Salir del armario

FOTO: SHIZZY0

El autor nos recuerda la celebración del ‘Día Internacional para salir del armario’, una fecha necesaria todavía hoy vistos los datos de homofobia aún presentes en España

Mientras muchos se preparaban para celebrar el Día de la Hispanidad, le dediqué mi tiempo al Día Internacional para salir del armario. No es broma. Existe. Se celebra el 11 de octubre y en él se intenta que la sociedad, y la comunidad lgtb, tome conciencia de la importancia de vivir la orientación sexual en absoluta libertad.  Posiblemente si a usted nunca le han echado de un restaurante por tener una muestra de cariño hacia la persona que ama, si nunca le han insultado por pasear de la mano con su pareja, si nunca le han afeado una muestra de amor, le parezca ridícula esta reivindicación. En ese caso, ya va siendo hora de que aprenda a mirar a su alrededor.

El National Coming Out Day comenzó a celebrarse en 1988, en Washington, un año después de la multitudinaria marcha a favor de los derechos civiles lgtb. Al acto, impulsado por los activistas Jean O’Leary y el psicólogo Robert Eichberg, acudieron  más de 500.000 personas que reivindicaron la igualdad de derechos –las obligaciones ya las tenían- de las personas lgtb. Aunque han pasado veinticinco años desde aquella primera vez, no son muchos los países que celebran el 11 de octubre. Lo hace el Reino Unido, Suiza, Alemania, pero pocos mas. Ese dato, precisamente, es el que nos pone en aviso del camino que aún queda por recorrer.

Si nadie pone en duda que no es lo mismo reconocer tu homosexualidad hoy que hace treinta años –en la actualidad hay referentes, ejemplos que hace décadas eran invisibles-, no podemos olvidar que forma parte de un proceso de madurez personal, de un enfrentamiento individual a las emociones, al temor, a la honestidad. En ese descubrimiento hay tantos factores condicionantes, desde la familia al círculo de amigos, que mientras la sociedad no convierta en real la igualdad legal, el miedo a salir del armario seguirá siendo más habitual de lo que deseamos.

Eso se demuestra en el último estudio sobre discriminación por orientación sexual y/o identidad de género en España que ha elaborado la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) y el colectivo madrileño COGAM y que, aprovechando la fecha del 11 de octubre, presentaron la semana pasada en Madrid.

El estudio recoge las experiencias de 762 personas lgtb residentes en España y de sus palabras se extraen los siguientes datos: el 44,6% de las personas lgtb ha sido discriminada en su vida cotidiana; un 31,2% en el ámbito laboral y un 76% en el educativo. Un 30% sufrió discriminación en bares, restaurantes o discotecas. Un 73% de las personas que se han sentido discriminadas en su ámbito laboral han tenido que soportar bromas por parte de los compañeros y han visto mermadas sus posibilidades de promoción en la empresa. Pero el ámbito de la educación sigue siendo el espacio en el que más discriminación se produce contra la población lgtb. En un 92,8% de los casos, esa exclusión la ejercen los compañeros y en un 26,9%, el profesorado.

«El 44,6% de las personas lgtb ha sido discriminada en su vida cotidiana; un 31,2% en el ámbito laboral y un 76% en el educativo. Un 30% sufrió discriminación en bares, restaurantes o discotecas».

En esta posible confusión de tantos por ciento hay un dato realmente preocupante. Muy pocas de esas personas se han atrevido a levantar la voz ante el acoso y la discriminación. Una de cada tres personas se ha decidido a poner una queja. ¿La razón? La sensación de indefensión. Y visto lo visto, tal vez no sea una sensación.

Aunque alguien piense que salir del armario está al orden del día, esa especie de ‘jornada de puertas abiertas’ es un oasis en un desierto de libertades. De hecho, ese boom de salidas del armario que tanto nos inspiraron a comienzos del 2000 se ha convertido en un recuerdo difuminado. Tal vez porque desde el año 2000 hasta hoy, nuestra sociedad no ha vivido una evolución natural. Todo ese progreso lógico se truncó de golpe, volviendo a instalar los andamios necesarios para continuar educando en el prejuicio.

En el momento en el que un ciudadano es consciente de las cosas negativas que le pueden suceder por reconocer abiertamente su homosexualidad, ese ciudadano está condicionado, no es libre para salir del armario porque el miedo se lo impide. Por lo tanto, la libertad se convierte en ilusión. Si la demanda de ayuda ante un ataque implica una visibilización de la víctima, las administraciones públicas deben proteger esa visibilización, crear las condiciones favorables para que se produzca sin consecuencias. Esa es la igualdad real. De lo contrario, solo generaremos desconfianza en el sistema. Y está el sistema como para alimentar más sospechas.

Sin embargo, ante cualquier duda, recordemos las palabras del doctor Eichberg: “La mayoría de la gente piensa que no conocen a nadie que sea gay o lesbiana. Y se equivocan. Es imperativo que salgamos del armario, que la gente sepa quiénes somos y desengañarlos de sus miedos y estereotipos”.

Que así sea.

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