Pablo Guerrero: “Hay muchas formas de tenernos atados”

El cantautor Pablo Guerrero. Foto: Enrique Cidoncha.

El cantautor Pablo Guerrero. Foto: Enrique Cidoncha.

Llega con un nuevo disco que abraza árboles y almas. Se llama ‘Catorce ríos pequeños’ y lo presenta en Madrid el sábado 7 de marzo. Todo un canto a la Naturaleza. Pablo Guerrero ha editado más de una docena de discos y otros tantos libros de poesía. Mima las palabras y hace alquimia musical y social. Su conocido tema ‘A cántaros’, un himno en la época de la lucha contra la dictadura, ha cumplido más de 40 años, pero lo que dice cobra hoy una actualidad que asombra. Sí, tiene que llover a cántaros, «enterrar lo caduco» y nacer «una sociedad nueva, más justa y humana». «Hay que salir de la siesta, de la modorra del conformismo».

Nació en Esparragosa de Lares (Badajoz, 1946) y se empapó de la música popular extremeña para renovarla. No ha dudado en mezclarla con el flamenco, el jazz, los ritmos étnicos, el folk americano o la música electrónica a lo largo de estos años. Desde su primera canción (Amapolas y espigas), publicada en 1969, ya ha llovido. Más de cuatro décadas componiendo y cantándoles al compromiso social y a la ternura hicieron que la Academia de la Música le otorgara el ‘Premio a toda una vida’.
Pablo Guerrero nos recibe en su casa, en uno de los barrios más líricos de Madrid, como no podía ser de otra forma: la Ciudad de los Poetas. Todo fluye, como sus ríos-canciones.

El disco está lleno de bosques callados, ritmos lunares, brotes de otoño, nieve soñada, halcones de hielo, conchas marinas, selva, viento, arena… ¿Es un canto a la Naturaleza?

Sí, lo es. La primera canción que hice fue Mano sobre mano; me vino la idea en la Selva de Irati en Navarra. Es una zona que me gusta mucho visitar, sobre todo en otoño. Perdido en aquella selva se me ocurrió hacer el disco, es un canto al momento de plenitud sentido ante la Naturaleza, cuando parece que estamos en paz y armonía con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Luego apareció en el disco también el humor, la melancolía, y no los quise quitar. Pero, sobre todo, es un canto de amor a la Naturaleza. Creo que vivimos en un planeta maravilloso, estamos tan acostumbrados a ver árboles, nubes o noches estrelladas que no nos damos cuenta de lo mal que nos portamos con la Tierra. No la tratamos como habitantes enamorados, la tratamos mal y ella se defiende.

¿La música y la Naturaleza son lugares donde uno puede reconciliarse con todo?

La música busca la armonía, como el arte en general. Y sí, ese estado de armonía y tranquilidad con los demás yo creo que es posible. Vivimos en una época muy convulsa de cambios muy veloces, nos meten miedo al futuro, nos atemorizan con lo que pueda venir… Hay que intentar vivir el tiempo lentamente, eso nos lo enseña la Naturaleza.

Estas 14 canciones son 14 ríos que intentan llevarnos… ¿hacia qué corrientes?

Si hay que buscar una finalidad en el disco, sería provocar un encuentro con uno mismo, ese momento de paz interior. Creo que es más para disfrutarlo, para sentirlo, aunque todo lo que hago tanto en la poesía como en las canciones es intentar provocar pensamientos no habituales. Estamos siempre pensando en lo que hay que hacer, en los problemas que tenemos que solucionar, y provocar pensamientos distintos, aunque sea unos segundos, me parece que es el objetivo de todo lo que hago. Sobre todo hay que escucharlo dejándose rozar por las armonías y la música. Hemos querido que tenga fuerza y que a la vez sea delicado. Esa especie de dualidad, de contrarios, creo que está conseguido.

El agua no sólo aparece en este trabajo sino en otras canciones y poemas. ¿Cómo es tu relación con este elemento?

Es buena (Risas). De niño estaba empeñado en aprender a nadar. Nos escapábamos mis hermanos y yo durante la siesta. Imagínate en Extremadura está prohibido por el calor… No se puede salir a la calle. Íbamos al río y aprendíamos a nadar. Luego supe que estamos hechos de agua y, además, somos tierra (minerales), fuego (combustionamos), aire (respiramos). Todo estos elementos naturales están dentro de nosotros. Añado, como dicen algunas filosofías orientales, el cosmos. Y todo eso está en mí. Somos muchas más cosas, pero eso ya sería demasiado metafísico (Risas).

Ese mundo contemplativo y la filosofía Zen están presentes también en tu poesía.

Es que en los 80 hice mucho yoga, me acerco a las filosofías orientales, desde la experiencia normal interior mía. Todo aquello impregnó mi forma de ver la vida y el mundo. Son técnicas que potencian cualidades que tienes ya dentro. Me enseñó a ver la belleza del mundo de forma especial. Y de la gente. Veo guapo a todo el mundo (Risas). Bueno, no, a los señores del poder y del dinero no los veo guapos.

En uno de los temas, ‘Confesiones de un sexagenario’, revelas dos cosas. La primera: “Ando despacio cuando tengo más prisa”. ¿Esto tiene que ver con la labor artesana de la canción?

Sí, es que me considero más un artesano que un artista. Cuando era niño, mi padre me decía que me iba a dedicar al campo y yo no quería. Sin embargo, me encantaban los artesanos. Iba al zapatero a ver cómo trabajaba, era muy amigo del hijo del herrero y cuando iba a la fragua me maravillaba ver cómo el hierro tomaba formas. Me gustaba también mucho la madera, iba mucho a ver a un carpintero. Es una pena que esta sabiduría de los viejos oficios se pierda. De alguna manera, todo esto está en mi forma de hacer canciones. Las escribo, se las enseño primero a mi mujer, luego a algún amigo o amiga poeta, las dejo reposar meses, un año o lo que haga falta. Veo cómo pasa el tiempo por ellas. Si al cabo de ese tiempo me siguen gustando las selecciono. Todas las músicas de este disco las he trabajado con Luis Mendo y ha sido todo muy fácil, muy fluido, con las maravillosas colaboraciones de Olga Román, Jabier Muguruza y Paco Ibarra.

La otra confesión de sexagenario es que “abierta seguirá la caja de las rebeldías”. Toda una declaración de intenciones…

(Risas) Bueno, sí. Yo creo que a partir de cierta edad se le pide a una persona que sea muy poco rebelde y no es así. Hay mucha gente de mi edad que estudia en la universidad, que va a manifestaciones, que sigue siendo luchadora. Yo quiero seguir escribiendo siempre. Algún día dejaré de cantar, pero espero terminar mis días mayor y rebelde.

Varios cantantes se hicieron nube en un disco homenaje (‘Hechos de nubes’) a tu música. ¿Cómo es verse cantado y versionado por los demás?

Muy emocionante. La verdad es que me gustaron las versiones mucho más que las mías (Risas). Oír mis canciones en la voz de Ismael Serrano, Javier Ruibal, Luz Casal, Aute, Javier Bergia, La Cabra Mecánica, fue pura magia. Es un regalo ver cómo las llevan a su forma de sentir la música. Las canciones pasan a ser de otros cuando las haces. Fue muy halagador y me dio mucho ánimo porque pensé que no era tan mal compositor (Risas). Cuando estoy un poco bajo de moral me pongo ese disco.

Dices que tienes dos maestros artísticos (Lorca y Leonard Cohen). ¿En qué medida cada uno?

Yo leía poesía desde niño, me gustaban Rubén Darío, Machado… Luego más mayor leí ya a Lorca y me pareció increíble. Disparó mi imaginación. Quise ser poeta por la lectura de Lorca. En lo musical, Leonard Cohen me impactó principalmente por el primer disco. Suzanne me parece una canción imperecedera. Siempre va a quedar en el recuerdo de quien la escucha.

Mirando hacia el folclore norteamericano revestiste el folclore extremeño para hacer que perdure. ¿La clave es revestir?

Mi clave es muy sencilla: música tradicional de Extremadura y España, melodías nuestras envueltas con armonías y ritmos que yo siento y que están también el el folk americano. Escucho también rock, me gusta Springsteen, Nirvana, U2, jazz. Ahora escucho bastante el nuevo country americano e inglés.

Pero todo este lío musical tuyo, al final, ¿de donde te viene es del campo?

Sí, aunque mi mujer dice que soy muy urbanita (Risas). Me gusta la ciudad, vivir en Madrid, viajar y conocer ciudades. A Madrid debería dedicarle un disco, a lo mejor el último que decida publicar se lo dedico a esta ciudad. Pero el campo es una necesidad que tengo. Nací en el campo, bebí lo bueno y lo malo de la cultura rural en un pueblo muy pequeño (Esparragosa de Lares). En mi niñez era un pueblo mal comunicado, aislado, y conservó muy bien el folclore, se cantaba mucho y se sigue cantando. Se cantaba en la matanza, en la siega, la vendimia, cuando se traía la aceituna. Eso lo echo de menos. La vida de la gente estaba marcada por el cambio de las estaciones, los niños no jugábamos a los mismos juegos en verano que en invierno. Había un hilo umbilical con la Naturaleza, el hombre moderno se encuentra un poco huérfano quizá porque ha perdido ese hilo.

Defender esas músicas y en acento extremeño no era fácil…

En aquella época cantar con acento extremeño o con acentos regionales era extraño. Sólo se admitía en el flamenco. Lo demás no. Había que pronunciar y vocalizar muy bien con acento castellano. Recuerdo haber tenido problemas con un productor que me decía que yo no pronunciaba las eses y que así no se habla en castellano. Algunos me decían que cantaba como un paleto y que hacía música de paleto.

En 1976 ya hiciste aproximaciones al jazz y un año después al flamenco. Ahora es muy normal esto de mezclar, pero en esos años no lo era tanto…

No, no lo era tanto. Me gustaba mucho el flamenco. Cuando iban cantaores a mi pueblo me quedaba maravillado. Me tomé en serio estudiar guitarra flamenca, aprendí mucho. Con el tiempo se reposan las cosas y se entiende mejor. Luego cuando hice lo de la música electrónica con Suso Saiz en El hombre que vendió el desierto o Toda la vida es ahora mucha gente lo entendió, pero otras personas no. Decían que el verdadero Pablo Guerrero es el los años 70. Pero me alegra haber arriesgado y haber hecho lo que me gustaba en cada momento. Siempre me planteé mi trabajo como algo pequeño y tranquilo. Tengo la suerte de tener un público muy fiel que compra mis libros y mis discos, hasta los malos (risas). Eso me ha permitido seguir, mantenerme alejado de la industria y moverme con libertad e independencia.

Cuando eras profesor en Moratalaz no te planteabas en serio lo de la música.

No, la verdad es que pensé que mi paso por la música iba a ser muy fugaz porque era muy tímido. Ahora lo soy mucho menos. Antes, hacer una entrevista era para mí tremendo (Risas). La gente que me conocía me decía que en esto no iba a durar nada y ya llevo 40 años.

Dices que “la misión del artista es proponer cosas antes de que cristalicen como tópicos o lugares comunes”.

Sí, es que me interesan los artistas que, de alguna manera, son capaces de iluminar el presente y anticipar el futuro. No estoy defendiendo un arte visionario sino más bien un arte capaz de partir desde la intuición, desde los sentidos totalmente alerta. Me gusta el reto de escribir desde lo que no sé, pero intuyo, sorteando la supremacía de la «razón». Sería un arte arracional, pero no confundirlo con irracional. Un arte que provoque sentimientos y pensamientos más libres y menos  habituales.

De aquel disco dedicado al público infantil (‘Un barco de sueños’), ¿qué recuerdo te queda?

Fue un proyecto de Suburbano, el grupo de Bernardo Fuster y Luis Mendo. Me pidieron las letras. Tengo un recuerdo muy bonito. Me invitaron a leer los textos en algunas guarderías. Recuerdo como una experiencia impagable ver las caras de los niños imaginando barcos llenos de naranjas. Las músicas de tantos amigos, un regalo.

Por supuesto, no vamos a terminar la entrevista sin hablar de ‘A cántaros’. Recupero algunos versos: «Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes, pero ¿quién nos ata?». La pregunta es: ¿Quién o qué nos ata hoy?

Estamos obligados a vivir en la supervivencia. Nuestra mente está la mayor parte del día ocupada en resolver nuestros problemas más inmediatos. Al poder esto le interesa. Deberíamos dedicar veinte minutos al día, al menos, para desarrollarnos como personas, como seres humanos. ¿Cómo pedir a una persona con riesgo de desahucio que vibre ante Las Meninas? Hay muchas formas, cada vez más sofisticadas, de tenernos atados. Creo que las nuevas generaciones sois mucho más conscientes de estos mecanismos. Los jóvenes pedís libertad y bienestar social para todos, pero también libertad y bienestar personales.

«Ellos seguirán dormidos en sus cuentas corrientes de seguridad (…) pero tú y yo sabemos que la siesta se acaba». Escrito hace más de 40 años y parece que nos habla hoy. ¿Estamos viviendo el final de una siesta larga?

Todo cambia a una velocidad vertiginosa. Me parece muy bien enterrar lo caduco, lo que se ha convertido en un fardo inservible, y proponer una sociedad nueva, sin tantas relaciones de poder, mucho más justa, más humana, con más limpieza y transparencia. Hay que salir de la siesta, de la modorra del conformismo, e intentar para todos un tiempo nuevo.

«Que es tiempo de vivir y de soñar y de creer, que tiene que llover a cántaros». ¿Cómo será esa lluvia que tiene que caer?

Me gustaría que fuese una lluvia amable, bondadosa, purificadora.

¿Lloverá música?

Eso siempre. Me gustaría que lloviese música y poesía. Y que todo el mundo abrazase la aventura de dejar el mundo mejor que el que recibimos cuando nacimos. No hablo de grandes heroísmos y hazañas. Para mí basta con conseguir una micra, de micra, de micra. Cada cual con sus capacidades, con sus deseos de implicación y de aventura.

Pablo Guerrero presenta su disco ‘Catorce ríos pequeños’ el 7 de marzo en la sala Galileo Galilei de Madrid.

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Comentarios

  • Paloma Ctrl

    Por Paloma Ctrl, el 07 marzo 2015

    Desgraciadamente, SI. Los mecanismos para tenernos atedos no son nuevos, pero si más sutiles.

  • NINO SÁNCHEZ

    Por NINO SÁNCHEZ, el 07 marzo 2015

    Hola Silvia soy un buen amigo y compañero de músicas y cacniones del bueno de Pablo Guerrero. Me encanta el reportaje que le has hecho. Y aue siga loviendo buena música.

    http://45aniversario-ninosanchez.blogspot.com

  • NINO SÁNCHEZ

    Por NINO SÁNCHEZ, el 07 marzo 2015

    Me encanta tu entrevista al bueno de Pabo Guerrero, buen amigo y compañero. Y que sig loviendo buena música

    Nino Sánchez

  • Víctor

    Por Víctor, el 17 marzo 2015

    La verdad es que escuchar este nombre y enseguida le pongo apellido: ‘Tiene que llover’. Yo soy de otra generación, pero he mamado esa idea de cambio y de no conformarnos con lo que nos obligan a coger.

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