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¿Podremos teletransportarnos como en ‘Star Trek’?

Por Luis Miguel Ariza, el 4 de marzo de 2015, en Científicos

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El capitán James T. Kirk y Spock.

La reciente muerte de Leonard Nimoy ha teletransportado a todos los medios del mundo la imagen del personaje de orejas puntiagudas e inmutable personalidad que le dio inmortalidad, el oficial científico Spock –me viene más a la mente que el cargo de “comandante”- y nos da pie para repasar la anticipación tecnológica de esta serie como una de sus principales señas de identidad. Por cierto, ¿está cercano el día en que nos podamos teletransportar?

Es más que posible que este vulcaniano de la televisión sembrara mis inquietudes científicas cuando veía mi serie favorita, aquellos domingos por la tarde. Esperaba con muchas ganas cada episodio y cuando terminaba, sufría mi dosis de depresión infantil, ya que al día siguiente tenía que ir al colegio.

Spock era el alienígena que traía más credibilidad a Star Trek. Sin duda, el más insigne representante de la ciencia en un mundo de ciencia ficción. Curiosamente, los responsables de la NBC presionaron a Gene Roddenberry, el creador de Star Trek, para que eliminara la figura de Spock por tratarse de un alienígena que además no conectaría con la audiencia, ya que la frialdad de su carácter era todo lo opuesto al carisma que se exigía a un protagonista. En la magnífica obra Star Trek, Treinta años de Aventura, editada por Alberto Santos, se nos cuenta que Roddenberry tuvo muchos problemas con las presiones para que desapareciera Spock, o al menos lo dejara en un segundo plano, pero al final el padre de Star Trek se saldría con la suya.

Sobre esta serie se pueden decir muchas cosas, la mayoría buenas. La Enterprise significaba un soplo de aire reivindicativo, propio de los años sesenta, abierto y multirracial, donde las chicas aparecían con ajustados uniformes de minifalda reivindicando la libertad sexual y el capitán Kirk –sobre todo en los capítulos iniciales– como un ligón televisivo, que no dudaba en romper las reglas y el protocolo de la federación para lanzarse hacia la primera chica bonita. Roddenberry quería formar una tripulación con el 50% y el 50% de mujeres, y sólo consiguió un 30% de cuota femenina (lo cual era mucho dada la época).

En el Universo Star Trek observamos que las tripulaciones están compuestas de alienígenas de todos los colores, sin que por ello se susciten suspicacias racistas; se toleran y respetan comportamientos realmente extraños a la hora de reproducirse. En su viaje a los lugares distantes del Universo –que tendrían lugar durante los próximos cinco años, que era en definitiva el tiempo que esperaba durar la serie en emisión– la Enterprise aterrizaba en multitud de mundos, toda una suerte de laboratorios sociales; encontramos sociedades dominadas por la tiranía absoluta, civilizaciones que establecen clases superiores e inferiores de personas, sociedades dominadas por robots, comunidades que no desean establecer ningún contacto con el exterior, incluso costumbres que llevan a los habitantes de una civilización determinada a programar su suicidio una vez cumplida una edad… y hasta ¡hippies espaciales! que buscan el paraíso.

De pequeño me quedaba boquiabierto con el teletransporte, el acto más identificativo de esta serie. Mucho más tarde averigüé que había sido una genial ocurrencia cinematográfica de Roddenberry para ahorrarse costes. Como el Enterprise tenía que llegar casi forzosamente a algún mundo para que Kirk, Spock y el doctor McCoy bajaran a él –se podrían escribir guiones que sólo transcurrieran dentro de la nave, pero a la larga la serie transmitiría cierta claustrofobia– resultaba muy caro mostrar en la pantalla el aterrizaje de la nave. Así que era mucho más barato teletransportar a los tripulantes.

El teletransporte ya existía en el cine antes de Star Trek –el ejemplo más notorio es la inquietante película La Mosca, de 1958– y, por supuesto, en la literatura de ciencia ficción de finales del siglo XIX. En esencia, se trata de una máquina que desintegra un objeto en átomos y lo recompone en otro lugar, donde tiene que existir una máquina receptora.

Tal cosa nos parece del todo imposible, pero lo cierto es que el teletransporte cuántico ya se ha conseguido en experimentos de laboratorio, nos cuenta el célebre divulgador Michio Kaku en su obra Física de lo Imposible (Debate). Resulta muy complejo de explicar. La física cuántica desafía el sentido común. Pero en el extrañísimo mundo de las partículas, los electrones aparecen en un lugar y desaparecen para surgir en otra parte como si fueran fantasmas. También pueden estar en varios sitios a la vez. Esto se debe porque, a estos niveles, la materia es a la vez una partícula y una onda: el electrón no está en un lugar concreto, sino que tiene una probabilidad asociada de que realmente se encuentre allí donde lo señalamos.

En estos experimentos, los científicos han conseguido teletransportar fotones y átomos, pero no de la manera que imaginamos: lo que hacen es coger un átomo, A, lo emparejan con otro, B, y transmiten la información cuántica de A –como si fuera su carné de identidad– a un tercero, C, que se encuentra a un metro de distancia. De esta manera, C podría ser considerado como una copia idéntica de A, ya que tiene todas sus cualidades. El método necesita del entrelazamiento de dos átomos: es como ponerlos de acuerdo para que vibren y zumben al unísono.

Si en Star Trek teletransportamos así a Spock, la máquina en principio lo destruiría, y luego lo restituiría en otro lugar. De esta forma, Spock muere y resucita cada vez que viaja así. ¿Es el mismo Spock? El científico australiano Aston Bradley, de la Universidad de Queensland en Bisbrane (Australia), ha inventado otro método que se acerca más al teletransporte de Roddenberry. Consiste en escanear mediante un haz de luz a un conjunto de átomos de rubidio casi congelados, que vibran sincronizados, y de esta forma los átomos se convierten en información. Esta información viaja en un haz de luz que se envía por fibra óptica a otro lugar, donde se reconstruyen dichos átomos.

Spock y su presencia en la nave trae recuerdos de una tecnología que ahora nos resulta familiar. La inmensa pantalla de la sala de control del Enterprise es en realidad una anticipación de lo que hoy es una pantalla plana tipo LED o LCD –ahora las hay de alta definición y de tamaños que superan las 84 pulgadas. Y desde luego, cuando Spock llama a su gente por su comunicador, no hace sino usar una versión futurista de un teléfono celular inalámbrico: casi un iPhone.

Hay inventos, como el aluminio trasparente, que tiene su réplica actual en materiales cerámicos capaces de parar una bala, pero no de detener un rayo de luz. La telepresencia es habitualmente usada en muchos de los capítulos de la serie, y ahora es algo bastante más común gracias a internet y los ordenadores. Y hablando de ordenadores, resulta asombrosa la coincidencia del aspecto de las unidades de memoria que maneja Spock. Son cuadradas, de plástico, y se parecen casi como gotas de agua a los ahora arcaicos disquetes de 3,5 pulgadas. La idea de que muchos datos pudieran almacenarse en un ridículo disco ya estaba presente en los años sesenta. Seguro que Spock está encantado con los mecheros USB y su cada vez mayor capacidad para almacenar los datos.

La anticipación tecnológica es una seña de identidad de esta serie, cuyo mayor activo fue el riesgo: la ciencia ficción que permitía ensanchar nuestras creencias, destruir los prejuicios y soñar con un futuro excitante. Eran los años sesenta. Star Trek arrancaba el 8 de octubre de 1966 con un capítulo llamado The Man Trap -La Trampa Humana– que no era el primero ni el piloto de la serie. El mundo que visitaba Spock y el capitán Kirk pertenecía al último especimen de un alienígena capaz de metamorfosearse en una persona y que se alimentaba de la sal del cuerpo humano. El alienígena había adoptado la forma de la mujer de un colono humano, y se quedó grabado en mi memoria. Un crítico de Variety, ante la emisión de este primer capítulo, aseguró: “Star Trek no funcionará”.

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Comentarios

Hay 3 comentarios

  • 05.03.2015
    hola dice:

    A mí no me parece casual que muchas cosas de la ciencia ficción antigua acaben siendo muy parecidas a los aparatos o tecnologías actuales. Al fin y al cabo, para inventar algo, alguien se lo ha tenido que imaginar primero, y de eso se encarga la ficción. No me extrañaría nada que muchos científicos se hubieran inspirado en esas obras de ficción.

    A ver cuándo a alguien le da por imaginar un mundo donde la gente sea solidaria, la pasta tenga la importancia justa y que todos sus habitantes tuvieran un mínimo de decencia, honestidad y sentido común… pa mí que vendrá antes el teletransporte.

  • 05.03.2015
    Gabriel dice:

    » Pero en el extrañísimo mundo de las partículas, los electrones aparecen en un lugar y desaparecen para surgir en otra parte como si fueran fantasmas.»

    No se a que se refiere esta frase exactamente, pero esto no es lo que sucede en la teleportacion cuantica. EL electron ni desaparece ni vuelve a aparecer. Hay dos electrones, uno aqui y otro alli y lo que se transfiere es la informacion de uno al otro.

    » El científico australiano Aston Bradley, de la Universidad de Queensland en Bisbrane (Australia)»

    ASton esta ahora en la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, cuando publico los resultados (hace 8 anyos), si que estaba en Queensland.

    «. Esta información viaja en un haz de luz que se envía por fibra óptica a otro lugar, donde se reconstruyen dichos átomos.»

    Los atomos no se reconstruyen de la nada… COmo digo hay atomos aqui y hay atomos alli y lo que se hace es «reconstruir el estado de los atomos»

  • 06.03.2015
    Juan J. de Miguel dice:

    El artículo me parece, en general, muy superficial, y el título es claramente inadecuado. Se comentan, bastante por encima, varias curiosidades acerca de la serie Star Trek (la original, básicamente) y se revisan varias de sus predicciones tecnológicas pasando rápidamente por el tema del teletransporte.
    Merecería la pena señalar que lo que se ha teletransportado hasta el momento es la «información» cuántica acerca del estado de algunas partículas, pero no se ha creado/aniquilado materia como muestra la serie. Obviamente, los experimentos que se están realizando son muy interesantes desde el punto de vista de la mecánica cuántica, pero no se parecen demasiado a lo que vemos en la pantalla. El método del grupo de átomos de rubidio, u otros similares que pudieran «copiar» el estado cuántico de un conjunto de átomos, si se llegara a realizar en la práctica con un ser vivo, no daría como resultado un teletransporte estricto sino una especie de clonación; el requisito básico para el teletransporte es que el objeto original debe ser destruido en el lugar de origen y reconstruido en el punto de destino. Esta metodología ha sido discutida en detalle desde el punto de vista físico, por ejemplo, en el libro de Lawrence Krauss «La física de Star Trek», en donde se demuestra que el coste energético del proceso (dejando de lado la cuestión de si el ser aniquilado y luego reconstruido sería el mismo original) es inmenso.

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