‘Sombras blancas’, la magia negra contra los albinos en África

Un padre visita a su hijo refugiado en uno de los centros para albinos al norte de Tanzania. Foto: Liron Shimoni.

Un padre visita a su hijo refugiado en uno de los centros para albinos al norte de Tanzania. Foto: Liron Shimoni.

La exposición ‘Sombras blancas’, del fotógrafo israelí afincado en Barcelona Liron Shimoni, aborda un duro tema que no puede dejar a nadie indiferente: la incomprensión y persecución que sufren los albinos en Tanzania, donde se puede llegar a pagar 3.000 dólares por una de sus manos para practicar magia negra al servicio de los poderosos.

Fue hace cinco años, pero lo recuerda como si hubiese ocurrido ayer mismo. Estaba sentado viendo un documental de la BBC sobre la trágica realidad que sufren los albinos en Tanzania y le dolió. Se nota, porque su reacción fue inmediata. En 2010, Liron Shimoni (Israel, 1976) contactó con activistas en el terreno, a los que preguntó qué necesitaban. “Me respondieron que las personas con albinismo siempre echan en falta gafas de sol, gorros y cremas solares. Esa misma noche, envié un correo a un grupo de amigos sugiriendo este tipo de donaciones y les pedí que lo reenviasen a sus conocidos”, recuerda Shimoni, mientras observa con nostalgia la foto que encabeza este artículo. “Unos días después, al abrir el correo, me encontré con cientos de respuestas de colegios y universidades, tiendas de gafas y personas privadas con ganas de ayudar. Fue toda una sorpresa”.

Así, con una televisión y varios correos electrónicos escritos por una persona con voluntad de cambiar las cosas, empezó a nacer el proyecto Sombras Blancas, una exposición de fotos que, después de pasar por Sidney, Londres, Tel Aviv y Barcelona, puede verse en las paredes del Centro Internacional de Fotografía y Cine (EFTI) de Madrid hasta el 3 de mayo, momento en que seguirá viajando para cumplir su objetivo principal: “Contar este problema al mundo”.

Este fotógrafo, residente en Barcelona junto a su mujer e hijos desde hace cuatro años y muy favorable a la resolución pacífica y justa del conflicto israelí-palestino, ha colaborado con importantes publicaciones especializadas en viajes como National Geographic y Lonely Planet. Sin tener una formación académica en el mundo de la fotografía, Shimoni descubrió su vocación hace más de una década. Con 23 años, después de terminar el servicio militar obligatorio en su país, decidió viajar por el sudeste asiático. Sin más. Durante dos años. “Malasia, Japón, Camboya… Compré una cámara y decidí tomar fotos. Poco a poco, se convirtió en una parte central de mi viaje. Y luego, cuando volví a Israel, intenté contactar con Moshe Shay, un fotógrafo muy conocido en mi país. Lo conseguí. Y, para mi sorpresa, no me recomendó ir a una escuela de fotografía, porque en la mayoría de las ocasiones los fotógrafos adquieren el estilo que marca la propia escuela. Lo que me dijo fue: coge tu cámara, viaja y empieza a hacer tus fotos”.

"Parece la hija de un monstruo y no una persona", dijo tras el parto el padre de Hassan Ramadani, de 10 años, a su pareja y madre de la niña antes de irse de casa. Foto: Liron Shimoni.

«Parece la hija de un monstruo y no una persona», dijo tras el parto el padre de Hassan Ramadani, de 10 años, a su pareja y madre de la niña antes de irse de casa. Foto: Liron Shimoni.

Erik, 7 años, vive en un refugio construido por el gobierno. Además del albinismo, sufre cáncer de piel y tiene Síndrome de Down. Foto: Liron Shimoni.

Erik, 7 años, vive en un refugio construido por el gobierno. Además del albinismo, sufre cáncer de piel y tiene Síndrome de Down. Foto: Liron Shimoni.

Aunque sigue con las fotos de viajes, se ha dado cuenta de que lo que más le satisface es contar historias a través de imágenes. Sirva de ejemplo su viaje a Tanzania, “el más satisfactorio de su carrera”, donde intentó entender por qué muchas familias abandonan a sus hijos albinos y por qué los curanderos los matan y les quitan las extremidades para realizar los hechizos con los que dicen curar enfermedades o atraer la buena suerte.

En Tanzania, ese país por donde pasan más de 600.000 turistas al año para viajar al Parque del Serengueti, el Kilimanjaro o las islas de Zanzíbar, muchos creen que los albinos son hijos del demonio, cuando, en realidad, el albinismo es un trastorno genético hereditario, causado por la falta de melanina, el pigmento encargado del color de la piel, el pelo y los ojos. Un capricho de la naturaleza que ocurre tanto en países europeos (lo sufre una de cada 20.000 personas) como en países africanos (en Tanzania, por ejemplo, hay un caso cada 4.000 habitantes). El implacable sol africano, la magia negra y bajos índices de educación conforman un caldo de cultivo que convierte la vida de los albinos tanzanos en un infierno.

Así lo cuenta a El Asombrario uno de los activistas más reconocidos en ese país en la defensa de los derechos de los albinos, Josephat Turner, amenazado de muerte y atacado en varias ocasiones. “Los albinos estamos siendo asesinados por superstición. Desde 2007 han asesinado a 73 albinos y decenas han sido mutilados para comerciar con sus partes del cuerpo”, dice Turner, indignado porque, de todos esos crímenes, tan solo cuatro han dado lugar a un proceso de investigación. “Se ha convertido en un negocio y muchas familias venden a sus hijos albinos a los asesinos. La pregunta es: ¿quién está detrás de estos asesinatos?”

Albino de 25 años huido de su pueblo después de que asesinaran a su mejor amigo, albino también. Pasó cinco meses en una celda de la comisaría de policía de Mwanza voluntariamente para que no le atacasen. Foto: Liron Shimoni.

Albino de 25 años huido de su pueblo después de que asesinaran a su mejor amigo, albino también. Pasó cinco meses en una celda de la comisaría de policía de Mwanza voluntariamente para que no le atacasen. Foto: Liron Shimoni.

Sikogwa Mangalu, de 5 años, vive separada de sus padres en un refugio construido por el gobierno de Tanzania para niños albinos. La mayoría de los casos de ataques y asesinatos son contra menores. Foto: Liron Shimoni.

Sikogwa Mangalu, de 5 años, vive separada de sus padres en un refugio construido por el gobierno de Tanzania para niños albinos. La mayoría de los casos de ataques y asesinatos son contra menores. Foto: Liron Shimoni.

Sólo hace falta analizar los datos para sacar conclusiones. “Tanzania cuenta con uno de los mercados negros más grandes de África, donde acuden compradores de todo el continente. Es decir, la demanda crece, provocando que un miembro de albino pueda cotizarse hasta a 3.000 dólares”, explica Turner. “Y si una persona quiere comprar todo un conjunto, es decir, un pie, dos manos, un frasco de sangre, la nariz y el pelo, puede costar incluso 75.000 dólares, aunque son cifras difíciles de confirmar”.

Así que, en un país donde el salario medio no supera los 30 dólares al mes y en torno al 80% de la población vive con un dólar al día, ¿quién puede permitirse gastar esa cantidad de dinero? “Las clases altas: empresarios y, sobre todo, políticos con poder. Nadie habla de ello, pero este año hay una veintena de elecciones en todo el continente (en Tanzania se celebran en octubre) y llama la atención que desde inicios de 2015 la persecución de albinos en el país se ha incrementado tanto que ha llevado a las autoridades tanzanas a prohibir el ejercicio de la brujería para intentar paliar estos crímenes. Aunque eso, para mí, no es suficiente. No servirá de nada actuar contra los hechiceros, si no se legisla contra esas clases acomodadas, ocultas, con mucho poder”.

Desde lejos, como solemos mirar en Occidente, sería fácil equivocarse y prejuzgar esta práctica como un problema fruto de la tradición oscura, en un contexto de pobreza y teñido por la ignorancia. Pero no, en realidad no. Todo lo contrario. Esta práctica no es patrimonio de los pobres, sino, sobre todo, de los ricos, que son quienes perpetúan esa persecución de albinos con ansias de algo tan universal como es la riqueza y el poder.

Insultados en la calle como wazungu (puto blanco), dili (diminutivo del inglés deal, negocio) o zeru, zeru (o sea, cero, nada); los albinos se han visto a menudo empujados a vivir en refugios construidos para protegerlos. “Allí reciben la visita de sus familiares, cuando los tienen; duermen hasta 40 en una habitación y, a veces, carecen de comida y ropa”, explica Shimoni, que condujo su furgoneta repartiendo cargamentos de donaciones por los distintos centros.

"Antes me quedaba en casa de día para evitar la exposición al sol y, al atardecer, salía a divertirme con mis amigos. Hoy tengo miedo, siento como si me quisieran cazar", comenta Ida, de 23 años, vecina del pueblo de Ushirombo, en el centro de Tanzania.  Foto: Liron Shimoni.

«Antes me quedaba en casa de día para evitar la exposición al sol y, al atardecer, salía a divertirme con mis amigos. Hoy tengo miedo, siento como si me quisieran cazar», comenta Ida, de 23 años, vecina del pueblo de Ushirombo, en el centro de Tanzania. Foto: Liron Shimoni.

Mirando hacia un futuro mejor. Niños de un refugio para albinos en la cuidada de Shinyanga llevando gafas de sol con las que aliviar el sufrimiento al que siempre están expuestos.  Foto: Liron Shimoni.

Mirando hacia un futuro mejor. Niños de un refugio para albinos en la cuidada de Shinyanga llevando gafas de sol con las que aliviar el sufrimiento al que siempre están expuestos. Foto: Liron Shimoni.

Mientras explica las historias que conforman su exposición, noto que este fotógrafo, aunque también periodista y antropólogo visual, utiliza tanto la libreta como la cámara. “Cuando veo a una persona quiero saber cuál es su nombre, cómo se siente, si tiene hermanos o hermanas… Conocer a la persona antes de empezar a fotografiar. Entonces es cuando veo una persona y no un objeto”. Y asegura que en Tanzania tardó unas semanas en sacar la cámara de la mochila.

“Para mí, lo más importante es explicar y contar al mundo este problema. Y también transmitir con mi proyecto que, ante los problemas, tenemos el poder de cambiarlos. Muchas veces tenemos la voluntad, pero nos amparamos en la excusa de que somos los únicos, de que estamos solos en esto. Pero no es verdad, como puede verse en la fotografía que cierra esta exposición, niños albinos en su escuela y cientos de gafas enviadas por particulares que donaron su tiempo para cambiar esta realidad”. Todas esas personas querían hacer algo. Y lo hicieron.

‘Sombras blancas. Viviendo con el albinismo’, de Leron Shimoni, se expone del 27 de marzo al 3 de mayo en el Centro Internacional de Fotografía y Cine EFTI, en Madrid.

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Comentarios

  • Manuela

    Por Manuela, el 10 abril 2015

    Enhorabuena Edu, un artículo muy interesante por su contenido y manera de escribirlo…yo también soy ignorante…y me encanta que gente como tú me enseñe cosas… Sigue así…

  • Óscar París

    Por Óscar París, el 10 abril 2015

    Fascinante y humano reportaje, bravo Educación Granados

  • Óscar París

    Por Óscar París, el 10 abril 2015

    Magnífico reportaje Lirón Shimoni,mi admiración y felicitaciones.

  • Ernesto

    Por Ernesto, el 18 junio 2018

    Es posible adoptar aún pequeño de allá , aún teniendo miedo de su seguridad. Me da miedo creer que realmente crean que son demonios y les hagan daño. ????????????????????

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