¿Qué tiene más valor: la ambición o el amor? ‘Un lugar en la cumbre’

Un fotograma de 'Un lugar en la cumbre'.

Un fotograma de ‘Un lugar en la cumbre’.

Un fotograma de 'Un lugar en la cumbre'.

Un fotograma de ‘Un lugar en la cumbre’.

Estrenamos nuevo curso –y van ya cuatro– de este rincón que recomienda películas que no mueren y nos dan vida, con ‘Un lugar en la cumbre’, dirigida en 1959 por el británico Jack Clayton. Un filme censurado en su época. Un retrato sobre la realidad social, sobre el techo de cristal que encuentra la juventud en su búsqueda del éxito, sobre la frustración por ser incapaz de escapar de un destino predeterminado por la clase a la que pertenezcas.

Una de las frases de Un lugar en la cumbre: “Hay algo que nunca has entendido: los que están en la cumbre son iguales que nosotros, podrías haber sido más que ellos tan solo siendo tú mismo. Y conmigo lo eras. Solo conmigo”.

Me van a permitir que les haga una confesión. Desde el verano de 2014 vengo cada dos semanas, más o menos, recomendándoles obras cinematográficas que a mi entender puedan aportar algo a sus sueños, a sus inquietudes, a su entretenimiento, a su deseo intelectual o a su placer espiritual, y que modestamente considero importantes dentro de la historia del celuloide. Ya ven, ahí tengo para seducirles, nada menos que más de cien años de cinematografía. Hoy en día, un tiempo en el que la censura y la autocensura gobiernan nuestro hacer y decir, nuestros miedos, estoy convencido de que mirar hacia atrás sin ira es una de las maneras más interesantes de comprender cómo hemos llegado hasta aquí y cuáles han sido las circunstancias y las posiciones que nos han hecho cambiar, avanzar en nuestro comportamiento, necesidades y anhelos, en nuestros derechos e igualdades como personas, como individuos y como sociedad, aunque alguno de estos hechos o actitudes no sea lo políticamente correcto que hoy parece admisible. La Historia está ahí y huir de ella sólo nos hace más ignorantes y más pequeños. Así que con su permiso y con la libertad que me ofrece El Asombrario, este nuevo curso de Un Viernes de Cine seguiremos el camino ya trazado desde hace cuatro años. Gracias por su fidelidad.

Vamos a ello. Me gustaría recomendarles este viernes la película que seguramente dio pie al cambio más radical en la cinematografía británica tras el espantoso episodio de la II Guerra Mundial. Un cambio que dirigió su mirada hacia historias más adultas, descubriendo aquella actualidad, hasta entonces maquillada, a través de un realismo con frecuencia descarnado, e inaugurando un periodo artístico que recibió el sobrenombre de Kitchen sink drama.

Fue el realizador Jack Clayton con su primera incursión en el largometraje quien comenzaría a trazar las líneas de ese nuevo movimiento, y lo hizo en 1959 con su obra Un lugar en la cumbre (Room at the Top).

Las películas de guerra y las comedias románticas, después de Un lugar en la cumbre, palidecieron como géneros predominantes, y las historias de realidad, el campo, la provincia, los suburbios y el proletariado se descubrieron de repente como el asunto primordial y comercial a tratar por los cineastas de los años sesenta.

Un lugar en la cumbre, adorada y maltratada por partes iguales en distintas épocas, es ante todo una obra pionera, atrevida y diferente. Basada en la aclamada novela de John Braine y con guión de Neil Paterson, la película disecciona con apasionada honestidad y emoción las relaciones personales, y retrata, a conciencia y con rigor, el sistema de clases anteriormente desdibujado.

Los espectadores de aquel año 59 se vieron seducidos por la historia del joven y ambicioso Joe Lampton (Laurence Harvey), que a finales de la década de los 40 del siglo XX, acaba de mudarse de la deprimente ciudad obrera de Dufton a Warnley, ciudad industrial, para asumir un puesto seguro pero mal pagado en el Departamento del Tesoro del condado de Yorkshire, Inglaterra. Decidido a triunfar e ignorando las advertencias de un colega, Soames (Donald Houston) se siente atraído por Susan Brown (Heather Sears), hija del magnate industrial local, el Sr. Brown (Donald Wolfit). Joe está dispuesto a hacer lo que sea necesario para trepar por la escalera del éxito, seduciendo a toda costa a la hija del magnate, pero en su camino se encontrará con Alice Aisgill (Simone Signoret), una mujer diez años mayor que él, mujer elegante, sensual y desdichada de la que acabará enamorándose. Ahora bien, ¿qué tiene más valor para Joe, la ambición o el amor?

A través de un trabajo reflexivo, analítico, detallista, Clayton ofrece un complejo análisis de la lucha de clases en la Gran Bretaña de ese momento. Rodada en escenarios naturales de una ciudad de provincias, nunca pierde de vista la auténtica atmósfera, creando con maestría la asfixia constante de las relaciones que por una causa u otra se alejan de la moral establecida. La atmósfera que crean aquellos individuos que tienden a aferrarse desesperadamente a la clase como un mecanismo de seguridad, de confianza en sí mismos.

El orgullo de clase, cualquiera que ésta sea, se ve abocado de una u otra manera a sucumbir a la manipulación emocional, al cálculo distante, al soborno, para perpetuarse ante cualquier advenedizo. Y Un lugar en la cumbre lo muestra sin tapujos, como un estudio del comportamiento social, político y sexual de toda una época. Un retrato objetivo sobre la realidad social, sobre el techo de cristal que encuentra la juventud en su búsqueda del éxito, sobre la frustración por ser incapaz de escapar de un destino predeterminado por la clase a la que pertenezcas.

La película supuso un paso adelante al mostrar sin complejos el sexo prematrimonial, el embarazo fuera del matrimonio, las relaciones adúlteras entre una mujer madura y un joven con escenas de cama atrevidas, que aunque ahora nos parezcan hasta puritanas fueron un tesoro para los censores de la época, el filme fue prohibido en muchos territorios americanos y algún que otro europeo.

Destacar sobre todos el trabajo de la estrella francesa Simone Signoret, porque aunque la película sea de Laurence Harvey (sale en todas y cada una de las escenas del filme), Signoret compone un personaje fascinante, quizás el mejor de su sólida carrera, rezumando sexo, sofisticación, ternura, tristeza. Se cuenta que la nacionalidad francesa de la actriz (no lo era en la novela) ayudó a que la censura no fuera demasiado dura, creyendo firmemente que el sueño sexual y adúltero del muchacho de clase trabajadora con una mujer mayor se aceptaría mejor bajo el estereotipo galo, más libre de pensamiento… y otros menesteres.

Harvey, muchas veces denostado como actor, realiza un trabajo firme y más que correcto, dando vida a ese joven ex prisionero de guerra de ilimitada ambición, un extraño encantador (de serpientes), machista hasta la estupidez, despiadado pero vulnerable, atrapado en la red que él mismo ha diseñado y cuyo éxito será su peor castigo. Pues si bien la sociedad no castiga a quien no tiene escrúpulo, la fortuna puede hacerle una mala pasada.

Échenle un vistazo a Un lugar en la cumbre, una de las películas más devastadoras emocionalmente de la cinematografía británica, una película sobre la mediocridad moral, sobre la necedad de ignorarse a uno mismo, sobre la estupidez de la apariencia, como magistralmente nos muestra en su primera escena. Calcetines zurcidos en zapatos nuevos.

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Comentarios

  • c

    Por c, el 07 septiembre 2018

    El gran problema de las dudas existenciales es que falta un norte : la ética por que se ha sustituido por los premios y castigos
    Ademas todo debe ser en su justa medida y a cada momento.
    Por esto el zen trabaja la ecuanimidad y el aqui ahora , para poder ver las videncias en la realidad y desp del analisis, sintesis y aplicar el remedio adecuado

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