A Moscú sin Kaláshnikov: “¡Que vengo a hablarle de Tolstói!”

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El autor analiza el libro ‘A Moscú sin Kalashnikov’ ,del periodista Daniel Utrilla Vizmanos, en el que realiza una «crónica sentimental de la Rusia de Putin envuelta en papel de periódico». Algo así como una declaración de amor a Rusia. 

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Todos nos acordamos de la escena memorable de Amanece que no es poco en la que Luis Ciges, que acaba de llegar de Oklahoma con su hijo ingeniero a un pequeño pueblo manchego, le dice a la encargada de una pensión donde quiere alojarse que viene a hablarle de Dostoievski, consiguiendo con ello su propósito. Pues bien, los que queráis conocer Moscú y tengáis problemas con los precios de los hoteles, podéis dirigiros a la casa del periodista Daniel Utrilla Vizmanos (Madrid, 1976), ex corresponsal de ‘El Mundo’ en el país durante 11 años, y decirle que venís a hablarle de Tolstói. Os recibirá con parabienes y vodkas, y con bufandas del Real Madrid, incluso de la época de Quéiroz.

Saco esta conclusión tras leer su libro A Moscú sin Kalashnikov, que el subtítulo define como «una crónica sentimental de la Rusia de Putin envuelta en papel de periódico» (Libros del KO, 2013). Es eso y mucho más. Un cursi diría que es una declaración de amor a Rusia, pero, como diría Peñafiel, “es que es una declaración de amor”. Con todo lo que tiene de irracional, de impulso incomprendido e incluso destructivo. Un flechazo, además, de primera juventud, de los que luego dan lustre y justifican a personajes como el Jep Gambardella de La gran belleza. Imagínense a un chico de 13 años en Soria que les dice a sus padres, a bocajarro, en pleno felipismo: “quiero aprender ruso, compradme un manual”. Imagínense a sus padres consiguiendo unas cintas y unos libros soviéticos, y de nuevo al joven en el autobús del colegio con un walkman escuchando traducciones con propaganda soviética. Joven que, además, era árbitro de fútbol (“hasta el día que quisieron pegarme los dos equipos”).

Así las cosas, no es de extrañar que el autor acabara en Moscú, primero como enviado especial de La Razón para cubrir las primeras elecciones que ganaría Putin en el 2000, y poco después como corresponsal de El Mundo. Y sería gracias a este diario con el que recorrería la Madre Rusia (y las madres rusas, que es otro de los grandes temas de esta crónica), en un viaje espacial por el territorio y la estratosfera de Gagarin, y temporal, desde los grandes zares hasta las cuitas de Putin el irredento, pasando por Nabokov y, sobre todo, por Tolstói, sus libros, su familia, sus ideas, su casa Yásnaia Poliana, donde el autor acaba este libro sin arrojarse a las vías del tren como Anna Karenina y sin entregarnos al pueblo los derechos de autor de su obra como sí quiso hacer el autor de Guerra y paz. En la información legal queda clarísimo que ©Daniel Utrilla Vizmanos, 2013.

La solemnidad rusa

La primera contribución del libro es la de desmitificar la mala baba del ruso que, guerra fría mediante, se nos impuso a todos los que vivíamos a este lado del telón de acero. En las pelis, los libros, las noticias, el ruso no sólo era el malo, sino el malo sin sentido del humor, el borracho, el violento que ni siquiera tenía la risa maléfica de Gárgamel. No es que aquí aparezcan como trasuntos de Chiquito, ni que no beban vodka, pero desde luego hay un contexto que ayuda a explicar algunas debilidades rusas, y otras españolas. Porque el libro es un constante indagar en lo español, lo ruso y lo de más allá, un pequeño tratado antropológico generacional donde, aparte de las circunstancias de cada uno, siempre están las mujeres, el fútbol, los amigos y la literatura. “Esa extraña capacidad que tiene el español para abstraerse de la comida que está engullendo y pensar en lo que pedirá de postre o en lo que almorzará mañana”. Y así todo.

Aunque este no es un libro humorístico, o no sólo, ni sobre todo. Hay un trasfondo trágico en la historia rusa que Utrillov (como le bautizaron en un billete aéreo ruso) va desgranando en el libro, siempre alternándolo o a través de sus historias personales en relación a la élite rusa, a las mujeres, a su trabajo como corresponsal o a sus obsesiones literarias, sobre todo a las referidas a Tolstói. Las recomendaciones bibliográficas y filmográficas son extensas, y uno no puede dejar de imaginarse que Utrillov debe de ser alguien parecido a ese Marcello Mastroianni de la película Ojos Negros, cuando lejos de volver a su comodidad (¿a España?) se va con los gitanos en sus carrozas por la estepa. Esperemos que no acabe de camarero en un barco turístico por el Volga, pero de momento ha dejado el diario El Mundo, cansado de las servidumbres del periodismo digital (“En medio de la crisis de los medios, el corresponsal carece hoy de tiempo y de recursos para abordar historias de calado”).

Valor literario de nuestros rusófilos

No sólo por las referencias, sino por su valor estilístico, este libro tiene valor literario. Drama, comedia, memoria, crónica. La capacidad para hilar metáforas del autor es asombrosa, y divertidísima. El reto habría parecido imposible de haber sido un encargo, pero se puede contar Rusia a través de Soria, del Real Madrid, las caricaturas de la guerra fría y de los desengaños amorosos. “La nariz lapona de Natasha, ligeramente redondeada en la punta, sus ojillos escurriéndose hacia las sienes como gotas de agua en ventanilla de Boeing de Aeroflot, y sus labios insinuantes y rojos como el botón nuclear, encajaban en la imagen de rusa que arrastraba desde la infancia”.
Feliz incorporación a la biblioteca española de libros sobre Rusia, donde están entre otros Manuel Chaves Nogales, Luis Matías López, Pilar Bonet o Rafael Poch. O, desde otros lugares, John Reed, Gabriel García Márquez, John Steinbeck, Riszard Kapuscinski o David Remnick, todos ellos citados y reconocidos maestros en este libro, que aunque bebe de ellos, es distinto. Porque Utrillov (más cerca en nuestro caso de Gerald Brenan que de Paul Preston, y con mucho más humor inglés que ambos), no escribe como si estuviera de paso, ni testimoniando una historia ajena, sino la más íntima vivencia personal de un soriano que aún no sabe a ciencia cierta por qué pasa los inviernos a 40º bajo cero.

El autor ante la tumba de Tolstói en Yasnaia Poliana.

El autor, ante la tumba de Tolstói en Yasnaia Poliana.

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Comentarios

  • bolo

    Por bolo, el 12 julio 2014

    Interesante artículo sobre un aparentemente interesante libro, pero me has reventado el final de Anna Karenina, que casualmente estoy leyendo ahora. Eso no hará que deje de ser muy interesante, pero va a perder algo de emoción 😉 (la verdad es que se veía que muy bien no podía acabar)
    Así que, interesante artículo, pero cuidado… ¡Contiene spoilers!

  • MARIA EUGENIA

    Por MARIA EUGENIA, el 18 abril 2015

    Me gusto mucho el articulo, buscaba una buena critica sobre este libro y la encontre, me dan ganas de leerlo. Habia leido en otra critica que este libro tenia muchas referencias al REAL MADRID y como soy una dama y por tanto no me interesa casi el futbool, y digo casi por no decir nada, me habia quitado el entusiasmo por leer el libro, quiero decirte que recupere el entusiasmo al leer tu articulo, Saludos desde BUENOS AIRES

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