Los libros de papel resisten y se hacen más sostenibles

Foto: Pixabay.

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Lejos de extinguirse en favor del libro electrónico, el libro en papel resiste. Y además se hace cada vez más sostenible, a través de sellos de certificación ecológica como el de FSC, para garantizar que su publicación sigue siendo una experiencia positiva no solo para los lectores sino para los bosques del planeta. Hemos hablado con diversos editores en España que apuestan por desempeñar un buen papel en el mundo de las letras.

En países como Estados Unidos y Gran Bretaña, donde su penetración es mayor, el crecimiento del formato digital se ha estancado o incluso ha decrecido. Cuando apareció el libro electrónico fueron muchos los expertos que vaticinaron el fin del papel. Aparte de por su versatilidad y capacidad –en un libro electrónico se pueden almacenar decenas de títulos en el mismo soporte, como se hace con las canciones por ejemplo–, ese cambio del papel al mundo electrónico se justificaba en parte por cuestiones de sostenibilidad: si desaparece el papel, se dejarán de talar árboles.

Pero la tecnología Gutenberg demostró ser muy potente, con posibilidades que el libro electrónico aún no ha podido lograr y que entre otras pasan por el tacto. El libro electrónico no se puede tocar, por ejemplo, y eso no deja de ser una limitación para quienes amamos la lectura. Y la ecuación ambiental no es tan sencilla. Es cierto que el libro electrónico no utiliza papel, también que la distribución desaparece, pero para su producción se necesita una gran cantidad de energía y de materiales, con el consiguiente coste ambiental.

Además, la preocupación por el origen del papel ha llevado a buscar alternativas que garanticen que su uso no ahonde en la huella ecológica. Y no solo eso. Se busca también que en su producción se utilicen criterios de equidad en términos sociales y económicos. Esa garantía se obtiene a través de un sello de calidad, como el que nos certifica en Europa que la manzana que nos comemos es de producción ecológica. Es lo que aporta en el mundo editorial un sello como FSC impreso en la mancheta de un libro.

Nacido en Canadá en la década de los noventa, el Consejo de Administración Forestal (Forest Stewardship Council en inglés) es una organización no gubernamental en la que están representados distintos sectores, desde ecologistas a fabricantes o sindicatos. El objetivo es garantizar que el papel (o la madera) que llega al consumidor ha pasado por todos los estándares de sostenibilidad. “El sello FSC permite a las empresas y a los ciudadanos elegir los productos que compran para que sean de fuentes sostenibles. Organizaciones como WWF han demostrado que los impactos sociales y ambientales son positivos respecto a otras áreas no certificadas”, explica Gonzalo Anguita, director de FSC España.

“En nuestro país, la certificación permite pagar la madera a un precio más alto, lo que repercute en mejores rentas para los gestores y propietarios forestales, además de garantizar el acceso a los mercados de su madera, corcho, pulpa o celulosa. Dado que se trata de rentas familiares, FSC es una herramienta que avala una mejora en las condiciones de vida para esas comunidades rurales y un freno a la despoblación. Desde un punto de vista ambiental hay estudios que demuestran que en las concesiones forestales certificadas no hay pérdida de biodiversidad, sino que se conserva y se mejora en algunos casos”, añade.

Hay casi 300.000 hectáreas certificadas (1,6% del área forestal total) y 1.614 emplazamientos certificados en la cadena de custodia en España, aseguran desde FSC. En un sello como este la cadena de custodia es una salvaguarda de la trazabilidad del producto, desde su origen hasta que llega al consumidor, en todos los procesos. “Según ASPAPEL, la patronal del sector, la mitad del papel fabricado en nuestro país fue certificado en 2018. Aunque no todo el papel certificado es etiquetado”, precisa Anguita. “Para que una editorial ponga el sello FSC en sus libros debe cumplir la cadena de custodia al igual que otras empresas que transforman o comercializan productos de origen forestal”.

Aunque la preocupación ambiental de las editoriales es creciente, aún son pocas las que disponen del certificado FSC. Una de las que sí cuentan con el sello es Penguin Random House (PRH). “En PRH no solo usamos papel certificado, además hacemos campañas de concienciación con todos nuestros grupos de interés, tanto internos como externos, que englobamos dentro del hashtag #TenemosUnBuenPapel”, explica Carlota del Amo, directora de Comunicación Corporativa de esta multinacional en España.

El grupo comenzó a utilizar papel certificado en España con la publicación de El Bosque de los Pigmeos, de Isabel Allende. “Fue el primer libro publicado en España del proyecto de Greenpeace Libros Amigos de los Bosques (impreso en papel 100% reciclado) y pretendía implicar a los escritores y a la industria editorial en la defensa de los bosques primarios, a través de políticas de suministros de papel respetuosas con el medioambiente”, asegura del Amo.  El 14 de febrero de 2014 lograron la certificación FSC para sus libros.

“Esto no quiere decir que en todos nuestros libros encuentres la matrícula porque FSC es muy exigente con su certificación y en cuanto se pierde la trazabilidad (por ejemplo, que la imprenta no tenga la certificación aunque el papel que hayamos comprado sí la tenga) el libro ya no puede contar con ella. Para poder paliar este problema, todo este año 2019 hemos trabajado con muchas imprentas y con FSC. Desde septiembre pasado ya puedes encontrar en prácticamente todos nuestros libros la matrícula”, precisa del Amo.

Para que el lector se haga una idea de lo que supone esta decisión en términos ambientales, basta con repasar el volumen de edición de libros de PRH, que junto a Planeta copa el mercado en España y Latinoamérica. En 2017 utilizaron 5.385.149 de kilos de papel para las tripas (el interior) de sus libros. La cifra aumentó a más de 9.000.000 de kilos en 2018, con las que se fabricaron más de 20 millones de ejemplares.

Algunas editoriales preocupadas por la implicación ambiental de su actividad, como Impedimenta o Errata Naturae, utilizan papel FSC en el proceso de fabricación de sus libros aunque no aparezca el sello en sus tiradas. Otras lo han incorporado recientemente, como Plaza y Valdés, un pequeño sello que publica entre 12 y 15 títulos al año con tiradas que no pasan de los mil ejemplares en impresión offset y 500 si es digital.

“Preferimos reimprimir que acumular cajas de libros sin vender en el almacén. La extensión media de nuestros libros es de unas 250 páginas, aproximadamente. Nosotros nunca hemos comprado el papel directamente sino que se lo encargamos a las imprentas (trabajamos con varias), ellas se hacen cargo de todo”, explica Marcos de Miguel, su director.

Plaza y Valdés incorporó el sello FSC hace dos años. “Decidimos que era una cuestión de responsabilidad y coherencia (tenemos una línea editorial de libros que tratan sobre temas de ecología y economía verde). Las imprentas nos garantizan que todo el papel está certificado y proviene de bosques sostenibles. Hay muchos controles en este sentido. Hay distintos sellos de calidad y no todos son igual de fiables. FSC sería sin duda el mejor”, señala de Miguel.

De momento, no lo usan para todos los libros. “Estamos en proceso de transformación. Hemos comenzado a solicitar a las imprentas el sello FSC para incluirlo en la página de créditos. De ese modo, nos aseguramos de que el papel que nos están sirviendo sea siempre el correspondiente a ese sello. Somos una editorial pequeña, de modo que no compramos nuestro propio papel, no nos compensa según el volumen de producción que tenemos. Pero vamos a solicitar nuestro propio número de registro. Mientras tanto, pedimos a las imprentas que lo garanticen e incluir el sello es una forma de comprometer a todas las partes”.

Frente a los pronósticos catastrofistas, el libro en papel seguirá jugando un “papel” importante en el futuro, según Marcos de Miguel. “Por un lado, las nuevas tecnologías siempre provocan fascinación pero, por otro, también había muchos intereses detrás de ese tipo de eslóganes. Había todo un mercado emergente de tecnología aplicada al mundo del libro: dispositivos como tablets, e-readers y formatos como e-books, e-pubs… Pero no han sustituido al papel, aunque sí lo complementan. Cada vez conocemos a más gente que afirma leer en ambos formatos, según el momento del día y el tipo de contenidos. Además, tenemos un serio problema con la piratería de libros electrónicos que afecta a todas las editoriales, no importa el tamaño”, asegura el director de esta editorial.

“El futuro es imposible de predecir, vivimos en una época de cambios constantes y los formatos pueden convivir. Lo importante es que esos formatos sean sostenibles, como lo es el libro fabricado con papel certificado por organismos responsables”, tercia Carlota del Amo desde Penguin Random House.

Las ventajas del papel frente al libro electrónico, sin excluir ningún formato, son evidentes, según de Miguel. “La vista de los lectores (cada vez más cansada debido a la exposición permanente a las pantallas electrónicas) agradece mucho la lectura sobre el papel. A nivel cognitivo, después de un largo día trabajando frente a un ordenador, el cerebro prefiere leer un libro en papel si se trata de disfrutar; es otro tipo de experiencia. También habría que diferenciar entre leer narrativa, ensayo o libro académico. Además, un libro en papel es un formato más resistente y económico que un dispositivo electrónico y no necesita baterías ni enchufes. Para leer según en qué lugares, el papel es mucho más práctico. Pero puede ocurrir a la inversa. Obviamente, para viajar sin equipaje el libro electrónico supone una gran ventaja. Es una cuestión de gustos pero también de necesidades, por no hablar del coleccionismo o fetichismo ni del aspecto romántico o nostálgico de los libros”.

“Son dos formatos diferentes”, opina Carlota del Amo. “Igual que el audiolibro; y es el lector el que tiene que decidir el formato que prefiere. Nuestra misión como editores es hacer llegar a los lectores los libros de nuestros autores en los formatos que nos sea posible”.

La preferencia por uno u otro formato, papel o digital, se enmarca dentro de la lucha que ha habido a lo largo de la historia cuando ha surgido una nueva tecnología. Cada época tiene una forma de expresión dominante a la hora de contar historias. La cultura no puede escapar a las condiciones sociales y económicas , nos recordó John Berger en la conversación que mantuvo con Ryszard Kapuściński en Los cínicos no sirven para este oficio.

Durante mucho tiempo, la literatura fue eminentemente oral y el teatro ocupó el papel que hoy podrían tener las series de televisión. Era lógico. Salvo la aristocracia y el clero, la mayoría de la población era analfabeta y las historias solo podían contarse a través de los juglares o representarlas en los corrales de comedia, por ejemplo. En el siglo XIX surge una nueva clase social, la burguesía, con dinero y mucho tiempo. La novela se convierte así en la forma de expresión preeminente. Entrado el siglo XX, se pensó que el cine o la radio acabarían con la novela para siempre, pero no fue así. Es cierto que hubo un retroceso en su importancia social y que la novela empezó a dejar de ser el medio principal para contar historias, pero lejos de desaparecer supo adaptarse. El cine y la literatura se retroalimentaron. Al principio, el primero tomó de la segunda parte de sus herramientas narrativas. Luego fue al revés y gracias a la influencia del séptimo arte contamos con novelas maravillosas como Manhattan Transfer, de John Dos Passos, donde la estructura de la obra y la creación de personajes nos dan el pulso de la vida en una gran ciudad como Nueva York.

De modo que más que pensar que el libro electrónico y el de papel son “enemigos”, habría que verlos como aliados, dos formatos que nos permiten disfrutar de la lectura. Y la lectura se ha convertido en una manera de resistir al vértigo de los tiempos.

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Comentarios

  • Francoise Forster

    Por Francoise Forster, el 12 noviembre 2019

    Interesantísimo

  • Francoise Forster

    Por Francoise Forster, el 12 noviembre 2019

    Interesantísimo. Soy ávida lectora, y prefiero el papel. Al miso tiempo, estoy preocupadisima por el medio ambiante

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