Nace una ‘Ballena Blanca’ en aguas turbulentas

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De izquierda a derecha, Clemente Álvarez, Sara Acosta y Álex Fernández Muerza, creadores de ‘La Ballena Blanca’. Foto: Miguel Morales.

La revista de medio ambiente y economía ‘La Ballena blanca‘ se echa a nadar en aguas revueltas. Un animal potente en un barquito de papel. Hablamos con dos de sus tres creadores sobre la difícil pero ilusionante travesía que les espera, sobre la tripulación que llevan a bordo y los fuertes vientos en contra que hallarán en un océano donde el discurso dominante de los ultras del liberalismo ha apartado la ecología en cualquier prioridad para tejer la economía y la sociedad.

Para dar cabida a otras voces y otras sensibilidades, relacionadas con el medio ambiente y las economías alternativas y sostenibles, nace La Ballena Blanca  (82 páginas, 10 euros), según sus creadores, Clemente Álvarez, Sara Acosta y Álex Fernández Muerza, de trayectorias vinculadas al periodismo de los sectores del medio ambiente, la economía y el consumo. Una revista con vocación trimestral y cuyo primer número ha salido del cascarón hace dos semanas y se presenta en sociedad el próximo martes, 20 de mayo, en la librería La Central, en Callao, Madrid. Una rara especie, una ballena blanca, que busca un hueco, su nicho -ecológicamente hablando-, que desde las belugas a Moby Dick nos remite a un sueño, una quimera, una fantasía, algo especial que perseguimos con ahínco, algo diferente.

Quedo con dos de ellos, Clemente y Sara, en una terraza de la céntrica plaza de Madrid de Santa Ana, que parece un gigantesco restaurante al aire libre, donde apenas queda espacio para lo que se entiende como plaza al servicio del disfrute de los ciudadanos sin pagar por sentarse. Repasamos juntos la aventura de La Ballena Blanca (a la que he tenido el gusto de contribuir como periodista invitado con un reportaje sobre el artista de naturaleza Juan Varela).

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Portada del primer número de Ballena Blanca.

Entre sus reportajes, mucha energía diferente: Una entrevista cañera con la socióloga de la Universidad de Boston Juliet Schor, que dice cosas como estas: «Lo pequeño es mejor, las multinacionales son demasiado grandes para ser eficientes. Su funcionamiento es contradictorio con la teoría del libre mercado. Son como pequeñas uniones soviéticas. La escala económica ha cambiado. Ahora es posible ser muy eficientes trabajando en red». O esto otro: «La próxima revolución tecnológica tiene que basarse en el ahorro de los recursos naturales. Es muy fácil quemar combustibles fósiles, es una tecnología poco intelectual. La tecnología ecológica requiere sin embargo un gran desarrollo intelectual». Un reportaje sobre las cuentas del oligopolio de las grandes eléctricas en España, que no quieren perder el poder en la generación de energía y por eso han frenado, en polémico pacto con el Gobierno del PP, el desarrollo de las renovables y el autoconsumo de la gente. Un artículo sobre la economía colaborativa, que abarca desde el crowdfunding a proyectos como Blablacar para compartir el coche particular con otros viajeros que han de hacer el mismo recorrido, o las plataformas de alquiler vacacional, como MyTwinPlace, que ponen de los nervios a Gobiernos conservadores como el español y lobbys de grandes empresarios como la Federación Nacional de Transporte de Autobuses. Un artículo sobre los movimientos vecinales para recuperar los bancos, pero otro tipo de bancos, los de sentarse, en las ciudades, como alternativa a la invasión del espacio público en urbes como Madrid con los intereses comerciales de las terrazas de bares y restaurantes. Un reportaje sobre experiencias de gente que ha decidido ralentizar voluntariamente su ritmo de vida -el downshifting-, incluso recortando un 90% sus ingresos para disfrutar más del tiempo, del aire libre, la familia, la naturaleza, de uno mismo… Y un artículo sobre fórmulas alternativas para medir el índice de desarrollo de los países que vayan más allá del desfasado, pero aún omnipotente, PIB, que nos lo meten con calzador en cualquier receta económica, pero no tiene en cuenta ni el reparto equitativo de la riqueza ni en qué se invierte; no hay más que ver el escandaloso dato de que los directivos de las grandes empresas en España cobran una media de 75 veces el sueldo de sus empleados; y a ver cómo recogen eso las subidas del dichoso PIB.

Son ingredientes periodísticos que, desde luego, forman un cóctel potente que atiende otros intereses informativos, otras maneras de pensar que no son las del discurso dominante (si hiciéramos el experimento de ver cuántas voces aparecen en los medios de comunicación tradicionales, veríamos con estupor que el 90% de los contenidos tienen como protagonistas a unas pocas decenas de poderosos actores, siempre los mismos, girando sobre lo mismo). Otra economía y otro periodismo se están construyendo, aunque muchos aún no se han dado cuenta. El Informe Anual de la Profesión Periodística 2013 recoge que los periodistas han lanzado 300 nuevos medios desde que comenzó la crisis, muchos nacidos a partir de los cierres y EREs de los medios convencionales, asociados ya a otros tiempos.

La Ballena Blanca se lanza a navegar en ese espacio verde de aguas turbulentas.

– Sara, Clemente, una revista trimestral, en papel, en España, sobre ecología y medio ambiente, en pleno mandato de Gobierno conservador usando el argumento de la crisis para desbaratar cualquier reivindicación ecológica o aportación distinta de los trabajadores que no sea el índice de productividad y el recorte de salarios… ¿Estáis locos o me he perdido algo?

– (Sara) Bueno, creemos que existe ese hueco. Buscamos un nicho como las especies en ecología, y creemos que es el momento de aportar nuevas ideas para construir otros tipos de economía, otras opciones a la dominante, que ya hemos visto que nos ha llevado a un resultado desastroso. Y la revista es el primer paso para una serie de proyectos relacionados con la economía y el medio ambiente, para estructurarnos como un auténtico medio, que esperamos que encuentre su público. Ya se ha encargado la crisis de machacarnos con el mensaje de que no hay más opciones, que no hay hueco para otras maneras de pensar, que no hay sitio para el medio ambiente. No compartimos en absoluto ese discurso. Somos optimistas. El siguiente paso será el número 2 de la revista en octubre. Y, a partir de ahí, sorpresas.

– ¿Con qué tripulación partís en esta difícil singladura?

– (Clemente) Con el apoyo de 400 suscriptores, que han hecho posible el arranque y que comencemos a plantear el número 2 -necesitaríamos llegar a los 2.000 para hacer plenamente viable el proyecto-, con una red de unas 200 librerías como puntos de venta, de la mano de la distribución de Jot Down, y con la colaboración de 16 periodistas, 5 fotógrafos y 3 ilustradores. Y algunos anunciantes, unos pocos que han creído en nosotros ya, y muchos que se han interesado, que les ha parecido novedoso y sorprendente este nuevo planteamiento y están pendientes de la evolución para acompañarnos en el viaje.

– Porque la prensa verde es un campo muy poco abonado ahora mismo en España. 

– (Clemente) Sí, es una tierra casi baldía. Están héroes supervivientes con mucho mérito como Quercus, Integral, Energías Renovables, las revistas asociadas a ONGs como Aves y Naturaleza, Panda y Pandilla, El Ecologista… Pero no hay ninguna con nuestro punto de partida, acercarse al medio ambiente desde la economía y el consumo. Y no solo tratamos de abrir nuevas puertas a la prensa verde, sino también a los periodistas, y más a los relacionados con el medio ambiente, que estamos atravesando una situación muy crítica; queremos darles nuevas ilusiones, hacerles ver que hay nuevos proyectos, nuevas ideas, ganas… Queremos probar cosas distintas, experimentar, arriesgar, innovar, porque en los grandes medios convencionales ahora no te dejan arriesgar… En el próximo número queremos insistir más en esos nuevos formatos de periodismo más incisivo, más crítico y más gamberro. Distinto. Con un tono más mordiente e irónico.

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