“Hemos pasado de ser mamíferos normales a reducir nuestra vida a un establo”

El escritor Sergi Puertas.

El escritor Sergi Puertas.

El escritor Sergi Puertas.

Estabulario (Impedimenta) es como ha llamado Sergi Puertas (Barcelona, 1971) a su nuevo libro de relatos. Un título muy apropiado. Subraya el autor en esta entrevista: “Cada mañana suena el despertador a primera hora, nos metemos en un bloque de cemento, volvemos a casa a poner la televisión… Creo que como especie se nos está dando fatal”.

En Estabulario, Sergi Puertas sumerge al lector en seis mundos distópicos (bajo una visión apocalíptica muy Black Mirror) que actúan como auténticos reflejos de “toda la locura que nos rodea actualmente”. La tecnología juega un papel fundamental, puesto que se trata de una herramienta que todavía no somos capaces de abarcar. “La misma cuerda que le sirve al alpinista para escalar, le sirve al suicida para ahorcarse. Y yo creo que con la tecnología nos estamos ahorcando”, lanza Sergi Puertas.

‘Estabulario’. ¿Por qué?

Estabulario son estos entornos controlados que tienen en los laboratorios para experimentar con ratas. Allí las someten a estrés, experimentan con ellas… Esta palabra me la dijo un amigo científico y me pareció que encajaba perfectamente con el libro, ya que es un poco lo que hago yo con los personajes: ponerlos en situaciones muy extremas para ver cómo reaccionan. Ésa es la premisa.

Un título que encajaría perfectamente en cualquier ámbito de ficción.

Exacto. En eso se basa la ficción: crear una situación donde normalmente hay conflicto y ver cómo los diferentes personajes actúan en ese ámbito.

Abres al lector un mundo de seis distopías.

Exacto. Se trata de un conjunto de relatos que partió de toda la locura que nos rodea: los mensajes publicitarios, el e-mail, las alertas, las centrales nucleares, el coaching, la violencia de género… La idea era intentar capturar todo eso en formato ficción. Yo tengo la percepción de que la literatura actual tiene un fondo continuista a nivel de formato: son libros que cambian los detalles, pero que podrían estar escritos en los 80. Por ello mi idea fue hacer algo moderno, algo que capturara un poco todo este caos y festival.

Creas un mundo distópico que nace del reflejo del mundo real. Un futuro que no parece tan lejano.

En realidad, a casi todos los niveles, los cuentos son nuestro mundo con un par de elementos cambiados. No son cuentos muy complejos donde la realidad es muy distinta y los coches vuelan por el aire y tenemos tecnología muy desarrollada. Casi todo es a pie de calle. Todo el mundo tiene su coche, sus pisos…, todo es muy cotidiano. En el libro creo alguna tecnología que no existe actualmente y que me da pie a desarrollar historias que pueden imprimir más fuerza dramática que si estuvieras trabajando en el realismo puro y duro.

Coges toda esta fuerza dramática y le abres los ojos al lector ante esta realidad.

Yo tampoco estoy aquí para dar lecciones a nadie. Básicamente intento contar buenas historias y aprovecho las posibilidades que me ofrece el poder introducir elementos anómalos y tecnológicos en mis cuentos. De alguna manera, puede que de fondo haya un poco una voluntad de ver lo que nos está sucediendo a todos nosotros desde fuera. Funciona un poco como un espejo a ciertos niveles.

Y creas cierta incomodidad, cierto miedo. ¿Lo buscabas?

Este tema es bastante ambivalente. Creo que en el libro hay mucho humor. Puede ser muy incómodo para determinados estándares, pero yo lo veo como un libro que tiene bastante enjundia y risa. Eso lo relevo al terreno de la percepción de cada uno. Además, estoy muy conforme con el trato: gente que se ha reído mucho y otros a los que les ha dado mucho miedo. Se puede percibir como incómodo, pero depende de las percepciones de cada uno.

Son cuentos con fuerte pesimismo antropológico. Incluso en uno de ellos, un personaje llega a afirmar que “sólo hay un cáncer en la sociedad y se llama humanidad”.

Thomas Bernhard es un buen ejemplo del tipo de literatura que me entusiasma, al igual que Schopenhauer o Cioran. Personalmente soy bastante pesimista; no creo que haya que esperar nada bueno de nosotros como especie. Sólo hay que echar un ojo a todo esto en lo que estamos metidos. Hemos pasado de ser un mamífero normal a reducir la vida a esa especie de estabulario donde cada mañana suena el despertador a primera hora, nos metemos en un bloque de cemento, volvemos a casa a poner la televisión… A partir de aquí, creo que como especie se nos está dando fatal. La tecnología está muy bien, yo soy partidario de ella, pero todo lo que estamos haciendo con ella y el mundo que hemos creado y que estamos creando… No puedo decir nada bueno para describir nuestra especie.

La tecnología te importa mucho. La mayoría de los cuentos funcionan alrededor de ella.

Tanto la tecnología como las comunicaciones, publicidad, televisión, telefonía… todos ellos están muy presentes. Al igual que están muy presentes en nuestras vidas. Como decía anteriormente, lees libros de ficción que son gloriosos en muchos sentidos, pero que no veo que se esfuercen en plasmar cómo ha entrado la tecnología en nuestras vidas. Cada cual es libre de representarla o no, y me parece muy bien que haya diferentes formas de abordar la literatura, pero yo entiendo que si no estamos metiendo esto es porque es muy difícil de abarcar. Yo he hecho esta marcianada como un acercamiento, pero no me aproximo ni un poco a plasmar cómo es nuestra vida hoy en día.

Así que ves la tecnología como un elemento que no sabemos utilizar…

La veo como una herramienta que no podemos abarcar. La misma cuerda que le sirve al alpinista para escalar, le sirve al suicida para ahorcarse. Y creo que nos estamos ahorcando.

Tanto es así que en alguno de los cuentos, el móvil se utiliza como refugio hasta cuando el protagonista se va a morir.

Más que refugio, la palabra ahí es escapismo. No puedo hablar por los demás, pero sí noto esos impulsos en mí, que cuando más apretado me siento, más tiendo a empezar a perder el tiempo en Internet. Te lleva como a un estado de laxitud y estupidez donde de repente se te queda el cerebro en blanco y dejas los problemas de lado. El drama, a cierto nivel, es que los problemas siguen ahí, pero no haces nada por solucionarlo. Uno de los mensajes es ése.

Antes comentabas que parece que todas las vidas son iguales. ¿Nos hemos quedado sin opciones de salirnos del guión?

La pregunta me viene grande. No tengo ninguna idea. Lo único bueno es que a medio o largo plazo siempre hay una salida. Nada dura para siempre. Habrá un momento en que todo esto llegue al colapso. No sé si llegará por las buenas o por las malas.

Es curioso que en el libro no utilizas descripciones, no usas adjetivos. ¿Por qué utilizar este método?

Las descripciones tenían un sentido cuando realmente el mundo era distinto. Si eras una mujer de 50 años en una república soviética o un español en Murcia que lo más lejos que había llegado era a Málaga, tenía sentido leer libros en los que apareciera esto, ya que te abrían la vista a nuevas realidades. Pero a día de hoy, en la era audiovisual, ya hemos visto todo y no hay necesidad de explicar las cosas. Se da por sentado que el lector se puede hacer una idea. Y luego está el tema de que cuando tienes la capacidad de plasmar en imágenes todo lo que se ve como el cine o el cómic, una de las grandes bazas de la literatura es ocultar información sobre muchas de las cosas que aparecen ahí y que sea el propio lector el que rellene los huecos. A mí como lector me parece mucho más interesante estar leyendo un libro con neblina, con sombra, donde tengas que imaginar. Si se explica cómo son todas las cosas, hay un poco de magia que se pierde por algún lado.

Esa bruma, esa neblina, también la utilizas a la hora de escribir los cuentos. Al lector le metes en un mundo del que no tiene ningún tipo de conocimiento y poco a poco se lo vas despejando.

Cuando me pongo a escribir, me gusta tener las cosas muy claras de cómo es ese mundo, ese entorno, para no tener que andar explicándolas. Si tú no tienes muy claro cómo es el entorno, tiendes a ir explicándolo a la vez que se lo vas explicando a los demás. Como ya sé cómo es ese mundo, me puedo limitar a los personajes y a la historia y todo lo demás darlo por sentado. Así, puedo jugar con el lector aclarándole la historia según va interviniendo en el cuento.

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