No hay balas mágicas para la paella, ni para el ‘Brexit’’ ni para Cataluña

Un grafiti de Banksy.

Un grafiti de Banksy.

Un grafiti sobre el Brexit de Banksy

Un grafiti sobre el Brexit de Banksy.

Vivimos de una manera tan acelerada, y cada vez más, que pensamos que hay soluciones mágicas, rápidas y sencillas, para todo: para hacer una paella y para gestionar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Cuando lo cierto es que nos agarramos a ellas como a un clavo ardiendo, porque ni siquiera tenemos tiempo para pensar, matizar, buscar salidas más complejas, pactadas, habladas. Confiamos todo al fuera o dentro, al sí o no. Al tipo de arroz o de agua para que la receta salga al gusto de todos. Y no, la vida y los platos suelen ser una combinación de muchos y variados elementos.

El otro día, después de una semana de sol, calor y tiempo inusual para el mes de abril, decidí cocinar mi primera paella de la temporada. Preparé todo -ingredientes, utensilios, delantal, una copa de vino para animarme- y me coloqué en el jardín con un puñado de amigos, todos encantados y asombrados por los rayos de sol que por fin anunciaban el final de un largo y duro invierno.

Como hijo adoptivo de Valencia, entiendo bien que la paella no es un plato cualquiera: a pesar de sus pocos y sencillos ingredientes -pollo, arroz, bachoqueta, etcétera- es asunto sumamente delicado, y el éxito sólo viene si se logra la armonía de muchos factores. Con un solo error con las cantidades, la concentración, o el timing, se puede acabar con una reacción en cadena de fallos que desemboque en algo no digno de la capital del Turia, sino en algo más parecido a (que Dios me perdone) un risotto hecho en plano. Así que, queridos lectores, pueden imaginar mi consternación cuando, en los últimos minutos de cocinar -precisamente en esos momentos finales de la paella tan cruciales cuando se forma el socarraet – hubo un cambio brusco de tiempo y una tormenta eléctrica se plantó justo encima de mí.

En un instante, mis amigos desaparecieron hacia el interior de la casa, dejando a servidor solito para terminar su comida entre rayos y truenos, mojado, estresado y cagándome en tot…

Sin embargo, cuando unos cuantos minutos más tarde ya nos sentamos todos a comer, me sorprendí al descubrir que la paella no había quedado tan mal. Es más, era de las mejores que había preparado, apreciación confirmada por todos e incluso por mi mujer, valenciana de pura cepa nacida en las orillas de la mismísima Albufera. Quizá, bromeó uno, la interferencia eléctrica había tenido una buena influencia. Francamente no sé qué fue. Misterios de la paella…

Pero si cocinar un sinfín de paellas durante años me ha enseñado algo, es que uno se equivoca al creer que un solo factor es el motivo del éxito. “El secreto está en el tipo de arroz”. “El secreto está en el agua”. “Sin romero no es paella”. “Imprescindible el uso sólo de leña de pino y naranjo…”. Sí y no. En mi experiencia, es un conjunto de muchos elementos, e incluso de algo más que ni sé explicar, algo así como el duende. Cuando se trata de algo complejo, como la paella, las soluciones sencillas no sirven.

No obstante, esta forma de pensar -que existe una bala mágica que acabará con todos los problemas, por muy complicados que sean- nos asalta a menudo, no sé si más que antes, pero a veces me da esa sensación. En Inglaterra estamos luchando con las consecuencias todavía no muy claras de esta manera de ver el mundo: “Con solo salir de la Unión Europea, todo saldrá mejor”.

Y aquí estamos. Hace pocas semanas se publicaron muchísimos artículos en la prensa británica recordándonos que sólo falta un año para esta eventualidad. Y percibí dos sensaciones principalmente. Primero, que nadie, en el fondo, se alegra de ello: unos porque están en contra de la idea y otros porque temen (probablemente con razón) que no van a lograr el Brexit que anhelan, que acabará siendo una chapuza que no va a gustar a nadie.

La segunda sensación fue comprobar que el tipo de pensamiento -a nivel estructural- que caracterizaba a los Brexiteers ahora se observa entre sus oponentes. Escuchas cada vez más algo así como: ‘Con solo quedarnos dentro de la Unión Europea, si damos marcha atrás, todo saldrá bien”.

Otra vez la bala mágica…

Pero quizás toda esta situación viene precisamente de este método de pensar. ¿No se trataba de que la Unión Europea había nacido de la idea de que ‘cuanto más Europa, mejor’? O sea, una solución sencilla para un verdadero laberinto. El euro es el símbolo físico de esta creencia, y miren cuántas complicaciones ha acarreado.

Gran parte de la atracción de las soluciones sencillas es que resultan fáciles de vender. Y aquí radica también el problema. Hemos creado un mundo en el que cada vez hay más ruido, que nos hace correr cada vez más rápido. Con cada avance de la tecnología estamos más encadenados: en vez de quitarnos trabajo, nos acaban dando más. “Ahora puedo contestar mails y seguir trabajando hasta los fines de semana. ¡Qué maravilla!”. Así que, ¿quién tiene tiempo para debates o para meditar las posibles salidas duras, largas y probablemente tortuosas de las complejidades que nos rodean? Las balas mágicas prometen funcionar como excavadoras que romperán un gran agujero en las paredes del laberinto y nos dejarán escapar. Pero cada vez que recurrimos a ellas caemos en la trampa de pensar que tal posibilidad es real, porque no tenemos ni tiempo ni suficiente silencio interno como para barajar otras opciones.

Puede que estas balas mágicas tengan diferentes colores, incluso aparentemente opuestos: Brexit, sí; Brexit, no; Trump, sí; Trump, no; independencia, sí; independencia, no. Las variedades son casi infinitas, pero eso no debería disfrazar el hecho de que esencialmente son lo mismo.

Algunos van hacia un lado, otros hacia el otro. Pero a veces no dejamos de ser borregos todos.

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Comentarios

  • ElaX

    Por ElaX, el 22 mayo 2018

    Vams a ver si nos enteramos. ¿Qué más hace falta para aplicar la ley y reformar la constitución para eliminar el nefasto estado de las autonomías que no funcionan en España porque aquí se ha dogmatizado a niños y adultos durante décadas para que nos odiemos entre las distintas regiones de España (a diferencia de otros países como Alemania o Estados Unidos, donde van todos a una)? Estado centralizado como el francés es lo único que funciona en España. La historia lo demuestra.

  • c

    Por c, el 22 mayo 2018

    la paella con chorizo !
    ( troll )

  • olm

    Por olm, el 23 mayo 2018

    Mejor que nos gobiernen directamente desde Bruselas.

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