La poesía de Zagajewski, el balbuceo que nos hace humanos

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Un hombre que vivió la opresión del estalinismo y el exilio, y que ahora sufre con el castigo del capitalismo radical a su querido Mediterráneo. Nos acercamos a la poesía del polaco Adam Zagajewski, nacido en Ucrania, autor del hermoso ensayo ‘Dos Ciudades‘ (Acantilado) y que ha visitado recientemente Madrid.

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Salvo pequeñas incursiones y en contra de lo que suele ser habitual, empecé a leer poesía tarde, pasados los 20, aunque con los años la poesía ha ido ocupando cada vez más espacio entre mis lecturas y hoy se ha convertido en un refugio que me protege frente al irrefrenable paso de las horas. No soy, por tanto, un gran lector de poesía, un lector perspicaz, pero tengo un panteón personal en el que voy colocando a mis poetas de referencia. Y desde hace algunos años, en un lugar destacado, figura el polaco Adam Zagajewski.

De ahí mi alegría cuando me enteré por mi amiga Lena Yau de que Zagajewski iba a dar una conferencia en Matadero, uno de los centros culturales más activos de Madrid y también uno de los más valorados entre los ciudadanos. Bueno, más que una conferencia se trataba de una charla con la crítica y especialista en literatura centroeuropea Mercedes Monmany, con un pequeño debate abierto al público. La visita, además, tenía un regalo añadido, la proyección del excelente documental Vista de Cracovia, dirigida por Magda Piekorz. En esta pequeña ciudad, además del propio Zagajewski, han vivido poetas de la talla de Milosz, Herbert o Szymborska. ¿Cómo es posible este milagro?

La visita de Zagajewski coincidió con el inicio de la crisis en Ucrania y ya nos advirtió a los presentes de que, salvando las distancias, el conflicto le recordaba a épocas pasadas. Zagajewski sabe de lo que habla. Nacido en Lvov (Ucrania) en 1945, en el hermoso ensayo Dos ciudades (Acantilado) cuenta cómo su familia se vio obligada a abandonar este bello pueblo (que permanecerá como un lugar mítico para el poeta) para ir a vivir a Gliwice, una fea y antigua ciudad industrial de población alemana que se había anexionado Polonia después de la Segunda Guerra Mundial. Aunque no llegó a padecer el nazismo (sí sus secuelas), a Zagajeswki le tocó vivir el totalitarismo estalinista. Su obra fue prohibida y tuvo que exiliarse en 1982, primero a París y luego a Estados Unidos.

Con lucidez, con un estilo certero y lírico, sin perder nunca conexión con la realidad, Zagajewski nos relata en Dos ciudades cómo era la vida entonces, bajo la bota del comunismo. “En la ciudad de mi infancia se enfrentaron las dos grandes bestias de Platón. Una era bastante natural, de cortos alcances, cubierta del pelambre propio de los animales, soñolienta y bondadosa, siempre que se la dejara en paz y si no estaba furiosa con los judíos o los ucranianos. La otra tenía los dientes postizos, pero afilados, piel artificial, banderas rojas y altavoces en lugar de garganta. Una había venido de Lvov, la otra de Moscú. Dos conformismos. Uno se había plasmado durante siglos, lo habían formado generaciones de nobles y terratenientes y farmacéuticos, zapateros y médicos; el otro había sido chapuceado deprisa y corriendo por Lenin y sus adláteres guillotinados (traducción de Anna Rubió y Jerzy Slawomirski)”, escribe.

En Dos ciudades, Zagajewski mezcla con sabiduría el relato intimista con el retrato de una época. Nos habla de su pasión por la música, de su familia, de sus padres, de la afición de su progenitor a las ondas, una circunstancia que tanto influyó en el poeta (no en balde uno de sus poemarios más memorables se titula Antenas). De su encuentro con un jovencísimo poeta,  Zbigniew Herbert, quien visitó su escuela para dar un recital. “Fue el primer poeta verdadero que oí de viva voz. Entre otros, leyó un poema extraordinario, aunque sencillo, El maestro de biología, en el cual aparece la frase “después al maestro de biología lo mataron los maestros de historia”. Entonces entendí, o por lo menos intuí, que era posible relacionar los asuntos sociales con los no-sociales y que se podía hablar de algo perteneciente a la comunidad, sobrepasando esta categoría”.

Como tantos centroeuropeos y nórdicos, de Nietzche a Byron, en la conversación con Mercedes Monmany corroboró Zagajewski su pasión por el Mediterráneo, por su luz, por su forma de vivir, aunque luego a él le gustase retirarse a Cracovia, a su cuartel de invierno. En el Mediterráneo, dijo, se encuentra la cuna de la cultura occidental, agredida de nuevo por la crisis económica y las batallas en nombre de la patria y los nacionalismos.

Pero si hacemos caso a Zawajewski, no hay que perder la esperanza de que todo cambie de nuevo, espero que no para que todo siga igual. En Dos ciudades confiesa el autor polaco: “Durante mucho tiempo, estuve persuadido de que el sentimiento inefable de impotencia era uno de los rasgos constitutivos del universo cívico. En los años sesenta y en la primera mitad de los setenta, la impotencia parecía algo evidente, trágico, plenamente aceptado e incluso placentero. Pero estaba equivocado porque, en la segunda mitad de los setenta, aquello cambió y apareció un respeto creciente por la eficacia de la acción”.

Regresó Zagajewski a su cuartel de invierno, pero nos queda su poesía. En los versos finales de Descripción de cuadros, uno de mis poemas preferidos, dice el hombre sin hogar, como se define a sí mismo: “Pero nosotros estamos vivos, / repletos de memoria y de razón, / de amor y a veces de desconsuelo, / y por momentos sentimos un particular orgullo, / porque el futuro grita con nosotros, / y este balbuceo nos hace humanos”.

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Comentarios

  • Juanjo

    Por Juanjo, el 04 mayo 2014

    Siempre agradezco leer artículos sobre otras literaturas, especialmente las de países con literaturas poco conocidas entre nosotros como la polaca, país en el queviví y amo profundamente. Además está escrito de forma exquisita. ¡Enhorabuena!

  • Andrés

    Por Andrés, el 04 mayo 2014

    Un artículo muy interesante. Voy a leer algo de este autor, me ha picado la curiosidad.
    Sin embargo, tengo una queja: ¡fondo blanco y letras grises! Sé que es una queja muy mundana, pero es que tengo problemas de visión y con este diseño mis ojos sufren. Espero que nadie se lo tome a mal, es sólo una crítica constructiva.

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