Sebastião Salgado y la grandiosidad del planeta

Iceberg entre la Isla Paulet y las Islas Shetland del Sur, en el Mar de Weddell. Península Antártica. Enero y febrero de 2005. © Sebastião Salgado/Amazonas Images/Contacto

Iceberg entre la Isla Paulet y las Islas Shetland del Sur, en el Mar de Weddell. Península Antártica. Enero y febrero de 2005. © Sebastião Salgado/Amazonas Images/Contacto

Iceberg entre la Isla Paulet y las Islas Shetland del Sur, en el Mar de Weddell. Península Antártica. Enero y febrero de 2005. © Sebastião Salgado/Amazonas Images/Contacto

Un canto a la naturaleza, a la grandiosidad del planeta, a su majestuosidad y a esos rincones todavía vírgenes y casi inexplorados por el hombre, eso es ‘Génesis’, el último trabajo de Sebastião Salgado (Aimorés, Brasil, 1944), que ha dado lugar a una exposición que se puede visitar en Caixa Forum de Madrid y a un libro editado por Taschen. Él mismo nos explica el sentido y proceso de su obra.

Ocho años de trabajo (2004- 2012) recorriendo el mundo de punta a punta, desde la Antártida y Alaska a África y el Amazonas. Viajando a pie, en globo, en embarcaciones o en avioneta, para contar 32 historias que ahora se muestran en esta exposición de 245 fotografías en blanco y negro.

Después de sus anteriores trabajos realizados sobre el mundo laboral con Trabajadores y los flujos migratorios con Éxodos, Salgado eligió la naturaleza para su nuevo proyecto. La decisión la tomó de una forma casi casual. Después de décadas fotografiando el mundo, estaba cansado física y emocionalmente porque decía que había visto morir a mucha gente ante sus ojos. Entonces volvió al sitio donde había nacido, una finca ganadera en el valle del río Doce (Minas Gerais, Brasil). Allí comprobó que las tierras antes fértiles rodeadas de una gran vegetación tropical habían sido víctimas de un proceso de deforestación y erosión. “Se nos ocurrió volver a plantar los árboles de las mismas especies que había antes”, relata Léia Wanick Salgado, su esposa y comisaria de la muestra. “No estábamos seguros de si íbamos a tener éxito, pero intentamos hacerlo recreando el ecosistema que existía antes. Y entonces, los árboles comenzaron a crecer, y eso dio lugar a que a que los animales que antes vivían ahí y habían huido volvieran. Ahora es un espacio protegido”.

Las mujeres Mursi y Surma son las últimas en el mundo en llevar platos labiales. Pueblo Mursi de Dargui en el Parque Nacional Mago, cerca de Jinka. Etiopía. Septiembre y octubre de 2007. © Sebastião Salgado/Amazonas Images/Contacto.

Las mujeres Mursi y Surma son las últimas en el mundo en llevar platos labiales. Pueblo Mursi de Dargui en el Parque Nacional Mago, cerca de Jinka. Etiopía. Septiembre y octubre de 2007. © Sebastião Salgado/Amazonas Images/Contacto.

Salgado asegura que eso le dio una nueva esperanza. Después de esa experiencia, dejó a un lado la idea primitiva de hacer un  trabajo de denuncia que mostrara la destrucción del bosque, la contaminación. “Igual que nosotros, ahora en Brasil se están plantando más de 2 millones de árboles para intentar  preservar el ecosistema, y el placer que nos dio volver a ver los pájaros, los mamíferos, el agua, hizo que me decidiera a ir a buscar la parte del mundo que está sin destruir. Y tengo una buena noticia, hay una parte del planeta , el 46%, que está como en el día del Génesis. Lógicamente, no es la de más fácil acceso; suelen ser los sitios más fríos, más húmedos o donde hace más calor. Las fotografías que yo he hecho representan un mundo por el que la gente, cuando salga de verlas, pensará que todavía existe un planeta maravilloso”, explica Salgado durante la presentación en Madrid de Génesis.

Génesis es, además de un canto a la majestuosidad de la tierra, un retrato de las comunidades humanas que siguen viviendo según sus costumbres ancestrales y que el fotógrafo compartió con muchos de ellos. “En esa parte humana de la fotografía creía que iba a encontrar un universo muy distinto al nuestro, pero todo lo que tenemos de esencial en nuestra sociedad moderna yo lo encontré en esas sociedades, incluso en las más lejanas. La gente le da importancia al amor, adora a sus hijos como nosotros, tienen el mismo concepto de solidaridad que tenemos aquí. No encontré a ninguna persona que estuviera menos informada que yo, y llegué a mantener lazos de amistad. Nunca trabajé con ninguna tribu que no hubiera sido contactada con anterioridad, excepto en el norte de Etiopía, adonde llegamos después de dos meses a pie. Nos encontramos con un grupo que eran todos cristianos y tenían una agricultura moderna”, relata Salgado.

“Ha sido un viaje muy largo, he tardado una media de dos meses y medio en cada historia, a veces menos y a veces mucho más, y a menudo en condiciones extremas”. Esa idea la da que en África contrajo la malaria, estuvo muy mal, a punto de morir, y fue gracias a la ayuda de una cooperante inglesa que venció la enfermedad, aunque asegura que todavía le quedan secuelas. “También tengo otras anécdotas no tan graves pero importantes a nivel práctico, como por ejemplo tener que hacer tus necesidades a 50 grados bajo cero; era complicado y los huevos se te quedaban del tamaño de una pasa”, bromea Salgado.

La muestra está dividida en cinco apartados. Los santuarios: Indonesia Papuasia, la isla de Siberut (Sumatra), Madagascar y las Islas Galápagos, «el primer sitio al que viajé”. La Ántartida y los confines del sur: Georgia del Sur, Las Malvinas, el archipiélago de Diego Ramírez y las islas Sandwich. África: el delta del Okavango en Botsuana, el parque de Virunga en la frontera de Ruanda, el Congo y Uganda, el desierto del Kalahari, los desiertos de Argelia, Libia -“cuando se podía viajar ahí”- y Etiopía; uno de los viajes más importantes para él. Más de 800 kilómetros a pie por la ruta que une Lalibela y el parque de Simien, por senderos que permanecen intactos desde hace más de 5.000 años. Las tierras del norte, paisajes de Alaska y la meseta de Colorado en EE UU, el parque Nacional de Kluane en la isla de Baffin (Canadá) y las regiones septentrionales de Rusia, el norte de Siberia y la península de Kamchatka. La Amazonia y el pantanal, la confluencia de los ríos Negro y Solimoes en Manaos, los parques nacionales de Canaima (Venezuela) y de Xingú (Brasil), y el Pantanal, el mayor humedal del mundo a caballo entre Brasil, Bolivia y Paraguay.

Cordillera Brooks. Ártico. © Sebastião Salgado

Cordillera Brooks. Ártico. © Sebastião Salgado

El fotógrafo ha cambiado su antigua cámara Leica por una Canon digital, pero sus imágenes siguen siendo en blanco y negro y se procesan en su propio laboratorio, en el barrio de Valmy de París. “Yo solo trabajo en blanco y negro; no soy capaz de hacer color. Creo que en estas fotos hay poco negro, y el blanco está casi fuera de las imágenes; en realidad, hay una gran gama de grises que representan todos los colores. Claro que el blanco y negro es una distracción, nada en este mundo es en blanco y negro. Pero creo que eso solo es la mitad, la otra mitad la forman las gentes que me miran”.

Sebastião Salgado durante la presentación de Génesis en Madrid. ©Miluca

Sebastião Salgado durante la presentación de ‘Génesis’ en Madrid. © Miluca

“No he querido hacer este trabajo como antropólogo ni como periodista; es el fruto de las miradas de ocho años. Mi fotografía es mi vida, no lo he hecho por exponer, sino porque yo vivo así, me encanta hacer fotos. Lo presentamos ahora, quizá en uno de los peores momentos para el planeta, pero es una buena ocasión  para empezar a debatir las condiciones en las que está y qué hemos de hacer para mejorarlo. Creo que es el momento de trabajar todos juntos, instituciones, empresas, gobiernos. O hacemos un movimiento juntos o no hacemos nada, porque aislados no se puede transformar el planeta».

‘Génesis’. Hasta el 4 de mayo. CaixaForum Madrid. Paseo del Prado, 36. De lunes a domingo, de 10.00 a 20.00 h. Entrada: 4 €. 

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Comentarios

  • Evan Guillén

    Por Evan Guillén, el 18 enero 2014

    Un manejo magistral del blanco y negro, como siempre en la obra de Sebastiao. La dificultad para poder tomar las fotografías de estas historias, que comenta el autor, demuestra que las grandes obras no son fruto de la casualidad. La fotografía, una vez más sirve para dejar constancia de lo maravilloso de nuestro planeta y hacernos reflexionar acerca de su conservación.

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