Las mujeres seguimos necesitando «una habitación propia», como Virginia Woolf

La actriz Clara Sanchis interpreta a Virginia Wolf en 'Una habitación propia' en el Teatro Español.

La actriz Clara Sanchis interpreta a Virginia Wolf en ‘Una habitación propia’ en el Teatro Español.

 

La actriz Clara Sanchis interpreta a Virginia Woolf en 'Una habitación propia' en el Teatro Español.

La actriz Clara Sanchis interpreta a Virginia Woolf en ‘Una habitación propia’, en el Teatro Español de Madrid.

¿Qué le hace falta a una mujer para dedicarse a escribir novelas? Una habitación propia y 500 libras. Experiencia y resumen que revela Virginia Woolf ya en el comienzo de esta singular obra -poco más de 150 páginas escritas en 1928-, que sigue rezumando actualidad, frescura, sorpresa, inteligencia, ironía e indignación 90 años después y que vuelve a ponerse en pie este mes de mayo en el Teatro Español de Madrid en forma de monólogo.

A la puerta del Teatro Español la voz cantante de un pequeño grupo de jovencísimas estudiantes se cuestiona su pertenencia a la tercera y última de las olas en la que se divide académicamente la historia del feminismo; la argumentación se corta con la apertura de puertas (sin haber aclarado si es porque les parece superado el “feminismo contemporáneo” o porque, al contrario, se sienten más cerca de la segunda ola en la que se incluye a Virginia Woolf…).

Se representa Una habitación propia, ensayo resultante de la fusión de dos conferencias que debían versar sobre “la mujer y la novela” (aunque hay quienes prefieren “la mujer y la literatura”), demasiado largas para ese fin y demasiado cortas para un ensayo, que obligó a la autora a retocarlo, incluso ampliarlo, cambio que no mutó en absoluto su carga analítica, literaria y militante.

Adaptado por su directora, María Ruiz, quien ha extraído la esencia de este pequeño texto de Virginia Woolf -apenas 150 páginas- y función que vuelve en esta segunda oportunidad firmemente arropada por la directora del Teatro Español, Carme Portaceli, y la escritora Laura Freixas, presidenta de Clásicas y Modernas, asociación para la igualdad de género en la cultura.

Aunque considerada obra menor de la producción literaria de Virginia Woolf, su inteligencia, intensidad y pertinencia han hecho de ella un prodigio de actualidad, como lo atestiguan los innumerables estudios, citas, referencias, reediciones y traducciones –entre las que no falta una muy discutida del mismísimo Borges-, lo que casi un siglo después la mantiene como texto mítico, imprescindible e iluminador para un incalculable número de mujeres en todo el mundo a lo largo de casi un siglo, confirmando la tesis de María Zambrano en su Por qué se escribe, de que “el público existe antes de que la obra haya sido o no leída, existe desde el comienzo de la obra, coexiste con ella y con el escritor en cuanto a tal. Y sólo llegarán a tener público, en la realidad, aquellas obras que ya lo tuvieron desde un principio. Y así el escritor no necesita hacerse cuestión de la existencia de ese público, puesto que existe con él desde que comenzó a escribir. Y esa es su gloria, que siempre llega respondiendo a quien no la ha buscado ni deseado”.

Ya en la primera página de Una habitación propia explica su autora que no podrá cumplir el objetivo de toda conferencia de “entregar una pepita de verdad pura”, dado que solo puede ofrecer una opinión intrascendente: “Que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”. Y a partir de esta simple afirmación el texto se desborda, abriendo su reflexión de manera vertiginosa sobre las mujeres en la literatura anglosajona, la mujer en la historia y en la vida. Esto ha hecho que este opúsculo vanguardista y revolucionario se convirtiera en epítome de la liberación femenina a lo largo del siglo XX y le ha permitido llegar al XXI en estado de gracia, como lo evidencia, entre otras innumerables mujeres, la booktuber María Antonieta, jovencísima devoradora y prescriptora literaria, quien al término de su lectura que califica de “flipante y superrecomendable”, comentó en Twitter: “Virginia, ¿qué me has hecho?»… Y lo explica. “porque nunca antes me había sentido así”.

En la sala Margarita Xirgu -un espacio íntimo para funciones de pequeño formato y limitado calendario-, Clara Sanchis se transmuta en una muy creíble Virginia Woolf. Siguiendo a su personaje de Una habitación propia (“…Llamadme Mary Beton, Mary Seton, Mary Carmichael o cualquier nombre que os guste, no tiene la menor importancia…”), se sienta a orillas de un río donde la contemplación del paisaje la va a conducir a una serie de observaciones, preguntas y respuestas que situarán en el centro de su reflexión la todavía hoy manifiesta, incomprensible, injusta y vejatoria desigualdad en la que vive la mitad de la población mundial. Poco más de una hora intensa en la que Clara Sanchis realiza un trabajo cercano (no precisamente porque así lo obligue el espacio escénico), vibrante e hipnótico. Y Clara suda la camiseta hasta el final. Tal cual. Aplausos reiterados y cómplices. No podría ser menos.

‘Una habitación propia’ se representa en el Teatro Español de Madrid hasta el próximo 21 de mayo.

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