Cuerpos que habitan

Patti Smith fotografiada por Robert Mapplethorpe.

Patti Smith fotografiada por Robert Mapplethorpe.

Patti Smith fotografiada por Robert Mapplethorpe.

Patti Smith fotografiada por Robert Mapplethorpe.

Los pechos se derraman entre sus manos. Son suyos, de nadie más. Siente un latido, la prueba de su existencia, el último vestigio. Eleva el cuerpo, se sienta, se mira al espejo. No se reconoce. Cuerpos-identidad. Cuerpos que no reconocemos. Cuerpos que nos delatan… Así son nuestros ‘Relatos de Verano’ en torno a la geografía carnal femenina, en colaboración con el Taller de Escritura de Clara Obligado.

Por  SCHEREZADE GARCÍA 

CUERPO I

Desnuda frente al espejo, se hace una trenza y la acomoda sobre el hombro izquierdo. Se desliza hasta el suelo que ha limpiado minutos antes y que aún conserva el olor a limón. Un escalofrío la recorre al apoyar las nalgas en la tarima; se expanden como masa madre. Estira los brazos e intenta alcanzar los dedos de los pies; llega con dificultad a los tobillos. No pasa nada, se repite, no pasa nada. Decide colocar las manos sobre las piernas. El pulgar cae y tapa un pequeño duende; el duende esconde una cicatriz. La acaricia y recuerda. Acaricia también una peca que se dibuja a su lado. La observa. Busca a la primera de ellas desde los pies, ve cómo otra peca hace cumbre. La Peca Original. Empieza a contarlas, pero se da por vencida al llegar a la rodilla: se disuelven entre arañazos; puntos y líneas nunca combinaron bien. Suspira, se deja caer. Se tumba y las manos aterrizan sobre los muslos, estrías y piel de naranja. Cierra los ojos, las apoya sobre su vientre. Los moratones se perfilan en toda la cintura. Los palpa y el dolor se extiende hasta las costillas. Desploma los brazos, tiene miedo de abrir los ojos. Llega a los pezones, irritados, escuecen al tacto. Los pechos se derraman entre sus manos. Son suyos, de nadie más. Siente un latido, la prueba de su existencia, el último vestigio. Eleva el cuerpo, se sienta, se mira al espejo. No se reconoce.

CUERPO II

Tu cuerpo, un mapa. Un recorrido de migas por el que Pulgarcito juega a perderse. Con baches, ríos y montañas. Tu cuerpo, lugar de batalla. Barro. Se moldea, cae. Se derrite, te lleva. Un cuerpo más allá de la piel, con un corazón que se abre paso; duele, sangra. Lo recoges y te recorres. Corazón, piel y sangre. Cuerpo sin alas. Amasijo de vidas y derrotas. De castigos y viajes al pasado. Tuyo, tuyo. Recuérdalo. Tuyo. Lo escondes, no lo dejas respirar. Tu cuerpo. Intenta salir viva.

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