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Aránzazu de Isusi: «Los buenos escritores saben cuándo no hay que escribir»

Por manuelcuellardelrio, el 19 de marzo de 2016, en Música para Camaleones

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Con Ángel

La escritora Aránzau de Isusi con el profesor Ángel Zapata.

“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”, escribió Truman Capote en el autorretrato que cierra el libro de cuentos y conversaciones ‘Música para camaleones’, libro esencial de la literatura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX. Al modo de Capote, en un ejercicio de creatividad y desdoblamiento, un alumno elegido por el profesor del mes se entrevistará a sí mismo. La escritora madrileña Aránzau de Isusi ha sido la alumna elegida por Ángel Zapata para abrir esta sección, de autoentrevistas de los alumnos de Escuela de Escritores, todo un ejercicio de introspección literaria.

No me interesa mucho por qué empezaste a escribir. Todo el mundo lo hace por razones parecidas como inconformismo, deseo de vivir otras vidas, para que nos amen, para que nos recuerden, para curarnos(,) incluso hay algún inocente que piensa que obtendrá dinero o fama. Esas razones ya no me interesan, pero sí me gustaría saber por qué sigues escribiendo.

Nunca lo había pensado, pero creo que es difícil dejar de escribir cuando has sentido alguna vez que un cuento se está escribiendo solo. Estar dentro cuando el texto se escribe así es un placer que se alcanza no sabemos ni cómo ni por qué. Esa es la desgracia. En el cerebro, tras el clímax, quedan unas señales que invitan a repetir y que casi obsesionan. Y por eso repito.

Pero el éxtasis, también el literario, es siempre ocasional y efímero y vivo períodos de sequedad o de decepción personal y creativa. A veces periodos muy largos en los que con mucho esfuerzo y a trompicones consigo algún texto bello o algún otro del que me siento orgullosa.

Y si todo esto no vale – que puede ser– diría que escribo porque ya es mi forma de vivir.

¿Pero, hay que escribir siempre?

Los buenos escritores son los que saben cuándo no hay que escribir.

¿Eres una escritora metódica o variable?

A mis alumnos les recomiendo ser metódicos porque es casi más importante que tener talento. A mí, por forma de ser me cuesta. El oficio de escribir me ha enseñado el verbo procrastinar -que es feísimo-. Yo procrastino. Devuelvo una llamada, hago una transferencia, leo un artículo o me pongo un té porque siento respeto y muchas veces miedo de encontrarme con el ordenador y con la escritora. Es el miedo a no saber escribir como la vez anterior. Ese miedo que me entra cuando leo mis propios relatos y me parecen escritos por alguien mucho más inteligente, más creativo y hasta más fotogénico que yo.

¿Tienes manías?

Cada vez más y, desde niña, a los botones cuando no están cosidos y son pequeños. Viene de que algunas compañeras de clase se metían en la boca los botones del baby. Eran botones asquerosos y amarillentos.

Y a la hora de escribir, mi primera manía es -como ya he dicho- la procrastinación. Y si la supero, cojo de la biblioteca de la izquierda un libro cualquiera -lo elijo según mi estado de ánimo o lo que quiera escribir- y leo unos párrafos esperando que convoquen a las musas y buscando tono. Después, miro el patio de las palmeras para comprobar que no se ha aparecido ninguna momia -como ocurrió una vez- que me pueda interrumpir.

¿Dónde te inspiras?

En lo de todos: en un cuento de un maestro, en las manías de una tía, en una momia del Museo Británico, en una noticia de periódico, en la palabra que inventa un niño, en un tipo con el que me cruzo en el muelle. Hay temas que en un momento enganchan con el escritor y se hacen cuento o que, a veces, son semilla de un cuento completamente distinto.

También venimos a hablar de tu libro.

Soy autora del libro Cuentos de sombreros y paraguas (Quadrivium, 2008) que tuve la suerte de que fue traducido al alemán y publicado allí por la prestigiosa editorial DTV (Deutscher Taschenbuch Verlag) bajo el título Sehnsucht und andere wirklichkeiten -Deseo y otras realidades-. (Tengo que decir que en este párrafo he hecho un copia y pega porque no soy capaz de recordar ni el título ni el nombre completo de la editorial en alemán). El caso es que el libro está funcionando muy bien en Alemania seguramente por influencia de la editorial y porque creo que les gustan los cuentos no realistas. Incluso se han celebrado lecturas de mis cuentos en Colonia. No fui porque me daba miedo que la sala estuviera vacía, pero parece ser que se llenó. Me mandaron unas fotos y un regalo.

¿Tienes algo nuevo escrito?

Un libro que me gusta mucho y que se titula Benditas luciérnagas.

¿Hay algo que te repites constantemente?

Un escritor debe vender su trabajo / un escritor debe vender su trabajo / un escritor debe vender su trabajo. Pero me hago poco caso.

¿Hay algo que harías siempre?

Muchas cosas y dentro de las confesables seguiría siendo para siempre alumna de Ángel Zapata. De hecho, he sido la alumna más repetidora y entusiasta que haya tenido nunca. Amo también sus libros y creo que Materia oscura marcará un antes y un después en la literatura de esta época.

De Ángel podría seguir aprendiendo hasta la ancianidad, pero llegó un momento en que tuve que volar por libre y, desde entonces o quizá desde antes, hago la compra con él. Intercambiamos información sobre purés de verduras -le obsesionan- o sobre la mortadela siciliana mientras hablamos de la vida o de la literatura.

¿Qué opinión le merecen los talleres de escritura?

Un taller de escritura es un atajo para aprender a escribir. Es una forma útil de aprender el oficio, pero que debe ser complementada con unas lecturas mínimas que llevan unos cuantos años. Hay otros intangibles como el talento, que es algo que no se aprende aunque, desde que doy clases, me he dado cuenta de que no es tan exclusivo ya que tengo alumnos realmente buenos. Tampoco se puede aprender el encanto a la hora de escribir porque conecta con lo más fresco del ser del escritor.

Algo también muy positivo es que el grupo hace de coach a la hora de continuar escribiendo y se hacen buenos amigos, porque a través de la literatura los alumnos se comunican en lo más íntimo.

Una de las pegas de los talleres es que a veces impulsan al crítico interno bloqueando al escritor. Otra pega es que, si el profesor es muy carismático, se puede crear una escuela de clones.

¿Ha sido imprescindible para tu carrera profesional haber asistido a la Escuela de Escritores?

Sí, mi carrera profesional ligada al mundo de la consultoría y al financiero dio un verdadero vuelco. Se ve que aproveché las clases en la Escuela y las enseñanzas de Zapata, porque desde 2007 doy talleres de escritura. Comencé trabajando para las Juntas municipales y desde hace cuatro años -sí, la crisis- imparto clases junto con mi socio y amigo, el gran poeta Álvaro Fierro, en escuelas de arte.

Tengo un amigo que cuando me ve ir a clase cargada con el ordenador y el proyector -lo que llama él con el peso de la literatura- siempre se ríe y me dice que soy un apóstol del cuento. No sé si alude a lo lucrativo de la profesión (¡!) pero lo que sí sé es que me gusta mucho dar clases.

Ya que hablamos de ‘Música para camaleones’, ¿con qué canción te identificarías?

Con Strawberry fields forever, de los Beatles.

¿Hay algo que te ha quedado pendiente de hacer?

Me habría encantado hacer el máster de la Escuela de Escritores, pero para cuando se puso en marcha yo ya había terminado mi formación en talleres -la última época en la Escuela- y llevaba años dando mis clases.

Todos los cursos de la Escuela de Escritores

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Comentarios

Hay un comentario

  • 08.04.2016
    Diego dice:

    Los trazos danzantes en el papel me reclaman… ¿me voy a resistir?

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