Llucia Ramis: los fantasmas y abismos que habitan dentro de nosotros

Retrato de la escritora Llucía Ramis. Foto: Santi Cogolludo

Retrato de la escritora Llucía Ramis. Foto: Santi Cogolludo

Retrato de la escritora Llucía Ramis. Foto: Santi Cogolludo

Retrato de la escritora Llucia Ramis. Foto: Santi Cogolludo

Llucia Ramis (Palma de Mallorca, 1977) llena cada página de su nueva novela con una explosión de sinceridad que nos expulsa de ese paraíso artificial que es la vida. Sabe que las verdades puras no existen y construye verdades impuras sobre los fantasmas y abismos que habitan en nuestro interior. Sobre las trampas de la memoria y sobre todo lo que perdemos. ‘Las Posesiones’ (Libros del Asteroide) denuncia una sociedad que presume de saber habitar la luz cuando en realidad vive en una caverna.

Los fantasmas bailan alrededor de la memoria de los seres humanos y con sus pasos alargados y concretos provocan heridas, redibujan monstruos y destruyen a los débiles.

La rutina abusa de los seres humanos tal y como la muerte abusa de una madre que ha perdido a su hijo y los exprime sin cuidado y el daño que provoca los coloca sobre el presente en una posición que jamás hubieran querido ocupar.

¿Pero quién puede olvidar? Desde luego, los personajes de Las posesiones no. Ellos caminan a esa velocidad que sólo le proporciona a un individuo la inercia de un pasado útil. Pero no teman, porque esta novela sobre todo ofrece futuro:

«Leo en alguna parte que existir es sobrevivir a las decisiones injustas».

Caminos en los que los pecados abonan la tierra y cuya fertilidad reasigna nueva vida a cada uno de sus protagonistas.

Llucia Ramis (Palma de Mallorca, 1977) es evocadora, taxativa y llena cada página de su nueva novela con una explosión de sinceridad que nos expulsa de ese paraíso artificial que es la vida. Mira hacia la verdad sin ánimo de convertirse en una colaboracionista. Sabe que las verdades puras no existen y construye verdades impuras sin pensar que el diablo estará observándola mientras se frota las manos y mira fijamente a Dios para que sepa que el mundo está construido sobre victorias compartidas.

Las Posesiones es un libro en el que la oscuridad del pensamiento de algunos de sus protagonistas juega a favor de la denuncia de una sociedad que presume de saber habitar la luz cuando en realidad vive en una caverna de paredes sosas que se ha cansado de esconder sus secretos.

Ramis no calla y habla sobre la corrupción, sobre la especulación, sobre las heridas del amor y de la manipulación de los hombres sobre las mujeres. Y para ello construye a Marcel, el tipo del que Maquiavelo huiría despavorido, y construye a Iván, un Peter Pan metido a caníbal que acabará por devorar a la protagonista de esta brillante historia ante la que Salomón ha perdido su legendaria ecuanimidad.

Ramis realiza una comparativa espeluznante y confirma que los relojes no sirven para nada, que la vida es desde siempre una mujer paralítica que nunca logra ponerse de pie a pesar de sus maratonianas sesiones de rehabilitación. Habla de los años 80, de cuando las pantallas de cine y los hogares estaban ahítos de una prosperidad que dejó demasiados muertos. También habla del siglo XXI y de cómo la pobreza arrincona las mejores intenciones en una guerra cruenta en la que los ídolos de entonces han perdido el pelo y los dientes para disimular que el hambre y la injusticia no pueden derribar su honestidad. Sin embargo, son los sparring favoritos de la luz del sol, y tiene la carne morena y el alma llena de moretones:

“Y nosotros le damos a la verdad una iluminación tamizada, doméstica».

Ramis denuncia y construye esta regresión-avance emocional que son Las Posesiones con ese lirismo que nos deja la infancia pegada al cielo de la boca:

«Dicen que en la infancia no existe la muerte. Que uno no le teme, solo finge que lo matan en el recreo y se deja caer con los brazos en cruz, cuando nada es verdad, todo es un juego, o la realidad finge ser ficción o viceversa».

«Reivindicaré lo que fue mío como un lamento que les helará la sangre».

«También somos lo que perdimos, o quizás somos sobre todo eso».

«La verdad es maravillosa y repugnante».

No es sencillo enfrentarse a esta historia, porque perder es un oficio que nos despelleja vivos, pero a veces quedar a la intemperie es como llegar a la meta cuando ya nadie espera y las luces que hacían importante la carrera son mujeres que agonizan bajo los dedos de un mal hombre. Sin embargo, yo recomiendo fervorosamente hacerlo, porque a veces la memoria es un sinónimo imperfecto de la conciencia y nos hará reconocer que la inercia aprieta nuestra carne la mayor parte de nuestra vida y nos convierte en marionetas que acaban deshilachadas y mudas sobre el regazo de aquellos que juraron querernos.

Ramis no es una autora complaciente por mucho que ilumine sus historias con una luz que hipnotiza. Ella tira a dar y nos hiere con sus palabras y nos nombra con esa voluntad con que Abraham nombró a su hijo. Interrogar a varias generaciones es un ejercicio complicado, un laberinto de tapias altas en el que es fácil sentir pánico. Sin embargo, Ramis lo hace y las confesiones no suenan a estridencia, ni huelen a moho, ni su aliento apesta, porque construye un coro de voces que conocen muy bien el registro en que han de pronunciar cada nota.

Tratar de imponerse al pasado es tan difícil como respirar cuando alguien nos tapa la boca; por fortuna, en esta novela los protagonistas lo consiguen y despegan los pies y la memoria de su destino y se olvidan del futuro que ofrecen los partidos políticos y los telediarios, e imitan a Mercurio y destrozan las estadísticas con la honestidad de su vuelo.

IMPRESCINDIBLE.

‘Las Posesiones’, de Llucia Ramis. Libros del Asteroide, 261 páginas.

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