Ventajas de viajar en tren

tren

Foto: © Manuel Cuéllar

El autor reivindica el tren como medio de transporte, como la mejor forma de vertebrar un país y como una gran excusa para leer todo lo que se pueda mientras se viaja. En esta columna nos habla de autores como Antonio Orejudo, Amos Oz y Ray Bradbury.

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Suelo ir a mi tierra, Extremadura, al menos una vez al trimestre. Y siempre que puedo elijo el tren. Cuestiones ambientales aparte, viajar en tren tiene muchas ventajas. Puedes conocer a gente peculiar, como le ocurre a la protagonista de Ventajas de viajar en tren (Tusquets), la hilarante novela, ya casi un clásico, de Antonio Orejudo. O puedes leer mientras te llevan. Si además tienes la suerte de que tu compañero de asiento no abuse del teléfono móvil, resulta de lo más placentero levantar la vista de vez en cuando, abandonar la mente, mezclar lo leído con el paisaje, ir soltando la vida que hemos dejado atrás horas antes, como si todo ello se mezclase en la misma pasta del cuadro que aún no hemos pintado.

El tren que viaja a Extremadura pertenece a una de las líneas “obsoletas” que los sucesivos gobiernos de la democracia (el desmantelamiento viene de la época de Felipe González) han decidido relegar, empeñarse en que no funcione y alejar así a los posibles viajeros. Para acabar cerrándola, como han ido haciendo con otras que no consideran rentables, en lugar de despedir a quienes han conseguido que no sean rentables. Vaya por delante que salvo los políticos regionales y quienes viajan en coche, los usuarios habituales de esta línea no piden un tren de alta velocidad, demasiado caros. Tan solo trenes que sean competitivos frente al coche, que cumpla sus horarios y que, ¡ay!, al menos cuente con una cafetería. Creo que la mejor forma de vertebrar un país es dotarle de una buena red ferroviaria, de un buen esqueleto. Y por dotar algo de calcio a este esqueleto yo aún elijo este tren.

En mi último viaje a Extremadura, hace una semana, como debía prepararme una clase metí en la maleta un par de libros que iba a necesitar. En La historia comienza (Siruela), de Amos Oz, el narrador israelí analiza una serie de obras maestras de la literatura universal (Chéjov, Kafka, Gógol, Morante, Carver) para demostrarnos que el acto de escribir no es sino el inicio de una conquista. Se trata de conquistar al lector, aunque el lector sea uno mismo. “Empezar  a contar una historia es como tontear con una persona totalmente desconocida en un restaurante”, escribe Oz en el prólogo. Se establece entonces una especie de contrato entre escritor y lector, contratos a veces engañosos, comienzos que funcionan como una trampa, contratos filosóficos. ¿Y qué espera conseguir el lector si pica el anzuelo y decide seguir con la lectura? Placer. “Leyendo. Cuando lo mismo da seguir que no seguir, pa qué seguir”, anota en su blog Gonzalo Hidalgo Bayal.

Placer. Sin duda es lo que sentí después de releer Fahrenheit 451 (DeBolsillo), de mi admirado Ray Bradbury. “Era estupendo quemar”. ¿Quién dejaría el libro después de este comienzo? Seguro que todos ustedes conocen la historia de esta novela, un clásico que va más allá de cualquier género, si es que existen. Publicada en 1953, nos sumerge en un mundo futuro en el que los libros están prohibidos. Leer obliga a pensar y pensar nos hace infelices. Mejor vivir los días en una especie de anestesia bobalicona. En un mundo así (que en algunos aspectos podría ser el nuestro) los bomberos no están para apagar fuegos, sino para quemar libros.

Aún me quedan algunos kilómetros para llegar a mi destino. La reverdecida estepa manchega da paso al cemento y el hormigón de las ciudades dormitorio que anuncian Madrid. Pienso en La historia comienza y en Fahrenheit 451, las lecturas que me han acompañado en el viaje de ida y vuelta. En un país como España, donde se lee tan poco aunque se publique tanto, quizás se deberían prohibir los libros. Tendrían el atractivo de los placeres prohibidos.

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Comentarios

  • Juan

    Por Juan, el 15 febrero 2014

    Enhorabuena por el «corto». Este viaje es también sorprendente….Un día habrá que hablar de él. Solo en tren…Madrid Chamartín, Ávila, Medina del Campo, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Fuentes de Oñoro, Vilar Formoso, Guarda, Celorico da Beira, Mangualde, Santa Comba Dão, Coimbra, Pombal, Caxarias, Entroncamento, Lisboa-Oriente y Lisboa Santa Apolónia

  • Davido

    Por Davido, el 16 febrero 2014

    Prohibir los libros y obligar a viajar en tren… ese es el camino para que se lea más en este país… esa contradicción haría más española la estrategia… 🙂

    • Javier Morales

      Por Javier Morales, el 17 febrero 2014

      ja, ja, sin duda…
      un abrazo
      javier

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