María Sánchez y ‘Tierra de Mujeres’: “Me da mucha rabia lo de la España vacía…”

María Sánchez.

La escritora y veterinaria María Sánchez.

María Sánchez es la primera mujer veterinaria de una familia de veterinarios, ligada a la tierra, a los animales, a la ganadería extensiva. El INJUVE le acaba de conceder uno de los cinco premios nacionales de Juventud 2019. “El medio rural y las mujeres que lo habitan son las grandes desconocidas del territorio. En un mundo en el que cada día manda más lo individual y la inmediatez, volver la vista a nuestros márgenes es un ejercicio necesario y fundamental”, escribe en su ensayo ‘Tierra de Mujeres (Una mirada íntima y familiar al mundo rural’), publicado por Seix Barral y que tanto éxito está cosechando. En ‘El Asombrario’ no podíamos dejar pasar la ocasión de hablar con ella. 

Sánchez, que también es autora del poemario Cuaderno de campo (La Bella Varsovia), quiere con su escritura servir de altavoz a todas esas mujeres que durante décadas han sido apartadas, silenciadas… “Queremos mujeres en todos los espacios. Que sean ellas las que cuenten, formen y construyan. Que sean ellas las que puedan dar el paso adelante sin sentir miedo ni vergüenza”, reivindica.

Asimismo, esta escritora asegura que aún estamos a tiempo de cambiar la confrontación entre la ciudad y el mundo rural, a la vez que insiste en la necesidad de que los políticos y las personas que viven en el campo se sienten en una mesa, “sin prejuicios y clasismos”, para que se escuchen sus necesidades y se apliquen políticas y herramientas “de verdad” que frenen la despoblación.

 Vivimos en el mundo de la velocidad, de la tecnología, de la distancia, de la ceguera, del alejamiento del mundo rural, de la desconexión completa con la naturaleza, del estrés incesante. Hay una profunda crisis de moralidad. De empatía. De solidaridad. De humanidad. ¿Cómo podemos recuperar el diálogo con el mundo y su esencia?

Parándonos más de vez en cuando y aprendiendo a cambiar la forma de mirar. A veces se nos olvida que lo más simple también puede ser lo más bello y lo más conmovedor. Creo en el medio rural del que vengo, que es el de la ganadería extensiva, la sostenibilidad y la agroecología, y en esas comunidades que se crean en los pueblos en los que sus habitantes están unos pendientes de otros y se cuidan. El diálogo con el mundo se puede recuperar empezando a hablar el mismo idioma, la misma lengua y dejarnos de ese paternalismo, de ese mirar por encima del hombro al medio rural.

“Estoy cansada de enfrentar el medio rural al urbano. Nos necesitamos mutuamente y de la confrontación no nace nada bueno”, escribes en ‘Tierra de mujeres’. ¿Nuestro exceso de individualidad nos ha hecho olvidarnos del otro?

Estoy cansada porque parece que el campo es solo la cabaña de Walden, un extremo de idealización, o Los Santos Inocentes. Me gusta mucho una cosa que dice el escritor granadino Rafael Navarro de Castro, cuando comenta que en todos los libros sobre lo rural siempre tiene que haber un asesinato, violencia o brutalidad, es decir, que parece que tiene que haber una tragedia para que sea rural. Nos olvidamos también que desde el medio rural existe cierto paternalismo hacia las ciudades y hacia la gente que vive en las ciudades. Creo que es hora de cambiar esa confrontación entre los dos mundos. Hoy día no tenemos tiempo para cuidarnos, no tenemos tiempo para nosotros y mucho menos para los demás. Hay que cambiar el sistema y sus formas que son las que imponen esa individualidad.

¿Somos más personajes que personas, somos parte de un teatro donde todo se sustituye, se cambia rápido, desaparece de la escena?

Creo que no, que todo deja huella. Por eso pienso en esa roca del libro de Bernardo Atxaga, de la que hablo en Tierra de Mujeres, de cómo él se emociona con esas marcas, con esas huellas que hay en la roca. Si nos referimos a la ganadería extensiva, que es donde trabajo y es mi vida, están esas huellas que se dejan, a lo mejor ya no ves los rebaños que había, pero sí puedes ver las cañadas que hubo en otro tiempo, esos parques naturales y nacionales. Lo importante es saber reconocer las huellas y valorarlas. Y saber qué había justo ahí, algo más. Por eso me da tanta rabia lo de la España vacía, porque aunque haya un pueblo en el que ya no quede nada, aún siguen quedando las casas, el suelo donde estuvieron, los frutales que sirvieron de linde…

“A mí me interesa más la gente que habita el paisaje que el paisaje mismo”, decía Federico García Lorca. Y al político, ¿le interesa la gente del mundo rural?

Por ahora, no. En la última campaña los políticos se han referido a la España vacía, pero yo hasta que no vea acciones y medidas no me creo nada. A los políticos se les cala pronto: una cosa es lo que dicen en campaña y otra luego muy distinta es la realidad. Yo estoy cansada de esto. La gente se va de los pueblos y los jóvenes que se quieren quedar no pueden hacerlo.

Una encuesta publicada por el INE en 2013 te hace tomar conciencia de la realidad de la mujer en el medio rural. El sondeo señalaba que el porcentaje de mujeres ocupadas en el sector de la ganadería, silvicultura y pesca era sólo del 2,2% del total de las mujeres oficialmente ocupadas durante ese año. ¿Escribes para darle voz a las mujeres, para reconocer su labor callada, sus vidas que estuvieron siempre en segundo plano?

Una de las expresiones que más rabia me produce es la de dar voz, que se utiliza mucho en las televisiones y en los medios de comunicación. Todo el mundo tiene voz, todos tenemos voces. Otra cosa es si tenemos los altavoces y los espacios que se necesitan para que una voz se escuche. Tierra de mujeres quiero que sea un altavoz para ellas y eso intento en las presentaciones, que ellas puedan decir cómo se sienten, hablar de sus problemas y qué significa para ellas vivir y trabajar en el mundo rural. También es una forma de duelo, una manera de llegar tarde a las mujeres de mi familia, como yo, cuando busco referentes en el feminismo, me voy a referentes en el ecologismo, en veterinaria… y paso por delante de las mujeres de mi familia. Qué menos que reconocer a mi madre, sacar a las mujeres de su sitio, ponerlas a la luz y servir de altavoz y plataforma.

Decía Nietzsche que no escribía solo con la mano sino que el pie también quería escribir. Antes de sentarte a escribir en la mesa que utilizas como veterinaria, en la mesa en la que tu vida “se sucede”, dices que necesitas caminar. “Ir al pueblo, volver. Pisar por donde lo hicieron mis antepasados”. Caminar como una forma de nostalgia, de resistencia, de metamorfosis del pensamiento y la mirada…

Para mí la clave está en desarrollarme y crecer en el medio rural. El medio rural es mi narrativa invisible y, aunque no esté escribiendo, en el fondo estoy escribiendo. Para mí el medio rural significa resistencia.

Habría que detenerse también en el tema de la educación y la cultura. Educamos hoy a los niños para que tengan éxito en el mercado laboral. Los educamos en el ‘asignaturismo’. No fomentamos su curiosidad, no les formamos para que sean libres, para que piensen por sí solos y desarrollen su creatividad o, como escribes, “que se empapen de tierra y animales, de historias de sus mayores…”.

Creo que debemos educar más en mirar la tierra. No sé por qué en el colegio no se enseña a tener un huerto, a cuidar de los animales. En Inglaterra los niños conocen los nombres de los Pokemon y, sin embargo, no conocen los nombres de los árboles y de los pájaros que les rodean. ¿Cómo vamos a cuidar nuestro entorno si no conocemos, cómo se cuida lo que no se conoce? Es fundamental cambiar esa mirada e ir más allá. Creo que eso es esencial. Tenemos que dar valor a lo que tenemos.

Es hermoso cómo identificas a tu familia con la naturaleza. A tu tatarabuela Josefa con el alcornoque. A tu abuela Carmen con el huerto. A tu madre con el olivo. Y añades: “Mi familia me enseñó a cuidar todo lo que me rodeaba, a ayudar a mis abuelos y a no cansarme nunca de oírlos”. ¿La verdadera felicidad está en la familia?

Pues la verdad es que no. No creo en la familia como una institución sagrada, intocable, como la única manera de encontrar la felicidad y el amor. Yo me siento muy afortunada por la familia que tengo, y luego tengo algunos amigos que puedo considerar de la familia, aunque no sean de la misma sangre. Me siento afortunada por mi familia, por mi infancia, las oportunidades que me han dado… La felicidad no sé bien lo que es, pero sí sé lo que me hace a mí estar a gusto, contenta, poder hacer lo que me gusta, tener tiempo para los míos, leer…

¿Cuáles son tus esperanzas?

Yo espero que se pongan de verdad a trabajar contra la despoblación, con políticas y herramientas de verdad y que el dinero vaya al medio rural para los temas que necesitamos. Que se sienten los políticos con la gente del mundo rural, que nos escuchen, que nos sentemos en la misma mesa, sin prejuicios, sin clasismos, y que nos escuchemos, porque estamos a tiempo todavía.

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