Este verano, turismo de kilómetro cero: seguro y sostenible

Una de las paradas de la Ruta de las fábricas de Foto: Samutric para Wikiloc.

Una de las paradas de la Ruta de las fábricas textiles de Béjar. Foto: Samutric para Wikiloc.

Entre las muchas iniciativas que han surgido últimamente para alertar y luchar contra la emergencia climática está el movimiento #QuédateEnTierra, que promueve otra forma de viajar sin necesidad de recurrir al avión. En pleno confinamiento, el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades propuso lo mismo para prevenir los riesgos de la transmisión de un virus que sigue aquí y que multiplica sus posibilidades de expansión con nuestra masificada movilidad. En ‘El Asombrario Recicla’ te proponemos apostar –como con las R de los residuos– por la reducción de la movilidad y por el reciclaje de viejos hábitos más tranquilos: por el turismo de kilómetro cero. ¿A qué esperamos para disfrutar del románico, la tapa de croquetas, el bosque o la tradición alfarera más cercana?

La idea de este artículo surgió mucho antes de que apareciera el coronavirus, o al menos de que se convirtiera en pandemia. Fue a mediados de enero, cuando en una ruta de Aver Aves con el instituto El Espinillo de Madrid una profesora valoraba nuestras actividades por enseñar a los escolares la biodiversidad que tenían más cercana. Y para enfatizar la necesidad de conocer y valorar estos paisajes a pie de instituto nos contaba: “Hace unos días estuvimos visitando el Madrid de los Austrias y un alumno, entusiasmado, nos dijo que nunca había estado allí y que se lo iba a decir a sus padres para enseñárselo y que lo pasaran tan bien como él”.

En línea con el movimiento #QuédateEnTierra, Ecologistas en Acción presentó a mediados de junio #VeranoSinAviones, pensando en la apertura de fronteras internas y externas tras el confinamiento. Su objetivo iba en la línea de lo que nació de la conversación con la profe del instituto: “Promover formas de movilidad y turismo sostenibles desde los puntos de vista ambiental, social y sanitario”. Si de verdad queremos aprovechar la actual situación para replantearnos nuestra relación con el entorno y no maltratarlo para que sea menos proclive al nacimiento y expansión de cualquier virus, la reducción de la movilidad, y que esta sea más sostenible, es una de las premisas a tener en cuenta.

Vivamos donde vivamos, tenemos a nuestro alrededor suficientes alicientes como para plantearnos una visita, paseo o excursión en su busca. Nos rodean paisajes repletos de patrimonio cultural, natural, gastronómico, histórico y artístico. El turismo de kilómetro cero puede y debe empezar desde las puertas de nuestra casa en la ciudad o en un pueblo; conocer ese parque o esculturas urbanas que tan cerca están y tanto desconocemos, o de la vereda fresquita hacia el río que se recuerda de cuando se bajaba con los abuelos y finalizaba en el antiguo molino de piedra donde molían el grano que llevaba tu familia.

Binomio turismo y aviación: altísimo impacto ambiental

Eso es el turismo de kilómetro cero: descubrir el arte románico, las tapas de croquetas y encurtidos, el bosque de castaños o la artesanía de la forja con desplazamientos cortos a pie, en bicicleta o en transporte público. Como ocurre con el consumo de productos, kilómetro cero no quiere decir estrictamente eso, que no nos alejemos más allá de mil metros –aunque a veces sea suficiente con esa distancia–, sino que nuestra opción de viaje no conlleve un excesivo e innecesario transporte a media, larga o larguísima distancia.

Lo primero de todo: no nos deben nublar el sentido esos viajes en avión de bajo coste que te ponen por 30 euros en un punto a cientos o miles de kilómetros. A veces la insensatez lleva a plantarse en avión solo a 300 kilómetros de casa, sin tener muy claro qué hacer en ese destino y todo porque había que aprovechar la oferta como fuera. El reguero de dióxido de carbono (CO2) que dejan estos comportamientos es grandísimo. Ecologistas en Acción recuerda que “el binomio turismo y aviación representa un sector de actividad con un altísimo impacto ambiental a nivel global”.

Según la Organización Mundial del Turismo, en 2018 más de la mitad de todos los vuelos internacionales estaban relacionados con el turismo. Si no sacamos lecciones más sostenibles de todo lo que nos ha ocurrido con el coronavirus, la cosa irá a peor, ya que, según el Informe Medioambiental de la Aviación Europea 2019, publicado conjuntamente por la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA), la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) y Eurocontrol, el número de vuelos es probable que crezca un 42% entre 2017 y 2040 y las emisiones de CO2 y óxidos de nitrógeno (NOx, un potente contaminante) al menos un 21% y un 16% respectivamente.

Navegar en velero antes que en crucero

Bueno, ya hemos evitado viajar en avión (en la campaña #VeranoSinAviones se puede firmar este compromiso) y es un primer paso importante. Lo segundo es limitar la distancia del desplazamiento. Si el destino es la costa, seguro que la más cercana encierra calas, dunas, acantilados o desembocaduras de ríos que aún no han pasado por nuestro cuaderno de viaje. Y ante otros potentes emisores de GEI y contaminantes, los cruceros, ¿qué os parece la navegación más sosegada y ecológica en velero? No suena tan utópico o lejano como parece. Sobre todo en el País Vasco, pero también en puertos del resto de la costa del Cantábrico, Andalucía, los dos archipiélagos y la costa mediterránea hay atracados veleros que ofrecen todo tipo de viajes: una hora, una jornada e incluso varios días.

Y hacia el interior lo mismo. Las dos provincias más pobladas de España, Madrid y Barcelona, cuentan con cientos de alojamientos rurales enmarcados en pueblos, montaña, bosque, vegas fluviales y también costa en el caso de la segunda. Por no hablar de lo que ofrecen las zonas urbanas en sí –estas y otras muchas– con su legado histórico y artístico. Nos sorprenderíamos con el tipo de turismo a practicar en el entorno de todos esos alojamientos porque los recursos son infinitos: fauna (desde águilas imperiales a mariposas), botánica (desde hayedos a floraciones de pequeñas plantas), arqueología, gastronomía, artesanía, historia, geología, arquitectura…

Turismo industrial, ferroviario y forestal

A la enumeración anterior se añade la recuperación del patrimonio industrial. Incluso a menudo más cerca de lo que nos pensamos. Me pasó con la “ruta de las fábricas textiles de Béjar”, en Salamanca, lugar que visito varias veces al año al estar cerca de la cuna de mi familia: el pueblo de Peñacaballera. Incomprensiblemente, este apreciado recurso turístico, que incluye la rehabilitación de una antigua fábrica de Béjar como museo textil, no aparece en la lista de las cien propuestas que recoge en su página web la sección española del Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial. Aun así, buscad, que seguro que tenéis cerca alguna recuperación con fines turísticos de salinas, minas, cementeras, astilleros, molinos, cerveceras, azucareras, ferrerías…

De las ferrerías se llega por aliteración al turismo ferroviario. Por doble motivo. Por un lado, por el placer de desplazarse en uno de los medios de transporte más sostenibles, en especial para corta y media distancia. Pocos momentos dejan más poso viajero que el de los paisajes que se suceden a través de las ventanillas de los vagones. Aquí no importa el tiempo, sino el dejarse llevar por esos paisajes. Una de mis experiencias recientes más gratificantes fue el viaje en tren entre Lugo y Ourense, en especial durante el tramo en paralelo a los ríos Sil y Miño. Y, por otro lado, está la recuperación de antiguas líneas de ferrocarril como vías verdes  (algunas dentro de la más extensa red de caminos naturales), aptas ahora para recorrerlas a pie, en bici o a caballo, que es otro medio de transporte sano y ecológico.

Para terminar, os dejo otra pista: el turismo forestal. Nuestros bosques no son solo importantes por la biodiversidad que albergan y como reguladores de recursos indispensables, como el aire, el agua y el suelo, sino también como lugares de múltiples aprovechamientos comerciales con derivaciones turísticas. Los más comunes son la leña, la madera y los frutos, pero también hay resina, setas, trufas, corcho, pastos, plantas aromáticas, apicultura… Más puntos suspensivos para demostrar todo lo que tenemos tan cerca, tan a kilómetro cero y que tantas veces pasa desapercibido.

Estamos en el mejor momento para recuperarlo, valorarlo y cuidarlo para cuidarnos.

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