Lisette Oropesa: “Los inmigrantes significan el futuro”

La soprano estadounidense Lisette Oropesa debuta en el personaje de Rodelinda de Haendel en el Liceu de Barcelona. Foto: Jason Homa.

La soprano estadounidense Lisette Oropesa debuta en el personaje de Rodelinda de Haendel en el Liceu de Barcelona. Foto: Jason Homa.

La última vez que Lisette Oropesa cantó en un teatro español fue todo un acontecimiento cercano al delirio. La soprano estadounidense de padres cubanos -y muy crítica con la política migratoria de su país- arrasó en el papel de Lucia di Lammermoor de Donizetti que cerró la pasada temporada en el Teatro Real. Ahora regresa a España, a Barcelona, para interpretar Rodelinda, una de las heroínas de Haendel, en el Gran Teatro del Liceo. 

A principios del verano pasado, cuando el Teatro Real terminaba su temporada 2017-2018 con Lucia di Lammermoor de Donizetti, en los corrillos operísticos -y no tan operísticos- de la ciudad solo se hablaba de una mujer llamada Lisette Oropesa. La soprano, de padres cubanos y nacida en Nueva Orleans, logró enloquecer al público madrileño con una interpretación de esas que cortan la respiración y se recuerdan durante muchos años. Compartía cartel con Javier Camarena, uno de los tenores más queridos en la capital, y con el barítono Artur Rucinski en los papeles principales, y se desató tal delirio que en varias de las ocho representaciones en las que participaron los tres cantantes se vieron obligados a realizar un bis del sexteto del segundo acto. Noche tras noche, el teatro se venía abajo cuando Oropesa terminaba de cantar la escena de la locura con su cabaletta Spargi d’Amaro Pianto y volvía a derrumbarse cuando la soprano salía a saludar ensangrentada y maltrecha.

A sus 35 años, esta mujer menuda, vegana y adicta al running va camino de convertirse en una de las muy grandes. Ella dice que todavía no lo es, que le queda mucho por recorrer. El próximo sábado se enfrentará a un papel nuevo para ella: la muy astuta Rodelinda de Haendel. Llega a Barcelona la fantástica producción con dirección escénica del alemán Claus Guth que ya pudo verse en Madrid en marzo de 2017. Un nuevo reto para esta mujer tan simpática como buena cantante que nos atendió por teléfono desde Barcelona días antes del estreno de esta ópera.

Lucia es una mujer frágil y Rodelinda, sin embargo, muy fuerte. ¿Con cuál de los dos tipos de personaje te sientes más identificada?

Creo que tengo un poco de las dos. Lucia es muy frágil, pero también es lo suficientemente fuerte como para encontrar el coraje para decirle a su hermano que no quiere casarse con una persona a la que no ama. Le dice la verdad. Al final escoge una decisión muy brutal, pero escoge algo. Lo de Rodelinda es parecido, aunque es ella la que manipula toda la situación. Le dice al usurpador del poder que se casará con él siempre y cuando mate a su propio hijo, porque sabe que él no será capaz de hacerlo. Yo no sería capaz de poner como condición la muerte de mi propio hijo. Es muy extremo. Así que creo que me siento más como Lucia. Rodelinda no es un personaje que me caiga muy simpático.

Uno de los temas de esta ópera es la reivindicación de los cimientos del matrimonio como indestructibles. ¿Qué opinas de la institución del matrimonio?

A mí me encanta estar casada. (Risas). Estoy casada por segunda vez y está siendo mucho mejor que la primera. (Vuelve a reír a carcajadas). Ahora en serio. Soy adicta al amor, pero el matrimonio no creo que sea algo más que un contrato que soluciona cuestiones legales.

Durante la promoción de Lucia dijiste, entre otras cosas, que creías que el hecho de ser latina te había ayudado en tu carrera. ¿Cómo valoras la política migratoria de la Administración Trump: ese empeño en construir un muro en la frontera a toda costa?

Me parece horrible, qué puedo decir. Ese muro va en contra de mi gente. Construir un muro para proteger a los blancos de los latinos es racista, por supuesto. Mi familia llegó a Estados Unidos por mar. Fuimos refugiados. El racismo y las actuaciones en contra de la inmigración tanto en Estados Unidos como en Europa son incomprensibles. Creo que es importante que lleguen inmigrantes a los países desarrollados; ellos significan, en muchos casos, el futuro por cuestiones de natalidad y porque con su esfuerzo e impuestos contribuyen de una manera crucial a la riqueza de los países a los que emigran. Ellos son Cultura, ideas y riqueza. Cerrar las fronteras de esa manera es una locura.

Cuando tus padres salieron de Cuba, ¿estuvieron perseguidos por el Gobierno de Castro?

No, no. Salieron huyendo de la revolución. En 1968 salió mi madre, cuando Castro toma el poder y deja salir a quien se quisiera ir. Se marchó tanta gente que la libertad para abandonar el país se cerró enseguida dejando a muchas personas atrapadas. Mi padre no llegó a los Estados Unidos hasta 1980 y yo nací en 1983. Él llegó en otras circunstancias. Lo habían metido en la cárcel por haber cogido prestado muy poco dinero del lugar donde trabajaba. Fue un error, desde luego, pero tuvo suerte porque Castro dejó salir a algunos encarcelados y pudo marcharse. Murió hace seis años.

Tanto en ‘Rodelinda’ como en ‘Lucia di Lammermoor’ está muy presente la violencia contra la mujer. ¿Cuál es tu postura, por ejemplo, respecto a la ola de feminismo que recorre el mundo y que, en cierta forma, tuvo un gran impulso inicial en Estados Unidos con la campaña del #MeToo?

Creo que lo del #MeToo es una cosa un poco complicada, por lo menos en mi mundo. El trabajo que hacemos en la ópera, en el teatro, es de emociones. Somos artistas, así que las emociones están siempre a flor de piel. Somos todo emoción y, además, los cantantes solemos viajar solos. Yo tengo la suerte de que me acompañe siempre mi marido, pero, por lo general, la vida de los cantantes por el mundo es bastante solitaria. No niego que puedan ocurrir abusos, pero muchas veces en el mundo del teatro el #MeToo no está tan claro. No es una cuestión de blanco o negro. Es muy complicado culpabilizar a alguien con toda seguridad cuando hay emociones de por medio que pueden ser malinterpretadas.

Desde luego nadie debería abusar o manipular a nadie en su trabajo ni en la vida. Ni un hombre a una mujer, pero tampoco un hombre a otro hombre. Me parece muy importante que este debate entre en las agendas de todo el mundo y que sea relevante, pero hay que tener cuidado.

¿Tu marido se dedica también al mundo de la música?

No. Él es desarrollador web. Antes de todo esto trabajó como técnico de ordenadores en varias compañías, pero cuando empecé a despuntar y a viajar, nos pusimos de acuerdo en que debíamos encontrar la manera de estar juntos. Yo paso casi todo el año viajando y, de otra forma, no nos veríamos. Así que ahora él se ocupa de hacer mi web y de todos mis canales de redes sociales. Diseña mis discos y mi página web, hace los vídeos que compartimos en YouTube… Encontramos la manera de trabajar juntos.

¿El mundo de la ópera es tan machista como el de otras disciplinas? Por ejemplo, en Hollywood muchas actrices se quejan de que cobran menos que sus compañeros hombres. ¿Eso pasa también en la ópera?

Probablemente sí. Pero en la ópera hablar de dinero es tabú. Nadie sabe lo que cobra un compañero o compañera de reparto. Nunca le he preguntado a un compañero cuánto gana. Tengo una amiga que es agente de cantantes y le he preguntado quienes ganan más dinero en general. Y su respuesta ha sido clara: ‘los tenores siempre ganan más’. Pero tiene su cierta lógica, porque no hay tantos como voces de soprano. Es una lástima, la economía es así.

Pero las retribuciones también tienen que ver con la experiencia, el agente, la fama… Existe un millón de factores que pueden variar las cosas. Por ejemplo, yo no cobro lo mismo en todos los sitios. Hay teatros que pagan más y otros que pagan menos. Pero, desde luego, creo que en general los hombres sí ganan más que las mujeres.

En general, ¿dirías que el mundo de la ópera es machista?

Bueno, te puedo decir una cosa. Cuando estoy trabajando, en cualquier momento anterior a la función, ensayos, cuestiones administrativas, me he dado cuenta de que, por lo general, siempre soy ‘la única mujer en la habitación’. Cuando trabajamos hay siempre cientos de hombres: pianista, director musical, director de escena, tramoyistas, iluminadores… y muy pocas mujeres. Hay más hombres que mujeres en general en el trabajo de la ópera. Y después está el otro asunto. He hecho una investigación y puedo asegurar que hay muchos más papeles para hombres que para mujeres en la ópera y, sin embargo, hay muchas más cantantes mujeres que hombres. Así son las cosas.

Dices que hay papeles que no has podido cantar porque están reservados para las más grandes. ¿Qué crees que le falta a tu carrera para que puedas considerarte una de las grandes?

Más experiencia, supongo. Estoy muy contenta con el lugar al que he llegado en estos años. Orgullosa y agradecida. Es difícil tener una buena carrera de ópera, pero soy una persona con mucha ambición. Tengo ganas de llegar lo más lejos que pueda llegar. Llegar al top significa que puedas elegir qué quieres cantar, con quién quieres cantarlo y dónde quieres cantarlo. Y eso no lo pueden hacer muchos artistas. Yo no he llegado ahí todavía. Digamos que ahora escojo un poquito más. Ahora, a veces, me preguntan qué quiero cantar, pero hasta hace bien poco era al revés.

¿Por qué te hiciste vegana?

Por una cuestión de salud. Empecé a correr y decidí llevar un diario de cómo me sentía. Viajaba mucho y quería encontrar una forma de comer que fuera más sana. Antes era muy gordita y siempre he tenido problemas con el mantenimiento del peso. Empecé a monitorizar lo que comía y cómo afectaba eso a la calidad de mi canto. Me fijé en que algunas cosas no me sentaban bien como la carne, la leche, los huevos… Poco a poco comencé a cambiar mi dieta y, además, vi un par de documentales que me conmovieron por los animales, y dejé de comer animales. Pero siendo sincera, he de decir que todo empezó por una cuestión de salud.

¿Qué es lo más sacrificado de la profesión de cantante lírica, lo que menos te gusta?

Lo que menos me gusta es el bullshit. No sé si hay otra palabra. La tontería, los engreídos, el egocentrismo. Todo el mundo es un personaje en el mundo del teatro. Hay exageración y drama. En nuestro trabajo abundan mucho las grandes emociones. Y con esos ingredientes, pues se producen muchos choques de trenes. Pero es que trabajamos con las emociones y uno no puede apagar eso de pronto como si estuviera en una oficina. Si haces eso, es que no eres artista. No estamos haciendo programación de computadoras, sino teatro en vivo. Así que, a veces, para mí misma, mantenerme calmada, sana y en mi sitio resulta difícil. Uno puede sentirse muy negativo fácilmente. Y obsesionarse. La crítica… Pero si uno se olvida de todo eso es el mejor trabajo del mundo.

Lisette Oropesa en el papel de Lucia di Lammermoor en el Teatro Real de Madrid. Foto: Javier del Real. Lisette Oropesa en el papel de Lucia di Lammermoor en el Teatro Real de Madrid. Foto: Javier del Real.

Lisette Oropesa en el papel de Lucia di Lammermoor en el Teatro Real de Madrid. Foto: Javier del Real.

¿Crees que hay mucha diferencia entre el público de tu país y el europeo?

Los americanos van al teatro para que los entretengan. Es verdad que hay un buen sector del público estadounidense que ama la ópera y que estudia y es muy entendida, pero, en general, el público americano se queda impresionado con las voces grandes, con las voces de tamaño grande, potentes y ya está. En Europa, sin embargo, los teatros son más pequeños y la gente escucha mejor. No importa tanto el tamaño de la voz. Además, en Europa hay una cultura muy antigua respecto de la ópera. No olvidemos que es un invento italiano. Está incrustado dentro de la cultura europea, sin duda. No habría ópera sin Europa.

En España, por ejemplo, hay un orgullo grandísimo por los enormes cantantes que han salido de aquí como Alfredo Kraus, Montserrat Caballé, Plácido Domingo, por poner tres ejemplos. En Europa, hasta se saben la música de algunas piezas. Hay un conocimiento casi de cultura general. Recuerdo una vez en Roma, cuando en un taxi pasamos junto al Castel Sant’Angelo y le pregunté al taxista si sabía que ese edificio sale en la ópera Tosca y me dijo que claro, que es el lugar desde el que ella se suicida tirándose al vacío. En Roma, todo el mundo se lo sabe… (Risas). En América les interesa más el deporte, el rock o Hollywood. Yo creo que en Europa la gente escucha de una forma diferente. Con más pasión y más cariño.

El papel de Rodelinda es tremendo. Nada más empezar la ópera, por ejemplo, encadena dos arias, una de lamento y otra de furia. ¿Te está resultando muy complicado?

Musicalmente es un personaje muy difícil, de eso no hay duda. Encadena varias veces dos arias seguidas cambiando casi radicalmente de registro, y saltar así de una cosa a otra es muy exigente.

Lisette Oropesa interpreta el papel de Rodelinda en la ópera de mismo nombre de Haendel. Del 2 al 15 de marzo en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. 

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