El Niño de Elche: flamenco en clave animalista

El Niño de Elche durante el concierto para Capital Animal. Foto: Javier Gamonal.

El Niño de Elche durante el concierto para Capital Animal. Foto: Javier Gamonal.

El Niño de Elche durante el concierto para Capital Animal. Foto: Javier Gamonal.

POR DANI CABEZAS 

«Es la primera vez que toco gratis delante de tanta gente», bromeó este miércoles Francisco Contreras, El Niño de Elche, sobre el escenario del auditorio del Museo Reina Sofía. El concierto era especial, y no precisamente por su condición de gratuito, sino por enmarcarse en el programa de Capital Animal, la cita multidisciplinar que durante este mes llena Madrid de exposiciones, talleres, charlas, gastronomía y música; todo ello, con los derechos de los animales como denominador común. El Niño de Elche bordó su particular e inimitable relectura del flamenco, alejándose de los tópicos machistas y taurinos.

En ese contexto, y más aún teniendo en cuenta que no había que rascarse el bolsillo para acercarse a la popular pinacoteca, era de esperar que algunos de los asistentes no tuvieran ni la más remota idea de lo que estaban dispuestos a presenciar. «Es un concierto de flamenco», adelantaban pequeños grupúsculos a las puertas. A escasos metros, en el patio del propio museo, una multitud bailaba al ritmo de la fiesta de Radio 3.

La sorpresa iba a ser mayúscula: lo que esperaba en el auditorio tenía poco que ver con la ortodoxia del género. Al menos, durante su primer tramo. El Niño de Elche arrancó contando solemnemente hasta 35: los segundos que tarda un cerdo en morir hasta que otro ocupa su lugar. Las luces, ubicadas en un inmenso triángulo dispuesto tras el trío, se fueron apagando una a una. Tras la oscuridad, el caos.

A mitad de camino entre la electrónica experimental, el spoken word y la performance, El Niño de Elche escupió una serie de textos extraídos de los ensayos de Jason Hribal, Los animales como clase trabajadora, así como fragmentos de obras de Jorge Riechmann y Enrique Falcón. Los ecos de la versátil -casi inabarcable, infinita- voz de El Niño de Elche golpeaban en todas direcciones, acompañadas por las afiladas guitarras de Raúl Cantizano y los samplers y teclados que lanzaba Darío del Moral. Un infierno sónico que hizo que un pequeño grupo, los más despistados, abandonaran la sala sin dar crédito a lo que allí estaba ocurriendo.

Aquello fue sólo el principio. Tras dos irreconocibles versiones de Grauzone y Jefferson Airplane, a las que imprimió su singular personalidad, El Niño de Elche había preparado algo especial. Quizá lo que algunos, a esas alturas bailando a ritmo de MGMT en el patio contiguo o disfrutando de la agradable noche madrileña en una terraza cercana, hubieran esperado de un cantaor al uso. El trío se sentó y se dispuso a convertir el auditorio del Reina Sofía en «una tasca flamenca». Eso sí, «antimachista y vegana», aclaró Paco, lo que despertó un sonoro aplauso.

El niño de Elche en el concierto de Capital Animal. Foto: Javier Gamonal.

El niño de Elche en el concierto de Capital Animal. Foto: Javier Gamonal.

Y es que esa desconexión de los tópicos taurinos que acompañan tradicionalmente al flamenco era, en cierto modo, el leit motiv del recital. Unos tópicos que, por otra parte, El Niño de Elche se ha encargado de dinamitar con su particular e inimitable relectura del género. «Vamos a tocar una serie de composiciones de cantaores que adoptaron nombres de animales. Y hay unos cuantos», explicó el artista. Y así, fueron cayendo obras de Bernardo el de los Lobitos, Tío Borrico, El Gallina o Manolo Caracol, al que «esta versión no le haría ni puta gracia», bromeo el ilicitano. El Niño de Elche volvió a dar buena cuenta de su portentoso registro vocal y su dominio de los palos más ortodoxos, acompañado a la guitarra clásica por el virtuoso Cantizano.

Hubo tiempo para un tercer y fugaz bloque, en el que los fans más acérrimos del artista iban a ver colmadas sus ansias de escuchar material de estudio. En concreto, de su aclamado Voces del extremo. Cayeron Miénteme, «dedicada a todos esos políticos que no han hecho nada, nunca, por los animales», y la bailable Que os follen. «Pero en el buen sentido», aclaró Paco: «Que os follen bien. Que folléis esta noche y así establezcáis un nexo íntimo e inolvidable con este concierto». Puede que algunos lo hicieran. El resto nos fuimos, como poco, con el cerebro violado a base de desgarradora belleza, creatividad sin límites y arte en estado puro. Irrepetible.   

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