Monet y Boudin traen la playa y el mar a un acalorado Madrid

Claude Monet La Aguja d'Étretat, marea baja, 1883 (Aiguille d'Étretat, marée basse) (The Needle Rock at Étretat, Low Tide) Óleo sobre lienzo. 60 x 81 cm Colección privada, Nueva York

Claude Monet La Aguja d’Étretat, marea baja, 1883 (Aiguille d’Étretat, marée basse) (The Needle Rock at Étretat, Low Tide) Óleo sobre lienzo. 60 x 81 cm Colección privada, Nueva York

Claude Monet La Aguja d'Étretat, marea baja, 1883 (Aiguille d'Étretat, marée basse) (The Needle Rock at Étretat, Low Tide) Óleo sobre lienzo. 60 x 81 cm Colección privada, Nueva York

Claude Monet. La Aguja d’Étretat, marea baja, 1883. Colección privada, Nueva York.

El calor ha entrado en Madrid con todo rigor, y el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza está decidido a calmar el verano con una refrescante exposición llena de agua, playas, costas y ríos; la que componen las 103 obras del genio impresionista Monet y su maestro, Boudin, al que eclipsó totalmente. La exposición, aparte de la belleza de cielos, marinas y paisajes, habla del maestro que se convierte en discípulo de su discípulo, cuenta la historia de dos hombres persiguiendo la luz y la belleza, con muy distintos resultados. Una historia de la que se deja constancia así, en una exposición, por primera vez. Boudin, que tanto apreciaba la luz, vio cómo su carrera caía en el más oscuro de los olvidos, sobrepasado por la desinhibida luminosidad de Monet.

Hay una doble página en el catálogo de esta muestra con los retratos de los dos artistas franceses que explica todo, o al menos mucho de sus trayectorias y sus diferentes niveles de éxito. Eugène Boudin (1824-1898) aparece elegantemente vestido, con traje, chaleco y lazo anudando el cuello de la camisa blanca, con barba cuidada, cejas finas, amplia calva y pelo largo peinado concienzudamente hacia atrás; no mira a cámara, sino que ha entornado discretamente la cabeza hacia un lado. Al lado, Claude Monet (1840-1926) presenta un aspecto mucho más rompedor y desinhibido; con su enorme barba y el pelo casi rapado podría pasar por un hipster siglo XXI; él sí mira a cámara, de frente; mirada limpia enmarcada por unas cejas gruesas.

Ahí está Boudin: discreto, academicista, contenido, tímido (no tuvo hijos, y la muerte de su esposa, Marie-Anne, le afectó especialmente); toda su vida haciendo cuentas, buscando contentar a sus compradores, limitando su creatividad para satisfacer los requerimientos de los coleccionistas. Y ahí tenemos a Monet, audaz, más libre, más seguro de sí mismo; que se casó varias veces y tuvo ocho hijos, que desde los 50 años fue un pintor muy valorado y cotizado.

Y esos caracteres tan dispares definieron sus carreras artísticas, hasta el punto de que uno, Boudin, el maestro, quien animó a Monet a salir a pintar al aire libre y captar la luz, quedó totalmente eclipsado por su discípulo, y hasta hace 20 años no ha comenzado a ser reivindicado y dignamente expuesto. Y el otro, Monet, adquirió pronto éxito, vivió holgadamente y en el siglo XX y aun hoy se convirtió en uno de los pintores más atractivos para el público; sus obras son de las más solicitadas por museos de todo el mundo, sabedores de que su nombre es un reclamo de público, un éxito seguro, un taquillazo.

Y ahí radica gran parte del valor de esta exposición del Thyssen, como destacaron durante su presentación, el pasado lunes, Guillermo Solana, director artístico del museo, y Juan Ángel López-Manzanares, conservador del museo y comisario de la muestra. Por un lado, el valor de haber logrado reunir 40 monets, piezas tan, tan solicitadas, llegadas de pinacotecas como The Art Institute of Chicago y The National Gallery de Londres. Por otro lado, haber montado la primera exposición que repasa juntos a Monet y a Boudin; que recorre en paralelo las trayectorias de ambos artistas, sus acercamientos y alejamientos, sus influencias mutuas.

“Se deben mucho el uno al otro”, recalcó Solana. “Es la historia del maestro que se convirtió en discípulo de su discípulo”.

Sí. Más allá del valor del centenar de piezas, interesa la historia que cuenta esta exposición. Cómo el discípulo rápidamente aventaja al maestro hasta eclipsarlo totalmente. Y cómo el maestro –y esto se ve en los extractos de la correspondencia que ambos mantuvieron- siente una especie de orgullo, de autosatisfacción, pero también algo de resquemor, pues considera que su brillante alumno –y en general el movimiento de los impresionistas- no reconoció lo suficiente la deuda contraída con él, sino que le pasaron por encima, le atropellaron y ocultaron. Esto escribió: “Quizás he podido tener una pequeña influencia en el movimiento que está llevando a la pintura hacia el estudio de la luz en sí misma, la práctica al aire libre, la sinceridad en la reproducción de los efectos atmosféricos. Si algunos de los que yo he tenido el honor de introducir en ese camino, como Claude Monet, han querido ir más lejos por su propio temperamento personal, me deberán al menos un cierto reconocimiento, del mismo modo que yo lo hice con quienes me aconsejaron y me dieron unos modelos que seguir”.

Eugène Boudin Marea baja, 1884 (Marée basse) (Low Tide) Óleo sobre lienzo. 117 x 160 cm Musée des Beaux-Arts de Saint-Lô

Eugène Boudin. Marea baja, 1884. Musée des Beaux-Arts de Saint-Lô

Claude Monet El mar en El Havre, 1868 (La Mer au Havre) (The Sea at Le Havre) Óleo sobre lienzo. 60 x 81,6 cm Carnegie Museum of Art, Pittsburgh.

Claude Monet. El mar en El Havre, 1868. Carnegie Museum of Art, Pittsburgh.

Al final de sus días, Monet sí que le subrayó a su biógrafo todo lo que le debía a Boudin, su pintura y su éxito. “Si me he dedicado a la pintura, se lo debo a Eugène Boudin. Le tengo por mi maestro”. Reconocía así que fue él quien, en 1856, tras un encuentro fortuito en una papelería –Monet, un joven impetuoso de 16 años ya conocido por sus portentosas caricaturas, y Boudin, con 31 años, con cierta reputación como pintor de naturaleza–, le animó a salir al aire libre con él y captar el agua, el cielo, la luz de su querida Normandía. Enternece ver cómo, al poco de salir juntos al campo con sus pinceles y sus caballetes, en 1858, captando los alrededores de Rouelles, Monet, con solo 18 años, ya plasmaba con más naturalidad y pincelada más suelta los chopos y el río de lo que lo hacía su maestro, con 34 años. Cómo sus verdes y azules desprendían mucha más luz. Esta pareja –con la que prácticamente se abre la exposición– es una de las muchas de lienzos que se ofrecen en esta muestra del Thyssen, desde el absoluto respeto a la trayectoria de ambos y a las diversas opciones artísticas, como recalcó el comisario durante la presentación el pasado lunes.

A medida que vamos recorriendo esta refrescante exposición (81 de las 103 lienzos tienen agua, ríos, costas, playas, mares, acantilados), vemos a Boudin siempre más envarado, más academicista (se consideraba fiel seguidor de la escuela de Barbizon) en las composiciones, más apelmazado en las pinceladas; a Monet más suelto, más libre, más desinhibido, más seguro. Lo mejor de Boudin queda en una pequeña sala intermedia de paredes pintadas de oscuro gris que recoge sus pasteles con estudios del cielo; ahí sí iguala, incluso supera, a Monet; de hecho, este valoró especialmente estos papeles/pasteles como “hijos de lo instantáneo”.

También se muestra Boudin ya más suelto, más impresionista, más contagiado de luz, en obras como las dos de Douarnenez, vista de la isla Tristan. Pero, claro, era ya 1897, Boudin moría al año siguiente, con 74 años; y en esa época Monet ya había dado un paso más, había vuelto a escapar de su maestro, a adelantarle, y las pinceladas se le fundían con la luz hasta casi alcanzar la abstracción, pura sensación lumínica, en obras como Mañana en el Sena, Giverny, de ese mismo año, lanzado ya hacia sus reflejos y nenúfares que tanto, tanto agrandaron su nombre en la historia de la pintura.

Eugène Boudin En la playa de Trouville, 1863 (Sur la plage de Trouville) (On the Beach at Trouville) Pastel sobre papel. 185 x 285 mm Colección privada

Eugène Boudin. En la playa de Trouville, 1863. Colección privada.

Claude Monet Brazo del Sena cerca de Vétheuil, 1878 (Bras de la Seine près de Vétheuil) (Arm of the Seine near Vétheuil) Óleo sobre lienzo. 60 x 80 cm Colección Pérez Simón, México

Claude Monet. Brazo del Sena cerca de Vétheuil, 1878. Colección Pérez Simón, México

Es la historia de dos hombres persiguiendo la luz para iluminar sus carreras. Uno con mucho más éxito que el otro; uno se topó con un eclipse total, otro con el cielo abierto. Pero nos quedamos con las palabras que Boudin –gracias, Thyssen, por rescatar su sensibilidad, su visión y empeño– escribía en su diario: “He salido esta tarde: había un sol resplandeciente. Era una fiesta (…) Son ya veinte veces las que he vuelto a empezar para conseguir esa delicadeza, ese encanto de la luz que actúa por doquier. Como hacía fresco, todo era suave, desvaído, un poco rosa. Los objetos estaban apagados. Solo había valores por todas partes. El mar estaba maravilloso: el cielo era mullido, aterciopelado. Enseguida viró al amarillo, calentándose, y después, al descender, puso en todo bellos matices violáceos. También las tierras y los diques adquirieron ese tono. Solo en los cuadros de Lorena se puede encontrar, en su frescor, esos matices tan delicados. Corot los consiguió a veces en sus gamas suaves y claras…”.

‘Monet / Boudin’. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. Exposición organizada con el mecenazgo de JTI (Japan Tobacco International). Hasta el 30 de septiembre.

Continúa hasta el 9 de septiembre ‘Victor Vasarely, el nacimiento del Op Art’.

Eugène Boudin Vista de la ensenada de Trouville, 1865 (Vue du bassin de Trouville) (View of the Trouville Basin) Óleo sobre lienzo. 32,5 x 46.5 cm Museu Nacional de Belas Artes / Ibram / Minc, Río de Janeiro

Eugène Boudin. Vista de la ensenada de Trouville, 1865. Museu Nacional de Belas Artes / Ibram / Minc, Río de Janeiro.

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Comentarios

  • Ricardo Mario Sendra

    Por Ricardo Mario Sendra, el 27 junio 2018

    Me interesa toda actividad vinculada con el arte, en especial el dibujo y la acuarela que son mi afición.

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