Fantasía Lumpen para no renunciar ni a la belleza ni a la revolución

El escritor Javier Sáez de Ibarra. Foto: Lisbeth Salas.

El escritor Javier Sáez de Ibarra. Foto: Lisbeth Salas.

Javier Sáez de Ibarra acaba de presentar su nuevo libro de cuentos, ‘Fantasía Lumpen’ (Páginas de Espuma). Un libro de denuncia, un libro original, con propuestas formales poco transitadas y mucho humor negro. Un libro protagonizado por individuos desclasados que han perdido la conciencia de sí mismos no solo a consecuencia de la crisis, sino de un sistema, el capitalista, que les ha privado de identidad, de conciencia del ser, para desactivarlos como amenaza.

En sus doce consejos para escritores, Gabriel García Márquez aseguraba que el deber revolucionario de cualquier escritor es escribir bien. Y estoy de acuerdo. Es un compromiso ineludible, sin duda. ¿A qué otra cosa puede aspirar alguien que escribe sino a intentar hacerlo de la mejor manera posible, tratando de narrar como nunca antes se había hecho? Pero ese compromiso no excluye que la realidad en la que vivimos se cuele en nuestras historias, de una u otra forma. El escritor no vive en una torre de marfil y es hijo de su tiempo, aunque aspire a ser un clásico, o precisamente por eso. Hay escritores que van un paso más allá y ante la indignación que sienten por el mundo que les rodea, por sus injusticias, no solo tratan de escribir bien, de ser revolucionarios en la escritura, también en las historias que cuentan. Fondo y forma espoleándonos para que no cejemos de luchar por una sociedad mejor. Entre este último grupo de escritores, desgraciadamente tan escaso hoy en día, podemos situar a Javier Sáez de Ibarra y su último libro de cuentos, Fantasía lumpen (Páginas de Espuma).

No solo he tenido la suerte de leerlo, también la de presentarlo. Fue la semana pasada, en la librería Puerta de Tannhaüser, un pequeño espacio libresco ubicado en Plasencia que, junto a otras dos librerías, fue galardonado el año pasado con el Premio Nacional de Lectura.

Para quien aún no conozca a Sáez de Ibarra, diré que se gana la vida como profesor de Literatura en un instituto, que ha obtenido los premios más prestigiosos de relato de nuestro país (el Setenil y el Ribera del Duero) y que Fantasía Lumpen es su quinto libro de cuentos, todos ellos publicados en Páginas de Espuma, editorial de referencia en el género.

Por el título de sus libros (El lector de Spinoza, Propuesta imposible, Mirar al agua. Cuentos plásticos, Bulevar y ahora Fantasía lumpen) podemos ver los intereses de Javier como autor. Todos en realidad. Desde la creación, el arte, la filosofía o la metafísica de la vida cotidiana. Parafraseando a Terencio, nada humano le es ajeno, una frase recogida siglos después por Karl Marx, un autor que de alguna forma está muy presente en los cuentos que integran Fantasía lumpen.

Variedad de temas y variedad de apuestas narrativas y estéticas, ambición por contar las cosas de otra manera. Al fin y al cabo los temas no cambian, solo nuestra mirada y yo creo que Sáez de Ibarra intenta llevar esta máxima lo más lejos posible.

Si en su anterior libro de cuentos, Bulevar, al modo de Perec con La vida instrucciones de uso, Sáez de Ibarra radiografía la vida desde las esquinas de un barrio, en Fantasía lumpen el protagonista son esos individuos desclasados que han perdido la conciencia de sí mismos (“Ya no hay clases sociales, nadie pertenece al proletariado”, dice la cita que abre el libro), no solo a consecuencia de la crisis, sino de un sistema, el capitalista, que les ha privado de identidad, de conciencia del ser, para desactivarlos como amenaza. Estamos, pues, ante un libro de denuncia, un libro original y, poco convencional, con propuestas formales poco transitadas.

Es conocida la frase de Martin Luther King: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los sin ética. Lo que me preocupa es el silencio de los buenos”. Pues bien. Sáez de Ibarra es un hombre bueno que no quiere callarse, pero su grito no es un grito convencional. Su punto de partida, creo yo, es el apunte de Rogelio López Cuenca que inicia uno de sus cuentos, Entre mensajes:

“De la misma forma que las relaciones de poder producen formas estéticas, a la inversa, las expresiones culturales constituyen modos de ver, de hacer visible, de representar, de simbolizar poder o contrapoder. Todo acto estético, en tanto que configuración de la experiencia, por su potencialidad de producir modos de ver, de sentir, de existir, es por tanto político”.

Dividido en tres partes, Fantasías/Rendijas/Capitalismo, que tanto recuerdan a la famosa tríada hegeliana-marxista de tesis/antítesis/síntesis, Fantasía lumpen es ante todo, digámoslo ya, un libro divertido y fresco. El grito de Javier, como digo, no es un grito plano, común, sino un grito a veces grotesco y expresionista, como el de Alfred Döblin en Berlin Alexanderplatz, o humorístico-satírico, como el chaplinesco de Tiempos modernos. Entre el humor y la tragedia, los personajes que transitan Fantasía lumpen son trabajadores que han perdido su empleo, que piden que se les aumente el sueldo hasta el salario mínimo interprofesional. Son hijos adolescentes que no comprenden el mundo y que se avergüenzan de que sus padres hayan perdido el trabajo, son ambulancias que no funcionan sino a base de la terquedad de quienes a pesar de los recortes se empeñan en que las cosas salgan adelante. Son los esquinados del sistema. Son padres e hijos intercambiables en el trabajo. Los personajes de Fantasía lumpen se confunden y se solapan. Más que con personajes individuales, nos encontramos con un personaje colectivo, casi coral, un cúmulo de voces a veces desafinadas que ni siquiera intenta hacerse oír.

Si como decía Marx el trabajo define a las personas, la ausencia del mismo (“Un ser como yo tampoco tiene sintaxis”, dice el personaje de Discurso sostenible) lo anula, lo borra como individuo. La búsqueda de trabajo se convierte así en una búsqueda de la identidad. Esa identidad colectiva está ahí, solo que sus personajes no lo saben todavía.

Sáez de Ibarra tiene la virtud de sorprendernos con cada uno de estos cuentos, dispares, con una búsqueda de un lenguaje que intenta representar ese grito del lumpen, de los que no son y no existen. Es envidiable su capacidad para meternos en su mundo. Decía Marsé que lo único que no se le puede perdonar a un escritor es que sea aburrido. Pues eso no pasa con Javier. La inquietud formal de Javier nace del deseo de no repetirse, de no aburrirse, de mirar de otra manera a lo que siempre ha estado presente. Y ese divertimento en parte cortazariano, esa libertad, su capacidad de metamorfosearse, se percibe en cada uno de sus textos. Yo diría que Javier Sáez de Ibarra es un escritor libertario, alérgico a las cadenas y a los dogmas estéticos, que se lo pasa en grande escribiendo.

Como en otros de sus libros, también en Fantasía lumpen están presentes el amor, la amistad (“el amigo es el médico de la tristeza”, dice en Lo del ejemplo) y la esperanza. También la religión, o una versión de la misma. Y por supuesto el humor, un humor negro que nos salva como lectores.

Como Javier, creo que la literatura y la belleza no son incompatibles con lo que podríamos llamar la denuncia social y política, la llamada a la acción. Su libro me ha recordado a esas palabras escritas por René Char en Hojas de Hipnos: “No hay espacio para la belleza, todo el espacio es para la belleza”. No renunciemos, pues, a la belleza, ni a la revolución.

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Comentarios

  • Diego Martí Hita

    Por Diego Martí Hita, el 16 abril 2017

    Tras llegarme el correo sobre FALACIA LUMPEN y ojearme el texto, me ha parecido que » existe la escritura creativa», que hay autores de gran calado social y cultural , que existe el humor negro no exento de esperanza,que hay que rebelarse y crear espacios divertidos, inquietos,bellos
    Me ha parecido un excelente resumen crítico enriquecido y de una excelente calidad. He descubierto a dos grandes escritores. Gracias. Lo difundiré entre mis 4.000 contactos y amigos.

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