El thriller metafísico-radical-ecologista de la Nobel Olga Tokarczuk

La escritora Olga Tokarczuk.

La escritora Olga Tokarczuk.

La constancia es un hecho inabarcable en algunos seres humanos, una seña de identidad. Y la escritora polaca Olga Tokarczuk (nobel de Literatura 2018) lo demuestra de manera excepcional en su intrigante, justiciera, divertida y carismática novela ‘Sobre los huesos de los muertos’, escrita hace 10 años y publicada hace unos meses por Siruela. Un ejercicio inteligente y hermoso de justicia poética frente al abuso político y sus podridos ecos. Un thriller metafísico-ecologista en torno a la caza furtiva, los derechos de los animales, el radicalismo verde y los vicios del poder.

En esta novela, su flamante protagonista, Janina Duszejko, es un perseverante altavoz que el día que se cansa de chillar frente a la recalcitrante sordera del poder, comienza a confiarle el futuro del pequeño pueblo que habita al caprichoso movimientos de los astros y a una impensable manera de hacer venganza:

“Nos parece que somos libres y que Dios nos perdonará. Yo 

personalmente creo otra cosa”.

Sobre los huesos de los muertos es una deliciosa y originalísima puesta en escena del hartazgo frente a la manipulación que el hombre tiene por costumbre infligirle a la naturaleza. La lealtad tiene un límite incluso para el más sumiso de los animales. Si solo recibe dolor y maltrato, acabará revolviéndose contra aquel a quien veneró y obedeció.

Tokarczuk tiene una eficacia narrativa encomiable, sencilla pero capaz de elevar lo mínimo a una categoría aún no tipificada en la literatura; extiende sobre el paladar del lector una fábula con aliento casi negro y al mismo tiempo dueña de un colaboracionismo con la naturaleza que llena de color y vida cada una de las páginas que protagoniza. Ella convive con los muertos, los nombra, les llora, los amortaja en sus trajes de domingo porque quizás el Altísimo pueda perdonarles lo que la vida no les ha perdonado. Y en su diálogo de mujer libre se sirve de lo mínimo para analizar el mundo.

Ni juicios ni certezas alimentan esta hermosísima historia en la que los animales parecen por una vez ser los dueños absolutos de su vida. Es algo muy elaborado lo que sostiene esta novela, la relación de entrega que la protagonista tiene con la poesía, con la exactitud que le aporta al discurso de  quien se fija en ella.

Janina nos proporciona un maridaje extraordinario al concederle al poeta William Blake la resolución de los grandes secretos que rodean los pequeños detalles que hacen de su historia un elemento de subversión único. Y si los animales por una vez tuvieran el poder de hacer justicia sin gestos grandilocuentes y poco creíbles y si por una vez se alejaran del estereotipo ñoño y pusilánime de las películas de cine, y si por una vez se convirtieran en asesinos de guante blanco y no en bestias incontroladas capaces de derribar edificios y ciudades enteras…:

“Quien siente ira y no actúa, propaga la epidemia”.

Sobre los huesos de los muertos es una reflexión inagotable, es presenciar cómo una mujer en apariencia corriente, la buena vecina, la buena maestra, despliega sobre el espacio de tierra en el que habita la sabiduría capaz de arramblar de una vez por todas con los sátrapas. A medida que avanza la narración, la autora hace de su protagonista una mujer de gestos extraordinarios capaz de custodiar con un esmero peligroso y al mismo tiempo fructífero la naturaleza y a sus habitantes. Y de luchar contra esa forma de patriarcado capaz de convertir a una mujer que lucha y vocifera contra el abuso en una loca que levanta el recelo de quien ve sus pasos lentos sobre el paisaje.

Sobre los huesos de los muertos es un libro sorprendente que repasa la tierra de parte a parte, que la ventila y reaviva, que no olvida nombrar nada de lo que destruye, ha destruido y destruirá al género humano. Un libro que en una sola frase resume lo que queda del mundo:

“Soy un fantasma hecho de dolor”.

Sobre los huesos de los muertos es una elegía con final feliz, una contradicción que deja quietos los cuerpos de los viles. Que demuestra que la justicia está a veces en una mirada que pasa desapercibida o que se juzga inofensiva:

“De un país dan fe sus animales. Nuestra actitud hacia ellos. Si la gente se comporta brutalmente con los animales, no hay democracia que pueda ayudarlos, ni nada en absoluto”.

A veces los verdugos de los poderosos son las estrellas, los planetas, los bosques y sus versátiles e incontrolados movimientos. A veces mirar al cielo nos aleja de Dios y nos convierte en flamantes hijos pródigos que no le temen ya a la viciosa y arcaica sombra del padre omnipotente:

“Urano en Leo siempre representa el poder revolucionario”.

“Es raro cómo la noche elimina todos los colores como si considerara que son una extravagancia del mundo”.

Janina Duszejko reniega de la normalidad que la rodea, por eso rebautiza a sus vecinos con motes capaces de liberar su verdadera naturaleza. Duszejko revienta las prisiones bajo el ritmo lento del motor de su viejo Suzuki. Horada las tinieblas del poder hasta convertirlas en despojos quietos sobre la nieve.

Sobre los huesos de los muertos es un truco de magia no apto para niños. Un festival policiaco y medioambiental que debería repercutir desde ya en el porvenir de todas las generaciones que queden por llegar.

No dejen de leerla porque Tokarczuk es la dueña de un libro de páginas prodigiosas, de una rareza nueva. Ha fabricado una olla a presión custodiada por una mujer firme y la ha aderezado con un seguimiento exhaustivo a la corrupción, al universo de los cazadores y a su manera de esquilmar la libertad de aquellos que por antonomasia han de ser libres, del compadreo que la mueve y la ha completado con la sibilina y biliosa colaboración de un cura que cree más en el poder de una mirilla telescópica que en cualquier otra cosa.

Léanla porque al hacerlo verán romperse espejos que creyeron indestructibles. Porque no hay oscuridad que pese como la que fabrica el poder. Léanla porque Janina Duszejko es la heroína que no teme que la tierra manche sus uñas y que se deja la voz enarbolando una denuncia que de ser escuchada sanaría a la población mundial.

Léanla porque Duszejko disparará sus miedos y les hará recordar aquellos brutales versos del gran Dámaso Alonso: “Tú me oteas / escucho tu jadear / caliente / tu cadáver de bestia que se hiere en los troncos… / No me digas que no. / No me digas que soy un náufrago solo”.

‘Sobre los huesos de los muertos’. Olga Tokarczuk. Traducción de Abel Murcia. Siruela. 239 páginas.

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