El Gallo de Oro, la ópera subversiva toma el Teatro Real

Un momento de la representación de El gallo de oro en el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Foto: Matthias Baus | La Monnaie

Un momento de la representación de El gallo de oro en el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Foto: Matthias Baus | La Monnaie

Un momento de la representación de El gallo de oro en

Un momento de la representación de ‘El Gallo de Oro’ en el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Foto: Matthias Baus | La Monnaie

El Teatro Real estrena ‘El Gallo de Oro’, la decimoquinta y última ópera de Rimski-Kórsakov, toda una subversiva mofa del régimen zarista cuyo estreno fue prohibido por Nicolás II en Rusia. Una dura y feroz crítica no solo a unos gobernantes caprichosos e inoperantes, sino también a un pueblo pasivo y anestesiado. Una obra de rabiosa actualidad. 

Iban encabezados por el padre Gapón, un sacerdote ortodoxo ruso líder de la clase obrera. Eran cerca de 200.000 entre hombres, mujeres y niños. Levantaban iconos religiosos y retratos del zar Nicolás II para dejar meridianamente claro que aquello era una concentración pacífica. Era enero. Ocurrió frente al palacio de invierno en San Petersburgo. El zar ni siquiera escuchó los gritos que demandaban mejoras en las condiciones de trabajo, remuneraciones razonables para los obreros, derechos de asociación, huelga e igualdad ante la ley. No se encontraba en su residencia. Según los cronistas, fue su tío, el gran duque Vladimir Aleksándrovich, quien ordenó a la guardia que abriera fuego indiscriminado contra la multitud. 200 personas murieron asesinadas y 800 resultaron heridas. Desde aquel año, 1905, aquel domingo fue conocido como el Domingo Rojo y cambió para siempre las cosas.

Nikolái Rimski-Kórsakov encontró en aquel suceso una excusa perfecta para poner en marcha El Gallo de Oro, la que sería su decimoquinta y última ópera, y al mismo tiempo ajustar cuentas con unos gobernantes a los que ya había perdido el respeto. Rimski-Kórsakov era director del Conservatorio de música de San Petersburgo. Tras los sucesos del domingo sangriento, los estudiantes de música decidieron protestar, y el director se unió a ellos, motivo por el que fue cesado de su puesto fulminantemente. Tuvo que ser readmitido puesto que un gran número de profesores, en solidaridad con la injusticia cometida, dimitieron de sus cargos. “Este es el origen de El cuento del gallo de oro, un ingenuo cuento orientalista, colorista y brillante y, al mismo tiempo, un manifiesto subversivo con una denuncia satírica contra el régimen zarista que había cavado su propia fosa”, explica Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.

El Gallo de Oro está basada en ese cuento popular orientalista de Alexandr Pushkin que, a su vez, tiene como fuente directa la narración exótica La leyenda de los astrólogos árabes de Los cuentos de La Alhambra, del escritor estadounidense Washington Irving. El libreto lo firma Vladimir Belsky. “Es un cuento, pero no es solo un cuento. El Gallo de Oro es una sátira política muy agresiva y feroz. Una obra que comienza siendo muy divertida, pero que se va tornando cada vez en algo más oscuro y tremendo”, explica Laurent Pelly, director de escena y figurinista de esta adaptación que se podrá ver en el Teatro Real.

La fábula está protagonizada por Dodón, un viejo zar con dos hijos, que, cansado del poder, anhela el descanso, aspiración que frenan los múltiples ataques de los enemigos del Reino. ¿Cómo saber cuándo atacará el enemigo para enviar a las tropas? Un astrónomo parece tener la solución: un gallo de oro que desde su posadero avisará con su canto cuando algún ejército adversario se acerque. Tranquilo por haber encontrado la mejor solución, el zar se dispone a descansar. Sueña con bellas mujeres y con una vida regalada. Cuando el gallo canta por primera vez, el zar envía a sus dos hijos preventivamente a la batalla.

Esta génesis del conflicto dramático de la ópera se conecta directamente con la guerra ruso-japonesa que el zar Nicolás II había iniciado a principios de 1904, atacando preventivamente a las fuerzas japonesas de Manchuria y Corea. Fue un conflicto tremendamente impopular entre los rusos, y más tarde se consideró todo un desastre militar. Tanto como el conflicto que veremos sobre el escenario.

Sin que hayan regresado de la contienda los dos herederos del zar, el gallo vuelve a cantar. En esta ocasión, es el anciano y cansado gobernante el que debe acudir al campo de batalla para descubrir que no había enemigo. Que sus dos hijos se han matado mutuamente por el amor de una bella zarina que promete tomar el poder del reino de Dodón. Pese a la advertencia, el zar cae enamorado inmediatamente de ella. ¿Se podría poner más en ridículo al poder? Sí, se puede. Pero eso ocurre en la segunda mitad del acto segundo y en el acto tercero. Evitémonos el mal gusto de destripar toda la trama.

Laurent Pelly lo resume de la siguiente forma: “Se trata de una historia que rebosa humor negro: un rey tiránico y ridículo que lleva a su país a la ruina, rodeado de esa magia característica de los cuentos, salvo que en este cuento no aparece ningún hada madrina para arreglar las cosas”. “Es una ópera sin arias”, continúa Pelly, “así que podríamos decir que se trata de teatro cantado. Esto es algo fabuloso para un director de escena y en esta obra es maravilloso porque la partitura de Rimski-Kórsakov es tan rica que parece que hubiera escrito acotaciones teatrales utilizando la música”.

Un momento de la representación de El gallo de oro en el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Foto: Matthias Baus | La Monnaie

Representación de ‘El Gallo de Oro’ en el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Foto: Matthias Baus | La Monnaie.

Un momento de la representación de El gallo de oro en el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Foto: Matthias Baus | La Monnaie

‘El Gallo de Oro’, representado en el Teatro de la Monnaie de Bruselas. Foto: Matthias Baus | La Monnaie

“Además, es una obra extraordinariamente universal. Si eliminamos de la ecuación o perdemos la perspectiva de que fue compuesta contra el zar Nicolás II, que se ríe a carcajadas de él en su propia cara, cabría que nos hiciéramos la siguiente pregunta: ¿Qué músico se habría atrevido a hacer hoy lo mismo con Doland Trump o con el propio Vladimir Putin?”, afirma el director de escena. “Pero fijaos si es subversiva”, siguió Matabosch en la rueda de prensa de presentación del espectáculo, “que El Gallo de Oro también muestra a través de la partitura y de la puesta en escena un desprecio absoluto contra un pueblo pasivo que es como un rebaño de corderos dispuesto a ir al matadero sin preguntarse siquiera el porqué”. Actual suena, desde luego.

En lo musical, la ópera será dirigida por Ivor Bolton, director titular del Teatro Real. Rimski-Kórsakov utiliza la partitura para decir todavía más cosas que no podían ser dichas en el libreto. Así, al bajo que interpreta al zar Dodón le escribe una música premeditadamente simple, ingenua y simplificada. La melodía que simboliza el poder del zar apunta a la caricatura, la tipificación de las canciones populares y las formaciones marciales, que son las mismas en cualquier dictadura de todos los tiempos y todos los países. El pueblo de Dodón es una masa cobarde, desmoralizada y sin rostro, y por eso los coros siempre presentan un carácter cómico y grotesco. Bolton asegura que «en esta ópera se puede observar con mucha claridad por qué Rimski-Kórsakov era célebre en el dominio de la orquesta». «Cuando la escucho me evoca el futuro y no el pasado», afirma el músico británico.

Tan agitador resultó ser el presunto cuentito que fue inmediatamente prohibido y no se permitió su estreno cuando el compositor la terminó de escribir en 1907. Los censores alegaron que las similitudes entre el rey Dodón y el Zar resultaban demasiado evidentes. Trataron de doblegar al autor pidiéndole que transformase a Dodón en un general. Rimski Kórsakov se negó a aceptar cualquier tipo de censura zarista y murió sin ver estrenada su última ópera.

“Parece inquietante que esta obra singular, compuesta en 1906, sea al mismo tiempo una intuición brillante de la desaparición del régimen zarista, y anuncie también esa pasividad del pueblo que se confirmará históricamente con su sumisión al nuevo régimen surgido de la Revolución de 1917”, afirma Joan Matabosch. “El final de la ópera, muerto ya el zar, es un sarcasmo. El pueblo se pregunta: ‘¿Es este un amanecer brillante?, ¿Tiraremos adelante sin un zar?’. La pregunta queda sin respuesta, y con ella Rimski-Kórsakov se despide del mundo. Como una premonición de las grandes revoluciones del siglo XX, el compositor nos dice que el pueblo es incapaz de tomar en sus manos su propio destino. Necesita un líder, y es capaz de adorar incluso a un incompetente, ridículo y nefasto como Dodón. Si hubiera vivido el siglo XX completo, Rimski-Kórsakov habría comprobado que su intuición tenía mucho más sentido de lo que había imaginado en la peor de sus pesadillas”.

***

Entre los días 25 de mayo y 9 de junio el Teatro Real ofrecerá 9 funciones de El Gallo de Oro, de Nikolai Rimski-Kórsakov (1844-1908), nueva producción del Teatro Real en coproducción con la Ópera Nacional de Lorena y el Teatro de La Monnaie de Bruselas, donde la ópera se estrenó el pasado diciembre.

Recordamos a los menores de 30 años que, según disponibilidad, pueden ver este espectáculo con una tarifa única de 19 euros. 

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