Pardela cenicienta: las ‘princesas guanches’ no se meten a la cazuela

Pardela cenicienta (Calonectus diomedea) en Alegranza (Archipiélago Chinijo, Lanzarote). Foto: Isaac Vega / WWF

Pardela cenicienta (‘Calonectris diomedea’) en Alegranza (Archipiélago Chinijo, Lanzarote). Foto: Isaac Vega / WWF

Hoy, ‘El Arca de la Tierra’, la sección mensual que han puesto en marcha WW-España y ‘El Asombrario’, se detiene en la maldición culinaria de la pardela cenicienta, un ave clasificada como vulnerable y que ha sufrido como pocas especies el acoso furtivo en Canarias para cazar sus pollos por considerarlos un manjar. Nos sirve la pardela, además, para hablar de otros modelos de turismo. El archipiélago Chinijo, enclave fundamental para esta ave migradora, está aún a tiempo de convertirse en un modelo ejemplar de turismo sostenible y no derivar en la masificación depredadora de otros lugares turísticos.

Por ISAAC VEGA / WWF

Cuando el sol se esconde en las noches veraniegas, miles de sombras procedentes del océano regresan a tierra firme. El espectáculo es impresionante y da igual que camines al borde del acantilado, entre rocas volcánicas costeras o por sendas de arena sahariana transportada por vientos alisios. En el deshabitado islote de Alegranza (al norte de Lanzarote) todo está salpicado de grietas y huras (la entrada a las galerías subterráneas donde crían) y vayas por donde vayas podrás verlas o escucharlas. Con sus voces lastimeras similares al maullido de un gato (kaa-guá, kaa-guá… aguachiguachigué-guachigué…) los padres y madres de las pardelas cenicientas avisan de su llegada. Pasaron el día mar adentro, pescando caballas y calamares (además de boquerones, sardinas o sepias) y al caer la noche retornan a sus nidos para incubar los huevos o cebar a sus hambrientos pollos.

La cenicienta es una de las siete especies de pardelas observables en nuestros mares. Es un ave migradora y pelágica, frecuente en costas y aguas del mar Mediterráneo y del océano Atlántico, que también está presente en las islas Azores, Berlanga, Madeira y Salvajes (Portugal). Se estima que en Europa existen entre 140.000 y 210.000 parejas y unas 90.000-150.000 son de la subespecie borealis: unas 30.000 viven en Canarias, entre 11.400 y 13.400 en Archipiélago Chinijo y de ellas 10.000-12.000 parejas en Alegranza, convirtiéndolo en el enclave más relevante de Canarias y el segundo más importante para la subespecie, tras el de Salvaje Grande.

Es un ave de gran tamaño que alcanza una longitud de hasta 56 centímetros (desde el pico a la cola) y 1,25 metros de envergadura alar, pesa unos 800 gramos y puede vivir hasta 20 años. Entre finales de mayo y principios de junio, pone un huevo que será incubado durante 55 días por ambos padres y que suele eclosionar durante la segunda mitad de julio. Durante el día, el pollo espera la llegada de sus padres escondido en el fondo de una grieta, galería rocosa o en una madriguera de arena, bajo la vegetación o en cuevas. Pueden nidificar de forma aislada, pero suelen hacerlo de forma colonial y ciertas cuevas de Alegranza están ocupadas por más de 200.

Bien alimentada, la bola de grasa y plumón grisáceo alcanza en poco tiempo el medio kilo de peso y abandona el nido entre mediados de octubre y noviembre. Los furtivos lo saben y, aunque su captura está prohibida, intentan sortear a las patrullas del Seprona y a los voluntarios de WWF España para atraparlos, consumirlos o venderlos en el mercado negro.

Tradicionalmente, los pollos sufrieron una persecución por parte del hombre. La pardela es muy apreciada en cocina, ya que al alimentarse de presas marinas es considerada un manjar con gusto marinero y gran valor nutricional. A pesar de que las mayores capturas debieron producirse a finales del siglo XIX, esta actividad se ha desarrollado en fechas recientes en toda Canarias, con mayor incidencia en los islotes más orientales y más intensivamente en años de escasez.

Desde su protección en 1973, sus huevos y pollos no pueden sacarse de sus nidos, ni comerciar con ellos o comérselos. Está clasificada como “Vulnerable” en el Catálogo Español de Especies Amenazadas, incluida en el anexo I de la Directiva Europea de Aves y en el Convenio de Berna. A pesar de ello, en las décadas de los 80 y 90 hubo un repunte en su caza ilegal y se produjeron grandes expolios de polluelos.

En la actualidad, no es razonable ni sostenible seguir matando pardelas para alimentación humana ni para satisfacer el capricho culinario de unos pocos, pero a pesar de su protección el furtivismo sigue activo, por lo que aún son necesarias jornadas de vigilancia de 24 horas para evitar su exterminio en algunos enclaves.

Con el fin de disuadir a los furtivos que se acercaban (normalmente de noche, dado el carácter ilegal de su actividad) y en caso de necesidad avisar a las autoridades competentes, desde 1998 cuadrillas de personas voluntarias y técnicos de WWF patrullan el islote de Alegranza, especialmente por la noche. Desde agosto hasta la mitad de noviembre permanecen alerta para evitar cualquier molestia en la colonia. En ese período, los pollos atraviesan una fase crítica en su desarrollo antes de realizar su primer vuelo. Además de las labores de vigilancia, los voluntarios aprovechan para recoger los numerosos residuos devueltos por el mar a la costa, uno de los principales problemas de conservación de la zona. Gracias a la campaña de conservación, sensibilización y vigilancia de WWF, el Archipiélago Chinijo ha sido escenario de una exitosa escuela de voluntariado en la que han participado más de 1.700 personas que han sensibilizado e informado a turistas, realizado limpieza de costas y fondos marinos, censos de invertebrados, plantas endémicas e invasoras y aves.

Además del furtivismo pardelero, la especie está sometida a otras graves y crecientes amenazas: depredación en el nido por mamíferos introducidos (gatos y ratas); capturas accidentales en artes de pesca como el palangre (muy utilizado en Sudamérica, donde inverna, y en la costa noroccidental africana, adonde se desplaza algunos días en época de cría); consumo de restos flotantes (plásticos, etc.) y enredos en artes de pesca abandonados; contaminación lumínica que desorienta y provoca deslumbramientos sobre todo a jóvenes en sus primeros vuelos; y en menor medida atropellos en carreteras y colisiones con tendidos.

A lo largo de octubre y en menor medida noviembre, las jóvenes pardelas guanches que sobreviven al verano, crecidas y con una buena cantidad de grasa acumulada como combustible, emprenden un largo viaje hasta las costas de Sudamérica, donde pasarán 4 o 5 años hasta que un mes de febrero regresen a las colonias donde nacieron para reproducirse y multiplicar la especie.

Tras más de dos décadas trabajando por la conservación del ave marina más emblemática del Archipiélago Chinijo, a mediados de pasado mes de mayo llegó la primera sanción ejemplarizante contra su furtivismo: diez personas fueron condenadas a pagar 8.640 euros cada una (24 meses de multa a 12 euros por día) por cazar y comer un guiso de pardelas en Alegranza en septiembre de 2015.

Esta sentencia revela que hay mucho trabajo por hacer en la conservación del espacio marítimo terrestre más importante de Canarias. Al margen de numerosos endemismos terrestres, más de 200 especies de peces y cetáceos surcan sus aguas, pero su protección sigue en el aire, ya que desde su creación como Parque Natural en 1986 no ha contado con un órgano propio que permita la participación en las decisiones sobre la gestión del espacio de los diferentes colectivos afectados (población local, pescadores, marisqueros, hosteleros, administraciones públicas y ONG).

Chinijo (espacio natural protegido como Reserva Marina, con la isla de La Graciosa como punto más conocido y visitado) necesita asegurar su gestión para lograr un modelo ejemplar de turismo sostenible; aún estamos a tiempo de conseguir que el archipiélago no se convierta en lo que han derivado otros lugares turísticos. En WWF seguiremos trabajando para lograrlo, para que al caer las noches sus cielos estivales sigan disfrutando del trasiego de princesas guanches venidas del océano.

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Comentarios

  • Juanito pardelo

    Por Juanito pardelo, el 26 junio 2019

    A esos que han cogido comiendo pardelas deberían meterles más multa. Dado q son políticos, empresarios de muy alta capacidad económica. Éstos cuando los pillaron, y debido a su alta alcurnia movieron los hilos pertinente para cargarse a la jefa del seprona. Creo q ya no ha podido trabajar más por depresión. Hasta convencieron a compañeros de ella para q firmarán declaraciones falsas en su contra. Así nos va. Deberían profundizar en la investigación. Hay mucho más bajo la superficie

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