‘La Teta Lisa’ busca desdramatizar el cáncer de mama

Un momento de la obra 'Teta Lisa' que busca desmitificar el cáncer de mama.

Un momento de la obra ‘Teta Lisa’ que busca desmitificar el cáncer de mama.

Un momento de la obra 'Teta Lisa' que busca desmitificar el cáncer de mama.

Un momento de la obra ‘ La Teta Lisa’ que busca desdramatizar el cáncer de mama.

Cada año, unas 26.000 mujeres son diagnosticadas de cáncer de mama en España. La obra teatral ‘La Teta Lisa’ busca, desde el humor y la cotidianidad, desdramatizar esta angustiosa realidad. A través de Olivia -magistralmente interpretada por Cybele Buffile– nos ponemos en la piel de una mujer cuyo único deseo es seguir con la misma vida que tenía cuando le diagnosticaron el tumor. Algo imposible, como ya le adelantaron las mujeres en las que se basó la autora de la obra, Rosa J. Devesa. En la sala Mirador, en Madrid, hasta el 29 de octubre.

Olivia se horroriza cuando tiene que pisar el hospital público. Su ginecóloga del seguro privado la ha derivado allí para que le hagan unas pruebas. Un simple trámite, piensa la protagonista, que no sabe que su vida va a cambiar para siempre. Olivia encarna a cualquiera de las 26.000 mujeres que son diagnosticadas de cáncer de mama al año en España y que, aunque sobreviven y superan la enfermedad, nunca volverá ser lo mismo. Este es el arranque de la obra de teatro La Teta Lisa , una producción de SaludARTE que nos da un tirón de orejas a todos: familiares, amigos y hasta los médicos especializados.

Rosa J. Devesa ha intentado aunar muchas de estas vivencias en una obra con dos objetivos fundamentales: romper tabúes y desdramatizar esta situación. “Mi profesor de dramaturgia me pidió que hiciera un ejercicio respecto al cáncer de mama. Iba a la biblioteca todos los días, cogía mi pila de libros y estudiaba la parte más sanitaria de la enfermedad. Un día, al coger los libros, me di cuenta de que la bibliotecaria me miraba con pena, y algo en mi cabeza saltó: así es cómo se deben sentir todos los días las mujeres con cáncer”. Por eso dio un giro a su obra, que si bien es concreta en términos médicos, se centra por completo en lo que su supone emocionalmente para la mujer que lo padece.

Devesa se puso a investigar en otra biblioteca: la de la vida. “Desgraciadamente no me fue difícil contactar con mujeres que habían pasado o estaban luchando aún con el cáncer. A través de los pedacitos de vidas de ellas, creé a Olivia”, comenta la autora de la obra, que tardó más de tres años en que su proyecto se hiciera realidad y se estrenara el pasado viernes en la Sala Mirador de Madrid. Antes, el proyecto ya se pudo ver en citas puntuales en varios municipios de Cataluña y Madrid, pero no contaban aún con Cybele Buffile, la actriz que da vida a Olivia.

El viaje por la enfermedad, en su piel

Cybele Buffile no solo encarna el papel de mujer diagnosticada por el cáncer, sino que también es el médico, su ex marido, su alter ego y la azafata que la acompaña en este viaje. Así, su primera putada (o en teoría parada) es enfrentarse a la amputación radical de un pecho entero (o mastectomía) y saber que el viaje continúa: quimio, radio, revisiones, efectos secundarios, la vida social, familiar, en pareja… Y es que Olivia empieza a replantearse la relación con su hija, las prioridades laborales y hasta con su ex marido. Algo que según la autora ha encontrado en muchas de las mujeres entrevistadas para lograr el texto final de la obra. “El 80% de la obra son anécdotas de verdad, aunque parezca mentira. Ellas mismas al ver el resultado me han dado las gracias por visibilizar lo que están pasando”.

Unas reacciones que se extienden al público que en estos días ha acudido a ver la representación. “Nos cuenta Cybele que mucha gente se sorprende al verse reflejada en esas amigas, vecinas o conocidas que empiezan a tratar de forma diferente a Olivia al enterarse de que está enferma”, explica Devesa, farmacéutica reconvertida a dramaturga, que insiste en que esta obra no tiene que tener un público concreto relacionado con el cáncer. “Queríamos romper con esa idea. Es una cosa de la que tenemos que hablar todos, porque normalizando eliminamos tabúes para las personas que la sufren”.

Tabúes que son muchos empezando por que les quiten elementos asociados con la identidad femenina como puede ser un pecho, en primer término, o el pelo. “Ellas se alegran de estar vivas, pero el hecho de que esta enfermedad sea tan visible para los demás es muy duro. Puedes estar enferma de algo más grave y el resto te trata igual”, reflexiona Devesa, que ha logrado plasmarlo en la obra sin que haya más actores ni actrices que la protagonista. Mérito también de Buffile, que siendo un monólogo la obra, es capaz de manejar sola cambios de vestuarios y de escenografía y no solo de registros. Que sea posible y que resulte tan bien es mérito de la directora, Laya Martí, que, como reconoce Rosa J. Devesa, ha recortado lo suficiente de la obra original como para que sea posible realizarla, y al escenógrafo Ricardo Devesa, que con solo tres elementos principales nos sumerge en escenarios tan diferentes como una casa, una hospital, un parque infantil y hasta una discoteca.

Uno de los momentos más importantes de la obra, el diagnóstico, cuenta con uno de los elementos más diferenciadores de la obra: la coreografía. Esta, gracias a Ramon Oller, nos transporta -junto con la ambientación musical de Dani Campos- a la pesadilla en la que se sumerge la protagonista al enfrentarse a la realidad. Pruebas médicas, calendarios de locura y la aptitud del personal médico, que no siempre ayuda. «Mi mama es antiprotocolaria», grita la protagonista en un momento de desesperación ante el médico, que parece estar leyendo un manual de montar muebles. Se trata de la primera de las cinco fases del duelo -negación, ira, negociación, depresión y aceptación- que se abordan de una forma desdramatizada y con humor en La Teta Lisa.

El tatuador de pezones

Uno de los aspectos menos conocidos del cáncer de mama es el referido a lo que se tienen que someter las mujeres que desean reconstruirse el pecho amputado. Injertos de piel, cauterización de las cicatrices, operaciones y operaciones, y la creación de un pezón artificial. También es necesario pigmentar la piel de alrededor. “Estuve investigando y encontré que había un tatuador en EE UU especializado en esto, que era conocido como el Leonardo da Vinci de los pezones”. De ahí -y aunque en la versión final no aparezca este sexto personaje- que lo primero que vea el espectador al entrar a la sala sea la Mona Lisa. “Me di cuenta de que la La Gioconda no tiene cejas y tiene la mano hinchada. Por un momento dudé de si en la época habría quimioterapia, porque son los mismo síntomas que muchas mujeres padecen”, explica sorprendida Rosa Devesa. Aunque estos rasgos se deben a una moda estética del momento, la autora lo aprovechó como símil en el que se mira la protagonista al principio, pero sobre todo al final de la obra: Ambas, con un cristal de seguridad reforzado interponiéndose entre la gente y ellas; y ambas con un gesto de felicidad mezclado con tristeza y enfado.

Una con la Mona Lisa, y la otra con La Teta Lisa.

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