Los amores raros, tristes y obsesivos de Sara Mesa

La escritora Sara Mesa fotografiada por Sonia Fraga.

La escritora Sara Mesa fotografiada por Sonia Fraga.

Sara Mesa (Madrid, 1976) es una de la voces más originales de la narrativa actual en español. Aquí la entrevistamos de forma colectiva sobre su proceso de creación, sus personajes y los amores raros, tristes y obsesivos que orbitan en torno a la novela que consolidó su trayectoria, ‘Cicatriz’.

Con una prosa hipnótica que disecciona la vida actual como un bisturí, la autora sevillana (aunque nacida en Madrid, vive en Sevilla desde niña) logra crear unas atmósferas en sus narraciones que le vacunan contra cualquier intento de etiquetarla. Como decir que es realista, por ejemplo. Su última novela es Cara de pan (Anagrama), pero en los grupos que coordino en el Taller de Clara Obligado la entrevistamos después de leer la novela que la consolidó, Cicatriz (Anagrama), una historia inquietante sobre la búsqueda de la identidad, nuestra fragilidad en un mundo asediado por el consumismo, la realidad del amor y el sentido de la escritura. “Sara Mesa trabaja una literatura de alto voltaje, con precisión de orfebre”, dijo de Mesa el gran Rafael Chirbes.

Esta es una entrevista colectiva realizada por los escritores del Taller de Clara Obligado coordinado por Javier Morales 

¿Cuál fue el proceso de escritura de la novela? ¿Cómo surgió la idea?

Esta novela la escribí en 2014, hace ya cinco años, y mis recuerdos sobre el proceso de escritura son borrosos. Sí recuerdo que hubo momentos frustrantes, pues siempre tuve la sensación de que la idea era mejor que su ejecución. Hubo varias versiones previas, que fui recortando hasta llegar a la final. Creo que a día de hoy seguiría recortando, la tijera es una adicción. En cuanto a la idea, supongo que es una mezcla de temas previos, de mi interés por las relaciones enfermizas y por el reparto de poder en los entornos cotidianos.

La novela se concibe un poco como un puzle, con saltos temporales, pero al final todo cuadra y no se deja ningún cabo suelto. ¿Planificas la historia antes de escribir? ¿Hasta qué punto?

Los saltos temporales no pretendían ser un mero juego literario. Yo quería situar al lector ante una escena desconcertante (por ejemplo, la del inicio) y luego explicar sus causas, un poco como el pantalón que vuela en el desierto del primer episodio de Breaking Bad. Me parece que en la percepción real de la vida procedemos así: vemos momentos determinados sin saber sus contextos. Pero casi siempre lo incomprensible tiene una razón.

En la novela se combina la narración en tercera persona y la primera, a través de los correos electrónicos. Esta doble perspectiva aporta muchos matices a la historia, conocemos de primera mano a los protagonistas pero a la vez los vemos con cierta distancia.

Sí, pero también hay un sutil desequilibrio entre ambos personajes, dado que la historia está contada desde la perspectiva de Sonia. De él, lo único que sabemos son sus palabras, lo que él cuenta de sí mismo, pero nunca lo vemos actuar (salvo cuando Sonia lo ve). De Sonia, en cambio, sabemos más cosas. Knut es realmente el personaje más misterioso, el más distante.

Y hablando del correo electrónico. ¿Has necesitado contener su lenguaje para adecuarlo a este medio?

No, porque el uso del lenguaje es totalmente anómalo aquí, nadie escribe correos electrónicos tal como los escribe Knut, con ese grado de autoexigencia y esa formalidad más propia de la correspondencia de otros tiempos. Cicatriz es, en este sentido formal, una novela epistolar muy clásica.

En la historia destaca también la creación de la atmósfera, un tanto sórdida y agobiante. Gracias, entre otras cosas, a un estilo descarnado que disecciona a los personajes.

Esto me parece que es marca de la casa, sobre todo en la época en que escribí Cicatriz. La frialdad narrativa me parecía necesaria como forma de no subrayar en exceso el extrañamiento de los personajes, que debía verse por sí mismo. La mirada exterior se aparta para no juzgar, pero el efecto colateral es ese descarnamiento del que habláis.

“Lo fascinante anida en lo indirecto”, nos dice en un momento dado Sonia, la protagonista. Más allá de la narración de una relación obsesiva concreta– la que mantienen Sonia y Knut–, la novela parece querer hablarnos de la naturaleza de la sexualidad humana y el rol que juega en ella el deseo y la fantasía. Pese al agobio y las humillaciones a las que le somete Knut a Sonia, ¿qué razones mueven a Sonia a seguir su relación con Knut y a retomarla una vez ha constatado que es incapaz de hacer de su propia vida algo interesante?

Quiero pensar que la respuesta a esta pregunta está contenida en la misma novela, en el retrato que se hace de Sonia como una persona insegura, aún en formación, contradictoria, curiosa, esencialmente rebelde, pero sin herramientas aún para que su rebeldía sea productiva.

Knut es un personaje que se define sólo a través de sus propias palabras siempre contradictorias (sistema-antisistema, elitismo-sordidez, exhaustividad-desorden alimentario). ¿Qué tipo de hombre es Knut en términos psicológicos?

Sin embargo, yo creo que Sonia es mucho más contradictoria que Knut, al ser también un personaje más humano, más fácil de comprender. Knut tiene la rigidez de los íntegros, de los dogmáticos. Aun en sus exposiciones de ideas más aparentemente contradictorias, subyace siempre una lógica. Una vez, en un club de lectura, un lector psiquiatra me dijo que Knut reunía todos los rasgos de los narcisistas patológicos: se saben (o creen) los mejores en algo, pero necesitan la veneración de los demás, son controladores consigo mismos y con los demás, son perfeccionistas y manipuladores, ocultan sus emociones, exigen exclusividad…

La escena inicial de la camiseta pone en evidencia que Sonia nunca le ha mencionado su cicatriz a Knut, ¿no es esto una expresión del desconocimiento que tienen los personajes de sus identidades reales?

Sí, aunque más que de desconocimiento, yo hablaría de incomunicación por imposibilidad, dado que los dos viven en mundos diferentes. Esto se lo llega a decir el mismo Knut: son como líneas paralelas, lo único que comparten es el paisaje.

¿Por qué pese a mantener al lector siempre atento a cada coma, nunca nos das un detalle que nos permita sentir empatía por ellos? ¿Por qué esa distancia pese a sentir que podemos ser cualquiera de nosotros?

Además de lo que ya he explicado antes sobre la frialdad narrativa, os diré que esto de la falta de empatía no es siempre así. Muchas lectoras mujeres me han dicho comprender o, al menos, sentir cercano, al personaje de Sonia, por haber vivido experiencias similares. Otras lectoras, en cambio, la juzgan muy severamente: ¿por qué no corta esa relación?, se preguntan. Los hombres, en general, suelen ser más ecuánimes. En cuanto a Knut, es más difícil sentir empatía por él, aunque ha habido algún caso también… En todo caso, puede suscitar compasión.

‘Cicatriz’ no es una novela política, al menos explícitamente. Aparte del tratamiento psicológico de los personajes, central en la novela, ¿tuviste en cuenta esta dimensión política a la hora de escribirla? Hay una crítica evidente a la sociedad de consumo y al fetichismo.

Es algo implícito, algo que está de fondo y que es inseparable del dibujo de los personajes. Yo quería hablar también de las feas costuras de los ritos clásicos de seducción, que han condenado a los hombres a agasajar y a las mujeres a ser agasajadas. El esquema medieval del amor cortés sigue en pie y el consumismo hace buen uso de él. Pero en Cicatriz también hay mucho del mito de Pigmalión…, cosa que tampoco vi hasta que me lo dijeron. En realidad, uno no termina nunca de entender sus propios libros ni las motivaciones que le llevaron a escribirlos. A veces hace falta años para entenderlo.

¿Crees que es una historia de amor o podríamos decir que es la historia de dos obsesiones en las que realmente no hay amor, lo que hay es obsesión y enfermedad? ¿Crees que Sonia está objetualizada por Knut?

Es una historia de amor romántico en un sentido muy clásico… El amor siempre tiene ese ingrediente de idealización y objetualización, como bien explicó Proust y como el mismo Knut, que es muy listo, sabe. Pero este es un amor desigual, desequilibrado. Sonia nunca se enamora de Knut. Lo que en Knut es obsesión en Sonia es curiosidad… obsesiva. Hay una turbiedad que empapa toda la historia y que es la propia de los amores raros y tristes…, que por otro lado son muy corrientes.

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