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John Steinbeck, cronista de guerra

Por Antonio García Maldonado, el 10 de diciembre de 2014, en libros

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El escritor John Steinbeck

La editorial independiente Capitán Swing rescata el libro ‘Bombas fuera’ publicado en 1942 y que firma un John Steinbeck reclutado por Roosevelt con fines propagandísticos. Probablemente el premio Nobel fue el gran culpable de que muchos estadounidenses se alistaran para pilotar bombarderos.

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Cuando en diciembre de 1941 Japón atacó las bases de Pearl Harbour, en un movimiento político incomprensible sería Hitler quien declarara la guerra a EEUU. Tras el Día de la Infamia, como el presidente F.D. Roosevelt lo calificó, la nación norteamericana, que escaldada de la I Guerra Mundial veía el nuevo conflicto europeo desde una distancia miope, se implicaría de lleno en la guerra más devastadora que hayamos conocido. El número de caídos norteamericanos en combates aéreos fue de 79.265, una cifra algo menor a la de los fallecidos británicos.

Adolf Hitler llevaba más de dos años tragándose países enteros. Habían caído Austria, Polonia, Checoeslovaquia, Francia… y el Reino Unido sufría bombardeos diarios en su capital que no presagiaban sino un destino parecido al del resto de las naciones europeas. De modo que Estados Unidos partía con desventaja, parcialmente desentrenado, lo que obligó a un esfuerzo colectivo de guerra improvisado y muy eficaz que tuvo sus imágenes más representativas en aquellas en las que aparecen mujeres fabricando proyectiles o remaches para los aviones.

Y este esfuerzo de guerra encontró un aliado sorprendente en el escritor John Steinbeck (1902-1968), quien arrimaría el hombro por encargo del propio presidente Roosevelt con un singular libro sin disimulados fines propagandísticos llamado Bombas fuera (Ed. Capitán Swing). Historia de un bombardero, publicado en 1942, y que rescata en castellano en edición impecable (cuya traducción, por el vocabulario, ha debido de ser todo un reto para Alicia Frieyro) una nueva editorial independiente con un catálogo más que sugerente.

Bombas fuera es, como afirma el subtítulo, la historia de un bombardero (el B17), desde su ensamblaje hasta los distintos puestos en el mismo, pasando por las pruebas de entrenamiento de cada miembro de la tripulación (el oficial, el artillero, el navegante, el piloto, el ingeniero de vuelo y el operador de radio). El lenguaje es sencillo y directo, excepto cuando da profusa noticia de las maniobras técnicas que cada puesto del avión ha de realizar. Y es que su fin no era otro que el de resaltar el heroísmo de los que eran seleccionados y así promover el alistamiento. En sus propias palabras “la lectura de este libro está dirigida a las madres y padres de los miembros en ciernes de la Fuerza Aérea, a fin de que puedan hacerse una idea del adiestramiento que han seguido sus hijos, […] hablarles a todos sin excepción sobre la clase y la calidad de nuestra Fuerza Aérea, sobre el calibre de sus hombres y sobre la excelencia de su equipamiento”. En un país donde el beisbol reinaba, Steinbeck sabía cuán eficaz era afirmar que “la tripulación de un bombardero es el equipo más formidable del mundo”.

El libro no se cansa, cada pocas páginas, de recordarnos no tanto las bondades de la causa (Steinbeck las da por sabidas), como los inmejorables medios de los que el país dispone para luchar por ella: “Sabemos que nuestros bombarderos de largo alcance son tan buenos –o incluso los mejores– que cualesquiera otros aviones de su clase en el mundo; […] y creemos que de la materia prima que nos brindan los jóvenes estadounidenses se pueden extraer tripulaciones de bombarderos que sean mejores que cualesquiera otras en el planeta”. Y, como al comparar la tripulación con un equipo deportivo, acierta en el blanco rural americano al afirmar que “los chicos de granja que han mantenido a los viejos tractores latiendo sobre la tierra mucho después de habérseles dado por desahuciados” podían convertirse en grandes oficiales de bombarderos.

bombas-fueraEl que sería premio Nobel en 1962 conocía bien su país, al que había retratado en novelas ya entonces capitales (y aún hoy) como Las uvas de la ira o De ratones y hombres. Había destacado en el relato realista de las consecuencias de la Gran Depresión, desde una perspectiva de las comunidades más afectadas y con intención de denuncia social, y por ello sorprenden ciertas afirmaciones que desliza a lo largo del libro, y que asociamos a los excéntricos del Tea Party, al segmento más insolidario e individualista de EEUU, como ésta que hace referencia al derecho a portar armas: “Debemos congratularnos de que ciertas autoridades civiles timoratas y determinados clubes de damas no hayan conseguido erradicar del país la tradición de la posesión y uso de armas de fuego, esa profunda y casi instintiva tradición de los norteamericanos”.

Aunque, como bien se afirma en el prólogo de James M. Meredith, esto no debe verse como algo tan extraño en alguien que, además de afirmarlo en un contexto bélico en el que veía el derecho a portar armas como un entrenamiento involuntario, “era ante todo un patriota incondicional”. Posteriormente apoyaría la escalada guerrera de Lyndon Johnson en Vietnam, lo que le valdría de nuevo la acusación de belicista.

Este inesperado y fascinante libro, en edición exquisita, incluye las fotografías que John Swope realizó durante las visitas de Steinbeck a los B17 y sus tripulantes, a quienes puso de ejemplo ante una nación que, dado su prestigio, estaba bien dispuesta a escucharle.

Es imposible medir el impacto que tuvo este libro a la hora de reclutar “a los mejores” para estas aeronaves, pero es bien sabido que la superioridad aérea constituyó finalmente una de las claves de la victoria de los Aliados. Buena cuenta de su poder destructor lo dio W.G. Sebald en Historia natural de la destrucción (Ed. Anagrama), donde consignó las obras de autores alemanes que mejor trataron el sufrimiento de la población del Reich a causa de los bombardeos Aliados. Cara y cruz de un conflicto en el que Steinbeck fue, a su manera, un soldado más en el bando correcto.

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