Naomi Klein y el cambio climático frente al capitalismo salvaje

La escritora y periodista Naomi Klein. Foto: Peoples’ Social Forum.

Nuevo desafío al capitalismo salvaje, al neoliberalismo que arrasa el sector público, de la mano de Naomi Klein, la famosísima y mediática periodista-escritora-pensadora canadiense, autora de ‘No Logo’ (2001) y ‘La doctrina del shock’ (2007), que vino a Madrid la semana pasada a presentar su nuevo libro ‘Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima’, editado por Paidós. La lógica de la naturaleza frente a la lógica del lucro.

Ante un auditorio del madrileño Círculo de Bellas Artes abarrotado, Naomi Klein comenzó diciendo que no venía a España desde 2007, «porque este libro me ha llevado mucho esfuerzo y también porque estoy intentando volar menos». Abrió su charla con fuego directo, relacionándolo con uno de sus anteriores trabajos: «Las élites manejan el shock -guerras, terrorismo, crisis económica- para forzar políticas que están minando la democracia», «usan la tapadera de la crisis para socavar la democracia». ¿Cómo hacerle frente? «La información permite articular la resistencia al shock«. Imprescindible el corto que realizó junto al director mexicano Alfonso Cuarón.

Entre el público, gente de todas las edades, pero sin duda muchos muy en la onda 15M y Podemos; es curioso lo que está sucediendo últimamente en Madrid: cualquier acto público que suene directa o indirectamente a reivindicaciones relacionadas con estos movimientos se llena; ya sucedió también recientemente en el Círculo de Bellas Artes con un debate organizado por la Fundación Alternativas en torno a Grecia.

Y no, Naomi Klein no defraudó. Fue desgranando frases de ésas que el público esperaba escuchar. «Desde Pinochet hasta el 11M, el neoliberalismo hace un uso sistemático de la conmoción para lanzar políticas salvajes, políticas para privatizar bienes públicos e imponer políticas de austeridad, que, en otras circunstancias, no habrían podido imponerse». Un ejemplo elocuente: «Nuestros Gobiernos gastaron trillones de dólares para rescatar los bancos que habían provocado la crisis».

Reconoció que participó en el Movimiento Occupy Wall Street, «inspirado en parte en el movimiento de los indignados de España», «pero no funcionó, porque lo que ha venido después ha sido el castigo a los más desfavorecidos y la impunidad para los causantes de la crisis».

A continuación, insistió mucho en la necesidad de plantar cara a ese avance brutal de las políticas neoliberales de austeridad «profundizando en la democracia, en vez de haciendo saltar la democracia», «con políticas igualitarias que mejoren la vida de la gente, y proporcionen trabajos justos, bien retribuidos».

Y en este punto uno debe sentirse orgulloso de la reacción española contra la estrategia del shock por la crisis/estafa y los brutales recortes del Estado de Derecho ejercidos por el Gobierno del PP. Frente a la posibilidad de una reacción más a la derecha, ultra y xenófoba, como en otros países de Europa, con especial significado en Francia, lo que se ha articulado en España ha sido un movimiento ciudadano de izquierdas en torno a partidos como Podemos y Equo. Realmente, para sentirse orgulloso. Volvemos a Naomi Klein: «Los momentos de crisis son también oportunidades para movimientos de empoderamiento social, para profundizar en la democracia. Pero con la crisis de 2008 no lo estamos consiguiendo. No hemos sido capaces de articular una alternativa de confianza a la narrativa de la autoridad».

Aquí la canadiense ya entró en el contenido de su nuevo libro: «El clima no es un lujo del que ocuparse sólo en épocas de riqueza. El cambio climático es la contra-narrativa más fuerte que tenemos frente a la del capitalismo des-regulado». Lo dijo claro: «Estamos asistiendo a un conflicto entre vida y capital». Y aquí puso dos ejemplos por los que pasa ahora España: «el ataque masivo y brutal a las energías renovables» y «la ofensiva del fracking«. «Hasta 2008, Europa era líder en la lucha contra el cambio climático, pero todo se ha sacrificado bajo la cobertura de la crisis».

«Las emisiones de dióxido de carbono han aumentado un 60% en el mundo desde que los países se sentaron a negociar sobre el cambio climático en 1988. Porque esas negociaciones llegaron en el peor momento posible, porque vino a coincidir con la caída del Bloque del Este, lo que fue aprovechado para la guerra neoliberal contra la esfera pública. El comienzo de las negociaciones para frenar el cambio climático llegó en el momento en que se acometían las privatizaciones de los servicios públicos, incluidos los energéticos y de transporte».

Fue contundente en Madrid. Dio la talla de lo que de ella se esperaba: «El cambio climático lo cambia todo. Una subida de 2 grados de la temperatura media del planeta es muy peligrosa. Eso lo cambia todo. Significa el fin del planeta tal como lo conocemos ahora, es el final de lo que conocemos como sociedad civilizada. Si seguimos comportándonos como hasta ahora, eso lo cambia todo. Todo. Así que es necesario un cambio radical en nuestro sistema social y político, pero, claro, eso desafía el corazón de la lógica capitalista del crecimiento. La lógica del neoliberalismo choca contra la lucha frente al cambio climático». «Debemos recuperar el control público y comunitario; a las transnacionales hay que ponerles reglas muy claras para decirles: no, porque las grandes compañías están llevando el planeta al desastre». La lógica del lucro frente a la lógica de la naturaleza.

Entre el público había miembros de dos movimientos a tener en cuenta: la Plataforma contra el TTIP, que aplaudió a Naomi Klein por que se refiriera a este tratado como una gran amenaza para los derechos de los pueblos, de los trabajadores y de la naturaleza, y le pidió que siga difundiendo sus críticas frente a lo que dijeron es un complot de los grandes medios de comunicación para no informar abiertamente sobre ello. Y la Plataforma por un nuevo Modelo Energético, satisfechos por la apuesta de Naomi Klein por las energías renovables y su crítica contundente a la energía nuclear: «Es una amenaza terrible a todas las formas de vida». Ambas plataformas aprovecharon los turnos de preguntas para convocar el 14 de abril a una campaña de desobediencia civil y el 18 de abril a las Jornadas de movilización contra el TTIP.

«El cambio climático debe estar incluido en la lucha social por la igualdad y lo público; debe considerarse como una crisis de la civilización», continuó Klein. «La Revolución Industrial dio al ser humano la ilusión de ser independiente frente a la naturaleza, de creerse que no formaba parte de su entorno. 200 años después, el cambio climático es la respuesta de la naturaleza a esa arrogancia, de decirle al ser humano que no puede ir por libre. La naturaleza nos está tratando de decir que debemos tener un modelo económico diferente, justo y sostenible. Syriza en Grecia y Podemos en España deben verse como un intento de articular una transición a otro modelo económico. Sueño con una lucha contra la austeridad y los desahucios. Debemos avanzar hacia una democracia energética, que las comunidades retomen el control de su gestión de la energía y no las transnacionales». Y terminó su intervención con una frase de esas de eslogan, de titular. «Además, debemos tener en cuenta que este sistema capitalista no regulado no sólo desahucia familias de sus hogares, sino que echa a pueblos enteros de su lugar en el planeta».

Uno de los participantes en Occupy Wall Street. Foto: David Shankbone / Flickr Creative Commons.

Uno de los participantes en Occupy Wall Street. Foto: David Shankbone / Flickr Creative Commons.

En el turno de preguntas, Naomi Klein aprovechó para lanzar dos fuertes andanadas. Una: ¿por qué en la sociedad sigue sin calar que la lucha frente al cambio climático es algo urgente y social, y se sigue viendo como un lujo, como una preocupación de pobres niños ricos? «Parte de la percepción de que vivir verde es más caro, una perspectiva con la que se coqueteó en décadas pasadas. La preocupación de Al Gore por el cambio climático tenía un punto de feria de las vanidades; y el movimiento verde, al menos en EE UU, tuvo mucho de neoliberal, de dejar las decisiones de salvar el planeta en manos del consumidor. Se presentaba todo como una opción de consumo; así, era normal que en los años noventa la gente obrera lo percibiera como una preocupación de los ricos. Ahora el movimiento es de Justicia Ambiental».

La otra crítica tocó el corazón de muchos asistentes próximos a los postulados de izquierda de Podemos: «Este compromiso ecológico también ha dejado en muchos momentos al descubierto a la izquierda, que ha seguido apostando por el productivismo, por el extractivismo (alta dependencia de la economía de un país de la extracción intensiva de recursos naturales); que siguen defendiendo la idea del crecimiento insostenible. El origen de los movimientos antiextractivistas, más que en la izquierda, hay que buscarlo a partir de la sabiduría de pueblos indígenas. Escuchas a Tsipras y habla todo el tiempo de crecimiento, de crecimiento, sin más matices. Y eso no basta ya».

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