Siete grandes películas de gánsteres para celebrar 100 años de ‘Ley Seca’

Una icónica imagen de la película ‘Érase una vez en América’.

Una icónica imagen de la película ‘Érase una vez en América’.

Este mes de enero se cumplen 100 años de la ‘Ley Seca’, cuando en EE UU se implantó la abstinencia obligatoria a cualquier bebida alcohólica de más de 0,5 grados. Las consecuencias fueron imprevisibles. Entre ellas, el florecimiento de un ‘subgénero’ cinematográfico que alumbró grandes películas sobre gánsteres. Hoy quiero recomendarles en este ‘Viernes de Cine’ siete de ellas, rodadas desde los años 30 a los 90. Enormes historias que el cine nos ha regalado sobre tal prohibición, más allá de las conocidísimas ‘El padrino’, de Coppola, y ‘Uno de los nuestros’, de Scorsese. Desde ‘La ley del hampa’ hasta ‘Muerte entre las flores’. 

El 17 de enero de 1920, la producción, distribución y venta de alcohol quedaron prohibidas en Estados Unidos al entrar en vigor la enmienda 18 de la Constitución; enmienda a la que se conoció y conoce con el nombre de Ley Seca. Estuvo en vigor hasta el 5 de diciembre de 1933 –casi 14 años–, con consecuencias muy distintas a las esperadas. Consecuencias como el aumento del consumo de alcohol –los norteamericanos bebieron durante este periodo más alcohol que el consumido antes de la prohibición– y, por ende, se activó el desarrollo y aumento de las mafias estadounidenses, que gracias a la connivencia de funcionarios y policías sobornados por los gánsteres de turno, amasaron ingentes fortunas. Todo gracias a esa ley tan seca y, sin embargo, tan húmeda. También la industria cinematográfica se permitió su propia consecuencia, desarrollando el subgénero de películas sobre gánsteres que tanta felicidad le ha dado, tanto económica como artísticamente. Vamos allá con las sugerencias en torno a esa fotogénica Ley Seca:

‘La ley del hampa’

Fue un inmigrante, concretamente Josef von Sternberg, quien realizó en 1927 la que ha sido considerada primera película de gánsteres de Hollywood. George Bancroft interpreta a Bull Weed, delincuente valiente y arriesgado que una noche, tras un atraco, conoce y entabla amistad con Rolls Royce Wensel (Clive Brook), un talentoso y competente abogado sumido en el alcoholismo y la indigencia. Weed lo sacará de la miseria y, por su parte, Rolls Royce le ayudará con su habilidad natural a impulsar su carrera en el mundo del hampa. Pero la situación se complica cuando la atracción de los dos amigos se dirige hacia la misma mujer.

Von Sternberg derrocha sin contenerse todos y cada uno de los talentos que entraña su maestría visual para hacer brillar el magnífico guión (ganador de un Oscar) de Ben Hecht. La ley del hampa es un enorme experimento de violencia y cinematografía, tanto en su planificación como en el ambiente sublime de su fotografía –creando un paisaje cinematográfico, un universo a través del humo y la luz– y en su esmerado montaje. Una película inconmensurablemente expresiva, en la que el poeta Sternberg da rienda suelta a su exquisitez filosófica, en la que los forajidos se burlan de la autoridad para convertirse en héroes poderosos y hasta capaces de conmoverse y conmover.

‘Scarface, el terror del Hampa’

Cuentan que el productor Howard Hughes estaba preocupado por que las autoridades no estuvieran haciendo lo suficiente para controlar el crimen organizado y que, como reacción a la incipiente carrera del mafioso de Chicago Al Capone, surgió esta gran película de 1932. Dirigida por Howard Hawks y con un excelente guión de otro grande, Ben Hecht (sí, el mismo de La ley del hampa), adaptando la novela de Armitage Trail basada en la figura del gánster más importante de la época, Al Caracortada Capone. Eso sí, compone libremente su historia, de manera sorprendentemente violenta para su época, incluyendo la misteriosa y terrible recreación de la masacre del Día de San Valentín.

En esta deliciosa película, Hawks cuenta el ascenso de Tony Camonte (Paul Muni) a través de su trabajo en la mafia, organización criminal en la que comienza como asesino a sueldo, frío y calculador, hasta llegar a convertirse en el rey de Chicago.

Scarface, el terror del Hampa tiene un estilo visual consistente y revelador, apoyado por una mezcla casi desconocida anteriormente de brutalidad y testimonio, que a Capone, según cuenta la historia, le gustó bastante. Sorprendente, inquietante y enormemente sarcástica, descarnada a la vez y atrevida –con alusiones apenas ocultas al incesto– está cargada, sin embargo, de hechizo, ese hechizo que hace de su peligroso protagonista un chico hasta atractivo para el espectador.

‘Los violentos años veinte’

Otra gran película –todas las que hoy les recomiendo lo son– es la que Raoul Walsh rodó en 1939 con James Cagney de protagonista, Los violentos años veinte. Cagney interpreta a Eddie Bartlett, un veterano de la Primera Guerra Mundial que encuentra un trabajo extra. Bartlett descubre que puede ganar dinero con el contrabando de alcohol ilegal a través de la ciudad que ahora domina como conductor, y que convierte en negocio de distribución en un acuerdo con el propietario de un club. George Hally (Humphrey Bogart), amigo del Ejército de Eddie, se aprovechará de la buena naturaleza de este para arrebatarle su puesto y negocio, y devolverle al mundo del taxi. La historia, escrita por Mark Hellinger, se basó en acontecimientos que había presenciado el propio guionista y en personas que conoció durante su período como periodista en los años 20.

Raoul Walsh decidió acercarse a Los violentos años veinte casi como a una pieza documental, con recreaciones alucinantes de noticiarios de la época, consiguiendo que una película con muchas aristas y cargada de sensacionalismo, casi real, que parece muchas veces una lección de historia de la Norteamérica de la época –¿de hoy quizás?–, se convirtiera en una visión excitante y arrolladora de la vida estadounidense.

‘Con faldas y a lo loco’

Esta película de 1959 del gran maestro, Billy Wilder, el dios cinematográfico para muchos, la comedia por excelencia para otros tantos, cuenta la historia en el Chicago de 1929 de los músicos de jazz interpretados por Jack Lemmon y Tony Curtis, que malviven, como pueden, valiéndose de una trompeta y un violonchelo. El único problema es que por azares de la vida son testigos de la famosa masacre del Día de San Valentín. Es hora entonces de huir de los mafiosos, que no cejarán en perseguirlos hasta verles muertos; en esa huida, no dudarán en calzarse tacones, ajustarse fajas y colocarse otras falsificaciones para unirse a una banda de chicas y pasar por dos de ellas. Si ya es difícil esto –con semejantes caretos, sobre todo Lemmon–, ¿cómo mantener la maldita testosterona bajo control si la cantante del grupo femenino es, ni más ni menos, que la sensual y deseable Marilyn Monroe?

Wilder acomete un trabajo cinematográfico sencillo, poniendo en relieve una historia tan divertida como loca. Soberbia en su ametralladora de gags y chistes (necesitas más de una visión del filme para poder pillar todos). Actuaciones fabulosas para un guión excelente, divertido e inteligente, que no necesita jugar con el espectador, tan solo mostrar. Un filme elegante y suave que se inclina por las insinuaciones frente al insulto y desarrolla sin aspavientos el romance y la tensión sexual.

‘Érase una vez en América’

Saltamos hasta los años 80, concretamente hasta 1984, para encontrarnos con otra obra maestra en la que la Ley Seca tiene mucho juego, Érase una vez en América. La fabulosa película de Sergio Leone –quizá su mejor película– está basada en la novela de Harry Grey The Hoods. Érase una vez en América va y viene en el tiempo para narrar la vida de Noodles (Robert De Niro) y Max (James Woods), dos niños judíos de la calle en Nueva York que construyen un imperio criminal en el transcurso de varias décadas junto a sus amigos de la infancia Patsy (James Hayden) y Cockeye (William Forsythe).

Es también esta cinta la historia de los Estados Unidos de América, contada como la de una tierra de inmigrantes y personas que vinieron de la nada, se esforzaron por ganarse la vida y reescribieron su propia historia, pero también una descripción dolorosa, incluso trágica, de las consecuencias de su criminalidad bajo la inmensidad del paisaje de Nueva York y las relaciones entre sus personajes a lo largo de 50 años. Bellísima formalmente y con una de las bandas sonoras, de Ennio Morricone, más hermosas de toda la historia del cine.

‘Los intocables de Eliot Ness’

Esta película es la que logra volver a traer y triunfar en las pantallas de todo el mundo al controvertido –y adorado a la vez– director Brian De Palma, que rueda en 1987 esta gran y entretenida película. Con un estupendo guión de David Mamet, Los intocables de Eliot Ness amplifica y dramatiza la prohibición, la Ley Seca, y lo hace a través de personajes reales, el del famoso agente del Tesoro de los Estados Unidos, Eliot Ness, y su batalla contra el líder del grupo mafioso más poderoso de Chicago, Al Capone.

Película sobresaliente en su planteamiento, tanto cinematográfico como argumental. Rápida, valiente, cuidadosamente estructurada y rodada, con uno de los equipos más sobresalientes de la época. Una aventura que no deja de hacernos disfrutar cada vez que tengamos ocasión de revisarla. Con números 1 en todos sus departamentos, hasta la música de Morricone o el vestuario de Armani, y con actores punteros del momento y de siempre: Kevin Costner, Sean Connery, Robert De Niro, Andy García, Michael Byrne o Richard Bradford. Una delicia.

‘Muerte entre las flores’

Y vamos a acabar en los 90, con una de las grandes, grandes de los Cohen. Muerte entre las flores, rodada en 1990 por estos hermanos, ya es parte de la historia del cine de todos los tiempos. Gabriel Byrne interpreta a Tom, la mano derecha del jefe del crimen de la era de la Prohibición, Leo (Albert Finney). Cuando la chica de Leo, Verna (Marcia Gay Harden), comienza a susurrar malos consejos al oído de Leo, Tom se ve obligado a salir de la banda y no tiene más remedio que ponerse del lado del gánster rival de su hasta entonces jefe y amigo, Johnny Caspar (Jon Polito). Muerte entre las flores es una historia moral dentro de un mundo inmoral, cuyo dilema atraviesa las fronteras del pecado y cobra importancia natural, universal.

Reflexivos y carismáticos tanto la historia como sus personajes, sus dramas personales. En Muerte entre las flores, cada palabra y cada ángulo de cámara están medidos a propósito. Un propósito a pesar del nihilismo y la exhibición de violencia, que hacen de esta película casi un ensayo filosófico, trazando las líneas precisas entre lo correcto y lo incorrecto, ajustables para todo tipo de circunstancias y personajes, hasta en los mundos de corrupción. Imperdonable si aún no la han visto; disfruten de los vertiginosos giros de la trama y del cinismo profundo con la que se envuelve una verdad que casi no queremos mirar. O quizás comprender.

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Comentarios

  • Jaume

    Por Jaume, el 24 enero 2020

    No me puedo creer os dejeis «Camino a la perdición’

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