El Oeste, Tarantino, Bolaño y la crisis

Fotografía incluida dentro de la exposición sobre el Lejano Oeste del Museo Thyssen.

Fotografía incluida dentro de la exposición sobre el Lejano Oeste del Museo Thyssen.

Fotografía incluida en la exposición sobre el Lejano Oeste del Museo Thyssen.

Vuelve el ‘western’ en tiempos de crisis. Un género para sobrevivir en dos versiones gracias a González Ledesma-Silver Kane, Tarantino, John Ford, Borges, Roberto Bolaño y una exposición en el Museo Thyssen. Un ‘cowboy’ y un gaucho son los protagonistas del Lejano Oeste y la infinita Pampa. Un mismo personaje trágico y romántico. Obsesiones y ansiedad de terrenos inagotables. Dos maneras, dos culturas, para entender la cotidianeidad en un mundo marcado por el individualismo, el avance económico y la naturaleza rota. Sumisión y rebeldía. Venganzas particulares. Todo vale. Con beso final.

La película Centauros del desierto dirigida por John Ford ejemplifica con maestría el aliento de la narrativa vinculada al Lejano Oeste. La primera escena hace parte de la memoria colectiva. Allí una mujer se asoma al porche de su casa. Nosotros la espiamos desde atrás mientras su figura se recorta entre sombras. La oscuridad está presente. Alguien se acerca a lo lejos. Cada miembro de la familia sale a ver de quién se trata. Están en medio del desierto y cualquier persona puede ser amigo o enemigo. Casi nadie se reconoce en el otro. Todos son potenciales enemigos. Es un mundo donde cada uno se vale solo por sí mismo. La palabra dada apenas tiene valor y se convierte en lo más valioso e inexistente. El arribismo impera. Cada uno se arrima a cualquier árbol con tal de que dé sombra. Hay que salvarse a cualquier precio. Redimirse o atacar. Alan Le May escribió ya al final de su vida -hay cuestiones que se aprecian solamente desde la periferia y el tiempo- la novela que John Ford llevó a la pantalla. Son historias que se ubican en la lucha de la vida, todo es supervivencia, proliferan víctimas y verdugos, víctimas culpabilizadas, los sueños mueren sin funerales, se desconfía de la generosidad, el aliento del abismo es cotidiano. Abrazan el mismo espíritu que cobijara a Jack London o Robert L. Stevenson, Conrad y Melville. Cerrando los ojos se puede llegar a sentir el eco de los recuerdos de El Corto Maltés en otro tiempo y otro lugar. Sin embargo, las novelas del Lejano Oeste pertenecieron a un género considerado menor porque interesaba a niños y a las clases más populares, porque entretenían.

En el polo opuesto de tanta mezquindad y para ofrecernos equilibrio, nos encontramos ahora mismo con la exposición en el Museo Thyssen sobre el Lejano Oeste. La perspectiva es radicalmente opuesta. Allí se rescata del olvido territorios sagrados y la visión de los indígenas americanos que nos invitan a “caminar en la belleza, armonizando tierra y cielo, cuerpo y espíritu”, en palabras de Miguel Ángel Blanco, el comisario de esta muestra. Allí se puede respirar. Ya no estamos encarcelados aunque nuestro destino no haya cambiado. Nos lo contaba Julia Luzán en Los indios cabalgan por las llanuras del ThyssenEs una invitación para dar con las huellas de un territorio que nos socorre y que nos espera en nuestra experiencia íntima para ser reconocido en el pasado, en EE UU y en Madrid en el Museo Thyssen. Es lo más opuesto al estilo del último Tarantino de Django desencadenado o Los malditos ocho, mientras lo complementa exquisitamente. Estas propuestas vienen a reflejarnos y rescatarnos. ¿Son azarosamente coincidentes o responden a necesidades que flotan en el aire? En ambas la naturaleza detiene las claves de la fortaleza de los personajes; se produce un choque o la asimilación. Roberto Bolaño fue quien contestó a este interrogante.

Vuelve el western en tiempos de crisis. Nos permite una catarsis individual y social. La novela del Lejano Oeste empezó como un subgénero de la novela de aventuras por tierras de Norteamérica de la mano de El último de los mohicanos en 1826. Después de los Tres mosqueteros y Ulises sólo era cuestión de tiempo. Surge en un periodo de expansión industrial en el que hay dos poderes que chocan: la modernización y la naturaleza. Son dos formas de vida: el hombre que modifica su entorno y el entorno natural que modifica al hombre. Nos retrotae a la pérdida y conquista del paraíso que ahora descubrimos desértico, ancho y ajeno. Es una lucha de titanes que cada día está de mayor actualidad. Es un fenómeno universal. De ello da testimonio un personaje como Juan Moreira en La Pampa argentina que es paralelo al Ethan del desierto de Texas en Centauros del desierto. Juan Moreira va más allá incluso y se comunica como un personaje de Tarantino. Un mismo sentir desde el sur y el norte, en los Estados Unidos y en Argentina. Una misma sangre literaria en las novelas del Lejano Oeste y la literatura gauchesca. Mientras tanto, el vaquero y el gaucho asumen la esencia de sus respectivas regiones. El cowboy se enfrenta a los indígenas, mientras el gaucho hace lo propio con los indios y los españoles por igual. La visión es muy similar en ambos puntos cardinales alumbrada por el maniqueísmo. El racismo, los prejuicios están presentes en el Lejano Oeste. Luego, el cowboy se domestica junto a su familia o se acalla con la soledad extrema, el gaucho canta melancólico y se vuelve sumiso frente al patrón.

Novelas de Gauchos.

Novelas de gauchos.

Las novelas de gauchos fueron tan populares en América del Sur que sus lectores formaban clubes de fans urbanos y se reunían vestidos como gauchos e imitaban sus costumbres, cosplay del siglo XIX. España siempre se alejó de aquellos modelos para acercarse apasionadamente a los novelas del mundo anglosajón. El periodo franquista educó ese gusto y lo impulsó. Las novelas del Lejano Oeste de entonces dieron de comer a grandes autores prohibidos como González Ledesma, que fue redactor jefe de La Vanguardia, ganó el II Premio José Luis Sampedro (2011), el francés Mystère (2007), el Internacional RBA de Novela Negra (2007), el I Pepe Carvalho (2006), y el Dashiell Hammett (2003) de la asociación Internacional de escritores policíacos y el Premio Planeta en 1984. Ledesma escribió bajo el seudónimo de Silver Kane unas 400 novelas del Oeste para poder sostener a su familia. En aquellos años nació El Coyote de la mano de José Mallorquí. Otro autor muy querido fue M. L. Estefanía y su nombre está detrás de 3.000 novelas del Oeste, de las cuales la editorial Almuzara ha recuperado las más importantes. Al salir de la cárcel franquista, se puso a escribir una página cada diez minutos armado de un mapa de EE UU, un libro de historia de aquel país y una guía de teléfonos estadounidense de donde tomaba los nombres de sus personajes. Fue muy seguido por aquellas latitudes también. Era una manera de sobrevivir para unos, y de divertirse genuinamente para muchos. Aquellos escritores escribían una novela por semana inspirándose en la literatura del Siglo de Oro español. Y fueron conscientes de la importancia del entretenimiento a muchos niveles. En 2010, Ledesma volvió a publicar como Silver Kane La dama y el recuerdo. Su protagonista es Ketty River, una heroína deliciosa que bien podría seducir al Tarantino de hoy hasta dejarlo sin aliento, al Batman de siempre y convertir a John Ford en un forajido mientras se pasea entre los cuadros del Thyssen.

Novelas del Oeste españolas.

Para quien desee recorrer los caminos de este género, es inevitable fijarse en algunos autores. Washington Irving es uno de ellos. Viajó incansablementre, contó sobre La Alhambra, sus mitos y leyendas. Está considerado como uno de los padres de este género con sus diarios Western Journals de 1832. Recorrió los escenarios que hoy se pueden ver en la muestra del Museo Thyssen tomados en el momento original, los mismos que habitan en la última película de Tarantino. Es el mismo frío. Stewart Edward White llevó el género a sus cotas literarias más elevadas con Noches de Arizona. Y tres nombres más: Dorothy M. Johnson con el guión de Un hombre llamado caballo y el relato El hombre que mató a Liberty Valance; Alan Le May, el autor de Los buscadores, la novela en la que se basó John Ford para Centauros del desierto, y Glendon Fred Swarthout con The homesman, recientemente adaptado en la película Deuda de honor Si bien dispares, estos autores nos muestran la soledad y la lucha del Lejano Oeste, el valor áureo de la bondad, la violencia por sobrevivir, las cicatrices de personajes que sobreviven en la nada. Pero quien sobrevive no vive ni sueña, no puede permitírselo. Es necesario volver al sur para recuperar la belleza y la poesía junto a un gran hito del género con Don Segundo Sombra de la mano de Ricardo Güiraldes. El cowboy y el gaucho son el mismo personaje heroico, viril y hacedor de valores tradicionales. Luego el gaucho fue acomodándose a los tiempos y callando. Se perdió en la civilización para volverse una figura melancólica. Martín Fierro regresa a la sociedad. Olvida su libertad para hacerse peón agrícola. Su pesimismo, su forma de buscar soluciones fáciles lo vuelven sumiso. Entonces los indígenas y los inmigrantes asumen lo que queda de la insurrección. Borges saldrá a su rescate, libera al personaje, lo coloca junto a la naturaleza y le devuelve su bravura. Roberto Bolaño da un paso más allá, visita El sur de Borges, coloca al gaucho en plena modernidad en la Buenos Aires del siglo XXI en un eterno conflicto, la ciudad es insoportable y la Pampa, un escondite que cobija con su poesía. Nada es. Pero el gaucho de Bolaño ya no es símbolo de una pureza, es una elección intertextual. Un mundo lejano entre el Oeste y el Sur nos sirve de amparo.

El Lejano Oeste y la distante Pampa nos permiten reconocernos. Un mismo género nos conduce a alternativas diferentes según la cultura y el momento que acuna a cada uno. El Lejano Oeste americano vuelven a estar de moda mientras las lejanas pampas que culturalmente nos son más cercanas siguen siendo extranjeras. La melancolía y la violencia cotidiana hieren en la soledad del Lejano Oeste blanco del Norte; la poesía y la esperanza ante la misma pérdida diaria nos llega de la pintura y del Sur. Los cowboys pueden revelarnos nuestro presente mientras que los gauchos, junto a los indígenas, nos proveen el reflejo necesario para seguir sobre nuestros pasos hacia un eterno retorno.

Felices lecturas, océanos de espacios sagrados y mareas de diversión. Y un beso.

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Comentarios

  • hombretranquilo

    Por hombretranquilo, el 25 enero 2016

    El segundo párrafo del post es confuso. Cuando el autor habla de una novela de Le May «que John Huston llevó a la pantalla» hemos de suponer que el autor sigue haciendo referencia a Centauros del desierto, que es la película que se cita al principio del párrafo (y cuya autoría se adjudica, en esta primera mención, correctamente a John Ford), pues la novela de Le May que Huston llevó al cine es Los que no perdonan (The Unforgiven), y, dado que no es citada explícitamente ni una sola vez a lo largo del post, no parece que sea la intención del autor referirse a ella.

    Esta otra afirmación del post: «novela en la que se basó John Huston para Centauros del desierto», es, por lo dicho anteriormente, inexacta.

  • sardiflor

    Por sardiflor, el 25 enero 2016

    Hola, Hombretranquilo,

    Gracias por tomarte tu tiempo para un apunte importante que se me podría haber pasado, lo digo muy en serio. En este caso, por suerte, estoy en lo correcto. Te paso la ficha de Imdb de la película y los datos que menciono. En la versión original la película se titula como el libro de Le May: The searchers

    http://www.imdb.com/title/tt0049730/

    Centauros del desierto (1956)
    «The Searchers» (original title)
    119 min | Adventure, Drama, Western | 16 June 1961 (Spain)
    Director: John Ford
    Writers: Frank S. Nugent (screenplay), Alan Le May (from the novel by) (as Alan LeMay)
    Stars: John Wayne, Jeffrey Hunter, Vera Miles | See full cast and crew »

    Un abrazo oceánico,

    Sardi

    • hombretranquilo

      Por hombretranquilo, el 25 enero 2016

      El error que intentaba señalar en relación con Centauros del desierto/The searchers, no tiene relación con el título, sino con el dirtector, que es John Ford, no John Huston como se afirma en dos ocasiones en el texto.

      La primmera mención me ha confundido especialmente. Al decir que «Alan Le May escribió ya al final de su vida -hay cuestiones que se aprecian solamente desde la periferia y el tiempo- la novela que John Huston llevó a la pantalla», esperaba una referencia posterior explícita a la película que, efectivamjente, sí dirigió John Huston basada en una obra de Le May: Los que no perdonan/The Unforgiven, pero esa referencia no se hace, por lo que he de suponer que la expresión «la novela que John Huston llevó a la pantalla» de esta frase es una alusión a Centauros del desierto, por lo que en realidad debería decir: «la novela que John Ford llevó a la pantalla».

      La segunda mención: “novela en la que se basó John Huston para Centauros del desierto”, vuelve a ser, por los motivos aludidos, inexacta.

      • El Asombrario & Co.

        Por El Asombrario & Co., el 25 enero 2016

        Cierto. Perdón por el baile de apellidos y gracias por el aviso. Corregido. Mil gracias otra vez.

      • sardiflor

        Por sardiflor, el 26 enero 2016

        Hola, HombreTranquilo!!!

        menos mal, menos mal que nos ayudas tanto. No sé cómo agradecértelo. Muchísimas gracias, ¡eres imprescindible!

        Olas de mares de besos,

        Sardi

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