Por la mujer: ‘No somos vasijas’ y la gestación subrogada

Foto: Andrew Blight / Flickr Creative Commons.

Foto: Andrew Blight / Flickr Creative Commons.

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El autor aborda un debate complicado: la regulación de la gestación subrogada -los mal llamados ‘vientres de alquiler’-, a raíz del polémico manifiesto ‘No somos vasijas’, firmado por un grupo de mujeres, filósofas y juristas. Paco Tomás defiende que una sociedad progresista y de futuro legisla «a favor de la posibilidad y no negando la posibilidad». «Creo que es precisamente por la mujer por quien hay que regular la gestación subrogada«.

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Siempre he defendido el papel del feminismo por encima de los prejuicios que la sociedad patriarcal nos impone culturalmente. Estoy convencido de que el movimiento de liberación LGTB, ese que ahora festeja el Orgullo por todo lo alto, no sería lo que es si el activismo femenino no hubiese sido vanguardia. Por eso, desde un posicionamiento de afinidad, el debate de la gestación subrogada me tiene confundido.

Me siento más vinculado con la defensa de la libertad que con la prohibición como estrategia de convivencia. Tras leer el manifiesto No somos vasijas, firmado por un grupo de mujeres, filósofas y juristas, con el objetivo de erradicar esa práctica, prohibida en España pero permitida en otros países como EE UU o Reino Unido, siento que tienen razón en el fondo, pero se repiten fórmulas prohibicionistas que muy poco han ayudado al progreso de la sociedad contemporánea. Somos mejores cuanto más educamos y menos prohibimos.

No estoy tanto a favor de la gestación subrogada como sí lo estoy en lo que respecta a la regulación de esa técnica de reproducción asistida. Y eso no significa que esté a favor de las granjas de mujeres ni de la venta de bebés. Condeno esas prácticas por abominables, como condeno el robo y tráfico de órganos, pero no concibo la idea de prohibir las campañas de trasplantes y donaciones, que no son otra cosa que una regulación de un altruismo absolutamente encomiable.

Me siento próximo a la gestación subrogada porque es una de las pocas opciones que tiene una pareja homosexual de poder crear una familia. Todos sabemos que la adopción, aunque sea legal en España, no es efectiva. Los problemas que tiene que afrontar una pareja de dos hombres para adoptar en nuestro país forman parte de una estrategia disuasoria. Si a eso añadimos que cada vez son menos los países que permiten adoptar a parejas LGTB (recuerden que PP, PSOE y CiU firmaron el convenio de adopciones con Rusia que vetaba a parejas gays y lesbianas), las posibilidades se reducen cada vez más. En España, la Plataforma de Asociaciones de Familias LGTBI lleva mucho tiempo peleando por lograr una regulación ética en España y el registro de los niños nacidos por esta técnica a nombre de los dos padres progenitores. De ahí que cuando leí en el manifiesto No somos vasijas que el deseo de ser padres-madres y el ejercicio de la libertad no implica ningún derecho a tener hijos, me sobresalté. Disculpadme redactoras del manifiesto, pero esa frase me recordó las palabras de Ana Mato diciendo aquello de que la ausencia de varón no era un problema médico, para impedir así el acceso de la mujer soltera o/y lesbiana a la fecundación asistida por la vía de la Seguridad Social. Eso, a mi entender, es prejuicio. Y el prejuicio no siempre llega acompañado de una moralidad cuestionable; a veces es, simplemente, víctima de un discurso. A veces somos víctimas de nuestros discursos, de lo que se espera de nosotros, y eso nos hace alejarnos de la realidad, de la calle, como precisamente le sucede a los políticos.

Entiendo esa parte del alegato feminista –y de cualquier ser humano con dos dedos de frente- que niega el neoliberalismo como manual de conducta emocional. Pero no estamos aquí debatiendo si nos gusta este sistema o no. Estamos debatiendo sobre qué hacemos con los hijos, con las madres, con los padres que ya forman parte de este sistema, por muy cabrón que sea. No estoy a favor de la esclavitud, ni del abuso, ni del maltrato, ni de cualquier situación que pueda vulnerar los derechos humanos. Pero sí estoy de acuerdo en que, cuando una mujer decida prestar su útero a la fecundación de un bebé de otra pareja, sí exista una ley que la proteja, que la valore y que la defienda. Igual que habrá personas que nieguen el aborto porque sus principios religiosos o morales les impiden aceptar algo así, me temo que la cuestión no es que lo aceptes o no. Estar a favor del aborto no es una obligatoriedad; es regular una posibilidad. Por eso no me gusta la prohibición, porque siempre me ha parecido la manera más torpe de educar.

Y a medida que me voy documentando encuentro renglones que me incomodan aún más. En la nueva ley de Registro Civil, el Grupo Parlamentario Socialista ha incluido una enmienda, la 103 en su apartado 11º, donde prohíbe explícitamente la difusión e información sobre técnicas de gestación subrogada. ¿Perdón? ¿Prohibir la información? ¿He leído bien? ¿Este artículo será delito cuando se apruebe la ley?

El discurso más negacionista está a punto de criminalizar, en su obcecación, a los padres que han hecho uso de la gestación subrogada. A veces siento que solo les falta acusarles de complicidad con la situación de los derechos humanos en el mundo. He hablado con esos padres, también madres, y, como es lógico, no pueden estar de acuerdo con lo que sucede en Ucrania, en Tailandia o en la India. Ellos piden una regulación que permita que sus hijos e hijas, que ya no son una posibilidad, son una realidad, puedan registrarse en España sin tener que vivir en la indecisión que provoca una ley inexistente. Hace falta una ley porque existe una realidad. No hablamos en abstracto. Hay niños, niñas, familias, madres gestantes que reciben una remuneración económica y que luego tienen vínculos con las familias,…hay tanta realidad que me parece peligroso negar su existencia y bloquear cualquier tipo de regulación.

Sé que ha habido quien compara esta polémica con la de legalizar la prostitución. No me parece similar porque el matiz altera muchas cosas pero, aceptando esa comparación, diré que he conocido a alguna mujer que se prostituía voluntariamente. No son mayoría y tampoco representativas de una realidad social, pero sí quiero habitar en un país en el que esa mujer, o esas cuatro o seis mujeres, tengan sus derechos (incluso obligaciones desde el punto de vista fiscal) cubiertos y respaldados por una ley. No me importa que sean una minoría, quiero sus derechos asegurados.

Habrá quien entienda en mis palabras una peligrosa intención de regular las relaciones y los vínculos humanos, algo que jamás debería someterse a la ley de la oferta y la demanda, como ordena la teoría neoliberal. Y lo comprendo, pero no deja de sorprenderme que defendamos eso en una sociedad constituida sobre el mayor contrato regulador y mercantilizador de los vínculos afectivos y emocionales: el matrimonio. Incluso la población LGTB hemos luchado y celebrado ese logro, el de poder firmar el contrato del amor. Y desde luego que hay personas que se casan con otras intenciones que no son la puramente afectiva. También hay intereses, comercialización, gente que compra un matrimonio para obtener nacionalidades, pero eso no impide que el matrimonio esté regulado.

Foto: Jim Simonson / Flickr Creative Commons.

Foto: Jim Simonson / Flickr Creative Commons.

Nos equivocamos si creemos que negando la posibilidad de legislar la gestación subrogada en España estamos acabando con la explotación y el abuso de poder contra la mujer. Al contrario. No solo no estamos poniendo las medidas eficaces para acabar con el problema de la explotación del primer mundo sobre el tercero, sino que estamos desprotegiendo a las mujeres que voluntariamente quieran hacerlo, sin entrar ya en el serio problema que suponen las cada vez más familias homoparentales que han creado un hogar y que tienen que soportar sobre sus espaldas el estigma de haber sido cómplices de las granjas de mujeres o de la compra de bebés. Creo que en ese discurso reside el error. No es compra/venta de bebés. Del mismo modo que no creo que el aborto sea matar a un ser humano. No entro a valorar si esos nueve meses son muy duros para la mujer, como no entro a valorar si hay vida en un embrión o si la eutanasia es pecado porque la vida solo la quita Dios. Solo sé que una sociedad progresista y de futuro legisla a favor de la posibilidad y no negando la posibilidad. Creo que precisamente hay que regular la gestación subrogada por la mujer.

Si la mujer pare y ella decide, grito icónico para defender el derecho al aborto, ¿por qué anulamos y negamos toda posibilidad de que una mujer pueda decidir sobre el uso que hace de su vientre? Decidir no siempre significa negarse. Decidir significa poder elegir. También elegir ceder su vientre, de un modo altruista (como sucede en el Reino Unido) o a cambio de una compensación económica por las molestias que eso pueda ocasionar. Eso también es decidir. Y cuando eso tiene que someterse a unos principios marcados por una ley, esa mujer estará más protegida que si no existe esa ley o solo existe un contrato. Pero, sobre todo, me preocupan las familias, esos niños y niñas, padres y madres, que ya están entre nosotros y a los que no se puede condenar a un limbo jurídico en nombre de un discurso que, por mirar al horizonte, ignora el problema que tiene delante de sus narices.

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Comentarios

  • Fernando

    Por Fernando, el 22 julio 2015

    Gracias por este artículo, Paco. Has aclarado todas mis dudas y mi ignorancia sobre el tema. Enhorabuena. Como siempre, eres muy grande.

  • Cristina

    Por Cristina, el 22 julio 2015

    Si es delito este artículo, que me metan a la cárcel contigo.

  • Christian

    Por Christian, el 22 julio 2015

    No tengo palabras para expresar mi agradecimiento a Paco Tomás por haber escrito TAN BIEN este artículo. Se me han saltado las lágrimas mientras lo leía. Un tema que me toca de cerca y que es muy duro para aquellos que no podemos permitírnoslo por el bloqueo (o prohibición) en nuestro propio país…

  • Oberon

    Por Oberon, el 28 julio 2015

    Gracias Paco. Como casi siempre, has vuelto a aclararme muchas dudas, y hacerme pensar más allá de mis propios prejuicios ideológicos en un tema que tarde o temprano terminará afectándome. Estoy totalmente de acuerdo con Cristina, si es delito que me lleven a la cárcel contigo.
    Un fuerte abrazo

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