Los ‘muertos-vivos’ de Bill Viola pasean entre olivos y canteras

Instalación ‘Ocean Without a Shore’ de Bill Viola en la Fundación Sorigué.

Instalación ‘Ocean Without a Shore’ de Bill Viola en la Fundación Sorigué.

Hemos viajado al proyecto ‘Planta’, de la Fundación Sorigué, en Balaguer (Lleida), para asistir a la presentación de una de sus nuevas e impactantes adquisiones: la obra ‘Ocean without a shore’, del videoartista neoyorquino Bill Viola, que ocupa un antiguo almacén agrícola entre olivos y canteras, dentro de un original concepto de convivencia de producción industrial y creación artística. Podrá visitarse a partir de otoño.

Ocean without a shore habla de la presencia de los muertos en nuestras vidas. Fue creada para ser expuesta en la Iglesia de San Gallo durante la Bienal de Venecia de 2007. La obra está inspirada en un poema del senegalés Birago Diop, algunos de cuyos versos dicen así:

“Los muertos nunca se van: / Están en las sombras. / Los muertos no están en la tierra: / Están en el árbol que se estremece, / en la madera que gime, / en el agua que corre, / en el agua que duerme. / Están en la cabaña, están en la multitud. Los muertos no están muertos”.

Ahora este océano sin costa, sin orillas, obra sin límites, que como tantas otras de Viola aborda la trascendencia, la espiritualidad, regresa a Europa para quedarse entre las instalaciones que conforman ese singular proyecto artístico en La Plana del Corb que es Planta, de la Fundación Sorigué, cuya declaración de cimientos dice: “Planta articula nuestra forma de entender el retorno a través del arte, en su confluencia con la arquitectura, el paisaje, la ciencia, el conocimiento y la empresa”.
La idea del artista era ubicar una edición de esta obra en diferentes continentes. Así, hay un ocean without a shore en Melbourne (Australia), otro en Seúl y otro en Filadelfia (EE UU). A ellos se une ahora Planta.
La impactante obra de Bill Viola, que se despliega en tres grandes pantallas verticales de alta definición, se suma a otro grupo de trabajos, como Double Bind de Juan Muñoz  –cedida en principio por cinco años- o los enormes y orgánicos lienzos de Anselm Kiefer, formando un espacio de creatividad de tono desasosegante en torno a la reflexión sobre la condición humana. Obras –como también la que la Fundación Sorigué trajo esta primavera a Madrid, al Real Jardín Botánico, de Mat Collishaw y ahora expone en sus instalaciones de la ciudad de Lleida– que remueven entrañas. Como las empresas del Grupo Sorigué mueven las entrañas de la tierra (su principal actividad han sido y son la extracción de áridos, las canteras). Removiendo entrañas, removiendo interiores, removiendo la tierra. Ana Vallés, presidenta del grupo y la fundación Sorigué, dice: “Yo sobre todo las veo como una reflexión sobre la condición humana. Es una colección construida con una visión humanista, interesada sobre todo en reflexionar sobre el ser humano, sus inquietudes y su relación con el entorno”.

Tránsito vida/muerte

Como es marca de la casa Viola, Ocean without a shore aborda el tema de la vida/muerte. Presenta a 24 personajes, de diferentes edades, sexos y etnias, atravesando una cortina de agua. Lentamente se van acercando en blanco y negro, en imágenes muy difuminadas, con mucho grano; tras atravesar la cascada, adquieren todo su color y definición; en ese momento, la expresión de cada personaje es de absoluto shock, como de no creérselo, de impacto, de sorpresa. Caras, ojos, brazos y manos, tras un momento de especial tensión, recuperan la tranquilidad y, poco a poco, con esa lentitud de las proyecciones que también es marca de la casa Viola, entran en calma, con un semblante sereno, de aceptación; se dan la media vuelta y vuelven a alejarse. Vuelven a atravesar la cortina de agua, vuelven al blanco y negro y la imagen difuminada. Gente vestida de calle en un trance excepcional. Toda una reflexión sobre el tránsito entre la vida y la muerte, de la oscuridad a la luz para retornar a la oscuridad, de manera circular, sin fin, en bucle, sin orillas.

Kira Porov, pareja del artista y directora ejecutiva de Bill Viola Studio, que se trasladó hasta las instalaciones de Planta en Lleida para presentar en sociedad la obra, señaló que Ocean without a shore es una obra sobre la existencia, el nacimiento y el renacimiento; aborda “el círculo de la existencia”. “Recoge momentos de transfiguración, de transformación”. Algo similar al alma que late en el Grupo Sorigué, según Ana Vallés: “extracción y renacimiento”; las canteras, que luego al ser rellenadas, al ser recuperadas esas tierras arañadas, acogen olivos para obtener aceite.

El desembarco e instalación de esta obra de Bill Viola ha llevado muchos años de conversaciones hasta llegar a este punto. De hecho, Kira Porov recuerda que la primera vez que les dijeron que iban a Planta se extrañaron mucho: “¡Nos dijeron que veníamos a una cantera!, pero la verdad es que rápidamente Bill y yo nos llevamos una sorpresa. Está todo colocado con tanto orden, tanta estética, y tanto respeto por devolver a la tierra lo que nos da… Tienen hasta un programa de estudio de la nidificación de las aves en la finca”. Kira también destaca la buena relación de Bill Viola con España, país en el que en los últimos años se han organizado excelentes exposiciones sobre su trabajo, como la del Guggenheim hace dos veranos o el otoño artístico en Cuenca, el pasado año. “La primera vez que Bill vino a España fue en 1984, a San Sebastián; desde entonces, ha habido una conexión muy fuerte con este país, un diálogo muy intenso. Creo que la gente española entiende muy bien nuestro trabajo”.

Bill Viola. Ocean without a shore. Foto: Kira Perov.

El bucle de la sostenibilidad

Kira nos explica que, tras largas negociaciones, finalmente lo que acabó a convencer a Bill Viola (Nueva York, 1951), un referente mundial del videoarte, para que Ocean without a shore se instalara en Planta fue el concepto general del proyecto, y la habilitación de edificios que tuvieron otros usos para acoger ahora arte. El proyecto Planta busca aglutinar arte, arquitectura, conocimiento y medioambiente, paisaje natural, artístico e industrial. Comenzó a montarse en el año 2000 y va tomando forma poco a poco. Eso sí, Ana Vallés ha confirmado la suspensión del edificio central, de 7.500 metros cuadrados, que iba a construir el estudio de arquitectura Ábalos + Sentkiewicz en medio de este polígono industrial de 70 hectáreas. Un edificio-tronco de Planta que tenía previsto abrir en 2020. De eso, por ahora, hay que olvidarse, pues, según explica la presidenta del grupo, prefieren seguir dando aliento al proyecto a través de instalaciones específicas, obras que conversan, en grupo y por separado, con edificios recuperados a propósito, en un diálogo más estrecho entre arquitectura-arte/procesos agrícolas e industriales.

Para esta obra de Bill Viola, el laboratorio de investigación de Sorigué y el estudio arquitectónico Fet de Terra han colaborado para recuperar un antiguo almacén de aperos agrícolas y convertirlo en una “caja de tierra cruda”. Se ha empleado una innovadora y sostenible técnica de construcción con tierra, a partir de materiales resultantes de otros procesos industriales, restos de los procesos de fabricación de áridos de las propias graveras de Sorigué y asfaltos, restos que ahora han encontrado un nuevo destino en ese constante devenir circular, de nacimiento y renacimiento, que es el eje de lo que quiere contar, a través del arte, la Fundación Sorigué. El ciclo se repite sin fin. Sin límites. Como un océano sin orillas. Nada se va. Los muertos nunca se van. Permanecen en las sombras…

En otoño se incluirá la obra de Bill Viola en las visitas guiadas a Planta (reservas a través de su web).

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