¿Es posible terminar la ESO sin saber qué es el cambio climático?

La profesora María González Reyes con algunos de sus alumnos por el campo.La profesora María González Reyes con algunos de sus alumnos por el campo.

La profesora María González Reyes con algunos de sus alumnos por el campo.

La profesora María González Reyes con algunos de sus alumnos por el campo.La profesora María González Reyes con algunos de sus alumnos por el campo.

La profesora María González Reyes con algunos de sus alumnos por el campo.

‘Terminar la ESO sin conocer el cambio climático‘. Este es el llamativo titular de un artículo del último número de la revista ‘Papeles’, publicada por Fuhem Ecosocial y la editorial Icaria. ¿Cómo es posible que desde los colegios no se afronte en serio este problema global? Hemos hablado con la autora del artículo, María González Reyes, sobre algo tan importante como es la educación ambiental.

La madrileña María González Reyes, bióloga, experta en educación ambiental en Ecologistas en Acción, da clases de Biología desde hace 15 años en un colegio madrileño de la Fuhem, a alumnos y alumnas (cuando habla, ella usa los dos géneros) de ESO y Bachillerato, de entre 12 y 18 años. Para ambas organizaciones ha colaborado en proyectos sobre educación eco-social. Cree que necesitamos un cambio urgente en la manera de explicar los problemas que afectan al planeta y, en especial, el cambio climático, explicando en toda su magnitud causas y consecuencias, y cómo todo está interrelacionado.

¿Realmente se puede terminar la ESO sin saber qué es el cambio climático?

En la Enseñanza Secundaria Obligatoria, ESO, deberían estar recogidos los contenidos mínimos para manejarte en la vida cotidiana. Y por distintos trabajos que hemos hecho tanto en Ecologistas en Acción como en Fuhem, trabajos en los que hemos analizado currículos y libros de texto, hemos visto que el tema del cambio climático, que es algo que va a cambiar nuestro paradigma de vida en el futuro próximo, bueno, y en el presente, que ya está ocurriendo, ya es un hecho con mayor impacto en países empobrecidos, no se recoge en la mayoría de ellos. Y cuando se recoge se hace de una manera totalmente aislada y parcelada, entendiendo por esto que en un libro de texto a lo mejor es un epígrafe concreto de una asignatura concreta de un curso concreto, un epígrafe por ejemplo dentro de los impactos humanos. Pero no se analiza en profundidad en qué consiste, ni se analizan sus causas ni sus consecuencias. Y eso yo creo que es una barbaridad, porque no estamos educando en las escuelas para algo que tiene que ver con la realidad, ni para prepararnos sobre cómo enfrentarnos a esta crisis de la civilización en la que ya estamos inmersos e inmersas.

¿Y cómo es posible que esto suceda, María?

Yo creo que lo que ocurre es que a la crisis socio-ambiental no se le da la relevancia que tiene; sigue sin estar en la agenda de nadie, para empezar no está en la agenda de los partidos políticos. Y creo que eso tiene mucho que ver en cómo hemos sido educados en esta cultura de la inmediatez, y también porque no globalizamos las enseñanzas ni los aprendizajes hacia algo que nos permita asociar causas y consecuencias. Sí se ha incluido una parte de la educación ambiental, como la del reciclaje, ahorrar agua, apagar la luz; son hábitos que están ya muy asumidos desde pequeños. Pero hay que ir más allá. Debemos entender, por ejemplo, que el mayor consumo de agua no es el del consumo doméstico sino el de la agricultura. Tendría más sentido que analizásemos qué pasa con nuestro modelo insostenible de alimentación en los países ricos y qué tiene eso que ver con el consumo de agua y de energía. Debemos tratar de cambiar la mirada y empezar a aprender desde otro paradigma distinto; además, tenemos comprobado que, cuando algo se entiende, cuando las piezas van encajando, y alumnos y alumnas no ven los hechos como cosas aisladas, sin conexión, uno se implica más en el cambio. No es momento de pensar que todo está perdido, pero sí que vivimos en un momento de urgencia. Creo que debemos poner en el centro del aprendizaje las cosas realmente importantes, porque ahora no lo estamos haciendo, no estamos transmitiendo cómo estamos destrozando el planeta.

Y con las nuevas generaciones hay más oportunidades de cambio, ¿no?

Este cambio de mirada es urgente; tengamos la edad que tengamos, no podemos descargar la responsabilidad en los siguientes, pero sí tengo comprobado que los adolescentes, lejos de ser esos entes abstractos a los que todo les da igual, esa manera en que a veces les caricaturizamos, cuando tienen posibilidad de participación y de decidir sobre las cosas que les importan, se meten de lleno, con el corazón y la cabeza; quizá no todos, pero sí una buena parte, y ese es un germen muy interesante de cambio.

¿No es cierto entonces eso que tanto les criticamos de que viven solo pendientes de la pantalla del móvil y del ordenador?

Les empujamos a estar todo el día colgados de las pantallas si lo que hacemos es darles clases aburridas, descontextualizadas de sus intereses, educación ajustada a unos parámetros en los que no tienen cabida ni la creatividad ni el pensamiento divergente; cualquiera nos engancharíamos antes a una pantalla, en la que ellos ven algo más real que eso que les estamos enseñando tan desligado de s intereses. Yo creo que en el sistema educativo, tal como está diseñado, al final los que llegan son los supervivientes, los que son capaces de tragar y tragar sin cuestionarse muchas cosas. Los que son diversos se quedan fuera.

El escritor José Luis Sampedro hablaba de la importancia de desaprender las malas inercias que nos han inculcado, y de que el sistema educativo a menudo está diseñado para formar consumidores más que personas…

Creo que escuelas e institutos deberíamos asumir el reto de crear otros valores, con los que también se identifiquen y que generen otras dinámicas sociales distintas a las que solo nos impelen a consumir y consumir. Con propuestas de participación activa. Si les hacemos partícipes de su aprendizaje, que también puedan decidir, si nos basamos en la pedagogía de la pregunta más que en la de la respuesta correcta -¿cuál es la respuesta correcta?, a menudo eso es muy relativo-, yo creo que hay muchas cosas que pueden cambiar. Es mucho más importante aprender a cuestionarse, a hacerse preguntas, que a repetir respuestas de memoria, como loros, sin más. Es nuestro deber como profesionales intentar crear comunidades educativas distintas con valores distintos que generen una sociedad distinta.

¿Y cómo interesarles por el cambio climático, cuando hay otros problemas que pueden ver como más acuciantes, desde el paro a la falta de expectativas futuras, lo desilusionante de un entorno que a menudo no les deja desarrollar su talento y creatividad?, ¿cómo interesarles por algo que ven aún lejano?

Al hablar de cambio climático, lo más habitual es que crean que se trata del agujero en la capa de ozono. Yo he ido a una clase de niños y niñas de 5 años a explicarles el cambio climático, y lo han entendido bastante bien. ¿Por qué entonces nos parece tan difícil de comunicar? Porque nos parece que no podemos hacer nada para cambiarlo, y eso frena muchas iniciativas, y porque vemos las consecuencias lejanas, tanto en el espacio como en el tiempo, y con eso es más difícil empatizar. A nosotros, por ejemplo, nos ha funcionado muy bien trabajar con migrantes senegaleses, que han tenido que dejar su país porque la pesca se terminó y sus zonas de cultivo estaban deterioradas, por la sequía y la contaminación y la esquilmación de los océanos, invitarles al aula a que cuenten su experiencia. Son los refugiados climáticos. Ha de haber un factor fundamental en las emociones. Empatizar con personas que te cuentan su realidad. Ese tipo de cosas son las que debemos tratar de generar con el alumnado, buscar esos momentos de empatía. Nunca van a aprender el cambio climático si es un mero epígrafe en un libro de texto.

Tú hablas también de la importancia de una escuela más conectada con el entorno, no concebir el aula como un ente aislado…

Sí, en el Estado español carecemos de una educación que tenga que ver más con el entorno y con la Tierra, algo de lo que hay experiencias muy interesantes en Latinoamérica. Hemos de intentar enfocar la educación para que el alumnado vivencie sus experiencias más allá del aula, en su entorno. Desde conocer el barrio, conocer a las vecinas y vecinos, qué problemáticas tienen… Aprender no es solo sacar un 9 en una evaluación, es mucho más. Hacerles ver que todo está conectado, que no son problemáticas aisladas. Hay que empezar por pensar que tenemos que cambiar la manera de explicar. Yo es que no entiendo que a la hora de explicar el cuerpo humano, por ejemplo, puedas separar el aparato circulatorio, del reproductor, del digestivo, y se hace, y no tiene sentido. Como si fueran cosas aisladas. Lo mismo sucede con las problemáticas eco-sociales: tienen nexos, todo está relacionado. La pobreza energética está íntimamente relacionada con el cambio climático, hablar de cambio climático es hablar de migraciones, refugiados y fronteras. Hay que dar explicaciones más globales, que lejos de hacer más complejo el discurso, lo que hacen es ayudar a entenderlo mejor, y cuando lo entendemos mejor estamos más preparados para actuar. Y debemos también dejar un poco de lado esa idea del individualismo, hay que pensar más en sociedad. Es muy habitual en los adolescentes que digan que ya no se puede hacer nada, o que la solución está solo arriba, pero yo creo que a todas las escalas se pueden hacer cosas; la clave es ensayar otra miradas, soluciones colectivas, para construir de una manera distinta.

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