Licencia para agredir

werenotin

Foto: JAVIER PIZARRO

Ni en el más pesimista de mis augurios pensé que en el año 2013 tuviera que enfrentarme a una oleada de ataques homófobos amparados en teorías que creí superadas por algo tan razonable como la evolución humana. Siempre entendí el progreso y el desarrollo como un recorrido en el que volver sobre tus propios pasos era una incoherencia y, por supuesto, un fracaso. Después de asistir estupefacto a los argumentos de importantes sectores prehistóricos de países con largo historial en derechos civiles como Francia, Italia, EEUU y, desde luego, España, presiento que la evolución del pensamiento humano es, aún hoy, una meta.

Cuando se aprobó la ley contra “la propaganda homosexual” en Rusia escuché a una diputada afirmar, sin atisbo de vergüenza, que lo que no se podía consentir es que un homosexual, o una lesbiana, estuviese orgulloso de serlo. “Los homosexuales han existido siempre pero antes ellos mismos se avergonzaban de su conducta y se escondían. Ahora no. Ahora se sienten orgullosos, quieren mostrarse, y eso no se puede tolerar”, declaraba la diputada. A partir de ahí, cuando el listón de la evolución humana desciende hasta el núcleo interno del fanatismo, uno ya se prepara para lo peor.

Digamos que las palabras de la atleta rusa Yelena Isinbayeva no me sorprendieron. Esperaba algo así. Tarde o temprano. Con el mismo oscurantismo con el que un religioso medieval defendía la planicie de la Tierra, ella sostuvo que si un ser humano siente y se expresa libremente, la nación corre peligro. Con un listón tan bajo, es difícil el debate. Días después, la campeona olímpica, abochornada por una opinión pública internacional que subrayó lo absurdo de su razonamiento, intentó matizar sus palabras. Ella no quería decir que apoyase la ley “anti-gay” de su país; ella quería decir que hay que respetar las leyes de otros países, especialmente cuando se es huésped. Menos mal que los Mundiales de atletismo no se celebran en Etiopía, donde la mutilación genital femenina es ley y tradición.

Y mientras la misma opinión pública internacional que señalaba con el dedo el despropósito argumental de Isinbayeva encumbraba a los altares de los derechos civiles el beso entre dos atletas rusas ignorando que besarse en la boca en Rusia es habitual -o sea que de acto reivindicativo, nada-, pensé en el largo camino que aún nos queda por recorrer.

Asumo que la gran desventaja de la lucha por los derechos lgtb es que la gran mayoría de las personas aún no comprende que legislar contra la libertad de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales es atentar contra los Derechos Humanos. Hacerlo deslegitima al legislador.

Noto esa distancia cuando escucho que hay que respetar las opiniones de Isinbayeva, o de la diputada rusa, en nombre de la libertad de expresión. Parto de la base de que no todas las opiniones son respetables pero, centrándonos en el asunto de esta mi columna, diré que entiendo la libertad de expresión como un derecho fundamental, no como una licencia para agredir y atentar contra los Derechos Humanos. A partir de los valores que emplees para orientar tu libertad individual, puedes decidir servirte de ella para crear o para destruir, para impulsar o para reprimir.

Ejemplo para ‘isinbayevas’: si hago uso de mi libertad para salir a la calle y apalear a un inmigrante debo asumir las consecuencias de mis actos. Por mucho uso que haya hecho de mi libertad, lo que he provocado es delito y debo pagar por ello. Del mismo modo, emplear la libertad de expresión como un salvoconducto para defender, estimular o favorecer la discriminación, la vejación, la exclusión social, la criminalización y, como consecuencia de todo eso, el asesinato de personas homosexuales por el simple hecho de serlo, no puede quedar impune. No en un país que respete los Derechos Humanos. Evidentemente, lo suyo es una opinión y, aunque existan opiniones más mortíferas que un arsenal, no creo en absoluto que merezcan el mismo castigo que un delito. Habría perdido la cabeza si pensase eso. Pero sí creo que hay que prepararse para las consecuencias, al menos simbólicas, que nuestras opiniones puedan desencadenar.

Por eso me parecería ejemplar que la Fundación Príncipe de Asturias le retirase la distinción que le entregó a Isinbayeva en 2009. Como me parece ejemplar que la Rambla de Palma de Mallorca ya no se llame Rambla de los Duques de Palma. O que un anunciante retire su publicidad de un programa de televisión que considera denigrante. Esas son ‘pequeñas’ consecuencias al uso que hacemos de nuestra libertad.

No busco su aceptación. No la necesito. Exijo su respeto, porque ese lo tengo garantizado por la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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Comentarios

  • valenciaalpunto

    Por valenciaalpunto, el 21 agosto 2013

    ¿Has pensado dedicarte a la política? Sentido común, clarividencia, valentía, justicia social y una sano cabreo contra la intolerancia, todo mezclado en dosis justas. Yo te voto.

    • srpacotomas

      Por srpacotomas, el 21 agosto 2013

      Muchas gracias. Pues no se crea que a veces no he pensado si entrar en política es nuestra obligación como ciudadanos. No solo votar cada cuatro años sino también participar directamente en las normas y legislaciones que contribuyen a crear un mundo mejor. Lo que sucede es que yo entiendo la política como un servicio puntual a la sociedad y a tu país, no como una profesión. Detesto a los «políticos de cuna». Y en este país el 90% de los políticos entran en política como quien aprueba una oposición: asegurándose un empleo de por vida.

  • Gonzalo

    Por Gonzalo, el 21 agosto 2013

    Hace pocas semanas estuve en Palma de Mallorca y contemplé cómo habían cambiado el nombre de la Rambla de los Duques de Palma a simplemente «La Rambla». Según los habitantes de la ciudad, esta decisión se llevó a cabo sin el permiso de Moncloa. Aquí entiendo que estaban tan hasta los mismísimos que no podían tolerar por mucho tiempo semejante burla. Por todo lo demás, genial artículo. Enhorabuena.

    • srpacotomas

      Por srpacotomas, el 21 agosto 2013

      Muchas gracias. Me temo que Moncloa poco puede hacer en los nombres que cada ciudad le da a sus calles. Esa fue una decisión del ayuntamiento de Palma y que el propio ayuntamiento, viendo el percal, acabó por rechazar. Y le aseguro que mi tierra no es muy dada a esos golpes de efecto.

  • Antonio

    Por Antonio, el 21 agosto 2013

    Fantástico artículo, suscribo cada palabra. Gracias

  • Pablo

    Por Pablo, el 21 agosto 2013

    No estoy de acuerdo en retirarle el premio Príncipe de Asturias. Se le dio por sus logros deportivos, no por sus opiniones y, mal que nos pese, su carrera deportiva es fantástica. Si se le retirase, ¿tendríamos que escudriñar las ideas políticas/sociales/personales de cada premiado y actuar en consecuencia? No creo que sea el camino.

    Lo que dijo fue otra de tantas declaraciones polémicas de un personaje público, que luego se retractan o dicen que se les entendió mal, pero el mensaje queda ahí y todo se olvida pronto.

    • srpacotomas

      Por srpacotomas, el 21 agosto 2013

      Hola Pablo,
      simplemente apuntar que la Fundación Príncipe de Asturias crea los premios para contribuir a la exaltación y promoción de cuantos valores científicos, culturales y humanísticos son patrimonio universal. ¿En cual de esos apartados cree usted que encaja la homofobia?
      No creo que tengamos que escudriñar ni crear un estado policial. Simplemente tenemos que ser consecuentes. Y la retirada de premios con valores humanísticos cuando se hacen declaraciones, o se llevan a cabo actos que contradicen ese premio y valor, me parece lógico.
      Es verdad que está en su derecho de retractarse. Y lo ha hecho. Y puede que esa declaración no tenga mayor trayectoria. Pero deseo que la Fundación se haya planteado, en algún momento de esta polémica, retirarle el premio.

    • Aurelio

      Por Aurelio, el 21 agosto 2013

      Por sus logros deportivos recibió medallas, galardones y dinero, eso nadie pretende quitárselo.

  • Carrington

    Por Carrington, el 21 agosto 2013

    Felicidades por el artículo. Y, por supuesto, estoy a favor de retirarle el Príncipe de Asturias… aunque bien es cierto que después del premio a Obama, no creo mucho en su criterio ni significan demasiado. El problema no es tanto Isenbayeva, como la Federación Internacional de Atletismo, que se ha bajado los pantalones y, aunque parezca increíble, ha PROHIBIDO a los atletas hacer uso de la misma libertad de expresión que ha exhibido la rusa, conculcando ese derecho por la fuerza, y todo por una razón verdaderamente altruísta por encima del espíritu olímpico: la pasta (¡esos derechos de televisión!) y evitar que se les hunda el chiringuito. Y no sólo eso, sino que vuelven a caer en la trampa homófoba con sumo gusto de decir que los LGTB deben manifestar su afecto en privado. ¿En cuántos eventos nos han mostrado planos de las parejas de los atletas heterosexuales en las gradas? Cientos de veces, miles… ¿con los heterosexuales no debería ser igual de privado? DISCRIMINACIÓN con todas las letras. Pero así es la homofobia de hoy: más sutil, pero incluso más dañina, por soterrada.

  • Pozuelo 2012

    Por Pozuelo 2012, el 22 agosto 2013

    Un magnífico post. Pero sería aún mejor sin la comparación con el oscurantismo medieval. En la Edad Media se conocía perfectamente la esfericidad de la Tierra. Ningún religioso medianamente culto habría defendido que era plana. Lo que se sostenía es que el Sol giraba a su alrededor, y no al revés, algo que, por cierto, algunos «oscuros» medievales ya pusieron en cuestión. Una minucia menor en lo que interesa del artículo, pero que precisamente por eso chirría un poco….

    • Txema M.

      Por Txema M., el 30 agosto 2013

      «En la Edad Media… Ningún religioso medianamente culto habría defendido que (la tierra) era plana.» Claro. El problema era que, durante una gran parte de la alta Edad Media, un buen número de religiosos no eran ni medianamente cultos.

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