Esa tormenta (interior y exterior) de hielo que nos deja tan solos

Un fotograma de ‘La Tormenta de Hielo’

Un fotograma de 'La Tormenta de Hielo'

Un fotograma de ‘La Tormenta de Hielo’

Ang Lee consiguió en 1997 una joya que nos sigue dejando helados y nadie puede dejar de ver: ‘La Tormenta de Hielo’, una gran película, una experiencia inolvidable, que trata temas universales como el crecimiento, la infidelidad, la hipocresía o la importancia de la familia, para bien o para mal. Un drama emocional sobre la soledad desalentadora, a la que se es arrastrado cuando la hipocresía se hace fuerte en la sociedad y acaba calando en las más íntimas libertades.

Cuando sueñas, es como estar en el umbral de una puerta que alguien dejó abierta al otro mundo. Si no te andas con cuidado podrías acabar atravesándola. Por la mañana, confuso, tardas un tiempo en encontrar el camino de vuelta. Esto podría ser lo que le sucede a Ben Hood, a su familia, a sus vecinos, en New Cannan (Connecticut) un fin de semana de noviembre de 1973 -concretamente el de Acción de Gracias-, mientras tiene lugar una anunciada y subestimada tormenta de hielo. Tormenta tan resbaladiza y peligrosa como hechizante y tentador lo es su influjo.

En 1997, el director taiwanés afincado en Estados Unidos Ang Lee dirige, sobre un guión escrito por James Schamus, la adaptación de una de las novelas más famosas de aquella época, The Ice Storm -La Tormenta de Hielo-, de Rick Moody. Película que se convertirá en un referente, en una de las mejores representaciones de los suburbios americanos abordados por el cine en toda su historia, un subgénero real, aunque no clasificado académicamente.

La historia es planteada como una inusual evocación de los años de la liberación sexual en América entre los habitantes de un núcleo tan especial como señalado, las afueras pequeño-burguesas cercanos a la gran ciudad: sobre el gran cambio de costumbres acaecido en los años 60 y en lo que acabará convirtiéndose algo más tarde, a principio de los 70, capturando minuciosamente el espíritu y el malestar asfixiante de una generación y su descendencia durante un periodo social y político gobernado por la hipocresía y la trampa, cuyo mayor referente, como el eco de una voz sin conciencia, a punto de desplomarse, fue Richard Nixon.

Esta tormenta de invierno loco se vive dentro de un barrio exclusivo, ricos cuyos coches patinan fuera de control, matrimonios que intercambian parejas y niños que experimentan con el sexo, las drogas e incluso el suicidio. Dos familias que se enfrentan con las emociones escondidas tras un bienestar ficticio, acomodado en la hipocresía y en el cual es difícil conocerse y desarrollarse, moral y sentimentalmente.

Ang Lee consigue para tal empresa un impresionante trabajo por parte de todos sus actores. Un mundo de adultos liderado por Kevin Kline arropado por la siempre solvente Joan Allen y la soberbia recreación de una Sigourney Weaver cargada de matices en un personaje tan repudiable como atractivo, atrapada en una soledad disfrazada de libertad, de la que es imposible apartar los ojos en cada una de sus apariciones, ya que hasta cuando se encuentra al fondo de un plano parece ser el centro del mismo. Unos adolescentes cuya elección parece estar tocada por la magia, con Christina Ricci, Tobey Maguire, Elijah Wood y Adam Hann-Byrd, en un entregado trabajo a la altura de sus progenitores ficticios, que no deja que tambalee en ningún instante la poderosa mirada de Lee, que durante todo el metraje roza la perfección.

Cada personaje de las dos familias que experimentan la tempestad externa e interna en la película es una víctima del momento cultural y político expuesto. Sus acciones individuales reflejan el conflicto entre el desánimo y la esperanza. Unos adultos torpes y vacilantes en la búsqueda de un hedonismo tramposo y unos hijos entregados a parodiar la conducta sexual de los adultos en los momentos más sensibles de la adolescencia, todos ellos, padres e hijos, extraviados como en una extraña pesadilla, entre juegos dolorosos y autodestructivos, mientras en el exterior, una tormenta de hielo hace los caminos tan traicioneros y resbaladizos como las relaciones, difíciles, rotas o a punto de quebrar, de los protagonistas.

La cámara de Lee observa silenciosa las idas y venidas, las más íntimas actitudes y los confusos dilemas de estos adultos acomodados y sus descendientes, revueltos e inquietos, no sin matices cargados de sátira, divertidos incluso con frecuencia, arropados por la buena música y la recreación impecable de la época, afianzada por una dirección de arte, un vestuario y una fotografía que convierten a la cinta en un documento casi histórico, destacando la inquietante poesía que le confiere la más que hermosa recreación de esa tormenta heladora que le da título a la historia, la luz sobrecogedora de Frederick Elmes.

Las tensiones sexuales, las de la convivencia íntima, la de las relaciones sociales, las de las preocupaciones políticas, todo ello envuelve los espacios y la existencia de padres e hijos en un guión sutil, que los atrapa en el epicentro de una tragedia que pide a gritos una víctima.

Ang Lee consigue una gran película, una experiencia inolvidable, trata temas universales como el crecimiento, la infidelidad, la soledad, la hipocresía o el reflejo y la importancia de la familia -para bien o para mal- dentro de la sociedad y de la historia. Su dirección elegante, controlada, hacen de La Tormenta de Hielo un ejercicio cinematográfico de maestría incontestable, más allá de mensajes extraídos, un drama emocional sobre la soledad desalentadora, a la que se es arrastrado cuando la hipocresía se hace fuerte en la sociedad y acaba calando en las más íntimas libertades.

Tienen que verla si aún no lo hicieron.

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

Comentarios

  • Juanjo

    Por Juanjo, el 13 mayo 2016

    Una de las grandes películas de los años 90. Ang Lee ya era el genial director que luego hizo Brokebak Mountain o La vida de Pi

  • Roberto

    Por Roberto, el 14 mayo 2016

    Moderna en sus planteamientos sin duda. Completisima en cuanto a reparto,muchos de ellos desconocidos por entonces.Cada viernes de cine una propuesta más apetecible. Gracias.

  • Marga

    Por Marga, el 15 mayo 2016

    Una de mis películas favoritas. Me atrae irremisiblemente. Actores, guión y dirección perfectas.
    Hay que verla, varias veces.

  • Auri

    Por Auri, el 16 mayo 2016

    Desde luego es una elección acertadísima la de este artículo. El director me gusta mucho, aunque hay alguna de sus películas que me aburrió como la vida de Pi, lo que no me ha aburrido nada es leer el interesante artículo y volver a ver esta joyita, me encanta lo de que rompa con las normas establecidas.

  • Olga

    Por Olga, el 19 mayo 2016

    Un pedazo de película. Me ha encantado esta propuesta. Fue un bombazo en su momento.

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.