Lucia di Lammermoor, toda la violencia del heteropatriarcado en una sola ópera

La soprano estadounidense Lisette Oropesa, en el papel de Lucia, y el baritono Artur Rucinski, como su hermano, en la producción del Teatro Real. Foto: Javier del Real.

La soprano estadounidense Lisette Oropesa, en el papel de Lucia, y el baritono Artur Rucinski, como su hermano, en la producción del Teatro Real. Foto: Javier del Real.

El Teatro Real cierra su temporada con una ‘Lucia di Lammermoor’ espectacular, tanto en lo musical como en lo teatral. La puesta en escena del director David Alden incide en el terror y la violencia machista para explicar una historia romántica sobre la locura, protagonizada con maestría por la soprano Lisette Oropesa y el tenor Javier Camarena. 

La Lucia di Lammermoor que se puede ver estos días en el Teatro Real (Madrid) está deliberadamente virada hacia el terror. Los recursos estilísticos del director de escena estadounidense David Alden –del que vimos la temporada pasada su aproximación al Otello de Verdi– no dejan lugar a dudas. Lo que se representa sobre el escenario es la historia del brutal y terrorífico maltrato deliberado hacia una mujer en el que colaboran activa o pasivamente prácticamente todas las personas que la rodean. Las vejaciones a las que se ve sometida la protagonista son cometidas con premeditación y alevosía –qué casualidad– por un conjunto de hombres que no solo se sitúan en una posición de superioridad sobre la mujer, sino también de prevalimiento.

Una de las preguntas recurrentes en las ruedas de prensa de presentación de las nuevas propuestas operísticas en el Teatro Real es aquella que cuestiona la actualidad del argumento de las obras. Inquieta mucho a los periodistas –y parece ser que a sus lectores– saber si en las producciones se han actualizado o modernizado las cosas. Los directores de escena más audaces tienden a utilizar la ficción para realizar una lectura lo más actual posible de la realidad. Pero en este caso, en esta Lucia, inmersos como estamos en un fortísimo resurgimiento del feminismo por razones más que evidentes, la posibilidad de invertir los factores es demasiado tentadora. Aquí es la realidad, la actualidad, la que mejor puede enseñarnos el camino para leer en la ficción. Si uno se sienta en su butaca con la claridad mental de ver las cosas desde el punto de vista de la víctima como víctima y no como culpable, una nueva luz se proyecta sobre esta nueva propuesta del Real.

El libreto de Salvatore Cammarano se basa en la novela The bride of Lammermoor (1819) de Walter Scott, pero con cambios sustanciales. La trama sigue siendo la misma, pero hay una importante transformación de personajes: en la novela de Scott, la maltratadora resultaba ser la madre de Lucia, mientras que aquí, en la ópera, es su hermano. El resultado gana mucho, en la ópera de Donizetti, en lo que a la capacidad opresora se refiere, pues será un grupo de hombres el que se ocupe de destruir sin piedad a la protagonista.

La propuesta de David Alden tiene lugar en la Escocia del siglo XIX. La trama se centra en la enemistad política y religiosa entre los Ravenswood, católicos y antiguos propietarios del castillo de Lammermoor, y los Ashton, reformistas y sus legítimos dueños actuales y que atraviesan también una difícil situación económica. Edgardo di Ravenswood y Lucia, hermana de Lord Enrico Ashton, están secretamente enamorados, pero Enrico ha pactado una boda de conveniencia de su hermana con el adinerado Arturo Bucklaw. Aprovechando una larga ausencia de Edgardo, Enrico, su jefe de armas y el capellán y confesor de Lucia tejerán un gigantesco engaño para torcer la voluntad de la protagonista y lograr que acepte el matrimonio pactado que significaría la vuelta de los Ashton a la opulencia. Le mienten contándole que Edgardo, en la distancia, la ha olvidado y se ha enamorado de otra mujer. Ella cree el ardid urdido por su propio hermano y por el sacerdote que debería velar por su bienestar.

Pero en la lectura que hace Alden de la obra no solo es el engaño el que lleva a Lucia a aceptar lo que podría considerarse como una venganza. Es la violencia de Enrico la que desencadena los acontecimientos. Alden, en los claroscuros de una escenografía inteligentísima, efectiva y oscura, hace que su hermano no solo la maltrate psicológicamente, también la zarandea, la ata con cuerdas a los pies de la cama, la desnuda y hasta la agrede sexualmente antes de que su propio confesor le lave el cerebro para que pase por el aro. Lucia será tratada como una marioneta, como un objeto que ha de someterse a las órdenes de los hombres. Y por si tenía poco, hasta recibirá el ultraje de su propio enamorado que, presentándose por sorpresa, la repudia violentamente al ver la firma de la mujer en la partida de matrimonio.

Dice Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, en su texto al programa de mano: “La ópera de Donizetti está construida para otorgar el máximo relieve dramático a la expresión de los sentimientos de una joven enamorada que se desespera al descubrir que ella misma ha provocado, involuntariamente, que su amante la pueda acusar de perfidia por haberse casado con otro hombre”, pero de la producción de Alden, y mirándola desde otro punto de vista, se colige, sin embargo, otra conclusión muy distinta.

Dice Matabosch que el dolor de Lucia “violenta hasta tal extremo su frágil naturaleza que la razón no lo soporta y enloquece”. Y no. Lo que se ve en ese escenario no es una mujer que ‘se vuelve loca’, sino una mujer a la que vuelve loca una caterva de maltratadores machistas sin escrúpulos. Ella asesina a su marido en la noche de bodas, pero su locura no es un atenuante precisamente por la fragilidad de su naturaleza, sino, más bien, por la violencia de los que la hacen caer, a brutales golpes, en el abismo.

Hasta el punto culminante, la escena de la locura, es aprovechado por el director de escena para situar una vez más a Lucia como una víctima no solo de sus maltratadores, sino también de toda una sociedad que asiste y aplaude encantada –en un juego de teatro dentro del teatro– la desgracia ajena como un divertimento más. Como un espectáculo televisivo de oportuna y carroñera actualidad.

En lo musical, esta Lucia, con estupenda dirección musical de Daniel Oren, está arrasando desde su estreno el pasado día 22. El público del Teatro Real se ha rendido a los pies de la soprano estadounidense Lisette Oropesa, que entrega una Lucia emocionante, tanto en lo musical como en lo teatral, hasta unos niveles incalculables. El tenor mexicano Javier Camarena debuta en el papel de Edgardo y lo hace con los niveles de excelencia a los que ya nos tiene acostumbrados. Es tan querido en el Real que ha partido siempre como cabeza de cartel, pero se las ha tenido que ver, al menos en sus dos últimas apariciones, con dos compañeras protagonistas de altísima calidad: aquí con la gran Oropesa (que solo había actuado en El Real como Gilda en el segundo elenco del Rigoletto de la temporada 2012-13) y en La Favorita –que se representó esta temporada en versión de concierto– con la mezzo Jamie Barton.

Quedan todavía 11 representaciones de esta Lucia imprescindible y arrolladora. No lo duden, si tienen oportunidad, vayan a verla con los ojos y la mente muy abiertos.

‘Lucia di Lammermoor’, de Gaetano Donizetti. Hasta el 13 de julio en el Teatro Real. Puedes consultar aquí todas las fechas y los cantantes de los dos elencos. 

La escena de la locura de Lucia di Lammermoor en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.

La escena de la locura de ‘Lucia di Lammermoor’ en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.

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Comentarios

  • Ramón

    Por Ramón, el 27 junio 2018

    ¿ La crítica se refiere a una obra musical, verdad? El 90% de la misma se ocupa de aspectos de escena de un señor que reinterpreta a los autores. Por cierto en el horrible Otello del pasado año, hasta reinterpretó la escena final musical y teatralmente diseñada expresamente por Verdi en el que Otello se acerca a Desdémona para un último beso, dejándolo morir sin beso a unos 10 en una pared. Disparatado.
    Pero claro, cuando uno ve la publicidad del TR para la temporada 18/19 en el que se anuncian los títulos con el autor y el director de escena sin siquiera anunciar al director musical, qué podemos esperar de este dislate. Sugiero acompañar efectos especiales, vestuario e iluminación en lugar del autor: por economizar espacio.

  • Marie-Claude AURAY

    Por Marie-Claude AURAY, el 05 julio 2018

    estoy de acuerdo con Ramón.
    Mi pregunta es: hay algún director de escena que se haya molestado en leer ATENTAMENTE el libreto?
    que haya escuchado (no oído sino ESCUCHADO) la partitura?
    y las indicaciones para la puesta de los autores?
    Por quien se toman para re-interpretar la creación de otros? Que crean ellos desde principio a fin.
    Y por quien NOS toman para creer que con sus interpretaciones nos educan?
    Les pediría respeto a los creadores de las obras y un poco mas de humildad

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