisiones de género en los cafés cantantes, espacios imprescindibles para la consolidación y profesionalización del flamenco, donde la prostitución masculina estaba presente. Al surgimiento de propuestas pluridisciplinares, híbridas, feministas, transformistas, a nuevas transiciones e identidades, a flamencas transexuales, al travestismo, a una revolución transcultural. A la reactivación de los tablaos en tiempos de crisis –en plena pandemia actual al borde de la desaparición–, sin olvidar gitaneidades, flamencuras y queerness.

Recuerda la película La bandera, del francés Julien Duvivier, con imágenes rodadas en el mítico Cabaret La Criolla, visibilizando a hombres vestidos con trajes de flamenca, también códigos masculinos desempeñados por algunas de las grandes del cante como Fernanda y Bernarda de Utrera o La Paquera de Jerez, las primeras ganadoras del Concurso Nacional de Cante celebrado en Córdoba en 1967. La Paquera cantando amorosamente a Soleá sin saber si es al cante denominado así o a una mujer. Acercándonos a Enrique El Cojo, bailaor queer de referencia. Recuerda el activismo de La Negri, bailaora y cantaora gitana lesbiana que se presenta en sus conciertos con las banderas arcoíris y del pueblo gitano.

Si Vegas habla de espacios donde se desarrollaban espectáculos de ambiente, López Rodríguez menciona lugares puramente flamencos donde travestis alternaban con toreros, visibilizando a artistas menos reconocidas como La Otra Pantoja, La Petróleo, La Salvaora o Tamara, algunas de etnia gitana, integrantes del cuadro de travestis de Esmeralda de Sevilla, referenciado en ambos libros. Sin duda, dos publicaciones necesarias para reconocer parte de parte de nuestra cultura silenciada que podemos completar leyendo a Espín, aproximándonos a la realidad del país de aquellos años.

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