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Vuelven ‘Los Vengadores’, los superpoderes de los superhéroes en el cine

Por Luis Miguel Ariza, el 19 de abril de 2015, en Superhéroes

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Los Vengadores. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

Los Vengadores. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

Ante el inminente estreno de la película ‘Vengadores: la Era de Ultrón’, que seguramente reventará las taquillas de todo el mundo, no puedo evitar echar una mirada a un pasado que se remonta a casi 40 años, cuando era un chaval completamente hipnotizado por los cómics–en especial por los de Marvel, sin olvidar al fabuloso ‘Flash Gordon’, de Alex Reymond, o los inefables ‘Jabato’ y ‘Capitán Trueno’–, una forma de expresión que ni de lejos se consideraba arte y que ocupaba un minúsculo espacio en la sociedad de entonces.

Uno de mis sueños en ese mundo real era hacerme en una vasta biblioteca con toda la colección de Ediciones Vértice, que introdujo el Universo Marvel en España. Me acuerdo vagamente de dos compañeros de clase. Uno de ellos poseía toda la colección y el otro –que me caía fatal, convirtiéndose en mi primer enemigo– los tenía casi todos. El otro sueño en ese mundo imaginario era convertirme en un superhéroe: Estela Plateada, ese ayudante de Galactus que se deslizaba por un tablón de surf a velocidades increíbles y que poseía el poder de lanzar rayos cósmicos con las manos. Aparece en muchos números de los 4 Fantásticos con el nombre de silver surfer. En aquel tiempo, a Robert Downey nunca le llamaríamos Iron Man, sino El Hombre de Hierro. Hulk era La Masa. Los X-Men, la Patrulla X. Ant Man, el Hombre Hormiga. La lista es larga, incluyendo a Mercurio –el héroe veloz de los vengadores–o Dan Defensor –Dare Devil–, aunque los superhéroes estrella, como Thor, Capitán América, y por supuesto Spiderman, conservaron sus nombres originales a salvo de las traducciones.

El tiempo es perspectiva. En España, como ejemplo, la literatura de ciencia ficción no encuentra el acomodo del que gozan las películas. Y estos cómics estuvieron a  punto de desaparecer. ¿Por qué ese mundo de superhéroes destinado a minorías se ha transformado en la gigantesca industria del espectáculo que es ahora, alimentada por millones y  millones de personas en todas partes? Hace poco me regalaron un tomo de Los Vengadores –en el que luchaban contra el robot Ultrón– y la editorial Taschen me envío un maravilloso y gigantesco volumen sobre los 75 años de Marvel escrito por uno de los creadores más importantes, Roy Thomas, que recomiendo vivamente desde aquí, ya que probablemente es la obra más completa de este mundo que dejó atónito a muchos adolescentes españoles. Y de la relectura de aquellas aventuras, esta vez con el ojo escéptico del adulto, surgen jugosas contradicciones.

Por un lado, muchas de las historias parecen tan infantiles… Los héroes, pero sobre todo los villanos de todos los colores y pelajes, se multiplican en demasía. Imposible contarlos. Las escenas se suceden como un baile de disfraces atiborrado que no tiene fin, un universo de lo excesivo en el que más es mucho menos, que se multiplica con nuevos personajes con singulares trajes, como pretexto fácil para crear el inevitable enfrentamiento, y los estereotipos se repiten de forma machacona. Los malos quieren dominar el mundo y esclavizarnos, son egoístas, insatisfechos, demasiado villanos, sin dobleces, obedecen a un ciego instinto que les dice que el mundo se divide entre los seres superiores cuya misión sagrada es aplastar a los que no son como ellos. A priori, el Universo Marvel aparece en blanco y negro, el mal contra el bien, tortas y peleas, destrucciones y espectáculos que se suceden en un mundo casi ramplón.

Portada del libro '75 años de Marvel Cómics'. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

Portada del libro ’75 años de Marvel Cómics’. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

Y sin embargo, a medida que pasaba las páginas, comprobaba que esas historias infantiles encerraban una capacidad de evolución, de maduración, que empezaban a cobrar sentido. No se podía entender este universo de lo excesivo con la lectura de un par de historias. Poco a poco, los guionistas empezaban a mostrar las motivaciones de sus héroes, y también, las de los villanos. Y como consecuencia de ello, las páginas finales resultaban mucho más prometedoras de lo que en principio se nos contaba. Los moldes y patrones comenzaban a difuminarse, y en esa indefinición empezaba a surgir una magia que trascendía los estereotipos iniciales. Con la lectura, empiezan a aparecer los subtextos, lo que se dice pero no se cuenta. Hay un recorrido oculto que no se advierte al principio pero que termina por apoderarse de la percepción que tenemos de estas historias de superhéroes.

Todo este material, en manos de buenos productores, y sobre todo de maestros en efectos especiales revolucionarios, ofrece un fabuloso botín para explotarlo en la gran pantalla.

Pongamos, por ejemplo, la forma en la que los guionistas –con el maestro Stan Lee a la cabeza– nos presentan las profesiones en el mundo norteamericano. En Spiderman tenemos las dos caras del periodismo: una denuncia potente contra el sensacionalismo de J.J. Jameson, un director de periódico antipático y abyecto al que solo le interesa vender portadas contando mentiras sobre un héroe y que tiene éxito al retratarlo como antihéroe. Spiderman es un peligro público. Peter Parker representa el ejemplo contrario, un fotógrafo al que solo le interesa la verdad, desmintiendo las falacias con sus fotografías, alguien que trata de subvertir la maquinaria del Daily Bugle a pesar de que trabaja para él. Pero en ese periódico encontramos a un redactor jefe –negro para más señas–que tiene el sentido común que le falta a su jefe, y que siempre apoya al chico.

Parker es además un científico. Y la mayoría de los científicos de su mundo Marvel no son malvados de inicio. Obedecen al esquema del sabio que intenta mejorar el mundo con la ciencia, pero al que algo le sale mal y el desastre se escapa de la probeta. El doctor Connor quiere encontrar la forma de regenerar los miembros amputados en las personas, pero por culpa de ello se convierte en un lagarto. A mí me resulta un tipo fascinante y simpático. El doctor Octopus es un reputado científico nuclear que sufre un accidente con sus brazos mecánicos, y en el filme de Sam Raimi su objetivo es encontrar una fuente de energía inagotable para la humanidad. El esquema es crítico –el científico tratando de jugar a Dios y que es castigado moralmente por ello–, pero eso añade cierta profundidad al villano. Tony Stark es un fabricante de armas metido a  superhéroe. Reed Richards es, por el contrario, un genio de lo correcto, lo que le hace menos interesante. Y Bruce Banner estaba implicado en experimentos militares para fabricar una bomba gamma, lo que no dice mucho sobre sus bondadosas intenciones iniciales. Puede que sea un científico correcto, pero investiga en el lugar equivocado.

El increíble Hulk. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

El increíble Hulk. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

Los abogados, sorprendentemente, no son demonizados en un país como Estados Unidos. Al igual que los boxeadores corruptos. Examinen el caso de Dare Devil –Dan Defensor. Su padre se gana la vida como un boxeador que se deja comprar para perder en el ring, pero es consciente de que su hijo debe ser mejor que él, y le obliga a estudiar duro. Cuando el pequeño Matt Murdock se queda ciego y desarrolla poderes, el padre sigue a su lado y se sacrifica por su hijo, hasta que es asesinado. Y Murdock decide convertirse en el abogado defensor de los marginados, los pobres, los desahuciados del sistema capitalista norteamericano. La serie Netflix que se acaba de estrenar sobre Dare Devil es realmente excelente. En ella, aparece también un periodista negro volcado en la investigación de los turbios manejos de una multinacional de mafiosos. Su dedicación es contar la verdad, la única arma de la gente honesta en un mundo construido para la corrupción, La Cocina del Infierno.

Muchas veces encontramos una doble cara. Los militares que tratan de capturar a Hulk para extraer sus secretos y convertirlo en un arma pertenecen legítimamente al Gobierno de Estados Unidos, pero aquí son el enemigo insensible y cruel, al servicio del general Ross, cegado por sus obsesiones. Su hija, sin embargo, es el amor de Banner. Pero este es el mismo ejército sobre el que se apoya la leyenda del Capitán América y su lucha contra los nazis –la película de Joe Johnston retrata perfectamente esa atmósfera de patriotismo que el propio Hitler ayudaría a consolidar en la mentalidad norteamericana. Marvel se atreve a ir más allá de Hitler y crea un villano excelente –el Cráneo Rojo– más ambicioso, cruel e inteligente, que desarrolla una tecnología imposible para la época. No es otra cosa que un Capitán América visto desde el otro lado del espejo.

Las películas de X- Men (la antigua Patrulla X) se centran en intensificar las diferencias y los sentimientos racistas que dominaron y aún siguen atormentando a buena parte de la cultura norteamericana. Los mutantes son en este caso los apestados, al igual que la población negra sometida a esclavitud durante buena parte de la historia norteamericana, población que luchó por sus derechos durante una inmensa –y dolorosa– mayoría del siglo XX. El hecho de que los mutantes tengan que estudiar en una escuela de superdotados refleja el rechazo de la sociedad ordinaria. La articulación de esta respuesta es doble. El doctor Xavier busca la integración, mientras que Magneto considera que la mentalidad de la sociedad no deja hueco para aquel que es diferente, y por tanto resulta ilusa la idea de cohabitación. En esos puntos contrapuestos se articula el drama, y todo lo que sucede alrededor de la sociedad y los mutantes cobra sentido. En la última película, resulta irónico que el mayor enemigo de los mutantes sea un enano llamado Bolivar Trask –interpretado por el excelente actor Peter Dinklage–, cuyo poder reside en consolidar una industria robótica para la destrucción de todos los mutantes: es alguien que siente fascinación por aquellos que como él son diferentes, pero que ha alcanzado un poder económico y tecnológico dentro de esta sociedad racista que le acepta por puro temor. Trask desea eliminar a los mutantes y con ello expresa el deseo –oculto o no– de sentirse aceptado y aplaudido.

Daredevil. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

Daredevil. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

Otro aspecto fascinante de Marvel es el tratamiento y la utilización de la radiación para lograr una credibilidad ficticia basada –supuestamente– en la ciencia. Una inmensa mayoría de sus héroes adquieren poderes gracias a las radiaciones. A Parker le pica una araña radiactiva. Los 4 fantásticos sufren un accidente en una misión espacial y son bombardeados por los rayos cósmicos. Banner es bañado en la radiación gamma. A Steve Rogers le inyectan un sueño experimental para crear un supersoldado. No recuerdo si ese suero es radiactivo, pero le presuponemos un poder transformador parecido, ya que es capaz de convertir las células del cuerpo en supercélulas.

Las radiaciones crean mutantes, pero en la naturaleza, y en la inmensa mayoría de los casos, las mutaciones suelen ser letales y son descartadas. En el mundo real, los mutantes nacerían muertos o no llegarían a hacerlo. También es cierto que las mutaciones son necesarias para que exista variabilidad en las especies, y de vez en cuando alguna resulta beneficiosa en una circunstancia y es seleccionada. La especie cambia en otra especie, probablemente porque su adaptación al medio nuevo es mucho mejor. Pero existe una insalvable distancia hasta la obtención de superpoderes que violan todas las leyes de la física.

Pese a ello, las radiaciones retienen esa especie de magia surgida del miedo a la bomba atómica, heredado de la Guerra fría, ese elemento desconocido, transformador y peligroso, presente en la mente del granjero norteamericano que construye un refugio nuclear para los suyos para protegerse de los desconocido. Las radiaciones construyen aquí la explicación perfecta para que el guionista justifique los superpoderes. Hacen posible nuestro viaje a otro mundo fantástico que no es otra cosa que un calculado ejercicio de evasión. ¿Quien no ha experimentado la necesidad de convocar a algún superhéroe que haga frente a nuestros más profundos miedos? Por ello, y al menos durante un par de horas, la magia del cine y su enorme efectividad visual satisfacen este tipo de ansiedades que nos negamos a reconocer.

Capitán América. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

Capitán América. Foto cortesía de Taschen/Marvel.

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Comentarios

Hay 11 comentarios

  • 20.04.2015
    Agustín dice:

    ¿Qué sería de la humanidad sin los superhéroes! ¿Qué sería de la humanidad sin los yankis! ¿Qué sería de España sin… Torrente! La respuesta en https://www.youtube.com/watch?v=gU5mRpfVwdo

  • 20.04.2015
    Óscar dice:

    En realidad, en la última película (aunque no cronológicamente), Bolívar Trask es interpretado por Peter Dinklage. Totalmente de acuerdo en lo de gran actor.

    Bill Duke interpreta al Secretario Trask en la decisión final, aunque en este caso no se han currado demasiado la coherencia entre películas…

  • 20.04.2015
    pasabaporaqui dice:

    Buen artículo, con dos salvedades:

    – Estela Plateada corresponde al nombre original Silver Surfer (no «Shadow»).

    – El actor que interpreta a Bolívar Trask no es «Bill Duje» (?), sino el titánico Peter Dinklage.

    • 20.04.2015
      Luis Miguel Ariza dice:

      Efectivamente, muchas gracias y disculpas por la errata. Corregido el nombre de este excelente actor enano, y además, Silfer Surfer.

  • 20.04.2015
    Nathanael dice:

    Excelente texto, aunque tiene un pequeño error, el actor que interpreta a Tusk en la gran pantalla es Peter Dinklage, catapultado a la fama por interpretar a Tyrion Lannister en la serie Juego de Tronos.

    1 Saludo!

    • 20.04.2015
      Luis Miguel Ariza dice:

      Efectivamente, muchas gracias y disculpas por la errata. Corregido el nombre de este excelente actor enano, y además, Silfer Surfer.

  • 20.04.2015
    luis dice:

    … el mayor enemigo de los mutantes sea un enano llamado Bolivar Trask –interpretado por el excelente actor Bill Duje–, cuyo… (sic)

    Y yo que pensaba que era Peter Dinklage…

    • 20.04.2015
      Luis Miguel Ariza dice:

      Efectivamente, muchas gracias y disculpas por la errata. Corregido el nombre de este excelente actor enano, y además, Silfer Surfer.

  • 20.04.2015
    Dars Veider dice:

    Todo bien, excepto que el actor que interpretó a Bolivar Trask en X-Men: Dias del futuro pasado es Peter Dinklage, no Bill Duje

    • 20.04.2015
      Luis Miguel Ariza dice:

      Efectivamente, muchas gracias y disculpas por la errata. Corregido el nombre de este excelente actor enano, y además, Silfer Surfer.

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