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Geografía del beso: multas, canibalismo y antiestrés

Por manuelcuellardelrio, el 17 de mayo de 2015, en Divulgación

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Uno de los besos de película más famosos de la historia es este entre Burt Lancaster y Deborah Kerr en 'De aquí a la eternidad'.

Uno de los besos de película más famosos de la historia es este entre Burt Lancaster y Deborah Kerr en ‘De aquí a la eternidad’.

Puede estar multado hasta con 33.000 dólares. Y se le ha llegado a comparar con la antesala del canibalismo. Requiere la activación de 138 músculos. Y supone el intercambio de millones de bacterias. Pero también es antiestrés. Tan natural y excitante, os proponemos un recorrido por la geografía del beso.

Besarse es algo bastante excepcional si echamos un vistazo al mundo no humano. ¿Se besan los insectos? ¿Los leones? ¿Las aves rapaces? La excepción la tenemos en los chimpancés bonobo, que utilizan el beso como una herramienta de excitación sexual, al igual que nosotros. En el mundo animal, el beso carece de sentido. De acuerdo, los que adoran a sus mascotas las besan y aseguran que se sienten recompensados, pero aunque podamos enseñarles a besar, parece bastante claro que el acto en sí es un comportamiento inequívocamente humano. Y por eso resulta muy extraño. El beso es un misterio antropológico, y al mismo tiempo, dista de ser algo universal. No se entiende ahora de la misma manera y su geografía es fascinante.

En Indonesia, el beso en público está penado por la ley. Si te pillan, la multa puede llegar a ser de hasta 33.000 dólares. Se han dado casos de extranjeros condenados con hasta cinco años de cárcel. En Dubai, una británica llamada Charlotte Lewis fue sentenciada a un mes de cárcel por besarse con un ejecutivo… ¡en la mejilla! En Delhi, hay una multa de 12 dólares por besarse en público.

En China, el diario ‘Daily’ llegó a publicar en 1990 que besarse era una práctica vulgar rayana en el canibalismo. Los nepalíes no se besan. En Sudáfrica hay una ley que impide que los menores de 16 años se besen. En Oriente Medio, el beso en público es poco menos que un tabú.

En Europa, la cosa cambia, aunque con alguna sorpresa. Lana Citrón ha escrito una fascinante obra, A compedium of kisses (Libros Harlequín). Recuerda que, cuando era niña, en Gran Bretaña no estaba bien visto el beso. En Alemania tampoco goza de simpatía como saludo, especialmente en las oficinas. Se llegó a hablar de prohibirlo. Así que a una ejecutiva alemana, lo mejor es darle la mano. Por si acaso.

El beso no es ajeno al tiempo. Está con nosotros, pero se interpreta cada vez de una manera. En los siglos XV y XVI, los hombres besaban a las mujeres en la boca en las recepciones reales por pura cortesía y protocolo. Y también era común el beso en la boca entre hombres como una forma de saludo. Dos siglos de oro del beso libre. Hasta que la Iglesia se encargó de convertir todo ese asunto en un serio pecado –con la persecución a los homosexuales.

Pero no es tan sencillo. En el mismo siglo en el que se veía normal que los hombres se besaran en la boca como saludo, el beso también tenía un significado diabólico. El beso de la culpa, en latín, el osculum infame, estaba asociado a los rituales de canibalismo e infanticidio. Al mismo tiempo que los reformistas y protestantes desafiaban la autoridad del Papa católico y se proclamaban en contra de la ingenuidad del ser humano para admitir los milagros aceptados por la Iglesia, se volcaron en creencias sobre magia negra. Consideraron el beso en el recto del diablo que catalogaba a la mujer como bruja, y con esa excusa mataron a decenas de miles de mujeres inocentes (en comparación, la ejecución de brujas en España supuso 101 muertes de 3.687 acusaciones públicas, según la historiadora Anne Llewellyn Barstow). El beso en el catolicismo adquirió una carga ritual fascinante. Se besan los pies de Cristo y los de los antiguos Papas. Anteriormente, entre los siglos XII y XIII, los guerreros de las Cruzadas interrumpían las batallas para besar a los leprosos como muestra de purificación y acercamiento a Dios. Se besan los anillos papales, los objetos sagrados…, pero hay besos traidores, como el de Judas para identificar a Cristo ante los soldados.

Otro de los besos más famosos del cine: Dama y Vagabundo.

Otro de los besos más famosos del cine: Dama y Vagabundo.

¿Qué nos dice la ciencia? Entre otras cosas, que un buen beso requiere la activación de 34 músculos faciales, es decir, todos los que tenemos en la cara. Pero, además, necesitamos la ayuda de otros 134 músculos extra para ponernos en la postura adecuada.

Dos terceras partes de las personas giran su cabeza hacia la derecha para dar el beso. Quizá tenga algo que ver el hecho de que el 80% de las mujeres acunen sus bebés en su costado izquierdo, por lo que los pequeños deben girar sus cabecitas hacia la derecha para encontrar el contacto maternal. Al menos así lo cree el psicólogo alemán Onur Güntürkün.

Un beso supone un intercambio de saliva y de… bacterias. Muchas bacterias. En un mililitro de saliva anidan 100 millones de bacterias. Ya sé que la mayoría no pensamos en estos términos cuando nos besamos, pero el intercambio de microbios sucede en las dos direcciones. Claro que la saliva tiene también antibióticos que se encargan de eliminar la mayor parte de esas bacterias. Pero algo queda…

Clark Gable y Vivien Leigh en 'Lo que el viento se llevó'

Clark Gable y Vivien Leigh en ‘Lo que el viento se llevó’

Y resulta bastante intrigante el asunto del beso y nuestros labios carnosos. Son bastante raros en el mundo animal. Y muy inervados. La representación de los mapas en la corteza cerebral de los labios ocupa mucho más espacio que otras cosas. Dedicamos más superficie neuronal a los labios que a nuestros genitales, por ejemplo.

Pese a todo, no se sabe muy bien por qué besamos. Los besos bajan la cantidad de cortisol, lo que aleja el estrés. Quizá por eso nos gustan tanto. El primer beso puede ser un método de exploración para comprobar si existe compatibilidad genética con la pareja. Hay estudios que sugieren que es determinante a la hora de abortar el comienzo de una relación romántica. Otros estudios sugieren que las mujeres son capaces de chequear el sistema inmune de los hombres mediante el sudor que desprenden, eligiendo siempre aquellos cuya variedad genética sea más distinta de la de ellas. Y hay quien dice que el hombre pasa testosterona a la mujer cuando la besa para estimularla y hacerla más receptiva al acto sexual. Y también que ella tiene un sentido del olfato que es como una herramienta selectiva relacionada con el beso. Los esquimales se olfatean las mejillas como forma de besarse.

¿Y el cine? También nos enseña bastante sobre los besos. Resulta imposible hacer un ranking de películas sobre besos. Probablemente, lo difícil sea encontrar una película en la que los protagonistas no se besen. Mis escenas favoritas pertenecen al maquiavélico Alfred Hitchcock: ¿Recuerdan aquella en la que Grace Kelly, guapísima, besa apasionadamente y sin previo aviso a Cary Grant antes de cerrar la puerta de su habitación en Atrapa a un Ladrón (1955)? Sorprende todavía a quien la ve. ¿Y qué me dicen del coqueteo y posterior besuqueo de ese galán del cine con Eva Marie Saint en Con La muerte en los talones (1959)? Hitchcock supo evitar la censura de los besos con esos planos largos y convenientemente montados que evitaban técnicamente la duración de los besos, pero que ofrecían una prolongada escena de exploración boca a boca. Como en muchas otras cosas, también un genio… del beso.

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