Pablo Herrán de Viu: un canto a la lucha por los sueños

El escritor Pablo Herrán de Viu.

El escritor Pablo Herrán de Viu.

El escritor Pablo Herrán de Viu.

El escritor Pablo Herrán de Viu.

Pablo Herrán de Viu (Mallorca, 1986) ha localizado su primera novela, ‘Manuel Bergman’ (editorial Dos Bigotes), en la periferia de Nueva York. En ella un joven rompe con su pasado acomodado para lanzarse a escribir el guión de cine por el que se mudó a esta ciudad. ‘Manuel Bergman’ se presenta como una obra de crecimiento personal, y como una auténtica oda al romanticismo, a la lucha por los sueños.

Nueva York ya no es esa ciudad idílica que fue. Sobre sus espaldas, cargan los fracasos diarios de decenas de artistas que acuden a ella con el fin de atrapar un futuro prometedor. Deambulando por ella, el protagonista se cruzará con personajes de lo más variopinto que le mostrarán diferentes formas de afrontar sus realidades y que le irán facilitando el camino hacia ese objetivo sin el que se siente vacío existencialmente.

El libro trata de la voluntad de hacer lo que uno lleva dentro. Una auténtica oda al romanticismo.

Es el empeño de una persona que tiene muy claro lo que quiere hacer, adónde quiere llegar, y está encontrando el modo de cómo vivir para conseguir llegar a ese punto. En el inicio de la novela se ha montado una realidad que es cómoda para él, pero que está viendo que no le conduce a su objetivo. La narración se abre justo en este momento, cuando da un salto al vacío, hacia lo desconocido, pero con una actitud más abierta para conseguir sus objetivos.

Este salto al vacío, esta ruptura total con su zona de comfort, es lo que le lleva a cumplir su meta. Pero antes de alcanzarla, tiene que sobrepasar una serie de catastróficas desdichas.

Son piedras que se va encontrando en el camino, pero que él las revierte en material para ir poquito a poquito acercándose a su objetivo de narrador. En la situación anterior, en la que vivía en pareja cómodamente, se siente falto de esa motivación y al someterse a sí mismo a lo desconocido, adopta una actitud vulnerable que le convierte automáticamente en una esponja. Gracias a esto, absorbe todo lo que tiene alrededor y a partir de ahí va evolucionando como persona y como creador de historias.

Todos estos baches que se encuentra en el camino son enfocados desde una actitud muy irónica. Como si hubieras escrito la novela con una sonrisa de medio lado todo el tiempo.

Cuando la gente me preguntaba el género de lo que estaba escribiendo, me costaba mucho definirlo. Yo recuerdo que me reía un montón en mi habitación y de que me lo estaba pasando muy bien, aun siendo consciente de que era una especie de drama lo que estaba escribiendo: un drama contado con la ligereza de un veinteañero que se está enfrentando a la vida con el optimismo y la inocencia de un chico recién salido del huevo.

Los problemas del s. XXI en Occidente.

Exacto. Más que problemas, es la lucha por conseguir tus sueños. Una pelea que muchas veces fracasa, pero que otras muchas no.

Por lo tanto, es una novela de aprendizaje.

Es una novela de iniciación, de aprendizaje, que realmente tampoco acaba llegando a un punto definido: acaba siendo el mismo chico y la misma situación, pero él ya se siente realizado. En la novela de aprendizaje sobre todo para mí, ya que muchos de los personajes y de las vivencias que aparecen en el libro son autobiográficos.

Quizá por eso la mayoría de los problemas que van apareciendo en la novela sean tan reales, problemas del día a día.

Algunos de estos personajes fueron relaciones muy fugaces, pero que me llamaron mucho la atención por su forma de vivir. Yo entiendo Nueva York como una ciudad que te está planteando continuamente retos y cada uno los afronta como puede. Entonces, según me cruzaba con gente, cada uno se enfrentaba de manera totalmente diferente: algunos desde la depresión, otros banalizaban todo y se centraban únicamente en lo materialista, otros desde la soledad…

Uno de estos personajes, Zenia, quizá represente ese enfrentarse a la ciudad de Nueva York desde el punto más hipócrita. Él da la lección al protagonista de que nadie le va a valorar si no se valora él mismo, pero acaba diciendo que tiene que ponerse un precio. Una contradicción en la misma frase.

Exacto. Éste fue una de las personas que se cruzaron en mi camino. Lo que más me impactó de él fue su manera de vivir, pero lo que más gracia me hacía era que hablaba sobre la vida desde un punto de vista filosófico, como si hubiera pensado mucho sobre lo que decía. Pero lo contradictorio era que se refería únicamente a cosas materialistas y superfluas. Su discurso lo desarrollaba con palabras grandilocuentes, pero actuaba de manera muy cutre. Su única meta era forrarse y todo lo que suponía saltarse esa regla para él era un sinsentido.

En este collage de personajes está la otra cara de la moneda de Zenia: Eve. Una anciana con bastante cordura dentro de la locura.

Eve es otro de los personajes con los que me crucé durante mis aventuras por Nueva York y que desde el primer momento me asombró. Como tú dices, tiene una gran cordura dentro de su locura. A mí me parece que esto estaba motivado porque era una mujer que había vivido sola toda su vida y defendía mucho la soledad como elección personal. Yo tengo la teoría de que esta locura simplemente era consecuencia de no haber compartido espacio con gente. Esto indudablemente le llevaba a hacer las cosas a su manera: su día a día lo había diseñado a su manera. Creo que era una persona extremadamente original.

El protagonista se acerca a toda esta serie de personajes con una mirada analítica, sin prejuicios.

Cuando te lanzas a una nueva aventura, normalmente tienes que empezar de cero en todo. Esta sensación que yo tuve después de estudiar mi carrera en Barcelona y mudarme a Nueva York quise transmitírsela al protagonista de la novela. Así, él se encuentra con personajes y situaciones de las que no tiene ninguna idea y las aborda desde una visión de inocencia y apertura. Así, se junte con quien se junte, él está observando, no prejuzga: intenta compartir sus puntos de vista.

Actúa desde la distancia.

Muchos de mis primeros lectores, cuando buscaba opiniones, me comentaban esto. Veían al protagonista como el lienzo sobre el que se retratan los otros personajes.

Tiene esta actitud para empaparse y poder llenar esa hoja en blanco a la que lleva tanto tiempo enfrentándose.

Esa hoja en blanco es él mismo. Él parte de un momento en el que ha estado dos años con la hoja en blanco que es él mismo: una persona carente de experiencias que le hayan impactado, de ideas propias… Durante estos 15 días no sólo empieza a rellenar esa hoja en blanco literariamente, sino que también empieza a llenarse él personalmente de experiencias.

Jorge, el protagonista, tiene que ver mucho con Pablo Herrán de Viu. Es tu primera novela. ¿Cómo afrontaste tú esa hoja en blanco? ¿Desde la misma perspectiva que Jorge o desde un acercamiento más proactivo?

La afronté de una manera muy parecida a la de Jorge. Durante el proceso de esta novela, yo hacía uso de la ciudad en la que vivía, de los personajes con los que me cruzaba… En algunos momentos yo sentía que estaba haciendo un trabajo periodístico: me exponía a las mismas situaciones del protagonista para conseguir una historia muy personal. Por ejemplo, si una escena se desarrollaba en un barrio concreto, yo estaba allí unos días tomando notas y captando la esencia del lugar. Esto es lo mismo que hace el protagonista durante el relato.

La novela la enmarcas en Nueva York. Pero no en la ciudad de cine que todos tenemos en la cabeza, sino en la periferia, extrarradios cargados de belleza.

Ha habido gente que en cuanto ha leído la contraportada me ha comentado: “Qué mejor ciudad que Nueva York para escribir una novela”. Enseguida se van al cliché. Yo he elegido esta ciudad porque es un lugar donde estuve viviendo durante un tiempo largo y donde maduré, por lo que tenía que suceder allí la novela. Como lo hice según mi propia experiencia, me basé en esa ciudad dura en la que estuve luchando y peleando esos años. Una ciudad hostil, pero que sin embargo te da fuerzas para salir adelante.

Tú no te basas en este Nueva York para desarrollar tu novela, pero tu personaje sí que tiene esa idea en la cabeza. ¿Por qué crees que tantos fracasos artísticos pesan sobre la espalda de esta ciudad?

Nueva York creo que fue hace unos años ese lugar que todavía se conserva en el cine, en el arte… Era un lugar idóneo para llevar ese tipo de vida. Pero hoy en día está regido por un capitalismo salvaje que no he visto en ningún otro sitio y donde la gente que allí habita es consecuencia directa de ese capitalismo. Ves a gente totalmente materialista que llegan a puntos extremos y a gente que es víctima de este capitalismo y que, si tienen un accidente, están jodidos por no tener seguro. Yo creo que Nueva York es muy diferente a lo que fue, aunque todavía se conserva esa idea de lugar idílico, de los sueños. A día de hoy te tienes que matar a trabajar simplemente para sobrevivir.

En un momento hablas de la escritura como una idea de medicina.

La escritura para mí representa el momento en el que me doy cuenta de quién soy yo: me revelo mucho más a mí mismo que en mis interacciones sociales o ante la soledad. En el momento en el que me enfrento al papel es cuando me veo a mí mismo y voy sacando conclusiones sobre mi entorno. Me ayuda a clarificar en qué punto estoy, quién soy y hacia dónde voy. Sin esa actividad constante en mi día a día me conocería mucho menos y estaría mucho más perdido… De lo que estoy… (Risas).

También dices que cuando un escritor siente que le ha llegado el final, es el momento de escribir el principio. ¿En qué estás metido ahora?

Ahora estoy escribiendo una segunda novela que sentí el final antes de acabar Manuel Bergman. En este caso se trata de una novela que escribí a lo largo de ocho meses: una especie de vomitona literaria. Después de este tiempo tuve la necesidad de aparcarlo, y ahora lo he retomado para ver qué se puede salvar, reescribiendo muchos pasajes…

¿Podemos entonces asegurar, como ha dicho Luisgé Martín en un tuit, que ha nacido un nuevo escritor?

Hombre, claro que sí. Nada más acabar esta primera novela, antes de que se publicara o antes de todo, un amigo me preguntó que si me consideraba un escritor. Y mi respuesta fue que sí. Yo me considero escritor porque es una actividad que practico diariamente y sobre la que pongo todas mis fuerzas.

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