‘Ocho sentencias de muerte’, una obra maestra de humor inglés

Distintos momentos de la película Ocho

Distintos momentos de la película Ocho

Personajes de Alec Guinness de la película ‘Ocho sentencias de muerte’.

Me gusta imaginar que si Oscar Wilde hubiera visto la película la hubiese colocado entre sus favoritas. Creer incluso que habría podido firmarla sin remordimientos. Acaricio la idea de que sería así, no en vano Wilde era el autor, por excelencia, dispuesto a oponerse sin medida a la sociedad de su época, criticándola desde la ironía. ‘Ocho sentencias de muerte’, la película de Robert Hamer a la que dedicamos hoy este espacio, abarca ciertamente toda la enseñanza sobre el hipócrita estilo de vida estético que tan magistralmente plasmó el gran autor irlandés.

Porque, a pesar de lo que puedan parecer esas ocho sentencias a las que alude el título español, esta película está considerada una de las grandes comedias británicas de toda la historia del celuloide. Ejemplo extraordinario y preciso del tantas veces aludido humor inglés.

Es cierto que es un thriller sui generis, tanto en su concepción como en su puesta en escena, incluso una mezcla de suspense y drama cuasi victoriano. Pero, por encima de todo ello, se trata de una comedia negra, o mejor dicho, una magnífica comedia negra.

En 1949, bajo el auspicio de la productora británica Ealing, Robert Hamer adapta, muy libremente, junto a John Dighton, la novela eduardiana Israel Rank, de Roy Horniman. Es así como Hamer rodará su única comedia para los estudios Ealing, a la que llamará Kind Hearts and Coronets (Corazones amables y coronitas), título que toma prestado de un verso del poema Lady Clara Vere de Vere, escrito en 1832 por Alfred Lord Tennyson.

«Kind hearts are more than coronets,

And simple faith than Norman blood.»

(“Un corazón bondadoso vale más que las coronitas,

Y la fe sencilla vale más que la sangre Normanda”).

Ambientada en 1900, Ocho sentencias de muerte cuenta la historia de Louis Mazzini. En la víspera de su ejecución, Louis (Dennis Price), condenado a la pena capital, comienza a recordar su vida. Todo comenzó cuando su madre, una hermosa joven que pertenecía a la aristocracia, decidió huir de casa y se casó con un cantante de ópera, por lo que fue alejada de la familia y de sus privilegios. Pronto se convirtió en una viuda, pero continuó siendo rechazada por la familia, que incluso le negó, a su muerte, ser enterrada en el mausoleo de la casa D’Ascoynes. Es entonces cuando Louis jura vengarse de todo el clan y alcanzar el tan anhelado título de nobleza del que ha sido apartado. Para ello debe hacer desaparecer a los ocho pretendientes al título que le estorban (todos y cada uno de ellos interpretados por Alec Guinness). Mientras la ocupación desmembradora de su árbol genealógico se lleva a cabo, Louis todavía encuentra tiempo para tener una relación adúltera con su amor de la infancia, la igualmente ambiciosa Sibella (Joan Greenwood) y, aun más, para la ardua tarea de seducir a la bella y aristocrática Edith (Valerie Hobson), viuda de una de sus víctimas.

Hamer disecciona a través de tal empresa criminal, irónica y estimulante, a una serie de elegantes e instruidos personajes capaces de comportarse vilmente con tal de salirse con la suya. Lo hace desde una posición aparentemente observadora, sin juicios, convirtiendo así la historia en una comedia, alta comedia, dotada de sofisticado cinismo, cargada de ironía dramática, reconociéndose en su retórica exclusivista una feroz sátira social.

La historia nos es narrada en flashback por Louis, a través de una especie de memorias escritas desde el calabozo. Lejos de debilitar la comicidad, la narración de Louis afina magistralmente con su discurso la vanidad y el afiligranado auto-descargo de sus actos, haciéndonos compartir de buen grado la sucesión de crímenes y procederes egoístas que muestra su comportamiento.

Pero la inteligencia del guión no nos aleja en ningún momento de apreciar la crítica solapada sobre las diferencias sociales, el sometimiento a las jerarquías impuestas en la época, la importancia de la apariencia para medrar socialmente, la corta solidez del matrimonio convencional, el adulterio, la justicia diferenciada y, cómo no, la pena de muerte.

Y somos testigos de ello desde sus primeras secuencias, en las que el verdugo encargado de la ejecución intenta dar con el tratamiento adecuado hacia su víctima, un conde. Le parece un privilegio después de tantos años de oficio poder utilizar la soga de seda y no de cáñamo, como hace continuamente. «La última ejecución de un duque en este país fue un desastre. Eso fue en la época del hacha, claro está».

La familia aristocrática D’Ascoynes nos es mostrada como una panda de excéntricos propios de una raza cuyo determinante nacimiento les proporciona la seguridad y el placer de no solo vivir, sino de sentir, como bien les parezca. El remordimiento no tiene cabida en los de su sangre. Todos sus miembros, entre ellos una mujer, están interpretados por un multifacético y transformable joven Alec Guinness. Cuentan que la escena en la que aparecen juntos seis de los miembros tardó en rodarse dos días ya que filmaron a cada uno por separado y había que esperar a que Guinness se caracterizase de cada uno de ellos, labor que se consiguió rozando la genialidad.

Los brillantes diálogos se distinguen por el grado de exquisitez en el idioma inglés, en los cuales abundan los grandes juegos de palabras y las alusiones literarias, desde el título del filme, prestado por Tennyson, pasando por Longfellow, Chaucer o el mismo Shakespeare, confiriéndole inteligentemente un plus de sarcasmo.

Interpretaciones excepcionales de personajes mentirosos e hipócritas, que asesinan, chantajean, que abusan de su poder, ya sea económico, intelectual o físico, pero siempre desde la exquisitez y el buen gusto, desde una esmerada educación, pantalla y escudo a la vez de sus más bajos instintos, a los que el espectador contemplará irremediablemente bajo una sonrisa.

Fotograma de la película 'Ocho sentencias de muerte'.

Fotograma de la película ‘Ocho sentencias de muerte’.

La ambigüedad moral nos devuelve a Wilde y a la dualidad de la lujuria interna y la respetabilidad externa. La ligereza del Hedonismo, que bien compartieron y padecieron en su biografía y su obra los dos autores, Wilder y Hamer. La atracción y la revelación de los tabúes.

En fin, la película ha pasado a ostentar un lugar privilegiado entre las comedias Ealing. Pionera tras la guerra en la crítica al sistema social de castas a través de sus ingeniosos y cínicos personajes. Valiente frente a los hipócritas prejuicios sexuales de sus contemporáneos -muchos de ellos aún no superados- haciendo gala de un erotismo sutil. Valiente también frente a las normas clasistas y caducas imperantes en el momento, gracias a lo cual recibió la censura en Estados Unidos, donde, para satisfacer el Código Hays, se añadieron diez segundos de grabación a la secuencia final, con el fin de mostrar las memorias de Louis siendo descubiertas antes de que pueda recuperarlas, dejando claro el castigo; aunque ello esté implícito en el montaje original. Del mismo modo se alteraron diálogos entre Louis y Sibella con el fin de minimizar su adulterio, si bien no llegaron a la enrevesada opción de nuestra censura en películas como Mogambo, que, para evitar un adulterio entre Gable y Grace Kelly, convirtió en incesto el matrimonio eclesiástico de ésta. Cosas de códigos.

Con todo ello, no cabe otra cosa que relajarse y disfrutar de una de las comedias más brillantes de la historia. Una película ingeniosa, mordaz, provocadora. Una película atrevida, un clásico profundamente moderno, deudor del cine de Lubitsch y de Hitchcock. Simplemente, deliciosa.

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Comentarios

  • Assumpta Serna

    Por Assumpta Serna, el 08 mayo 2015

    Querido Antonio:
    Bonita descripción de la película, Como tu pienso que es una obra maestra. llena de un humor fino y de interpretaciones magistrales de Alec Guiness.Vale la pena verla y disfrutar de ella. Gracias por redescubrirla

  • Six

    Por Six, el 08 mayo 2015

    Excelente película y gran interpretación múltiple de Alec Ginness…el cinismo elegante del humor inglés y la crítica social brillan a niveles increíbles…lástima que sólo se pueda acceder a ella, que yo sepa, a través del Emule, eso así con una calidad excelente.

  • Mario

    Por Mario, el 09 mayo 2015

    Quë estupenda peli! Qué ganas de volverla a ver tras leer tu artículo! Yo tengo la suerte de tenerla en Dvd y mañana mismo me la vuelvo a ver, esta vez en VO para disfrutar lo que cuentas! Bravo!

  • Juan

    Por Juan, el 09 mayo 2015

    No he tenido la oportunidad de ver la película pero estoy muy interesado en verla cuanto antes tras leer su artículo, esta sección tiene el poder de crear ganas de adentrarse en el cine con todos los sentidos, enhorabuena al Asombrario por permitirnos estas pequeñas delicias! Buscaré la película para verla cuanto antes, si algún lector sabe donde conseguir el DVD se agradece la información.
    Juan Soler

  • Ignacio

    Por Ignacio, el 10 mayo 2015

    Qué grande esta peli, la sonrisa no se te borra de la cara durante toda la película y la cabeza se da cuenta de toda la ironía y critica que respira. Muy bien disecciona da en el artículo, es un placer cinéfilo esta sección. Sigan así y gracias.

  • Pilar

    Por Pilar, el 10 mayo 2015

    Esto del «ocho» para el humor debe ser un número talismán, porque te ríes con «ocho apellidos vascos», ahora, la obra maestra, de humor y buen talante es esta que nos has descubierto con tu artículo. Gracias por poner al fin de semana un toque de «muy buen rollo».

  • Luis Sanchez

    Por Luis Sanchez, el 13 mayo 2015

    Gran película y buena crítica, gracias.
    Si sois de Madrid, la encontrareis en las bibliotecas públicas. En este sentido la de Manuel Alvar está muy bien.

    • Ignacio

      Por Ignacio, el 13 mayo 2015

      Gracias por el dat Luis!

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